El ¨²ltimo gran gaullista
Chirac ha sido un inmenso pol¨ªtico, con grados variables de populismo y chovinismo, de 'savoir faire' y buen olfato, pero no, en cambio, un hombre de ideas
Jacques Chirac, enfermo desde hace a?os y fallecido en la ma?ana de este jueves, 26 de septiembre, puede ser considerado como el ¨²ltimo gran gaullista, en la tradici¨®n y cultura pol¨ªtica definidas por el general De Gaulle en la Francia de la posguerra. Chirac, nacido en 1932, ha ocupado todos los altos cargos pol¨ªticos de la Francia de la V Rep¨²blica, una aut¨¦ntica monarqu¨ªa republicana, como la caracterizara el polit¨®logo Maurice Duverger: varias veces ministro con Pompidou desde 1967, primer ministro con Giscard d¡¯Estaing en 1974, alcalde de Par¨ªs entre 1977 y 1995, primer ministro con Mitterrand en 1986-1988 ¡ªuna interesante etapa de cohabitaci¨®n derecha-izquierda, en la que Chirac compagin¨® el cargo con la alcald¨ªa, su gran basti¨®n¡ª y, finalmente, presidente de la Rep¨²blica entre 1995 y 2002 y, tras enfrentarse en segunda vuelta con Le Pen en una elecciones que marcaron profundamente la sociedad francesa, entre 2002 y 2007. Chirac ha sido un inmenso pol¨ªtico, con grados variables de populismo y chovinismo, de savoir faire y una cierta amoralidad pr¨¢ctica, de buen olfato y capacidad de convicci¨®n, pero no, en cambio, un hombre de ideas.
En Passions, el interesante libro publicado el pasado junio por Nicolas Sarkozy, este escribe que el d¨ªa del traspaso de poderes presidenciales, en 2007, sinti¨® a Chirac ¡°tan desamparado ante la perspectiva del vac¨ªo de una vida sin ejercicio del poder que esto me emocion¨®¡±.
Chirac fue lo que en ocasiones se llama un aut¨¦ntico animal pol¨ªtico, dotado de una presencia y energ¨ªa impresionantes. En 2007, sin embargo, adem¨¢s de algunos problemas de salud, este pol¨ªtico empezaba a ser un dinosaurio en una ¨¦poca de transformaciones profundas.
A principios del nuevo milenio, el gaullismo chiraquiano, inseparable de la grandeur y la independencia, pertenec¨ªa a otra ¨¦poca. No solamente Francia estaba cambiando ¡ªla crisis de las banlieues de 2005 o el colapso de lo franc¨®fono¡ª, sino que lo hac¨ªa tambi¨¦n el lugar de esta naci¨®n en el mundo. La oposici¨®n a la guerra de Irak y el discurso de Villepin en Naciones Unidas, en febrero de 2003, constituyeron, en cierto modo, un canto geopol¨ªtico del cisne galo.
Sarkozy, desde los ministerios que ocup¨® y desde la direcci¨®n del partido, pero sobre todo desde la presidencia de la Rep¨²blica, rompi¨® con la tradici¨®n chiraquiana, sustituy¨¦ndola por lo que en aquel entonces se bautiz¨® como una derecha republicana sin complejos. A nivel interno significaba, por ejemplo, unir la derecha y el centro, algo que ya Chirac hab¨ªa propuesto sin ¨¦xito y en lo que Sarkozy tom¨® como modelo al PP de Aznar, y a nivel externo comportaba redefinir el lugar de Francia en la reconstrucci¨®n europea, en la que, a diferencia de lo sostenido por Chirac, no ten¨ªa cabida Turqu¨ªa.
De todo aquello, sin embargo, como sabemos hoy, queda muy poco tras la explosi¨®n de la derecha francesa con Fillon ¡ªparalela a la de la izquierda socialista, incapaz de sobrevivir al suicido por incapacidad de Hollande¡ª y la emergencia del descoordinado centro macronista. No es ya, en cualquier caso, la Francia de Chirac.
Jordi Canal es profesor-investigador en la ?cole des Hautes ?tudes en Sciences Sociales (EHESS), de Par¨ªs.
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