Chile arde y nadie sabe c¨®mo apagar el fuego
El conflicto social dura ya dos semanas y obedece a que no se cumplen las expectativas de la poblaci¨®n y a su desconfianza hacia los pol¨ªticos
El estallido social en Chile revent¨® el viernes 18 de octubre, una fecha que quedar¨¢ marcada en la historia del pa¨ªs sudamericano. Se manifest¨® primero en forma de protestas estudiantiles por el alza del precio del billete del metro de Santiago, con entradas masivas en las estaciones sin pagar. Luego con violencia: en solo unas horas, de las 136 estaciones del subterr¨¢neo, 118 fueron da?adas y, de ellas, 25 incendiadas y 7 completamente quemadas, con p¨¦rdidas estimadas en 376 millones de d¨®lares (unos 335 millones de euros). Hubo un tercer tiempo: los saqueos a los supermercados y al comercio, por los que el Ministerio del Interior ha interpuesto 175 querellas solo en la capital. Y un cuarto: las manifestaciones pac¨ªficas ¡ªlas m¨¢s multitudinarias¡ª, que una semana despu¨¦s de la explosi¨®n social reunieron a 1,2 millones de personas en el coraz¨®n de la capital.
Pero despu¨¦s de 20 muertos, 592 civiles heridos, cientos de detenidos y denuncias de violaciones de los derechos humanos, ni el Gobierno ni la oposici¨®n dan respuesta a la insatisfacci¨®n por el tipo de sociedad que tiene Chile, desigual en todos los frentes. Las protestas y la violencia no dan tregua.
¡°El problema sigue siendo que la pol¨ªtica chilena se ha encerrado en una burbuja¡±, se?ala el historiador Iv¨¢n Jaksic. ¡°Hay un desprestigio de la pol¨ªtica y el malestar adquiere formas cada vez m¨¢s preocupantes (...). Atravesamos una situaci¨®n en la que conviven el triunfalismo del discurso econ¨®mico con la decepci¨®n de quienes no ven sus beneficios, y en donde las expectativas son crecientes¡±.
Lo que se ha visto desde el 18 de octubre es un conflicto complejo y multicausal que se explica, en parte, por una sociedad que demanda bienes y servicios p¨²blicos al alcance de todos. No es lo que sucede actualmente: la dictadura militar (1973-1990) instal¨® un modelo absolutamente pro mercado y permiti¨® la provisi¨®n privada de bienes y servicios que en muchas otras econom¨ªas suelen dejarse en manos del sector p¨²blico, como la educaci¨®n y las pensiones. El divorcio entre los chilenos y quienes supuestamente los representan ¡ªtanto del oficialismo como de la oposici¨®n¡ª parece ser otra de las causas del enojo de los ciudadanos, que se sienten al margen de la senda de desarrollo de las ¨²ltimas tres d¨¦cadas. Pero tambi¨¦n explica en buena parte las dificultades de Chile para encontrar una salida a esta crisis, la mayor desde el retorno de la democracia en 1990.
En estos 15 d¨ªas, el presidente, Sebasti¨¢n Pi?era, tard¨® en comprender el trasfondo del enojo de sus compatriotas y al principio centr¨® su discurso exclusivamente en el orden p¨²blico, dada la intensidad de la violencia simult¨¢nea que destroz¨® la ciudad. Sac¨® a los militares a la calle en una decisi¨®n pol¨ªtica compleja: las Fuerzas Armadas no sal¨ªan de sus cuarteles a tomar el control de las urbes desde la dictadura, al menos por hechos que no fuesen desastres naturales. Luego reaccion¨® y pidi¨® perd¨®n en nombre de la clase pol¨ªtica ante la falta de visi¨®n por los problemas que se ven¨ªan acumulando. Anunci¨® un amplio paquete de medidas sociales, como el inmediato aumento de un 20% de las pensiones en beneficio de 1,5 millones de personas. Cambi¨® su Gabinete y centr¨® los movimientos en su equipo pol¨ªtico y econ¨®mico, aunque no fue una apuesta radical. Al menos hasta ahora, sin embargo, sus acciones siguen pareciendo insuficientes. Lo demuestra su popularidad: los ciudadanos lo han castigado y su respaldo ha ca¨ªdo a un hist¨®rico r¨¦cord del 14%.
