¡°Un Gobierno puede hacer casi cualquier cosa excepto torturar y ejecutar¡±
El catedr¨¢tico estadounidense recuerda los testimonios de v¨ªctimas y altos cargos de la dictadura que recogi¨® hace 40 a?os en Buenos Aires
El estadounidense Tom Farer fue uno de los integrantes de la Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que lleg¨® en septiembre de 1979 a Buenos Aires para investigar las denuncias de torturas y desapariciones bajo la dictadura argentina. A sus 84 a?os, el ex decano de la Escuela de Estudios Internacionales Josef Korbel de la Universidad de Denver recuerda con precisi¨®n esa visita en la que descubrieron, y despu¨¦s denunciaron, graves violaciones de los derechos humanos.
Acababan de llegar a Argentina cuando Farer recibi¨® una llamada en su habitaci¨®n de hotel y acept¨® el encuentro que le propon¨ªan. "Me encontr¨¦ con un par de abogados muy exitosos, encantadores y bien educados que quer¨ªan explicarme lo que llamaron el contexto, que era que los militares tuvieron que tomar el poder para poner fin a la anarqu¨ªa", rememora el profesor por tel¨¦fono desde Denver.
Esa explicaci¨®n, asegura, se repiti¨® una y otra vez no s¨®lo con funcionarios del Gobierno sino tambi¨¦n en reuniones con representantes empresariales del campo y de la industria. "Todos nos dec¨ªan m¨¢s o menos lo mismo: 'Es dif¨ªcil para un extranjero apreciar las condiciones de Argentina cuando la Junta Militar asumi¨®. La situaci¨®n antes era terrible, hab¨ªa grupos insurgentes, caos, anarqu¨ªa, violencia, la vida normal era imposible. Est¨¢bamos virtualmente en guerra civil'. En el lado negativo nos dec¨ªan que hab¨ªa algunos abusos por parte de soldados de bajo rango y que eran comunes en cualquier guerra".
Las 5.580 denuncias de allegados de detenidos y desaparecidos que recab¨® la CIDH en sus dos semanas en el pa¨ªs, junto a las visitas a c¨¢rceles y centros clandestinos, invalidaron la versi¨®n oficial. "Una de las cosas que m¨¢s me impactaron fueron las condiciones de los presos pol¨ªticos de la Unidad 9. Trataban peor a los presos pol¨ªticos que a los asesinos convictos. Los condenados por asesinato pod¨ªan jugar al f¨²tbol o leer. Los presos pol¨ªticos ten¨ªan prohibido el ejercicio, los libros, el estudio, s¨®lo pod¨ªan ducharse una vez a la semana y estaban sometidos al permanente cambio de reglas sin aviso previo. Hab¨ªa un gran esfuerzo para quebrarlos f¨ªsica y psicol¨®gicamente".
La gran organizaci¨®n de los familiares de las v¨ªctimas permiti¨® que los comisionados llegasen a entrevistarse con sobrevivientes de torturas. "Era una pareja de mediana edad, una docente y un m¨¦dico, que hab¨ªan sido secuestrados porque buscaban a su hijo. Me contaron c¨®mo los hab¨ªan torturado, fue muy dram¨¢tico", recuerda sobre el encuentro con ambos, que tuvo lugar en la peque?a aula de una escuela.
Tambi¨¦n visitaron lugares fuera de la agenda prevista, como el cementerio cercano a la Unidad 9 penitenciaria de La Plata, 60 kil¨®metros al sur de Buenos Aires. "Fui a la oficina del director del cementerio y le ped¨ª el registro de entierros. Se puso p¨¢lido, palid¨ªsimo. Y me dijo que no era posible", recuerda Farer. Cuando el director sali¨® a pedir ¨®rdenes, el estadounidense fue a pasear por el cementerio y se enter¨® por un sepulturero de que hab¨ªa "fosas cavadas por los militares de noche".
Al mirar hacia atr¨¢s, Farer considera que en 1979 muchos argentinos "no quer¨ªan creer que hab¨ªa una campa?a de exterminio, cre¨ªan s¨ª que hab¨ªa abusos", pero eso comenz¨® a cambiar tras la publicaci¨®n del informe de la CIDH, al a?o siguiente.
"Los militares prohibieron el informe dentro de Argentina, pero igual circulaba y la gente sab¨ªa. No pas¨® nada de forma inmediata, pero creo que desprestigi¨® al r¨¦gimen, rompi¨® la unidad militar y tuvo un efecto catalizador que propici¨® su fin. Por supuesto el hecho crucial fue la guerra de Malvinas, pero hay que preguntarse por qu¨¦ los militares tomaron ese riesgo y pensar que estaban perdiendo autoridad y necesitaban revivir un sentimiento nacionalista para tener ¨¦xito".
Farer fue el ¨²nico ex comisionado que testific¨® en el Juicio a las Juntas impulsado por el presidente Ra¨²l Alfons¨ªn poco despu¨¦s de que el pa¨ªs recuperase la democracia en 1983. "Fue un juicio hist¨®rico y extraordinario del que hay que dar cr¨¦dito al Gobierno, porque en ese momento las circunstancias eran muy dif¨ªciles, los militares a¨²n ten¨ªan mucho poder". Despu¨¦s de testificar durante siete horas, el estadounidense tuvo que responder a las preguntas de los abogados defensores: "Me di cuenta de que buscaban una defensa pol¨ªtica m¨¢s que legal, el famoso contexto. Les respond¨ª que las leyes de emergencia permiten a un Gobierno hacer casi cualquier cosa, excepto torturar y ejecutar sin el debido proceso".
Pasados 40 a?os, el profesor respalda los juicios por cr¨ªmenes de lesa humanidad llevados a cabo por Argentina, aunque advierte que a medida que pasa el tiempo es m¨¢s dif¨ªcil y es necesario tomar m¨¢s precauciones para garantizar un juicio justo. Tambi¨¦n destaca la enorme p¨¦rdida de poder de los militares. "Ha habido cambios tremendos, positivos", concluye.
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