Coronavirus en Estados Unidos: la semana en que empez¨® el miedo
La cifra de fallecidos se multiplica, los nuevos parados ya se cuentan por millones y el ¡®statu quo¡¯ de la meca del liberalismo ha saltado por los aires
Los caf¨¦s y bares de la calle 7, en el distrito noroeste de la ciudad de Washington, han cerrado. Tambi¨¦n la mayor parte de restaurantes, aunque algunos han dejado una barra abierta para recoger pedidos. Y los museos de la zona, como la National Portrait Gallery, donde uno puede recorrer toda la historia estadounidense a trav¨¦s de los retratos de cada uno de sus presidentes. O el Capital One Arena, el pabell¨®n donde juegan los Capital de hockey sobre hielo y los Wizards de baloncesto. Todo Chinatown, una de las arterias vibrantes de la capital, se ha apagado. Los turistas de todo el pa¨ªs, que los fines de semana desbordan la acera con sus gorras de amor a Trump, o con sus gorras de odio a Trump, se han evaporado.
La semana en la que Estados Unidos se ha colocado a la cabeza en n¨²mero de personas infectadas por el coronavirus en todo el mundo ¨Dm¨¢s de 100.000 afectados este s¨¢bado por la ma?ana, m¨¢s de 1.700 muertos¨D es tambi¨¦n la semana en la que ha empezado la sensaci¨®n de desmoronamiento del statu quo en el que viv¨ªa la primera potencia mundial. Las restricciones se han ido ampliando y el pa¨ªs al que tanto le gusta identificarse con un ideal libertario tiene ya a m¨¢s de la mitad de su poblaci¨®n bajo diferentes grados de confinamiento; la meca del liberalismo econ¨®mico acaba de invocar una ley de la Guerra de Corea de 1950 para obligar a General Motors a fabricar respiradores; el pa¨ªs del pleno empleo acaba de ver engrosar sus listas de paro en 3,3 millones personas en el lapso de una semana.
El presidente Donald Trump es ya un manojo de nervios. "No podemos permitir que la cura sea peor que el problema¡±, empez¨® a advertir el pasado domingo por la noche. ¡°Perdemos mucha m¨¢s gente en accidentes de autom¨®vil y no los prohibimos. Podemos distanciarnos socialmente, podemos dejar de darnos la mano por un tiempo. Morir¨¢ gente. Pero perderemos m¨¢s gente si sumimos al pa¨ªs en una recesi¨®n o una depresi¨®n enorme¡±, continuaba d¨ªas despu¨¦s.
La llegada de una recesi¨®n m¨¢s dura que la que adquiri¨® el t¨ªtulo de Gran Recesi¨®n, en 2008, se da por descontada. Lo que crece es el p¨¢nico al fantasma de una depresi¨®n econ¨®mica. Las previsiones de algunos analistas, como Morgan Stanley, apuntan a desplomes del PIB del 30% en el segundo trimestre del a?o, que no se ve¨ªan en casi un siglo. Conocidos empresarios y ejecutivos como Gary Cohn y Lloyd Blankfein, ambos exdirectivos de Goldman Sachs, o el due?o de la cadena de restaurantes Bubba Gump Shrimp, Tilman Fertitta, se han sumado a Trump en la idea de reabrir el pa¨ªs cuanto antes, aunque sea con limitaciones.
Con este caldo de cultivo, Trump se?al¨® el 12 de abril, domingo de Pascua, iglesias llenas, como una buena fecha para empezar a suavizar las restricciones. Lo dijo el martes por la ma?ana en una entrevista en la cadena Fox. Esa misma tarde los cient¨ªficos del Gobierno le corrigieron y el mandatario tambi¨¦n matiz¨®: se har¨¢ cuando se pueda, cuando los datos digan que es seguro.
Porque las cifras han empezado a escalar. Una enorme carpa se ha levantado frente al hospital p¨²blico de Bellevue en Nueva York para servir como morgue temporal ante el repunte de muertos que se espera. El hospital presbiteriano ha empezado a compartir respiradores entre dos pacientes. El confinamiento voluntario de lugares como Washington, donde hasta hace unos d¨ªas, para muchos, significaba teletrabajar y luego salir al aire libre, se ha hecho mucho m¨¢s palpable en las hu¨¦rfanas calles del centro. Y el 49% de los estadounidenses teme perder su empleo, seg¨²n una encuesta de Economist / Yougov realizada durante la semana pasada. Ha empezado el miedo por la Bolsa y tambi¨¦n el miedo por la vida.
La historiadora Nancy Bristow, autora de American Pandemic: Lost Worlds of the 1918 Influenza Epidemic, un libro sobre la llamada gripe espa?ola en EE UU, recuerda que entonces, con las autoridades sanitarias desesperadas por frenar la espiral de contagios, se cerraron tambi¨¦n colegios, iglesias y se vet¨® cualquier reuni¨®n p¨²blica. Cien a?os despu¨¦s, los Gobiernos tambi¨¦n necesitan meter a la gente en casa para ganar tiempo ante un virus para el que a¨²n no hay vacuna. ¡°Pero hay una diferencia importante; en 1918 no sab¨ªan que el distanciamiento social y las cuarentenas funcionaban. La pandemia persiste pese a los mejores esfuerzos de la comunidad m¨¦dica y cuando la gripe volvi¨® en una ola posterior, la gente se resisti¨® a medidas de distanciamiento social y otras restricciones. Ahora sabemos que las ciudades que impusieron esas y otras medidas no farmac¨¦uticas, y lo hicieron pronto y de forma extensa, sufrieron menos muertes que las que no lo hicieron¡±, responde por correo electr¨®nico.
Algunos pol¨ªticos se resisten y, aunque Trump emita directrices, el poder reside en manos de los gobernadores, lo que da lugar a grandes contrastes. ¡°Estamos en contra de seguir modelos de dictaduras como China¡±, dijo el gobernador de Mississippi, Tate Reeves, quien ha optado por cerrar los ¡°negocios no esenciales¡±, pero con el matiz de que entre los negocios esenciales incluye bares, restaurantes (incluido el servicio de comedor) e inmobiliarias. Para Arizona, los campos de golf y las tiendas de armas tambi¨¦n resultan indispensables. El primer Estado registra 578 casos (ocho fallecidos) y el segundo 665 (13 fallecidos), cifras bajas comparadas con Nueva York, que es el epicentro, con m¨¢s de 44.000 infecciones, pero la experiencia en Europa muestra que los casos aislados han sido la antesala de las espirales graves.
En medio de esta incertidumbre, la Administraci¨®n asegura que los cheques a los ciudadanos empezar¨¢n a llegar en alrededor de tres semanas. El env¨ªo forma parte del mayor plan de rescate de la historia estadounidense, 2,2 billones de d¨®lares para empresas y ciudadanos, que el Congreso estadounidense ha aprobado esta semana, y que se suma a cuatro billones de est¨ªmulos por parte de la Reserva Federal (Fed). Las habituales cr¨ªticas de Trump a la Fed tambi¨¦n se han apagado. Todo ha cambiado.
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