El acuerdo de paz de Colombia cobra vida con las movilizaciones sociales
Uno de los objetivos del pacto era tramitar los descontentos por caminos democr¨¢ticos

Durante d¨¦cadas, el sonido de los fusiles no dej¨® escuchar el descontento de los colombianos. El conflicto armado eclipsaba la protesta social, que terminaba siempre por verse como el terreno de unos pocos valientes que se atrev¨ªan a manifestarse. De hecho, Colombia era sistem¨¢ticamente considerado uno de los lugares m¨¢s peligrosos en el mundo para ser sindicalista. La narrativa de la guerra conten¨ªa un malestar que ahora se expresa a trav¨¦s de marchas y cacerolas contra el Gobierno de Iv¨¢n Duque. Ese diagn¨®stico comenz¨® a cambiar a partir del acuerdo de paz sellado ahora hace tres a?os y se ha concretado con el paro nacional de esta semana.
No es la primera vez que los colombianos salen masivamente a las calles a manifestar su desacuerdo con alguna pol¨ªtica de Gobierno, pero s¨ª la primera ocasi¨®n en que las movilizaciones se prolongan durante varios d¨ªas de forma sostenida y a trav¨¦s de formas de protesta in¨¦ditas para el pa¨ªs, como los cacerolazos. Parad¨®jicamente, la ¨²ltima movilizaci¨®n popular con un alcance masivo y nacional de dimensiones comparables fueron las marchas para repudiar a las FARC, en febrero de 2008. ¡°Gracias al acuerdo que se firm¨® hace 3 a?os los colombianos pasaron de marchar en contra de secuestros, tomas guerrilleras y minas antipersonal, a marchar por m¨¢s oportunidades y un mejor futuro. Una paz imperfecta siempre ser¨¢ mejor que una guerra perfecta¡±, escribi¨® en sus redes sociales el expresidente Juan Manuel Santos (2010-2018), merecedor del Nobel de Paz por esos di¨¢logos. Otro antecedente importante son justamente las marchas que ped¨ªan rescatar los acuerdos despu¨¦s de la derrota en el plebiscito por la paz, a finales de 2016. Algunos puntos del pacto fueron renegociados y el acuerdo final fue refrendado en el Congreso, aunque no volvi¨® a pasar por las urnas. El propio Duque ya ha tenido que lidiar con oleadas de protestas de estudiantes e ind¨ªgenas, pero ninguna con este alcance.
Otro hecho llamativo de la jornada de manifestaci¨®n ha sido que el otro firmante de los acuerdos por parte de la insurgencia, Rodrigo Londo?o, antes conocido como Timochenko, marchara en las calles de Medell¨ªn con sus banderas del Partido FARC y sin recibir agresiones como las que enfrent¨® reci¨¦n finalizadas las negociaciones de paz. Esos ataques lo obligaron a cancelar su participaci¨®n en las elecciones presidenciales, y las FARC han tenido una aceptaci¨®n social casi nula en las urnas. Sin embargo, personas que se movilizaron en la capital de Antioquia, considerada un basti¨®n del uribismo, expresaron que se trataba de rodearlos como ciudadanos ante la sensaci¨®n de que el Gobierno los ha dejado solos, y el continuo asesinato de excombatientes en distintos lugares del pa¨ªs.
Que se pudieran tramitar los descontentos por caminos democr¨¢ticos era precisamente uno de los objetivos del acuerdo de paz, que cumple tres a?os de firmado este domingo. Las movilizaciones entonces pueden leerse tambi¨¦n como una conquista de este proceso, que apunta a dar ¡°garant¨ªas para la movilizaci¨®n y la protesta pac¨ªfica¡±. Como escribi¨® Humberto de La Calle, jefe negociador en La Habana: ¡°Piensen por un momento en esto: ?Qu¨¦ tal esta situaci¨®n con las FARC activas? ?Gracias se?or Acuerdo!¡±
La movilizaci¨®n que comenz¨® con el paro nacional del 21 de noviembre, convocado originalmente por las centrales obreras contra las reformas laboral y pensional, tiene una amplia amalgama de reclamos. Algunos manifestantes apuntan a pedir mayores recursos para la educaci¨®n p¨²blica, otros airean su indignaci¨®n frente a la corrupci¨®n, pero una buena parte de las razones se concentran en exigir el cumplimiento integral de lo pactado, o rechazar el incesante asesinato de l¨ªderes sociales, ind¨ªgenas y excombatientes. La ambig¨¹edad en torno a la implementaci¨®n tiene efectos letales en los territorios a los que a¨²n no ha llegado el Estado. Las consignas contra Duque y el expresidente ?lvaro Uribe, el m¨¢s f¨¦rreo opositor de los di¨¢logos de La Habana, han sido una constante que refleja un nuevo clima de opini¨®n p¨²blica. Un giro que ya insinuaban las encuestas, en las que el mandatario alcanza una desaprobaci¨®n del 69 por ciento y su mentor pol¨ªtico tambi¨¦n aparece en n¨²meros rojos desde hace ya alg¨²n tiempo.
Duque, que atraviesa el momento m¨¢s cr¨ªtico de sus 15 meses en el poder, se propon¨ªa desde la campa?a hacer cambios a los acuerdos sin llegar a ¡°hacerlos trizas¡±, como piden las voces m¨¢s intransigentes del uribismo. Pero ya como mandatario se ha estrellado con el respaldo a la implementaci¨®n de la paz. Una de sus derrotas m¨¢s significativas fue su apuesta por objetar aspectos de la justicia transicional ¨Csurgida de los acuerdos¨C que ya hab¨ªa superado el filtro de la Corte Constitucional. Al hundir sus reparos, el Congreso dej¨® claro que las mayor¨ªas legislativas estaban del lado de la paz.
Las elecciones locales y regionales de octubre, en las que avanzaron las fuerzas alternativas en ciudades como Bogot¨¢ y Medell¨ªn, asestaron un duro golpe al uribismo y fueron otra evidencia de que la confrontaci¨®n entorno a los acuerdos est¨¢ agotada. Duque escogi¨® justamente a los alcaldes y gobernadores electos para iniciar el domingo un gran di¨¢logo nacional como respuesta al malestar social. ¡°Bogot¨¢ est¨¢ lista para acordar ya la agenda anticorrupci¨®n, de empleo y juventud que la ciudadan¨ªa reclama¡±, fue la respuesta de Claudia L¨®pez, la alcaldesa electa de la capital.
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