15.000 personas buscan casa y comida en Bahamas dos semanas despu¨¦s del hurac¨¢n Dorian
Miles de afectados dependen de los refugios para vivir mientras afrontan el trauma de haberlo perdido todo
La nueva vida empieza, por ejemplo, aqu¨ª. En este hangar de un aeropuerto llamado Odisea, en la isla de Nueva Providencia, donde aterrizan muchos de los aviones que evacuan a los residentes de Gran Bahama y las islas ?baco, arrasadas hace ya dos semanas por el hurac¨¢n Dorian, el m¨¢s brutal que ha sacudido esta parte del mundo desde que existen registros.
Los cooperantes y soldados vienen y van, las h¨¦lices y los reactores cubren todo de un denso ruido, y los supervivientes sacian el hambre en los puestos de comida. Los ni?os pueden esperar en un humilde recinto con juguetes, mientras los adultos guardan cola para registrarse en algunas de las mesas atendidas por voluntarios.
Francelus Junius, 36 a?os. Residente en la isla de Gran ?baco. Esposa y dos hijos. Pertenencias: lo puesto. Ning¨²n familiar ni amigo que pueda hacerse cargo de ellos.
Una vez registrada, la familia pasa una revisi¨®n m¨¦dica. Si su estado lo requiere, son enviados a los hospitales. A Junius le aplican all¨ª mismo cuatro puntos de sutura en un corte que tiene en la nuca y le limpian las heridas de la espalda. Se les asigna el refugio de Fox Hill, al sur de la capital. Es ya de noche. En un microb¨²s, junto a un pu?ado de desconocidos que ser¨¢n sus compa?eros de habitaci¨®n por tiempo indefinido, se les traslada a su nuevo hogar.
En una cat¨¢strofe de esta naturaleza, ¡°las necesidades no van bajando, se van diversificando¡±, explica Laurent Duvillier, de la oficina de UNICEF para Am¨¦rica Latina y el Caribe. ¡°Ha habido mucha solidaridad en los primeros d¨ªas, y eso es muy bueno. Pero hay que pensar en la sostenibilidad. No solo se trata de la supervivencia en la primera semana, sino de meses hasta que se pueda recuperar la vida. Muchas familias lo han perdido todo. Pero tambi¨¦n hay otras que, aunque sus casas sigan en pie, se han quedado sin empleo. Los negocios est¨¢n cerrados. Muchos viven del turismo, pero las infraestructuras est¨¢n destruidas, ?y qui¨¦n va a ir de vacaciones a esas islas en los pr¨®ximos seis meses? Sin ingresos, miles de familias no podr¨¢n reconstruir sus casas ni sus vidas¡±.
Vientos de hasta 300 kil¨®metros por hora y lluvias torrenciales, golpeando durante 48 horas, borraron del mapa poblaciones enteras del norte del archipi¨¦lago. Hay 52 muertos oficiales, una cifra que todos saben que engordar¨¢ con algunas de las 1.300 personas que siguen desaparecidas. Hasta 70.000 personas resultaron afectadas por el hurac¨¢n. Un total de 15.000, seg¨²n la Agencia de Gesti¨®n de Emergencias del Caribe, siguen necesitando refugio o comida. Cerca de 4.000 se han ido a Estados Unidos. Y m¨¢s de 5.000, a la isla de Nueva Providencia. De ellos, 2.000 han sido trasladados a alguno de los seis refugios que se han habilitado en la capital, Nas¨¢u.
En el exterior del refugio de Fox Hill, Francelus Junius mata la cuarta ma?ana de su nueva vida charlando con otros hombres a la sombra de un ¨¢rbol. Como los miles de turistas en los hoteles de todo incluido sembrados por las playas de arena blanca de esta misma isla, Junius luce en su mu?eca una pulsera. La suya es de color blanco, que le identifica como uno de los 230 evacuados que residen en el refugio. ¡°Cada ma?ana espero que sea mi ¨²ltimo d¨ªa aqu¨ª¡±, asegura. ¡°No es solo el vivir aqu¨ª todos hacinados, es que no tienes nada que hacer. Comes lo que te dan, vistes lo que te dan. Es humillante¡±. ¡°Agradecemos mucho esto, pero no nos podemos quedar. Tenemos que salir de aqu¨ª¡±, a?ade, a su lado, Kenel Dieujuste, de 58 a?os.
