El milagro econ¨®mico paname?o encalla en la desigualdad
Es uno de los pa¨ªses que m¨¢s r¨¢pido ha crecido en la ¨²ltima d¨¦cada, pero la buena marcha de las grandes cifras esconde una econom¨ªa dual: el crecimiento se concentra en unas pocas manos y en una peque?a franja de territorio
![Un grupo de ni?os chapotea en una piscina hinchable en Ciudad de Panam¨¢.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/5DZRUX74BR4KF5RAGXHDMGSMME.jpg?auth=63a996dfbdda6b6ad81adf9dafd9b7ac7f591b60b2e1c712b3c912fa1f34381e&width=414)
![Ignacio Fariza](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F3c3b7615-2ff0-43ed-8ecb-5e806ccfaec0.jpg?auth=20684b68cbb2e15420cfadad7663ab702bf8c6135656afee6cf34dfa00814656&width=100&height=100&smart=true)
La subsistencia de Rebeca, madre soltera de 42 a?os, y de sus cuatro hijas depende de la comida preparada que despacha los fines de semana ¡°en los bailes¡± y que ¨²ltimamente completa con la venta de los mangos del ¨¢rbol que da sombra en la parte trasera de su casa, de hormig¨®n y a medio terminar. Saca, a duras penas, 300 d¨®lares mensuales, que completa con la pensi¨®n alimenticia que pagan los padres de los ni?os. Quiere ampliar su vivienda, de su propiedad aunque construida sobre un terreno que no le pertenece, fruto de un asentamiento ¡ª¡°invasi¨®n¡±, en la jerga local¡ª de hace un par de d¨¦cadas en el corregimiento de Pacora (provincia de Panam¨¢). Pero no le alcanza. Mientras, se conforma con una ¨²nica habitaci¨®n en la que viven los cinco, un ba?o y una cocina. ¡°Sin trabajo, ?qu¨¦ puede hacer uno?¡±, se queja bajo el sol abrasador de abril. Y si se encuentra ¡ªno es su caso¡ª, hay una alta probabilidad de que sea en el sector informal, donde est¨¢n empleados cuatro de cada 10 paname?os, la tercera tasa m¨¢s alta de Am¨¦rica Latina y el Caribe.
No hace falta alejarse de los rascacielos que han convertido a la Ciudad de Panam¨¢, a la vista de muchos, en una suerte de Miami a la centroamericana, para darse de bruces con la otra Panam¨¢: uno de los cinco pa¨ªses m¨¢s desiguales del mundo, seg¨²n los datos del Laboratorio de Crecimiento de la Universidad de Harvard, y el segundo m¨¢s desigual de la regi¨®n por ingresos. El milagro econ¨®mico ¡ªPanam¨¢ se ha convertido, sin estridencias, en una de las econom¨ªas m¨¢s din¨¢micas del mundo¡ª se difumina en el pueblo de Rebeca, Paso Blanco, 40 kil¨®metros al este de la capital por la carretera Panamericana, la arteria que recorre el continente de norte a sur.
El d¨ªa a d¨ªa de Alfredo ?brego, de 37 a?os, padre de tres ni?os y vecino tambi¨¦n de Paso Blanco ¡ªno encuentra trabajo desde hace meses: ¡°En esta ¨¢rea no hay empleo, si sale algo son camarones [espor¨¢dicos], nada estable¡±, dice a la puerta de su casa¡ª tampoco tiene nada que ver con la sensaci¨®n que transmiten las inmaculadas constantes vitales de la econom¨ªa paname?a, una sucesi¨®n de buenas cifras que la convierten en una suerte de isla econ¨®mica dentro de una Am¨¦rica Latina aquejada de un bajo crecimiento cr¨®nico. ¡°La econom¨ªa dicen que crece, s¨ª¡±, admite Alfredo. ¡°Pero aqu¨ª solo sobrevivimos con menos de 200 d¨®lares por quincena: estamos cerca de Panam¨¢, pero el transporte es dif¨ªcil¡±. Su esperanza es que la apertura de una nueva l¨ªnea de metro, que pronto quedar¨¢ a 15 minutos de autob¨²s de su casa y que lo conectar¨¢ con el centro de la capital. ¡°Ojal¨¢ traiga oportunidades; eso esperamos¡±, dice con mirada firme.
Aunque conocidos, lejos quedan para ¨¦l esos grandes n¨²meros. El aumento del PIB paname?o ha rondado el 7% anual en la ¨²ltima d¨¦cada, un guarismo m¨¢s propio de un drag¨®n asi¨¢tico que de un pa¨ªs centroamericano; la renta per c¨¢pita casi se ha duplicado en ese periodo, hasta superar a Chile y convertirse en la mayor de Latinoam¨¦rica y la tasa de paro est¨¢ en el entorno del 6%, cerca del pleno empleo. La ampliaci¨®n del Canal, por el que las dos terceras partes de los barcos de carga que transitan lo hacen con origen o destino en Estados Unidos, y el potente desarrollo de su sector financiero, gracias a las jugosas ventajas fiscales, se han convertido en los mayores motores de la econom¨ªa. A ellos se ha sumado, m¨¢s recientemente, la construcci¨®n: del boom inmobiliario, alimentado por capitales extranjeros y solo atemperado en los ¨²ltimos meses, son testigo privilegiado los carteles de ¡°se vende¡± en Costa del Este o Punta Pac¨ªfica, los nuevos barrios acomodados de la capital paname?a. Y el resultado de ese c¨®ctel de factores es, en fin, un milagro apenas conocido fuera del pa¨ªs centroamericano.
