La Amazonia que echa pulsos al poder para protegerse y cuidar el medio ambiente
La comunidad de S?o Francisco do Main?, que par¨® un proyecto de superpuerto, ilustra la labor de la Iglesia cat¨®lica para defender a los m¨¢s vulnerables y preservar la naturaleza
Al escuchar al brasile?o Francisco da Silva, 61 a?os, que ha vivido toda su vida a orillas de un afluente del r¨ªo Amazonas, cuesta creer que solo fuera a la escuela hasta sexto curso. Aunque ¨¦l mismo lo matiza. ¡°En realidad, m¨¢s que ir a la escuela, visit¨¦ la escuela¡±, apunta este veterano de luchas varias en defensa de las tierras que habita con sus vecinos desde hace generaciones. Primero fue la batalla de esta comunidad contra el Ej¨¦rcito para que a comienzos del XXI la luz llegara a la aldea.
Despu¨¦s para que se les reconociera el derecho sobre las tierras donde sus antepasados est¨¢n enterrados desde al menos finales de XIX. Sin estatus legal, no hay protecci¨®n, ni servicios p¨²blicos ni posibilidad de emprender un litigio. Es no existir como colectivo a ojos de las autoridades. La Iglesia cat¨®lica ha acompa?ado, a trav¨¦s de C¨¢ritas, a Da Silva y a las 55 familias que forman la comunidad de S?o Francisco do Main? en esos pleitos. De entre las misiones emprendidas por el catolicismo en estas tierras, es probablemente la que m¨¢s molesta al presidente Jair Bolsonaro.
Las vicisitudes de esta aldea ilustran por qu¨¦ el Papa ha convocado un s¨ªnodo dedicado a la regi¨®n que acoge el mayor bosque tropical del mundo, que ha inaugurado este domingo en el Vaticano con cr¨ªticas a ¡°los fuegos impulsados por el lucro que han devastado la Amazonia¡±. Tras reconocer el papel de la Iglesia cat¨®lica en la colonizaci¨®n, ha proclamado: ¡°Dios nos guarde de la avaricia de los nuevos colonialismos¡±. Un discurso que choca frontalmente con el del presidente brasile?o que esta misma semana advirti¨®: ¡°El inter¨¦s en la Amazonia no es el indio o el puto ¨¢rbol, son los minerales¡±.
Durante tres semanas, 184 obispos y 35 invitadas sin derecho a voto debatir¨¢n si abrir la puerta a los curas casados y a las di¨¢conas, pero tambi¨¦n c¨®mo proteger a los 37 millones de personas que viven en esta regi¨®n que se extiende por nueve pa¨ªses y tiene un tama?o superior a la Uni¨®n Europea. Para la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica local la justicia social es indisociable de la preservaci¨®n ambiental y el trabajo pastoral. ¡°Nuestra misi¨®n tambi¨¦n es ayudar (a las poblaciones m¨¢s marginadas) a que se organicen, despertarlos a la ciudadan¨ªa para que reclamen sus derechos, para que acudan a los tribunales y reclamen a sus diputados¡±, explica en Manaos el di¨¢cono permanente Afonso Brito, de C¨¢ritas.
¡°Tuve que ir a Brasilia al menos tres veces¡±, recuerda el aldeano Da Silva sobre sus litigios, sentado en c¨ªrculo junto a otros vecinos (varios de su propia familia) con los que comparte la gesti¨®n comunitaria. A dos pasos, una capilla cat¨®lica. Cuando lograron legalizar sus tierras ¡°fue cambiando el rumbo y las piezas comenzaron a encajar¡±, asegura. Por eso las poblaciones nativas y quienes defienden sus derechos ven con profunda preocupaci¨®n la promesa del presidente de Brasil de no ¡°demarcar un cent¨ªmetro m¨¢s de tierra ind¨ªgena¡± que reiter¨® ante el mundo en septiembre en la Asamblea General de Naciones Unidas.
El Consejo Indigenista Misionero (CIMI), vinculado a la Conferencia Episcopal brasile?a, revel¨® recientemente que, seg¨²n datos preliminares, las invasiones de tierras ind¨ªgenas se han duplicado con el ultraderechista en el poder, un incremento que vincula con su discurso. Adriana Acevedo, una de las coordinadoras regionales de la CIMI, sostiene en Manaos que ¡°los ind¨ªgenas de todo Brasil viven una situaci¨®n extremadamente preocupante desde el momento en que un Gobierno de extrema derecha, fascista, que ya en campa?a prometi¨® que no demarcar¨ªa m¨¢s tierra ind¨ªgena, que se esforzar¨ªa para revisar la ya demarcada y abrir las tierras que los ind¨ªgenas tienen en usufructo exclusivo, seg¨²n la Constituci¨®n, para que sean explotadas por terceros¡±, recuerda en un receso de una reuni¨®n preparatoria del s¨ªnodo que empieza el pr¨®ximo d¨ªa 6 en Roma. Para ella la amenaza es clara: ¡°Propone un Gobierno m¨ªnimo con m¨¢xima libertad para los poderes econ¨®micos¡±, algo que la Iglesia cat¨®lica considera intolerable. A sus ojos, los ind¨ªgenas deben decidir c¨®mo quieren vivir en esas tierras.