En el refugio, explica la diputada Shonel Ferguson, que coordina la asistencia en el centro, se trata de ¡°envolver a los evacuados en un capullo de amor y apoyo¡±. Un centenar de voluntarios del barrio, identificados con pulseras rojas, se encargan por turnos de asistir a los evacuados en este chal¨¦ pintado de azul claro, que normalmente funciona como centro comunitario. Cinco mujeres preparan la comida en la cocina, otras ordenan la ropa donada por los vecinos, friegan el suelo o atienden la enfermer¨ªa o las mesas de informaci¨®n. En un gran espacio di¨¢fano, dos centenares de colchones, camastros y cunas donde duermen los evacuados, uno al lado del otro. Hay amor, hay apoyo, pero poca intimidad.
El elefante en la habitaci¨®n, claro, es el trauma que cada uno lleva dentro y que apenas se comparte. En Fox Hill se habla m¨¢s del incierto futuro que del pasado. Pero, inevitablemente, circulan historias. Como la de un joven haitiano que acaba de abandonar el refugio para volar de vuelta su pa¨ªs. Hace unas semanas, tras a?os de trabajar y ahorrar en la isla de Gran ?baco, hab¨ªa logrado al fin traerse a vivir con ¨¦l a su hijo, que permanec¨ªa con sus abuelos en Hait¨ª. Pero lleg¨® el hurac¨¢n y se llev¨® la vida de su peque?o. ¡°Ahora el sentimiento de culpa le atormentaba¡±, explica Ferguson.
¡°Todos han pasado un enorme trauma, pero no les pedimos que lo cuenten. Normalmente, podemos ver en sus miradas cuando experimentan demasiada angustia. Tenemos psic¨®logos para hablar con ellos¡±, explica el tambi¨¦n diputado Michael Foulkes, que esta ma?ana supervisa el trabajo en el refugio.
Para recuperar la normalidad, una prioridad son los ni?os. En este refugio hay 55, que van de los pocos meses a los 17 a?os. En total, seg¨²n estimaciones de UNICEF a partir de datos del Gobierno, cerca de 18.000 ni?os han estado expuestos al impacto del hurac¨¢n en todo el pa¨ªs. ¡°En los refugios hay ni?os con experiencias extremadamente traum¨¢ticas¡±, explica Duvillier, de UNICEF. ¡°Hablamos de destrucci¨®n total, de ver a familiares fallecidos o ahogados. Viven con eso dentro y ahora hay que tratar de sac¨¢rselo¡±.
A la entrada del refugio, un espigado ni?o de ocho a?os empuja una torre de sillas para sentarse a comer en la calle con sus nuevos amigos. Preguntado por c¨®mo es su nueva vida, responde que ¡°50-50¡±. ¡°Aqu¨ª se est¨¢ bien, hay mucha gente y hay juegos¡±, explica. ¡°Bueno, yo prefer¨ªa mi casa de antes, pero la vi caer. Creo que ya no queda nada¡±.
¡°Hay que ayudar a los ni?os a superar la p¨¦rdida¡±
Este jueves, se llev¨® a cabo una jornada de matriculaci¨®n escolar masiva de los 10.000 estudiantes que, seg¨²n el Ministerio de Educaci¨®n, se han visto desplazados por el Dorian. A todos se les proporcionar¨¢ una plaza en un colegio, libros y uniformes, para que puedan volver a las aulas la semana que viene. Previamente, UNICEF realiz¨® talleres de formaci¨®n con los educadores, para darles herramientas con las que ayudar a los ni?os a superar su trauma.
Michal Bar, de IsraAid, es una de las profesionales que impartieron estos talleres. ¡°El objetivo es facilitar a los ni?os, en la medida de los posible, que expresen sus sentimientos de maneras menos verbales¡±, explica. ¡°Con sus padres no pueden hablar, porque ellos mismos tambi¨¦n est¨¢n traumatizados. No queremos hurgar directamente en las heridas, sino fortalecer sus habilidades para expresarse¡±.
¡°Si un ni?o est¨¢ traumatizado, ?cu¨¢nto va a aprender en el colegio?¡±, se pregunta Jacqueline, una educadora local que asisti¨® a los talleres. ¡°Los ni?os desplazados necesitan adaptarse a su nuevo entorno. Empezar una nueva vida. Muchos siguen afligidos, y hay que ayudarlos a manejar la p¨¦rdida. No hay una soluci¨®n r¨¢pida¡±.
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