Daniel Mansuy, doctor en Ciencias Pol¨ªticas y acad¨¦mico de la Universidad de Los Andes, habla de un malestar acumulado y expandido: ¡°Esta crisis se ha prolongado tanto porque la clase dirigente, en general, y la pol¨ªtica, en particular, no han sabido articular ni contener ni dar una direcci¨®n a ese malestar¡±. ¡°Sigue ah¨ª porque la poblaci¨®n no se siente interpretada por nada ni por nadie que le pueda dar un cauce institucional. Es grave¡±.
La oposici¨®n se encuentra dividida y, a juicio de la ciudadan¨ªa, no lo ha hecho mejor. La misma encuesta que mostr¨® el 14% de popularidad para Pi?era, el sondeo Cadem, indic¨® que todos los partidos de izquierda y centroizquierda est¨¢n por debajo de esa cifra, con excepci¨®n del Frente Amplio, que alcanza un 16% de aprobaci¨®n, apenas dos puntos por arriba del mandatario. Se trata de una joven coalici¨®n que mira a Podemos en Espa?a y que no ha logrado tampoco capitalizar el descontento chileno, evidente desde al menos 2006, con las primeras protestas estudiantiles.
En los primeros d¨ªas de la crisis, el Partido Socialista, socio fundamental de la Concertaci¨®n que gobern¨® Chile entre 1990 y 2010, se neg¨® a asistir a las reuniones convocadas por el presidente para intentar darle una salida a la emergencia, argumentando que no lo har¨ªa mientras hubiese militares en las calles. El Frente Amplio y el Partido Comunista ¡ªque form¨® parte del segundo Gobierno de Michelle Bachelet junto al centroizquierda¡ª buscan impulsar una acusaci¨®n constitucional en el Congreso para destituir a Pi?era. ¡°Es un show?parlamentario. La clase pol¨ªtica sigue enfrascada en discusiones peque?as, que es justo lo que le molesta a la gente¡±, opina Mansuy. ¡°A la oposici¨®n, adem¨¢s, en un primer momento, le cost¨® mucho condenar la violencia y fue muy ambigua, lo que es parte del problema pol¨ªtico que tenemos¡±.
El movimiento chileno hasta ahora no tiene articulaci¨®n: ni liderazgos, ni portavoces, ni un pliego de demandas concretas. En las peticiones convergen distintos intereses y necesidades. Mientras la clase pol¨ªtica busca el diagn¨®stico y la respuesta necesaria, una parte de los ciudadanos se re¨²ne espont¨¢neamente en asambleas a discutir l¨ªneas de acci¨®n. Desde hace 15 d¨ªas, la pol¨ªtica chilena est¨¢ en el aire.
A?os de descontento
Desde el estallido de la crisis, el presidente chileno, Sebasti¨¢n Pi?era, tuvo que dejar a un lado el programa con el que lleg¨® a La Moneda en 2018. Se ha abierto a cambiar su reforma tributaria, incluso en los aspectos que consideraba fundamentales. Para no encender nuevas hogueras, sus ministros negocian con empresas privadas para contener el aumento de la tarifa el¨¦ctrica, el precio de los peajes urbanos o la gasolina.
Para algunos analistas, como Ascanio Cavallo, ¡°simb¨®licamente, el Gobierno est¨¢ acabado¡±, sobre todo despu¨¦s de que el mi¨¦rcoles anunciara la cancelaci¨®n del Foro de Cooperaci¨®n Econ¨®mica Asia-Pac¨ªfico (APEC), que se iba a celebrar en Santiago en noviembre, y de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Clim¨¢tico (COP25), en diciembre. ¡°Eran los mayores logros del Gobierno en materia internacional. El segundo desaf¨ªo, lograr que la econom¨ªa repunte, tambi¨¦n lo dar¨ªa por muerto¡±, afirma Cavallo.
El divorcio entre los chilenos y quienes son sus representantes pol¨ªticos ha sido alertado desde hace a?os. El Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD) public¨® en 2016 su encuesta Auditor¨ªa a la Democracia, donde advierte de "un problema de car¨¢cter estructural" y se?ala que "el descontento de la ciudadan¨ªa con el funcionamiento del sistema pol¨ªtico y sus instituciones ha sido paulatino m¨¢s que repentino". Comparando los datos de 2008 y 2016, quienes no se identifican ni con la izquierda, ni el centro, ni la derecha pasaron de ser un 34% a un 68%. Quienes no se sienten representados con ning¨²n partido pol¨ªtico, de un 53% a un 83%.
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