El acuerdo nuclear con Ir¨¢n agoniza pese a la insistencia europea

Europa teme que la muerte en un ataque con un dron estadounidense del poderoso general iran¨ª Qasem Soleimani suponga el golpe de gracia al languideciente pacto nuclear firmado con Teher¨¢n. La diplomacia europea lleva m¨¢s de un a?o y medio buscando f¨®rmulas para salvar el acuerdo mientras observa impotente como a Este y Oeste, Ir¨¢n y Estados Unidos, con los que en 2015 comparti¨® mesa y sonrisas en Viena para sellar la salida de la Rep¨²blica Isl¨¢mica de la espiral at¨®mica, colocan nuevos ladrillos en el elevado muro que les separa.

La estrategia europea no ha dado resultado de momento. Por un lado, Ir¨¢n ha intensificado el enriquecimiento de uranio en los ¨²ltimos meses. Y por otro, EE UU, lejos de volver al redil, contin¨²a estrangulando la econom¨ªa iran¨ª con sanciones que han reducido en un 80% las exportaciones de crudo, su principal fuente de ingresos. Y ha dinamitado los pocos puentes que quedaban con el r¨¦gimen del ayatol¨¢ Ali Jamenei al asesinar a Suleimaini, uno de sus hombres fuertes. La anunciada respuesta de las autoridades iran¨ªes a la afrenta resulta impredecible, pero el flanco nuclear se presenta como uno de los instrumentos m¨¢s eficaces para hacer da?o a Washington.

El futuro parec¨ªa despejado en 2015, cuando se abr¨ªa un horizonte de paz nuclear en una de las regiones m¨¢s inestables del planeta. Las frases eran cortas y triunfales. ¡°Hemos frenado la expansi¨®n de las armas nucleares en Oriente Pr¨®ximo¡±, proclamaba el entonces presidente estadounidense, Barack Obama. La nueva era que deb¨ªa empezar entonces, inspirada en un acuerdo que lleg¨® a ser comparado con los de Camp David para blindar la paz entre Egipto e Israel, o con la reconciliaci¨®n entre China y EE UU en 1972, fue solo una ilusi¨®n. Dos a?os de negociaciones y decenas de reuniones cara a cara entre el secretario de Estado, John Kerry, y el ministro iran¨ª de Exteriores, Javad Zarif, han quedado, tras el paso del hurac¨¢n Trump, pr¨¢cticamente reducidas a escombros.

La UE se resiste, pese a todos los obst¨¢culos, a dejar morir el acuerdo nuclear. Bruselas se ha erigido en la gran defensora del multilateralismo ante el vac¨ªo dejado por EE UU en el acuerdo del clima de Par¨ªs o el abandono de tratados comerciales. El club comunitario observa de reojo las elecciones presidenciales de noviembre, en las que una derrota de Trump tendr¨ªa potencial para inocular ox¨ªgeno a un pacto moribundo. Pero con la zona convertida en un avispero, diez meses puede ser demasiado tiempo.

Desde mayo pasado, Teher¨¢n ha ido adoptando hasta cuatro medidas distintas para aumentar el almacenamiento de combustible nuclear y enriquecer el uranio de bajo grado hasta conseguir una pureza m¨¢s alta, y ha puesto en marcha centrifugadoras avanzadas para aumentar el almacenamiento del uranio enriquecido, medidas prohibidas seg¨²n el acuerdo.

Desconfianza de Teher¨¢n

Ir¨¢n ha hecho o¨ªdos sordos a las advertencias de Francia, Alemania y el Reino Unido, dispuestas a reactivar las sanciones si Teher¨¢n no enmienda el rumbo, porque considera que los esfuerzos europeos para compensar la salida de Estados Unidos del pacto se han demostrado insuficientes. Bruselas ha desplegado medidas para proteger las inversiones europeas en Ir¨¢n y permitir que el flujo de transacciones comerciales y financieras se mantengan pese al veto estadounidense. Entre ellas la puesta en marcha de un mecanismo de pagos para que las empresas europeas puedan esquivar el control ¡ªy el castigo¡ª norteamericano sobre operaciones comerciales l¨ªcitas. Pero su ¨¦xito queda lejos de ser ni siquiera discreto.

Con el actual aumento de las hostilidades, la posici¨®n de la UE y su trabajo para acercar a ambos pa¨ªses tambi¨¦n queda en riesgo: tanto Ir¨¢n como EE UU pueden exigir gestos que obliguen a los 28 a optar por uno u otro bando. En esa disyuntiva, dadas las recientes violaciones del acuerdo nuclear por parte de Ir¨¢n, ni siquiera las discrepancias con la pol¨ªtica exterior de Trump y con sus m¨¦todos expeditivos para eliminar a sus adversarios en la regi¨®n parecen suficientes para que la UE se distancie de un aliado hist¨®rico.