La Venecia africana se desangra
La violencia yihadista en el Sahel, que asol¨® el norte de Mal¨ª en 2012, deriva en un terrible conflicto entre etnias que golpea con fuerza la ciudad de Mopti


Frente a la imponente mezquita de barro, el sanador tradicional Yaya Konat¨¦ promete cura para la diarrea y la impotencia, la fiebre amarilla y la infecci¨®n de orina. En las calles aleda?as, Amadou Ouedraogo vende figurillas dog¨®n de madera a 45 euros la pieza. ¡°Antes pod¨ªa sacar hasta 150 por cada una¡±, dice con amargura. El problema es que hoy apenas tiene a qui¨¦n ofrecer su mercader¨ªa. La ciudad de Mopti (Mal¨ª), otrora conocida como la Venecia africana, el im¨¢n que atra¨ªa a cientos de turistas cada a?o que ansiaban navegar por el r¨ªo N¨ªger hasta Tombuct¨² o asomarse a los acantilados del pa¨ªs dog¨®n, se ha convertido en el epicentro de un sangriento conflicto para el que ni siquiera el curandero Konat¨¦ ha encontrado remedio.
El l¨¢nguido presente de Mopti (unos 114.000 habitantes), donde los gu¨ªas tur¨ªsticos de anta?o venden ahora cebollas y piezas de coche para sobrevivir y los recepcionistas de hoteles de lujo toman el t¨¦ para matar el tiempo, contrasta con el ajetreo de su ciudad hermana de Sevar¨¦, situada a tan solo 13 kil¨®metros y aut¨¦ntica capital en guerra de la regi¨®n. Los blindados de Naciones Unidas y del Ej¨¦rcito maliense levantan el polvo de sus calles en peri¨®dicas patrullas mientras en solares y descampados miles de desplazados que han huido del interior de la regi¨®n se enfrentan a la incertidumbre de no saber cu¨¢ndo regresar¨¢n a sus tierras para poder cuidar de su ganado.
En el huerto de Sarem¨¢, cedido por una familia para acoger a los 120 habitantes de una aldea dog¨®n, el agricultor Mamadou Mienta, de 60 a?os, recita su letan¨ªa. ¡°Fue a las tres y media de la madrugada cuando los peul se abalanzaron sobre nuestro pueblo. Las balas ca¨ªan como la lluvia. Mataron a mi hermano¡±, asegura. A escasos cinco kil¨®metros, en el campo abierto de Banguetab¨¢, hoy convertido en campo de desplazados, el pastor peul Bala Diakayat¨¦ cuenta una historia parecida, pero con los protagonistas invertidos: ¡°Los dogones aparecieron de repente y pegaron fuego a nuestras casas, les daba igual si hab¨ªa gente dentro o no. Murieron muchos¡±, explica. M¨¢s de 900 escuelas han tenido que cerrar sus puertas con la consiguiente desprotecci¨®n para decenas de miles de ni?os, alerta Unicef; el comercio y la actividad agr¨ªcola y pastoral se han resentido. La vida, en fin, sigue, pero a trompicones.
La guerra que vive el Sahel arranc¨® en 2012 con la ocupaci¨®n yihadista del norte de Mal¨ª, pero en la actualidad ha derivado en un conflicto intercomunitario de una violencia atroz que se ha extendido al centro y ha saltado tambi¨¦n a Burkina Faso y N¨ªger. Seg¨²n los datos del Proyecto Armed Conflict Location & Event Data (Acled, por sus siglas en ingl¨¦s), solo en la primera mitad de 2019 fueron asesinadas 2.745 personas en estos tres pa¨ªses, una de cada tres (900) en la regi¨®n de Mopti. La espiral de ataques ha sido incesante, un goteo que lleg¨® a su paroxismo este a?o. El pasado 23 de marzo, una milicia dog¨®n penetr¨® en el pueblo peul de Ogossagou y dej¨® tras de s¨ª un reguero de 160 cad¨¢veres, entre los que hab¨ªa ancianos, mujeres y ni?os. Dos meses y medio m¨¢s tarde, un grupo armado devolvi¨® el golpe y asesin¨® a 95 personas de la aldea dog¨®n de Sobane-Kou.

