Trump tambi¨¦n era ¡®keynesiano¡¯
La brutal crisis del coronavirus ha llevado al presidente de EE UU a promover un plan de salvamento de un ritmo y volumen sin precedentes en la historia moderna
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Cuando lleg¨® a la Casa Blanca, Donald Trump prometi¨® convertirse en el mayor desregulador de la historia de Estados Unidos, por encima incluso de Ronald Reagan, y logr¨® sacar adelante la mayor rebaja de impuestos desde la realizada por el c¨¦lebre presidente republicano de los ochenta, el que jur¨® el cargo con una frase para recordar: ¡°El Gobierno no soluciona problemas, el Gobierno es el problema¡±. A menos de un a?o de la reelecci¨®n, Trump se acaba de ver abocado a impulsar un plan de rescate econ¨®mico multimillonario, para empresas y ciudadanos, y a activar incluso la Ley de Producci¨®n de Defensa, que data de la Guerra de Corea y permite al Gobierno intervenir las industrias para garantizar la fabricaci¨®n de materiales necesarios para la naci¨®n.
La colosal crisis desatada por el coronavirus ha cambiado agendas, planes y doctrinas en los Gobiernos de medio mundo. Pero a Trump y los republicanos se les recuerda estos d¨ªas c¨®mo criticaron en su d¨ªa las medidas de auxilio a las empresas fabriles y la banca bajo la Administraci¨®n de Barack Obama tras la debacle financiera de 2008. En 2012, el neoyorquino acus¨® a su predecesor, dem¨®crata, de estar ¡°arruinando a la industria americana¡± con el rescate al sector automovil¨ªstico, que, denunciaba el magnate neoyorquino, lo agradec¨ªa creando empleo en China (en lugar de en Estados Unidos).
El mayor pero del reproche de Trump es que no fue Obama quien impuls¨® el rescate a los gigantes de la automoci¨®n estadounidense ¨CGeneral Motors y Chrysler¨C, sino George W. Bush. El 19 de diciembre de 2008, el republicano anunci¨® que prestar¨ªa a esas compa?¨ªas 17.400 millones de d¨®lares. ¡°Si dejamos que el libre mercado siga su curso, llevar¨¢ con seguridad a una bancarrota desordenada¡±, dijo aquel d¨ªa ante la prensa.
Una semana antes, los senadores de su propio partido hab¨ªan tumbado en el Senado una propuesta de ley similar alegando que no establec¨ªa suficientes recortes de salarios como contrapartida. Bush pudo actuar por su cuenta porque desvi¨® parte de los fondos para la banca que el Congreso hab¨ªa aprobado previamente (el programa TARP, en sus siglas en ingl¨¦s) para la crisis bancaria. Porque s¨ª, tambi¨¦n el rescate a la banca comenz¨® en el crep¨²sculo de la era Bush hijo.
Cuatro a?os despu¨¦s, fuera de la Casa Blanca, con el debate sobre los rescates al rojo vivo en uno y otro polo ideol¨®gico en EE UU (el movimiento indignado Ocuppy Wall Street, por un lado, el conservador Tea Party, por el otro), el expresidente se justific¨® as¨ª en una conferencia: ¡°No quise jug¨¢rmela. No quer¨ªa que la historia mirase atr¨¢s y dijese: ¡®Bush pudo hacer algo y opt¨® por no hacerlo¡±.
Ning¨²n presidente quiere pasar as¨ª a la historia. No lo quiso Bush, que sent¨® las bases del gran rescate de la Gran Recesi¨®n; no lo quiso Obama, que lo continu¨®; como tampoco lo quiso Richard Nixon, que tras los programas de la Great Society del dem¨®crata Lyndon B. Johnson extendi¨® los beneficios de la Seguridad Social e introdujo un impuesto m¨ªnimo a las rentas altas; ni tampoco Eisenhower, que abraz¨® los planes del New Deal de Franklin Delano Roosevelt.
¡°Yo ahora soy keynesiano¡±, dijo Nixon
En la meca del liberalismo econ¨®mico, siempre ha habido cat¨¢strofes de uno u otro signo que han recordado a sus presidentes, por muy conservadores que fueran, que no hay nada m¨¢s ortodoxo que lo heterodoxo cuando los desaf¨ªos lo requieren. ¡°Yo ahora soy keynesiano en pol¨ªtica econ¨®mica¡±, dijo Nixon en 1971. Al final, siempre emerge la figura de John M. Keynes, que defend¨ªa que los mercados no se correg¨ªan solos ante una crisis severa, que ni siquiera la pol¨ªtica monetaria bastaba y que hac¨ªa falta el brazo fiscal del Gobierno, el gasto p¨²blico y los est¨ªmulos, para reactivar un pa¨ªs.
