El porvenir de la niebla
Como una met¨¢fora del aislamiento, la aduana de Heathrow recuerda que en el Reino Unido ya no hay sitio para todos
La mano autom¨¢tica que recibe el pasaporte europeo en Heathrow es blanca, gris¨¢cea como la niebla que se posa en Dover a estas alturas del invierno en que el Brexit empieza a caer como el tel¨®n de una pel¨ªcula escrita por Ian Fleming o John Le Carr¨¦. Esa mano de niebla que cierra o abre el pa¨ªs m¨¢s orgullosamente aislado y uno de los m¨¢s visitados del mundo cae sobre el documento y lo engulle, mientras el ciudadano, entre el susto y el alivio, asiste solo, completamente solo, a la activaci¨®n del automatismo.
A veces se interrumpe el gesto del aut¨®mata que sustituye a los antiguos polic¨ªas adustos y es como si se encerrara Inglaterra en su propia concha, su niebla tan querida. Los segundos en que se resiste la m¨¢quina a exponer su rendici¨®n (hasta que se lee Remove Passport) nublan la paciencia de ciudadanos que, marcados por la superstici¨®n, acuden a probar suerte a otra m¨¢quina. Una vez solventado el tr¨¢mite, que los ciudadanos europeos ensayan ahora como si estuvieran en la fase final de un juguete que ya tendr¨¢ otras complejidades, los que llegan a la isla se van alejando a saltitos, como si aun esa mano blanca les pudiera dar el alto.
Es tal la soledad del visitante ante el dominio asc¨¦tico de la cibern¨¦tica, acostumbrado a que este espect¨¢culo que preced¨ªa al permiso de entrada estuviera asistido por la polic¨ªa m¨¢s perspicaz del mundo, que parece que los que acaban de llegar se encuentran como intrusos vigilados por esa mano de niebla, que dice s¨ª o no a golpe de azar o de ocurrencia. Otros menos asistidos por los a?os de relaci¨®n europea con las islas brit¨¢nicas se van con sus documentos por sectores marcados por la resistencia humana de los polic¨ªas; ser¨¢, a no tardar, un destino compartido por los que ahora vemos en la mano de niebla un alto suave, una pesquisa de monja, dedicada a prevenir a los hasta ahora confiados europeos de que, como dicen los campesinos canarios, de aqu¨ª palante no hay m¨¢s puerto.
El viajero ya advierte problemas que el futuro a¨²n no ha escrito: los aviones europeos, dice a este lado de la frontera una joven colombiana, ya empiezan a situarse fuera del circuito que hasta anteayer mismo los aproximaba al cogollo de Heathrow. Acostumbrados a aquellas colas sin porvenir de la Inglaterra preeuropea, los viajeros de la generaci¨®n que ven¨ªa a descubrir en Londres el trote de los Beatles por Abbey Road, esta lejan¨ªa de los aviones parece igualmente un pellizco menor. Pero a¨²n se est¨¢ haciendo el Brexit, que es como un muro de ladrillo que se ir¨¢ tupiendo a medida que la mayor¨ªa absolut¨ªsima de Boris Johnson peina a su manera la niebla inglesa, hasta hacerla tupida y vers¨¢til como la caricatura de su pelambrera. La colombiana que sali¨® del avi¨®n con el cronista no estaba feliz con el porvenir, y pensaba en voz alta que si le resulta tan dif¨ªcil hacerse con el acceso quiz¨¢ toque a la puerta de Espa?a, para trabajar all¨ª. ¡°Pero¡±, me dice, ¡°por all¨¢ tampoco est¨¢n como para tirar cohetes¡±.
Los latinoamericanos, como los ciudadanos del mundo acostumbrados a peregrinar con papeles por ventanillas mucho m¨¢s duras que la mano de niebla del Reino Unido, est¨¢n ahora pendientes de las regulaciones que se van imponiendo. Juan Carlos Onetti tiene un cuento, El infierno tan temido, que cuenta la historia de un hombre acosado por la inquina de una mujer. Inglaterra es un para¨ªso dif¨ªcil, pero buscado desde hace siglos para vivir sintiendo que a pesar de la niebla la vida tiene porvenir. Pero tambi¨¦n puede ser, dice la amiga colombiana, un infierno donde se puede coser a fuego lento, fuego de niebla, la palabra incertidumbre.
Esa mano de niebla que cae al modo ingl¨¦s sobre el emigrante que aqu¨ª encontr¨® su lugar en los tiempos en que para calentarse hab¨ªa que poner dinero en las ranuras est¨¢ otra vez ense?ando al que viene que, aunque no es cierto que jam¨¢s un peri¨®dico haya publicado aquella noticia sobre ¡°el continente aislado por la niebla¡±, ahora tendr¨¢ argumentos otra vez para decir que, como quisieron Farage y Johnson y otros brexiters que vencieron en el refer¨¦ndum y m¨¢s all¨¢, aqu¨ª no cabemos todos, aunque todos sean bienvenidos si tienen qu¨¦ comprar y qu¨¦ vender.
No solo lo dicen los extraterritoriales. Un muchacho taxista cuya madre lo bautiz¨® como Harrison para que se llamara Harrison Ford me dijo que se pasaba hasta cuatro horas esperando que alg¨²n ejecutivo de cualquier parte se montara en su coche. ¡°Vienen menos y gastan menos, y yo me quiero ir a vivir a Tenerife¡±. Donde, por cierto, se pasa las vacaciones cuando siente que ya est¨¢ bien de niebla en la cola del aeropuerto.
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