![Un hombre vende sombreros para turistas ante un edificio desvencijado.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/E2NVDQL5GVH3U3JNGVBFDDIESM.jpg?auth=468cf5ac40d482fa71c00ed351fbf5e2eadb785bcb98f82ff7bd6dc1305679ff&width=414)
Pero los grandes n¨²meros esconden, casi siempre, una segunda lectura. Panam¨¢ es un pa¨ªs marcado por la dualidad: los de adelante, parafraseando el t¨ªtulo del ¨²ltimo libro del polit¨®logo mexicano Carlos Elizondo, corren mucho y los de atr¨¢s siguen muy rezagados. El dinamismo ha sido extraordinario, s¨ª, pero su distribuci¨®n y la inclusi¨®n de los m¨¢s desfavorecidos sigue siendo la gran asignatura pendiente: los logros sociales no han ido de la mano. ¡°Panam¨¢ ha gozado de un considerable progreso socioecon¨®mico en las ¨²ltimas d¨¦cadas¡±, reconoc¨ªa recientemente la OCDE ¡ªel think tank de los pa¨ªses ricos¡ª. ¡°Sin embargo, no todos los sectores, regiones y habitantes se han beneficiado al mismo nivel¡±.
La bonanza paname?a se ha concentrado en una fracci¨®n de su poblaci¨®n ¡ªlos ingresos del 10% de la poblaci¨®n m¨¢s acaudalado son hasta 35 veces superiores que los del 10% menos agraciado¡ªy en una peque?a franja territorial alrededor del Canal, por mucho la m¨¢s desarrollada y conectada a las din¨¢micas de la globalizaci¨®n. Fuera quedan siete de sus 10 provincias y las tres comarcas ind¨ªgenas con categor¨ªa de provincia. En estas ¨²ltimas es donde la realidad muestra su peor cara: la pobreza afecta al 82% de la poblaci¨®n y la pobreza extrema alcanza a seis de cada 10 personas. Pero, como dejan claro los casos de Rebeca y de Alfredo, sin llegar a las comunidades ind¨ªgenas y sin siquiera salir de la provincia de Panam¨¢, se puede ver n¨ªtidamente la realidad a la que los guarismos no llegan.
¡°La mayor desigualdad de este pa¨ªs al resto de Am¨¦rica Latina¡±, acota Carlos Garcimart¨ªn, economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en el pa¨ªs centroamericano, ¡°no es solo consecuencia de la elevada pobreza en las comarcas ind¨ªgenas¡±. Incluso descontando las innegables dificultades que atraviesan estas comunidades, donde la presencia del Estado, a pesar de haber aumentado en los ¨²ltimos a?os, sigue siendo tan escasa como las conexiones decentes por carretera, la diferencia entre la capital y pr¨¢cticamente el resto del pa¨ªs es abismal. ¡°Es una cuesti¨®n de desequilibrios territoriales, que van en aumento¡±, agrega Garcimart¨ªn.
¡°Para los grupos conectados, que viven, sobre todo, en la ciudad y que tienen acceso a la educaci¨®n y al financiamiento, las cosas han ido muy bien¡±, tercia el tambi¨¦n economista Marco Mart¨ªnez. ¡°Para el resto, no tanto¡±. Mientras la renta media de los residentes en la capital se codea, seg¨²n sus datos, con la portuguesa, ¡°en las provincias m¨¢s pobres est¨¢ al nivel de pa¨ªses subdesarrollados¡±. Y eso, a la larga, como recuerda Joseph Stiglitz en El precio de la desigualdad, tambi¨¦n puede frenar en crecimiento: de no cuidar la variable de la inequidad ¡ª¡°y hasta ahora no lo ha hecho¡±, subraya Alexis Rodr¨ªguez Mojica, profesor de Sociolog¨ªa¡ª, el milagro paname?o corre el riesgo de caer en su propia trampa.
