El asesinato de Soleimani abre un debate jur¨ªdico en Estados Unidos sin reglas ni precedentes claros
Donald Trump lleva los amplios m¨¢rgenes de la ¡°guerra contra el terrorismo¡± a un terreno inexplorado hasta ahora
La sorpresa inicial por el asesinato selectivo del general iran¨ª Qasem Soleimani est¨¢ dejando paso a un incipiente debate jur¨ªdico sobre el encaje de esta acci¨®n, primero, en los difusos l¨ªmites de la ¡°guerra contra el terrorismo¡± que Estados Unidos invent¨® hace casi dos d¨¦cadas, y segundo, en la estrategia del pa¨ªs en Oriente Pr¨®ximo. El marco del debate es tratar de definir si se trata de un ¡°acto de guerra¡±, como han criticado algunos dem¨®cratas, o una represalia contra un terrorista, el argumento de la Casa Blanca, que asegura que Soleimani era una amenaza inminente contra objetivos estadounidenses.
¡°No necesitamos que este presidente nos meta en una guerra de forma chapucera e impulsiva¡±, dijo el l¨ªder de los dem¨®cratas en el Senado, Chuck Schumer. El presidente del Comit¨¦ de Inteligencia de la C¨¢mara de Representantes, el dem¨®crata Adam Schiff, pidi¨® en una entrevista en The Washington Post que se abra una serie de comparecencias para analizar la decisi¨®n de matar a Soleimani y las amenazas de Trump en Oriente Pr¨®ximo. Schiff se mostr¨® esc¨¦ptico con la explicaci¨®n de la Casa Blanca sobre supuesta informaci¨®n de inteligencia que justificaba el asesinato. La comparaci¨®n m¨¢s habitual entre los cr¨ªticos es que, a pesar de los cr¨ªmenes de Soleimani, se trata del n¨²mero dos del r¨¦gimen iran¨ª. El equivalente ser¨ªa que otro pa¨ªs hubiera matado al vicepresidente de Estados Unidos durante un viaje oficial.
La decisi¨®n de Trump ha puesto sobre la mesa de una manera especialmente cruda el debate latente y no resuelto desde hace dos d¨¦cadas sobre la ¡°guerra contra el terrorismo¡±, el marco legal creado por la Administraci¨®n de George W. Bush para responder a los ataques del 11 de septiembre de 2001. El eje b¨¢sico de esta nueva forma de hacer la guerra era aumentar los poderes discrecionales de la Casa Blanca y crear la calificaci¨®n de ¡°combatiente enemigo¡±. Las guerras del siglo XXI ya no iban a ser contra pa¨ªses, sino contra personas concretas motivadas por una ideolog¨ªa fan¨¢tica. Bajo estas directrices, se cre¨® la prisi¨®n extrajudicial de Guant¨¢namo, m¨¢s decenas de prisiones ilegales de la CIA por todo el mundo, y se autorizaron los programas de tortura. Las guerras, sin embargo, siguieron siendo relativamente convencionales, con la invasi¨®n de Afganist¨¢n, en 2001 e Irak, en 2003.
La Casa Blanca a¨²n no ha ofrecido una explicaci¨®n jur¨ªdica en p¨²blico de sus argumentos para matar a Soleimani. A trav¨¦s de los medios, la Administraci¨®n trata de hacer encajar el asesinato de Soleimani en un marco conceptual ya aceptado por el p¨²blico: se trataba de un terrorista y adem¨¢s estaba preparando ataques inminentes contra intereses norteamericanos. El problema es que el terrorista era, adem¨¢s, jefe del ej¨¦rcito de otro pa¨ªs. Los dem¨®cratas est¨¢n empezando a cuestionar la supuesta informaci¨®n de inteligencia sobre los planes inmediatos de Soleimani, que la Casa Blanca no ha revelado. Incluso dentro de los amplios m¨¢rgenes que se ha dado a s¨ª mismo Estados Unidos para matar en el extranjero, Trump ha logrado entrar en terreno inexplorado.
