Un guarda de un campo nazi de 93 a?os, sentado en el banquillo en Alemania
Un tribunal de Hamburgo juzga a Bruno Dey, vigilante en el centro de exterminio de Stutthof
El arranque del juicio deja claro que se trata de un caso extraordinario. ¡°Si el acusado colapsa, desalojen la sala de inmediato¡±, advierte la jueza a los presentes en la sala 300 del tribunal de Hamburgo. El acusado es Bruno Dey, un nonagenario, que hace 76 a?os trabaj¨® como guarda del campo de concentraci¨®n nazi de Stutthof,?situado en la actual Polonia. All¨ª se gase¨® y se ejecut¨® a decenas de miles de personas y ahora la justicia ha llamado a la puerta de su larga vida, acusado de cooperar con el r¨¦gimen nazi.
A las 11.10, Dey entra en la sala en silla de ruedas, acompa?ado de tres m¨¦dicos, una carretilla de primeros auxilios y con la cara tapada con una cartulina roja. La mayor¨ªa de hombres como ¨¦l, considerados las piezas necesarias de la maquinaria nazi, han muerto o est¨¢n a punto de morir.
Este caso podr¨ªa ser uno de los ¨²ltimos en los que se juzga a supuestos colaboradores nazis, 76 a?os despu¨¦s de uno de los episodios m¨¢s tr¨¢gicos de la historia, en el que murieron exterminados seis millones de jud¨ªos. Por eso, el juicio que el pasado jueves arranc¨® en Hamburgo contra Dey trasciende este caso y ha generado una enorme expectaci¨®n y esperanza entre los supervivientes y sus familiares. Los guardas que trabajaban en los campos de exterminio fueron los que vieron y, seg¨²n la acusaci¨®n, los que colaboraron en la consumaci¨®n del Holocausto y los que ahora, como en el caso de Bruno Dey, pueden enviar la se?al de que la justicia llega. Siete d¨¦cadas tarde y con cuentagotas.
Cuando salen los fot¨®grafos, la sala queda en absoluto silencio. A sus 93 a?os, Dey se quita el sombrero y las gafas de sol. Tiene el pelo blanco y bigote y parece bastante m¨¢s joven de lo que es. Confirma su identidad con voz temblorosa a la jueza y despu¨¦s escucha en silencio los cargos que pesan sobre ¨¦l. Se le acusa de cooperar en el asesinato de 5.230 personas, que murieron de hambre, gaseadas o ejecutadas, porque los guardas como ¨¦l impidieron ¡°la fuga, la revuelta y la liberaci¨®n de los prisioneros¡± entre agosto de 1944 y abril de 1945, seg¨²n el escrito de la Fiscal¨ªa. En ¨¦l se le acusa de haber contribuido a la ejecuci¨®n de la orden de matar como ¡°engranaje de la m¨¢quina asesina¡±, a sabiendas de todas las circunstancias.
El exguarda trabajaba en el campo de concentraci¨®n de Stutthof, abierto por los nazis en el norte de Polonia. All¨ª murieron exterminadas 65.000 personas ¡ªcerca de la mitad de ellas eran jud¨ªas¡ª entre 1939 y 1945, en el que fuera el primer campo levantado fuera de Alemania. La Fiscal¨ªa detalla que hasta 200 presos murieron all¨ª gaseados con Zyklon-B, 30 prisioneros murieron ejecutados con disparos en la nuca y el resto, ¡°creando y manteniendo condiciones que pon¨ªan en riesgo la vida¡±, es decir, fruto de la privaci¨®n de alimentos y la denegaci¨®n de atenci¨®n m¨¦dica a los enfermos.
El viernes, segundo d¨ªa del juicio, Dey tuvo que volver a enfrentarse a su pasado. Un experto policial compareci¨® en la sala para certificar que desde algunas torres de vigilancia se pod¨ªa ver el crematorio. El polic¨ªa tambi¨¦n present¨® testimonios de otros guardas, que aseguraban que pod¨ªan incluso apreciar el olor que emanaba del crematorio. Y que en alguna ocasi¨®n vieron tambi¨¦n ejecuciones.
A partir del lunes, se espera que el acusado responda ¨¦l mismo a los interrogantes que abre este juicio, dividido en sesiones de dos horas, que se celebrar¨¢n dos veces por semana. En total, ser¨¢n 11 sesiones, que se prolongar¨¢n hasta mediados de diciembre y durante las que est¨¢ previsto que testifiquen tambi¨¦n supervivientes. El veredicto se espera para finales de a?o.