La historia ha puesto a Donald Trump ante una crisis de envergadura a¨²n impredecible, en la que una pandemia feroz obliga a parar la vida de medio mundo. No se puede calcular a¨²n la duraci¨®n, pero s¨ª va a resultar m¨¢s abrupta que la de 2008 y la recesi¨®n global se da por descontada. Washington advierte de que la tasa de paro puede alcanzar el 20%, una aberraci¨®n en un pa¨ªs con escasa red social acostumbrado a casi el pleno empleo, y el presidente republicano promueve inyecciones de dinero p¨²blico para contener los estragos de un par¨®n de actividad autoimpuesto para detener los contagios.
Republicanos y dem¨®cratas llevan varios d¨ªas negociando en el Congreso las medidas definitivas del plan, que se mueve en torno a los 1,8 billones de d¨®lares y llegar¨¢ por tierra, mar y aire. Trump avanz¨® la semana pasada que quer¨ªa destinar unos 500.000 millones a enviar cheques directamente a los ciudadanos (pueden alcanzar los 3.000 d¨®lares por familia), pero tambi¨¦n se regar¨ªa de pr¨¦stamos a las compa?¨ªas a¨¦reas (50.000 millones de d¨®lares) y otros sectores afectados, como los hoteles (150.000 millones de d¨®lares). Se aplaza, adem¨¢s, la declaraci¨®n de impuestos durante 90 d¨ªas, lo que se traduce en una liquidez disponible de 300.000 millones. Tambi¨¦n se discuten subsidios por desempleo y ayudas en las bajas laborales, as¨ª como la autorizaci¨®n para que la Reserva Federal preste cuatro billones m¨¢s.
Est¨ªmulos por tierra, mar y aire
Con los planes ya sobre la mesa y la artiller¨ªa de los bancos centrales, los programas p¨²blicos acabar¨¢n quedando a la altura de los activados tras la Segunda Guerra Mundial. ¡°Soy un presidente en tiempo de guerra¡±, dijo Trump el pasado viernes. ¡°No tienen la culpa¡±, a?adi¨® en referencia a los trabajadores y empresarios que iban a perder tanto. Es el trasfondo ¨¦tico de este asunto: parte del desastre de la Gran Recesi¨®n pod¨ªa achacarse a los excesos del capitalismo. Ahora es un virus, en sentido literal, lo que ha puesto en jaque al mundo.
Son momentos excepcionales en Washington, en medio planeta. Los planes de los Gobiernos ni siquiera buscan reactivar la econom¨ªa ahora mismo, sino contener el da?o de pararla y dejar a la poblaci¨®n dentro de casa mientras se combate la enfermedad.
Aun as¨ª, la incomodad at¨¢vica de algunos miembros de la Administraci¨®n hacia la mano visible de la Administraci¨®n resultaba palpable esta semana. ¡°Esto no es un rescate, estamos considerando proporcionar ciertas cosas a ciertas empresas¡±, justific¨® el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin.
Milton Friedman, ap¨®stol del libre mercado, dijo en una entrevista en 1965: ¡°En un sentido, todos somos keynesianos ahora; en otro, ya no lo es nadie¡±. Se refer¨ªa a que la terminolog¨ªa se hab¨ªa universalizado, pero no su esencia. A Mnuchin y otros en el Capitolio les ocurre lo contrario.
Una invasi¨®n alien¨ªgena
Estados Unidos lleva ya 340 muertos y cerca de 27.000 afectados por la Covid-19, seg¨²n los ¨²ltimos datos del centro de investigaci¨®n del coronavirus de la Johns Hopkins, de ayer domingo, pero, con la progresi¨®n observada en otros pa¨ªses, como Espa?a e Italia, los expertos y la Administraci¨®n se preparan para una multiplicaci¨®n tremebunda de esas cifras.
La semana pasada, en la cadena p¨²blica PBS, preguntaron a Kenneth Rogoff, economista jefe del FMI y profesor en Harvard, con qu¨¦ se pod¨ªa comparar lo que est¨¢ ocurriendo, y consider¨® que lo m¨¢s parecido era ¡°una invasi¨®n alien¨ªgena¡±. ¡°No se puede comparar ni siquiera con la gripe espa?ola de 1918 porque aquello fue despu¨¦s de la Primera Guerra Mundial y las cosas ya estaban mal. Aqu¨ª nos est¨¢n invadiendo los aliens, nos dicen que nos metamos en casa y no salgamos, y en el corto plazo vamos a experimentar una recesi¨®n tan brusca como solo se ha visto en la Segunda Guerra Mundial¡±, dijo.
Con todas las diferentes medidas de restricci¨®n o confinamiento activadas en California, Nueva York, Illinois, Connecticut y Nueva Jersey, uno de cada cuatro estadounidenses debe permanecer en casa. El Estado de Nueva York, zona cero del virus, con casi la mitad de afectados de todo el pa¨ªs, se prepara para una situaci¨®n extraordinaria de ¡°cuatro, cinco. Nueve meses¡¡±, en palabras del gobernador, Andrew Cuomo. Fuentes de la Administraci¨®n alertan del d¨¦ficit de mascarillas y respiradores para hacer frente al repunte de contagiados.
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