?Por qu¨¦ se encendi¨® Colombia?
El pa¨ªs se une a la ola continental con una protesta de futuro incierto que supone la culminaci¨®n de muchas demandas acumuladas y canalizadas en la figura de Iv¨¢n Duque
Cientos de miles de personas han tomado las calles de un pa¨ªs que no viv¨ªa una jornada de paro general como la del jueves desde hac¨ªa 42 a?os. Colombia ha salido a protestar. Y por la dimensi¨®n nacional de la movilizaci¨®n del 21-N podr¨ªa parecer que realmente llevaba cuatro d¨¦cadas sin hacerlo. Pero ser¨ªa una ilusi¨®n causada por el exceso de titulares: el pa¨ªs lleva a?os inmerso en un ciclo de movilizaciones que pueden ser le¨ªdas como la expresi¨®n fragmentaria de descontentos dispersos. No en vano, un 11% de los colombianos afirm¨® haber salido a protestar durante 2018, una cifra que se encuentra en la banda alta de la clasificaci¨®n de la regi¨®n.
La aspiraci¨®n del paro era, de hecho, unir diferentes descontentos y razones de protesta. Y la personificaci¨®n de esa canalizaci¨®n se dio en el presidente Iv¨¢n Duque. Tras apenas 15 meses en el puesto, la aprobaci¨®n de un mandatario que venci¨® con un 58% de los sufragios no llega ni al 40%.
En su octava medici¨®n de popularidad, Duque cay¨® al nivel de su antecesor Andr¨¦s Pastrana, que en ese momento de su mandato se encontraba inmerso en un proceso fallido de negociaci¨®n con la guerrilla de las FARC. Sin embargo, es igualmente cierto que el contexto latinoamericano (y, en realidad, mundial) es de baja popularidad para los l¨ªderes del poder Ejecutivo.
Al principio de su mandato, pareciera que Duque no generaba entusiasmo, pero tampoco gran rechazo. Este ¨²ltimo ha ido creciendo conforme ha avanzado su periplo en la presidencia. Pero lo ha hecho de manera asim¨¦trica, desigual.
Ya en la base se encontraban ciertos rasgos que despu¨¦s se han confirmado en el perfil de los asistentes a las marchas que llenaron las grandes ciudades. Las personas en hogares de mayor ingreso son m¨¢s susceptibles de valorar negativamente a Duque. Algo que, por cierto, contrasta con el patr¨®n de rechazo a Sebasti¨¢n Pi?era en Chile observado en ese mismo Bar¨®metro de las Am¨¦ricas, donde son las rentas bajas aquellas que m¨¢s critican la gesti¨®n del Poder Ejecutivo.
Pero si algo destaca en la distribuci¨®n de preferencias es la marcada brecha de edad: los m¨¢s j¨®venes son mucho m¨¢s cr¨ªticos con Duque. La distancia generacional no hace sino ampliarse en un pa¨ªs que ya pas¨® su pico demogr¨¢fico, pero que por eso mismo tiene una incorporaci¨®n masiva de una generaci¨®n mayor a las anteriores a la vida p¨²blica.
Cuando cruzamos la cr¨ªtica a Duque con la presencia en protestas, nos queda un interesante retrato de tendencias pol¨ªticas que, de nuevo, encaja bastante bien con lo observado en las calles de Colombia el jueves.
Resulta que las personas m¨¢s satisfechas con la democracia se unen a las m¨¢s insatisfechas en la tendencia a protestar y a valorar negativamente a Duque, un resultado razonable dada la polisemia del concepto: "democracia" puede significar en la mente del entrevistado tanto el resultado concreto de la democracia en Colombia (posible sensaci¨®n de insatisfacci¨®n) como la idea m¨¢s general de democracia como sistema inclusivo (probable muestra de satisfacci¨®n).
Por supuesto, el voto en las elecciones presidenciales de 2018 tambi¨¦n afecta. El gr¨¢fico muestra el efecto de cada combinaci¨®n declarada de voto en 2018 sobre el binomio Duque/protesta. La elecci¨®n de candidatos de izquierda (Gustavo Petro) o centro (Sergio Fajardo) incrementa el margen. La opini¨®n sobre el proceso de paz con las FARC tambi¨¦n marca la tendencia: las opiniones m¨¢s positivas sobre el primero mueven la aguja hacia lo segundo.
Se trata, en definitiva, de una protesta que parece encontrar su ¨¦xito en la agregaci¨®n de demandas focalizadas en la figura presidencial. Su car¨¢cter urbano es, por el momento, el m¨¢s destacado (algo que s¨ª las distingue de muchas de las anteriores, comenzando con el paro campesino de 2013 y terminando con la reciente minga ind¨ªgena). El rol del movimiento estudiantil es, en ese marco, particularmente predominante: son estudiantes quienes estuvieron ya activos en las calles durante todo 2019, y son ellos los que protagonizaron algunas de las partes m¨¢s llamativas de las manifestaciones Todo ello le da a la presente movilizaci¨®n un gran de poder de convocatoria en el corto plazo, efectivamente, pero nada de ello asegura su sostenimiento en el tiempo.
Y, mientras escribo estas l¨ªneas y repaso todos estos datos recogidos en trabajos de campo que van de octubre de 2018 al mismo mes de 2019, Bogot¨¢ entera sale a las calles cacerola en mano. Despu¨¦s de una jornada de protesta en dos tiempos (el primero, masivo y pac¨ªfico; el segundo, atomizado y violento) se a?adi¨® una tercera en forma de cacerolazo nocturno de final todav¨ªa incierto. Lo que s¨ª sabemos a esta hora es que est¨¢ teniendo lugar en todos los sectores de una ciudad normalmente segregada. Este tercer tiempo sonoro alberga el potencial de darle a la reivindicaci¨®n un alcance del que no dispon¨ªa necesariamente hasta ahora. Por ahora, le permite dominar la agenda medi¨¢tica. Pero el sostenimiento seguir¨¢ dependiendo de que los n¨²meros arriba expuestos se transformen en un movimiento organizado, con capacidad de convocatoria y de articulaci¨®n de demandas que cuenten con el apoyo de porciones significativas de la sociedad, tal vez no dispuestas a salir a la calle todos los d¨ªas pero s¨ª lo suficientemente descontentas con este Gobierno como para expresarlo con un tuit, un voto o una cacerola durante todo 2020. Los pr¨®ximos d¨ªas, semanas y meses dir¨¢n.
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