El presidente Bush autoriz¨® alrededor de 50 asesinatos selectivos de personas declaradas enemigas de Estados Unidos. Como recuerda en The New York Times Karen Greenberg, directora del Centro de Seguridad Nacional en la Universidad de Fordham, fue la presidencia de Barack Obama la que expandi¨® el uso de esta arma legal. Durante su presidencia no se iniciaron guerras, pero EE UU lanz¨® cientos de ataques en los que murieron miles de supuestos terroristas y civiles. El m¨¢s conocido, el asesinato de Osama Bin Laden, l¨ªder de Al Qaeda y director de los atentados del 11-S, en mayo de 2011. En la pr¨¢ctica, por decisi¨®n propia Estados Unidos puede matar a cualquier persona en cualquier lugar del mundo, sea una zona de conflicto o no, si la considera una amenaza inminente. Est¨¢ tan asumido que forma parte de los guiones de televisi¨®n.
Estados Unidos no es parte del Estatuto de Roma, que regula la Corte Penal Internacional (CPI), y rechaza que este organismo tenga jurisdicci¨®n sobre cualquier pa¨ªs que no lo haya pedido expresamente. Recientemente ha elevado su enfrentamiento con la CPI al negar visados a los miembros de la Corte que participen en investigaciones sobre actos cometidos por estadounidenses, especialmente en Afganist¨¢n.
La indefinici¨®n legal de la ¡°guerra contra el terrorismo¡± fue deliberada para lidiar con una nueva forma de amenaza. Pero en alg¨²n momento, la expansi¨®n de ese criterio pisar¨ªa l¨ªneas rojas en la comprensi¨®n de la ciudadan¨ªa. Barack Obama se enfrent¨® a las primeras cuestiones serias del p¨²blico cuando orden¨® el asesinato selectivo de Anuar El Aulaki, ide¨®logo de Al Qaeda en Yemen. El Aulaki era ciudadano norteamericano y por tanto no ca¨ªa en la indefinici¨®n legal de ¡°combatiente enemigo¡±.
Cualesquiera que fueran sus cr¨ªmenes, como ciudadano de EE UU ten¨ªa derechos constitucionales y fue asesinado sin cargos y sin juicio por orden del presidente, lo que abri¨® un debate legal inesperado cuando se inici¨® esta pr¨¢ctica. A pesar de las cr¨ªticas, la condici¨®n de terrorista declarado de El Aulaki cre¨® el consenso en el ¨¢mbito pol¨ªtico, aunque las organizaciones de derechos civiles denunciaron el peligroso precedente.
La decisi¨®n de Trump cruza una nueva l¨ªnea roja en una forma de actuar en el mundo que, b¨¢sicamente, no tiene m¨¢s reglas que lo que quiera hacer el presidente de Estados Unidos. Soleimani pod¨ªa ser un enemigo, incluso sus actividades se pueden calificar de terroristas sin demasiado debate, pero es evidente que se trata de un alto cargo de otro pa¨ªs, no de un ¡°combatiente enemigo¡± indefinido.
Seg¨²n Los Angeles Times, la Casa Blanca est¨¢ usando como precedente en su argumentario la muerte del almirante japon¨¦s Isoroku Yamamoto, el cerebro del ataque de Pearl Harbor. En 1943, el avi¨®n en el que viajaba Yamamoto fue abatido sobre el Pac¨ªfico por cazas norteamericanos. La Administraci¨®n elude el peque?o detalle de que EE UU y Jap¨®n estaban oficialmente en guerra. Existen otros episodios que podr¨ªan servir como base para matar a Soleimani, como los intentos de la CIA durante a?os por matar a Fidel Castro. En 1986, EE UU atac¨® Libia para matar a Muammar El Gadafi. Siempre ha fracasado, lo que hace que no haya precedentes.
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