Brasil acusa a Volkswagen de esclavizar agricultores en la Amazonia durante la dictadura
El ministerio p¨²blico acusa a la multinacional alemana en un caso que se apoya en las denuncias de un cura hace casi 40 a?os. El padre Rezende cuenta c¨®mo reuni¨® las pruebas sobre la finca ganadera propiedad de la empresa
El padre Ricardo Rezende, de 70 a?os, es un profesor de la Universidad Federal de R¨ªo de Janeiro que coordina el grupo de investigaci¨®n sobre el trabajo esclavo contempor¨¢neo. En los a?os ochenta, se recorr¨ªa los latifundios del Estado de Par¨¢, en la Amazonia brasile?a, asesorando a los agricultores para que se organizaran y defendieran sus derechos. Brasil era una dictadura y ¡°aquella regi¨®n era el epicentro del conflicto agrario y de la mano de obra esclava¡±, explica al tel¨¦fono el sacerdote, que pertenec¨ªa a la comisi¨®n pastoral de la tierra de la Conferencia Episcopal. Suyas fueron las primeras denuncias que alertaron de que en la llamada finca Volkswagen, una inmensa explotaci¨®n ganadera de la multinacional alemana, los agricultores sufr¨ªan grav¨ªsimos abusos. Muchos trabajaban como esclavos por unas deudas que solo aumentaban. Los testimonios y documentos que hace cuatro d¨¦cadas reuni¨® el cura han servido de base para que el ministerio p¨²blico brasile?o emprenda ahora un proceso contra la empresa.
Cuenta Rezende que las v¨ªctimas eran peones llegados hasta Par¨¢ desde otros Estados, personas pobres seducidas por falsas promesas de un trabajo con buena paga. La realidad es que, a las deudas contra¨ªdas en el viaje, se sumaban otras que iban acumulando por culpa de los precios abusivos a los que les cobraron los aperos, las botas, el resto de los suministros y los alimentos. Viv¨ªan atrapados, v¨ªctimas de un sistema que pr¨¢cticamente hac¨ªa imposible saldar la cuenta. Es lo que los especialistas llaman la servidumbre por deudas.
¡°Un trabajador intent¨® escapar, pero los pistoleros lo atraparon. Como castigo, secuestraron a su esposa y la violaron. Otro trat¨® de huir y recibi¨® un disparo en la pierna. Y otro fue amarrado desnudo¡±, ha explicado el fiscal del caso, Rafael Garc¨ªa, a France Presse. Otros que alcanzaron la selva en su huida fueron asesinados.
La hacienda Volkswagen se dedicaba a la cr¨ªa de ganado, ocupaba 140.000 hect¨¢reas y empleaba a cientos de personas. La Fiscal¨ªa acusa ahora a Volkswagen de ¡°graves violaciones de derechos humanos¡± que supuestamente fueron perpetradas en la explotaci¨®n ganadera entre las que detalla ¡°la falta de tratamiento contra la malaria, la prohibici¨®n de salir de la finca mediante guardas armados o a causa de las deudas contra¨ªdas, alojamientos insalubres y alimentaci¨®n precaria¡±, seg¨²n un comunicado. El ministerio p¨²blico ha citado a la empresa el d¨ªa 14 a una vista en Brasilia en la que el ¨®rgano judicial busca que Volkswagen asuma su responsabilidad y alcance un acuerdo. La multinacional ha dicho, a trav¨¦s de un portavoz en Alemania, que se toma el caso ¡°muy en serio¡±.
La empresa, en sinton¨ªa con el peso de la culpa que Alemania arrastra desde el nazismo, ya hizo examen de conciencia sobre su complicidad con la dictadura brasile?a. Hace dos a?os reconoci¨® que colabor¨® en la persecuci¨®n de varios trabajadores izquierdistas de su f¨¢brica en S?o Paulo y los indemniz¨®.
?Y qu¨¦ hac¨ªa Volkswagen criando ganado en la Amazonia en los ochenta? Con proyectos como ese, la compa?¨ªa, que era el mayor fabricante de autom¨®viles de Brasil, contribu¨ªa al esfuerzo de la dictadura para colonizar y desarrollar econ¨®micamente Par¨¢, que queda en el este de la Amazonia y es el doble de grande que Francia. Con generosas exenciones fiscales, los militares lograron que se instalaran muchas compa?¨ªas.