Acevedo explica que, como muestran las im¨¢genes de sat¨¦lite, las ¨¢reas donde la Amazonia est¨¢ mejor conservada coinciden precisamente con las reservas ind¨ªgenas. ¡°Ellos hacen un servicio a la humanidad¡±, sostiene antes de hilar un discurso demoledor contra el sector agropecuario ¡ªel motor de las exportaciones¡ª porque ¡°no produce alimentos, est¨¢ basado en el monocultivo de soja, etanol¡ que usa pesticidas que afectan a la salud¡±. Con un presidente que criminaliza a las ONG, los activistas viven en un clima intimidatorio. Subraya que el s¨ªnodo ¡°tambi¨¦n es un mensaje pol¨ªtico al mundo de que la Iglesia est¨¢ junto a los pobres¡±.
La ¨²ltima, por ahora, de las batallas emprendidas por la comunidad de S?o Francisco do Main? fue para impedir la construcci¨®n de un superpuerto ¡ª¡°un polo naval, log¨ªstico, minero¡ le fueron cambiando de nombre¡±¡ª que hubiera supuesto su expulsi¨®n de este rinc¨®n de la Amazonia al que se llega en media hora larga de lancha despu¨¦s de una hora de coche desde Manaos. Ellos y otra veintena de comunidades ribere?as que suman unos 5.000 vecinos consiguieron que los tribunales pararan el proyecto portuario.
Desde que el mundo dio la voz de alarma por los incendios de la Amazonia este agosto, Bolsonaro ha replicado con un discurso en defensa de la soberan¨ªa de la Amazonia ante lo que considera una treta de Gobiernos extranjeros que solo persiguen apropi¨¢rsela y arrebat¨¢rsela a los brasile?os. El ultraderechista considera que Brasil debe explotar las inmensas riquezas que existen en la Amazonia, incluso bajo las tierras legalmente protegidas por su valor ecol¨®gico; suele insistir en que Brasil tiene las leyes ambientales m¨¢s rigurosas del mundo, pero es precisamente esa legislaci¨®n la que sus cr¨ªticos le acusan de desmantelar.
¡°?ramos analfabetos, no sab¨ªamos c¨®mo lidiar con estas situaciones, pero empezamos a aprender leyes, nuestros derechos¡¡±, recalca Da Silva. Fueron mejorando su estrategia. Y gracias a personas como Antonio Fonseca, de C¨¢ritas, han ido ampliando su red hasta el punto de que tras muchos a?os tienen la colaboraci¨®n de la Fiscal¨ªa, la Universidad e incluso Embrapa, un organismo oficial de investigaci¨®n agr¨ªcola que les ayuda a diversificar sus cultivos para producir a mayor escala de manera sostenible con la mira puesta en comercializar los excedentes.
Producir m¨¢s pero sin romper el equilibrio ecol¨®gico. Porque el cambio clim¨¢tico ha llegado en forma de menos peces y un calor abrasador a S?o Francisco do Main?, cuyos vecinos viven de lo que el r¨ªo y 387 hect¨¢reas de tierra les dan. ¡°Solo podemos trabajar la tierra hasta las nueve, antes pod¨ªamos hasta las doce o as¨ª¡±, recuerda uno de los veteranos.
Da Silva responde a las cr¨ªticas de quienes contraponen preservaci¨®n y progreso: ¡°No es que estemos contra el desarrollo de nuestro Estado, de nuestro pa¨ªs. Estamos contra la degradaci¨®n de la naturaleza¡±. A?ade que no se trata de que no sean capaces de aprender un oficio en una industria, pero ni siquiera eso les garantizar¨ªa una vida mejor. ¡°Si el dinero se quedase aqu¨ª¡ pero no. Se queda en manos de chinos, canadienses, japoneses¡¡±, apunta un vecino.
En pleno forcejeo por el polo naval, las autoridades que apadrinan el proyecto visitaron la aldea a venderles sus bondades. ¡°?Qu¨¦ labia! ?Ave Mar¨ªa!", recuerda un vecino todav¨ªa aliviado porque aquella delegaci¨®n los pillara preparados. Otro tercia: ¡°No vinieron a consultarnos, vinieron a comunicar¡±.
El fallo judicial que par¨® el superpuerto precisa que cualquier proyecto futuro debe ser consultado con las poblaciones afectadas. ?Saben si su opini¨®n ser¨¢ vinculante? ¡°Ah, de eso no tenemos certeza¡±, admite Da Silva, que visit¨® la escuela hasta los 12 a?os.
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