El juego burgu¨¦s que encandil¨® a los soviets
Un libro relata la incidencia que tuvo el f¨²tbol en la Revoluci¨®n rusa y los cambios que origin¨® la victoria bolchevique en este deporte
Octavos de final del Mundial de 1986. La URSS se juega el pase contra B¨¦lgica, que gana el encuentro con dos goles en claro fuera de juego. Durante el partido, harto de las decisiones arbitrales, un t¨¦cnico sovi¨¦tico salta furioso del banquillo y grita fascista al asistente, el espa?ol S¨¢nchez Arminio. El protagonista es Ruperto Sagasti, uno de los 3.000 ni?os espa?oles exiliados en Rusia durante la Guerra Civil. Sagasti desarroll¨® una brillante carrera en el Spartak de Mosc¨². Tras retirarse prematuramente, se convirti¨® en docente del Instituto Central de Cultura F¨ªsica y ayud¨® a modernizar el f¨²tbol sovi¨¦tico. No obstante, los principales cambios se produjeron mucho antes, con la Revoluci¨®n rusa de 1917.
La llegada del f¨²tbol a Rusia coincidi¨® con el ¨²ltimo periodo de dominio zarista. A finales del siglo XIX, el Imperio experiment¨® un notable desarrollo industrial que atrajo a multitud de for¨¢neos, especialmente brit¨¢nicos. El balompi¨¦ supuso un soplo de aire fresco, pero no se populariz¨® entre la poblaci¨®n local hasta la revoluci¨®n. La guerra supondr¨ªa un punto de inflexi¨®n. Tanto el Imperio zarista como los bolcheviques lo ve¨ªan con recelo, pero acabaron promocion¨¢ndolo ante la necesidad de disponer de una buena formaci¨®n f¨ªsica en el campo de batalla, primero en la Gran Guerra y luego en la contienda civil que asol¨® Rusia durante seis a?os, se?ala el historiador Carles Vi?as en F¨²tbol en el pa¨ªs de los soviets (Txalaparta).
¡°La recepci¨®n fue dual. Las ¨¦lites del zarismo lo rechazaban al considerarlo un deporte extranjero. Para ellos, el f¨²tbol ten¨ªa connotaciones pol¨ªticas, supon¨ªa una injerencia. Rusia era entonces un lugar muy herm¨¦tico. Sin embargo, parte de la burgues¨ªa ve¨ªa en ¨¦l una ventana a Europa, un signo de modernidad¡±, reconoce Vi?as. Este profesor de Historia en la Universidad de Barcelona explica que la idea de escribir el libro surgi¨® tras la ponencia que ofreci¨® en un congreso celebrado hace tres a?os para conmemorar el centenario de la Revoluci¨®n rusa. ¡°El objetivo era dar a conocer la historia desde un punto de vista diferente¡±, insiste el autor.
Auge deportivo
Las ¨¦lites zaristas bascularon entre el inter¨¦s apasionado y el menosprecio del balompi¨¦. Al principio, fue un juego reservado a las clases m¨¢s pudientes. Para participar era necesario estar inscrito en uno de los clubes existentes, que formaban parte de la cultura social y de ocio asociada a la burgues¨ªa y a la aristocracia. La clase obrera qued¨® excluida. Fueron los extranjeros que resid¨ªan en las grandes ciudades quienes fundaron los primeros clubes privados para practicar f¨²tbol, pero tambi¨¦n otras disciplinas. El auge del deporte se visibiliz¨® gracias a la proliferaci¨®n de nuevos clubes impulsados por promotores industriales preocupados por ofrecer a sus empleados actividades saludables y obtener, de esa manera, cierto prestigio social.
Los rusos se fueron incorporando poco a poco al f¨²tbol. La mayor¨ªa eran estudiantes, militares o empleados industriales. La ca¨ªda de los Romanov y el establecimiento del primer Estado socialista del mundo lo convirtieron en un aut¨¦ntico fen¨®meno de masas. La existencia de diferentes fases evolutivas llev¨® al autor a estructurar el libro en tres partes que titula con el nombre de las obras de juventud de Le¨®n Tolst¨®i: Infancia, Adolescencia y Juventud. En sus casi 200 p¨¢ginas, Vi?as sostiene que el triunfo revolucionario aceler¨® la nacionalizaci¨®n del f¨²tbol. Aunque la guerra fratricida entre rojos y blancos no finaliz¨® hasta 1923, durante la contienda se esboz¨® una profunda reestructuraci¨®n del deporte, que qued¨® bajo el control del Estado.
Si los bolcheviques consiguieron alzarse con la victoria fue gracias a la creaci¨®n del Ej¨¦rcito Rojo, una milicia formada por obreros y campesinos entre los que se promocion¨® el ejercicio f¨ªsico para mejorar la combatividad. Los bolcheviques pasaron de la repulsa de este deporte a considerarlo una herramienta primordial para ganar la guerra. Al finalizar el conflicto, el f¨²tbol dej¨® de ser una actividad marginal gracias a la incorporaci¨®n de las clases populares. Los dirigentes comunistas lo usaron para enaltecer las conquistas del socialismo, pero eso no evit¨® que los clubes sufrieran los efectos del cambio.
Las nuevas autoridades obligaron a la disoluci¨®n de algunos equipos y el resto fue obligado a cambiar de nombre. La victoria b¨¦lica aument¨® la reputaci¨®n del Ej¨¦rcito Rojo, que fund¨® su propio club: el CSKA de Mosc¨². ¡°Se democratiz¨® el f¨²tbol, pero hab¨ªa que afiliarse a un sindicato para practicarlo¡±, aclara Vi?as. De esa manera surgen el Dinamo, vinculado al Ministerio del Interior; el Lokomotiv, a la compa?¨ªa ferroviaria; el Torpedo, al principal productor automovil¨ªstico; y el Spartak, el equipo del pueblo. Y el de Sagasti, que con el aperturismo de la Perestroika en los ochenta trajo a Espa?a, su pa¨ªs natal, los primeros jugadores rusos: Dasaev, Karpin o Mostovoi.
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