Guerra ¡®glocal¡¯ en Libia
Como en Siria, parece que ser¨¢n Rusia y Turqu¨ªa quienes solventen el conflicto libio, que ha dado un giro tras la reciente llamada a un alto el fuego del presidente egipcio Al Sisi

Si todas las guerras que se libran hoy en suelo ¨¢rabe son m¨¢s o menos glocales, la de Libia resulta especialmente ilustrativa. La glocalizaci¨®n consiste, grosso modo, en el arraigo en formas locales de din¨¢micas de la globalizaci¨®n que de lo contrario quedar¨ªan fuera de la posmodernidad. Lo que sucede en Libia no responde exactamente al paradigma de una guerra subsidiaria o proxy, global, sino que tiene importantes matices glocales. Los tres m¨¢s significativos son: la espacialidad, la memoria y los recursos naturales. Si bien no operan por separado, distinguirlos sirve para aclarar un conflicto al que Europa mira de soslayo, a pesar de su importancia para el futuro del Mediterr¨¢neo.
Como en Siria, parece que ser¨¢n Rusia y Turqu¨ªa quienes solventen el conflicto, que ha dado un giro tras la reciente llamada a un alto el fuego del presidente egipcio Al Sisi. La propuesta, r¨¢pidamente respaldada por Emiratos ?rabes Unidos, Arabia Saud¨ª y, de soslayo, Rusia, tiene varias lecturas, todas entrecruzadas y ninguna que le d¨¦ credibilidad. Ni por asomo es veros¨ªmil que Al Sisi, contrarrevolucionario por excelencia, piense en una soluci¨®n justa para Libia, que implicar¨ªa reconocer la legitimidad del Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN), o al menos, para empezar, apartar a su colega Jalifa Hafter del mando del llamado Ej¨¦rcito Nacional Libio (ENL), que lucha contra el Gobierno reconocido por la ONU.
En las ¨²ltimas semanas, ante la implicaci¨®n decidida de Turqu¨ªa en apoyo del GAN, Hafter, que hace dos meses ya se ve¨ªa entrando en Tr¨ªpoli, ha tenido que replegar sus tropas. Con la argucia egipcia y retir¨¢ndose hacia el este, donde se encuentran algunas de las principales explotaciones petrol¨ªferas, los hafter¨ªes bien pudieran pretender ganar tiempo para reorganizarse, a la vez que acusar al GAN ante la comunidad internacional de no avenirse ¡°a la paz¡±, como se han apresurado a insinuar algunos medios franceses. Francia, con Hafter, Italia, con el GAN, y Grecia, contra cualquiera que est¨¦ con Turqu¨ªa, bloquean una salida europea a la crisis.
Libia es un Estado joven, pero los libios se tienen por un pueblo muy viejo, heredero de varias culturas entre el mar y el desierto. Esta memoria colectiva opera de una manera muy singular, rechazando la intromisi¨®n estatal en la vida tribal, como ya sucedi¨® con la paraisl¨¢mica yamahiriya de Gadafi. Pero las milicias del ENL aglutinan a mercenarios con identidades e intereses tan contrarios que ha sido imposible el entendimiento con las grandes tribus locales.
Esta erosi¨®n de los apoyos tribales es el motivo principal del debilitamiento de las simpat¨ªas populares hacia Hafter, si es que alguna vez las tuvo. Chadianos y sudaneses curtidos en mil guerras sucias, yihadistas saud¨ªes-madjal¨ªes, sirios asadistas y, los ¨²ltimos reci¨¦n llegados, rusos ultranacionalistas, luchan tanto contra el GAN como, llegado el caso, rivalizan entre s¨ª por el control de las refiner¨ªas o de un m¨ªsero check-point en el que cobrarse sobornos y rescates de una poblaci¨®n exhausta, que paga con lo ¨²nico que a veces le queda: por ejemplo, un generador el¨¦ctrico.
Luz G¨®mez es profesora de Estudios ?rabes de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.