![Un paname?o lee el peri¨®dico frente a la ropa tendida.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/UXDUQYVYSYHZO4XHIB2352PLPQ.jpg?auth=2a2cefe662ff197cd4215eb0e3e68de49285aebabd219c245df1bc121caf0184&width=414)
Parte del problema reside en la escasa recaudaci¨®n tributaria ¡ªla segunda m¨¢s baja de Latinoam¨¦rica¡ª que, aunque complementada por una inyecci¨®n de alrededor de 1.700 millones de d¨®lares anuales que aporta el Canal, sigue siendo insuficiente para cubrir las necesidades de los menos agraciados y para cerrar la brecha con aquellos segmentos a los que mejor le han ido las cosas. Ajeno al enquistamiento de la desigualdad, el sector p¨²blico ha priorizado el gasto en capital y en infraestructura, y el gasto social se ha mantenido constante en el entorno del 9%. Son casi tres puntos menos que el promedio de Am¨¦rica Latina, una regi¨®n que no se distingue precisamente por la generosidad de sus coberturas p¨²blicas. ¡°Este pa¨ªs¡±, critica Juan Jovan¨¦, ex director de la Caja de Seguro Social y candidato presidencial independiente en las elecciones de 2004, ¡°abandon¨® su pol¨ªtica social en favor de una pol¨ªtica de compensaci¨®n. Cuando ¨¦ramos un pa¨ªs m¨¢s pobre, se trataba de impulsar los servicios p¨²blicos b¨¢sicos; ahora prevalecen el clientelismo y las ayudas para que la poblaci¨®n est¨¦ tranquila¡±. Solo en los ¨²ltimos tiempos, desliza Rodr¨ªguez Mojica, las pol¨ªticas p¨²blicas no se han pensado en t¨¦rminos de reducci¨®n de pobreza o de la desigualdad. ¡°El problema es que para romper el ciclo intergeneracional de la pobreza hacen falta 30 a?os o m¨¢s¡±.
El paname?o de a pie, sin embargo ¡ªy quiz¨¢, por ausencia de este¡ª, es poco de pedir al Estado. Empleo al margen, la queja m¨¢s repetida en la calle es el aumento de los precios de los productos b¨¢sicos, que ha asestado una dentellada a su poder adquisitivo. Mientras las grandes cifras apuntan a una inflaci¨®n bajo control, la percepci¨®n de los estratos con menos recursos es otra completamente distinta. ¡°La vida est¨¢ muy alta y los sueldos muy bajos¡±, dice, martillo en mano, Alma Moreno, de 49 a?os, mientras arregla la puerta de madera despintada de su casa, en el l¨ªmite del barrio de San Felipe, a un paso del renovad¨ªsimo Casco Viejo de la capital paname?a. Trabaja ¡°barriendo calles¡±, dice, e ingresa poco m¨¢s de 300 d¨®lares quincenales, una cifra con la que en casi toda Latinoam¨¦rica se puede hacer lo m¨¢s parecido a una vida digna, pero que aqu¨ª, en un pa¨ªs plenamente dolarizado, da para poco. ¡°Hace unos a?os la compra para toda la familia nos sal¨ªa en 200 o 250 d¨®lares por quincena. Ahora en casi el doble: la libra de arroz, el litro de aceite¡ Todo est¨¢ caro¡±.
Ni la impresi¨®n de Alma ni el dato oficial de inflaci¨®n est¨¢n equivocados, como recuerda Garcimart¨ªn: vive en la ciudad m¨¢s cara de la regi¨®n, seg¨²n un reciente estudio del banco suizo UBS que sit¨²a a la capital paname?a entre las 21 del mundo en la que m¨¢s onerosa es la vida, por delante de urbes europeas como Viena, M¨²nich, Montreal o Madrid. Y los 10 ¨²ltimos a?os, seg¨²n los c¨¢lculos del BID, los productos de la cesta de la compra del decil m¨¢s pobre se han encarecido notablemente m¨¢s que los de la canasta del decil m¨¢s rico, ensanchando a¨²n m¨¢s la brecha. En ese periodo, los alimentos y el transporte ¡ªa los que dedican la mayor parte de sus ingresos los hogares de menos recursos¡ª se han encarecido a un ritmo cuatro veces superior al del ocio ¡ªque consumen, en mucha mayor medida, los m¨¢s ricos¡ª.
El contraste la se?ora Moreno con su entorno es evidente: su calle desemboca en la plaza de Herrera, una de las m¨¢s bonitas y cuidadas de la capital. En menos de dos d¨¦cadas, el coraz¨®n de la ciudad, de estilo colonial, ha dado un salto equiparable al que ha dado la econom¨ªa del pa¨ªs centroamericano: un lavado de cara de varios millones de d¨®lares ha recuperado uno de los mayores atractivos tur¨ªsticos del pa¨ªs centroamericano. Es la cara visible de la gentrificaci¨®n. Pero a escasos metros de los edificios e iglesias renovadas, emergen casas de chapa y madera en colores pastel en las que el salitre y el paso de los a?os han hecho mella. Es mediod¨ªa, pero en el peque?o sal¨®n de su casa tintinea una l¨¢mpara que suple la escasez de luz natural. En penumbras, el sonido de la televisi¨®n con la que se entretienen sus nietos llama la atenci¨®n de una pareja que pasea tranquila en direcci¨®n a los restaurantes de moda de la capital. Las dos Panam¨¢s, por un segundo, se miran cara a cara. Las dos, tambi¨¦n, votan este domingo en unas elecciones presidenciales en las que la desigualdad ha entrado, por primera vez, en la agenda de los candidatos.
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