El abogado del acusado, Stefan Waterkamp, asegur¨® en su intervenci¨®n inaugural que el guarda de las SS (la polic¨ªa pol¨ªtica del r¨¦gimen nazi) no se present¨® voluntario para trabajar en el campo, sino que fue reclutado y no pudo oponerse. En su intervenci¨®n ante la juez, dijo tambi¨¦n que su pasado nunca ha sido un secreto y que en los a?os setenta y ochenta ya fue interrogado por fiscales. ¡°Nadie en Alemania se ha interesado durante 70 a?os por un simple guarda que no ha cometido ning¨²n crimen [¡]. La justicia ha fracasado a la hora de juzgar el pasado nazi y ahora tratan de compensar el tiempo perdido¡±.
El caso de este guarda sucede a una serie de precedentes que han marcado un cambio en la jurisprudencia y que han permitido que d¨¦cadas despu¨¦s se juzgue a personas que no participaron directamente en los cr¨ªmenes con los que se les vincula y que formaban parte del escalaf¨®n m¨¢s bajo de la cadena de mando nazi. En marzo de 2018 muri¨® Oskar Gr?ning, m¨¢s conocido como el contable de Auschwitz, condenado por la justicia alemana confirmando el precedente jur¨ªdico establecido en el juicio contra John Demjanjuk, un guardia del campo de Sobibor, en la Polonia ocupada. En aquel proceso de 2011, en el que se conden¨® a cinco a?os de c¨¢rcel a un guarda, se estableci¨® que ser parte de la maquinaria nazi bastaba para ser condenado. Hasta entonces solo se consideraba responsables a los altos cargos o a los ejecutores materiales de los cr¨ªmenes. Demjanjuk muri¨® en 2012, antes de que terminara su proceso.
M¨¢s adelante habla Cornelius Nestler, uno de los abogados de las v¨ªctimas. Sostiene que ¡°en Stutthof se cometieron cr¨ªmenes en masa por parte de las SS y que eso fue posible gracias a los guardas. El acusado asegur¨® que nadie pudiera huir de ese infierno¡±. Cuenta tambi¨¦n la historia de su defendida, Judy Meisel, que la ¨²ltima vez que vio a su madre estaba desnuda y a la entrada de la ducha donde ser¨ªa gaseada.
En la sala est¨¢ tambi¨¦n presente el nieto de Meisel, Ben Cohen, que ha venido desde Nueva York. ¡°Vengo en representaci¨®n de la familia, porque creo que mi obligaci¨®n es contar su historia. Tengo el deber de hablar contra el odio¡±, cuenta a los periodistas poco antes de comenzar el juicio. ¡°Es una de las ¨²ltimas oportunidades para entender por qu¨¦ alguien decide ser guarda, por qu¨¦ lo hicieron y c¨®mo lo hicieron¡±, explica a este diario en los aleda?os del juicio.
Alivio para las v¨ªctimas
A las puertas de la sala, Christoph R¨¹ckel, otro de los abogados de las v¨ªctimas piensa que por mucho que le condenen no acabar¨¢ en la c¨¢rcel debido a su edad. ¡°Pero este juicio es muy importante para las v¨ªctimas, es un alivio que Alemania est¨¦ investigando¡±.
Este juicio se produce, adem¨¢s, apenas una semana despu¨¦s de un atentado antisemita en Halle que ha conmocionado a Alemania y que fue recordado por la propia jueza durante la apertura del juicio. ¡°Halle ejerce de fuerte recordatorio de hacia d¨®nde nos conduce el antisemitismo¡±, estima antes de entrar a la sala Efraim Zuroff, director del centro Simon Wiesenthal, quien tambi¨¦n asiste al proceso y rechaza de plano los argumentos de la defensa. ¡°Quieren llevar a la justicia alemana a juicio para que se diluyan sus propios cr¨ªmenes¡±, piensa. Zuroff, un referente en la persecuci¨®n de antiguos nazis, considera que al margen del fallo, ¡°este caso es muy importante porque muestra las atrocidades a las nuevas generaciones y a los negacionistas del Holocausto y env¨ªa el mensaje de que por mucho que pase el tiempo nunca se est¨¢ a salvo de la justicia. El paso del tiempo no disminuye la culpa¡±. Zuroff y los dem¨¢s coinciden en que en Hamburgo se juzga a Dey y las atrocidades del r¨¦gimen nazi, pero con la mirada puesta en un presente que, temen, pueda acabar emulando al pasado.
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