Abdoulaye Yoro Dicko se presenta con ¨¦nfasis. ¡°Yo soy peul, mi padre es peul y mi madre tambi¨¦n¡±, asegura con orgullo. Vicepresidente de Tabital Pullaku, la asociaci¨®n que representa a esta comunidad, recita una historia de agravios y hostigamiento constante hacia los miembros de su etnia para explicar lo que pasa en la actualidad. ¡°Esto no es de ahora, la persecuci¨®n de nuestra gente se remonta a muy atr¨¢s. En 1992 nos atacaron los tuaregs y robaron nuestro ganado, acudimos al Estado, pero [no conseguimos] nada. Y en Mopti se ha desarrollado la agricultura en detrimento de las tierras de pasto. ?Qu¨¦ pod¨ªamos hacer? Por sobrevivir te vas a unir al diablo si es necesario¡±, comenta.
Cuando Yoro Dicko menta al maligno se est¨¢ refiriendo, claro est¨¢, a los yihadistas. En 2012, cuando el Estado desapareci¨® del norte de Mal¨ª y los radicales se hicieron con el control, muchas comunidades peul se alinearon con los nuevos se?ores. Por miedo, por supervivencia o porque las nuevas ideas alteraban el orden establecido y devolv¨ªan a los pastores el acceso a tierras por las que transitaban desde los tiempos de Sekou Amadou, su hist¨®rico l¨ªder del siglo XIX. ¡°Hoy quien ordena la actividad econ¨®mica, los intercambios comerciales y las relaciones entre unos y otros en Mopti es Amadou Kouffa¡±, asegura un experto investigador en referencia al perseguido predicador yihadista que ha puesto patas arriba toda la regi¨®n.
Venganza
Pero en 2013 el Estado hizo un amago de regresar de la mano de la operaci¨®n militar Serval liderada por Francia. Y en enero de ese mismo a?o los primeros cuerpos de ciudadanos peul, vinculados o no con el yihadismo, comenzaron a aparecer en el fondo de pozos y enterrados en medio del campo con un tiro en la cabeza. Era la hora de la venganza. Quienes se hab¨ªan unido a los yihadistas regresaron a sus pueblos y escondieron las armas, pero hasta all¨ª les persiguieron. El Ej¨¦rcito, incapaz de ganar esta guerra, alent¨® el nacimiento de grupos paramilitares. Y las comunidades que sufrieron con la ocupaci¨®n o la amenaza radical, como los dogones o los bambaras, se armaron tambi¨¦n y se echaron al monte.
Hamidou Djimd¨¦ es miembro del ala pol¨ªtica de Dana Ambassagou (que se traduce como "los cazadores que se conf¨ªan a Dios"), la milicia dog¨®n m¨¢s activa y conocida, a la que se considera responsable de algunas de las peores masacres de peul en Mopti. ¡°Cuando vinieron los barbudos en 2012 les dijimos que no reconoc¨ªamos su islam, pero muchos peul se les unieron y consiguieron armas. Desde entonces se dedican al pillaje. Empezaron a atacarnos y en 2015 la situaci¨®n era ya insostenible. Los jefes dogones pidieron ayuda a los cazadores y los peul mataron a varios de los nuestros¡±, rememora. En ausencia de seguridad y con el Ej¨¦rcito acantonado en sus bases, todos empezaron a aplicar su propia justicia. Hasta hoy.

En medio de la refriega, algunas voces llaman a la cordura. Dos palabras se repiten como un mantra estos d¨ªas de septiembre: cansancio y di¨¢logo. ¡°Todos estamos cansados, vemos que esto no conduce a nada sino a m¨¢s muertes¡±, asegura Baboucar Guind¨®, un joven dog¨®n residente en Bamako. ¡°El problema es que nunca nos hemos sentado a hablar de lo que est¨¢ ocurriendo¡±, dice el peul Bala Diakayat¨¦ en Mopti.
El nuevo primer ministro maliense, Boubou Ciss¨¦, parece dispuesto a que este di¨¢logo sea posible, pero solo ser¨¢ eficaz si en torno a la mesa est¨¢n quienes cometen los cr¨ªmenes, claman los actores de este conflicto. Mientras, el G5 del Sahel (formado por Burkina Faso, Chad, Mal¨ª, Mauritania y N¨ªger), reunido de urgencia la pasada semana en Burkina Faso, pide m¨¢s fondos para el Ej¨¦rcito transfronterizo, que ha mostrado hasta ahora una enorme incapacidad para solucionar nada.
?Aceptar¨¢ la comunidad internacional que se dialogue con terroristas? Esa es la pregunta que resuena en Mopti, donde el vendedor de collares Boucacar se asoma al r¨ªo N¨ªger y maldice entre dientes: ¡°Los turistas han huido por miedo, solo Dios sabe cu¨¢ndo regresar¨¢n. Lo primero, que llegue la paz¡±.
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