Aquello era un territorio sin ley, escenario de cruentos conflictos por la posesi¨®n y el uso de la tierra. ¡°Hab¨ªa muchos asesinatos, el ambiente era muy duro¡±, explica el cura. ¡°No pod¨ªamos contar con la polic¨ªa, con el poder judicial o con el Ministerio P¨²blico, tampoco con la sociedad civil, ni con la prensa¡±, dice sobre los tiempos del r¨¦gimen militar. Para los generales, ¡°la Iglesia cat¨®lica era comunista, subversiva. Nuestra palabra no val¨ªa nada ante el juez¡±. Por eso, trabajaban con cautela. Era imprescindible documentar de manera impecable cada denuncia. La teolog¨ªa de la liberaci¨®n estaba en auge.
Territorio hostil para la defensa de los derechos humanos
Par¨¢ sigue siendo territorio hostil para los defensores de los derechos humanos y el medio ambiente. Y territorio f¨¦rtil para los conflictos agrarios y la deforestaci¨®n.
Aunque era conocida como la finca Volkswagen, Rezende se refiere a ella por su nombre real: Companhia Vale do Cristalino. ?l hab¨ªa o¨ªdo muchos rumores sobre las atrocidades que ocurr¨ªan all¨ª hasta que consigui¨® las primeras pruebas. Fue el testimonio de tres hombres que, con la excusa de que los hab¨ªan llamado a filas, lograron permiso para abandonar la finca. En total entrevistaron a ¡°unos 16 supervivientes¡± y consiguieron documentos que engrosaron varios vol¨²menes. Unas 600 p¨¢ginas.
En 1983, Rezende hizo una denuncia p¨²blica y logr¨® que Volkswagen accediera a abrir las puertas de la finca a un grupo de diputados. Mientras el gerente de la explotaci¨®n ganadera, un suizo, explicaba a sus se?or¨ªas lo moderno que era todo aquello, apareci¨® un trabajador brasile?o pidiendo socorro a voces. Aquello solo tuvo eco en la prensa extranjera.
¡°Mientras Volkswagen usaba mano de obra esclava en Par¨¢, pagaba a historiadores para que investigaran si hab¨ªa usado mano de obra esclava en la II Guerra Mundial, reconoc¨ªa sus cr¨ªmenes e indemnizaba a las v¨ªctimas¡±, recuerda Rezende. ?l, como un meticuloso detective, segu¨ªa reuniendo pruebas. Confiaba en que un d¨ªa ¡°se dar¨ªan en Brasil las condiciones sociales y pol¨ªticas para que la denuncia prosperara¡±, como hab¨ªa ocurrido en Alemania. Y as¨ª fue. Casi cuatro d¨¦cadas despu¨¦s.
Cuando la multinacional alemana reconoci¨® su complicidad con el r¨¦gimen militar brasile?o, Rezende se dijo que hab¨ªa llegado el momento. Su equipo viaj¨® a Par¨¢ en busca de supervivientes de la finca. Lograron localizar a varios que segu¨ªan vivos y l¨²cidos. Los entrevistaron y filmaron sus testimonios. Con el material actualizado, acudieron al ministerio p¨²blico, que les escuch¨®. La acusaci¨®n contra Volkswagen, publicada el pasado fin de semana por medios alemanes, ha sido noticia tambi¨¦n en Brasil. Hace ya mucho que la finca fue vendida. Solo quedan las ruinas.
El ¨²ltimo pa¨ªs de las Am¨¦ricas en abolir la esclavitud, hace 134 a?os, es sacudido cada tanto por casos espeluznantes, como el de do?a Maria, que trabaj¨® como criada durante 72 a?os sin paga ni vacaciones en R¨ªo de Janeiro.
En los ochenta, Rezende no ten¨ªa ning¨²n plan de acabar como profesor universitario especializado en trabajo esclavo contempor¨¢neo. La de Volkswagen es una de cientos de carpetas que atesora, una por cada finca donde sospecha que hubo abusos graves.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S Am¨¦rica y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la regi¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.