El ¡°verano del descontento¡± ingl¨¦s que Europa mira de reojo
La salida de la pandemia ha combinado escasez laboral y sueldos bajos en sectores clave de la econom¨ªa, agravados por la inflaci¨®n galopante. El Reino Unido y el continente se enfrentan a un verano de conflictividad social
El primer d¨ªa de huelga de los ferrocarriles del Reino Unido, que paraliz¨® casi por completo el pa¨ªs, el presentador de Good Morning Britain, lanz¨® a bocajarro a su entrevistado, Mick Lynch, el secretario general del sindicato RMT, plantado frente a uno de los piquetes informativos, una pregunta pretendidamente provocadora: ¡°?Es o no es usted un marxista, como dicen algunos diputados conservadores?¡±
- ¡°Richard, a veces sales con la mayor de las estupideces¡±, respondi¨® Lynch.
Richard Madeley tambi¨¦n hab¨ªa ca¨ªdo en el t¨®pico, como gran parte de los medios de comunicaci¨®n, de intentar comparar el actual malestar social que est¨¢ germinando en el Reino Unido ¨Dy en gran parte de Europa¨D con el hist¨®rico ¡°invierno del descontento¡± de finales de 1978 y principios de 1979. Los sindicatos brit¨¢nicos, con un poder¨ªo que hoy resultar¨ªa inimaginable, pusieron en jaque entonces al pa¨ªs. Tambi¨¦n reclamaban en aquellos d¨ªas subidas salariales, en el sector p¨²blico y el privado, y el Gobierno de James Callaghan tambi¨¦n se resist¨ªa, por temor a una espiral de inflaci¨®n. El resultado fue la llegada de Margareth Thatcher y su programa neoliberal, que cruji¨® a las organizaciones obreras.
La memoria es perezosa, y es m¨¢s f¨¢cil bautizar de nuevo los problemas actuales con la f¨®rmula shakesperiana, el ¡°verano del descontento¡±, que profundizar en las razones concretas de esta particular inquietud.
¡°Es muy probable que nos estemos dirigiendo hacia un mini verano del descontento, porque la realidad es que las centrales sindicales son mucho menos poderosas que en la d¨¦cada de los setenta¡±, explica a EL PA?S Alan Manning, profesor de Econom¨ªa de la London School of Economics. ¡°Veremos huelgas sobre todo en aquellos sectores donde el sindicalismo tiene a¨²n fuerza: en los ferrocarriles, en las l¨ªneas a¨¦reas¡ en el sector p¨²blico en general. La econom¨ªa privada no tiene ya capacidad para dar un golpe de efecto inmediato como es una huelga¡±, dice Manning.
Para entender lo que est¨¢ sucediendo, y el potencial de caos que conlleva, hay que fijar el foco en un fen¨®meno extraordinario y en dos sectores concretos. El fen¨®meno es una pandemia global que puso el mundo patas arriba, al final de la cual muchas cosas cambiaron para siempre. Los dos sectores son el de la industria a¨¦rea y el de los servicios p¨²blicos.
El primero despidi¨® a cerca de 2,3 millones de trabajadores durante la larga hibernaci¨®n del coronavirus, seg¨²n Air Transport Action Group, que agrupa a cientos de empresas de la industria a¨¦rea. Cuando se levantaron las restricciones sociales y la gente pudo viajar de nuevo, se produjo lo que los expertos han llamado el ¡°turismo de venganza¡±, que ha desbordado por completo las previsiones. Todo el mundo se lanz¨® a recuperar los planes de viaje perdidos. Muchas de las personas que trabajaban en mantenimiento, como personal de aeropuerto o en otro tipo de servicios del sector, se han resistido a volver a sus puestos. Y los que quedan, no est¨¢n dispuestos a soportar una sobrecarga de trabajo con salarios bajos y congelados desde hace muchos a?os, y una inflaci¨®n galopante.
¡°Con una inflaci¨®n impulsada adem¨¢s por una subida imparable del coste de la energ¨ªa y de los alimentos, los hogares m¨¢s pobres est¨¢n sufriendo las peores presiones por la crisis del coste de la vida, con su propia tasa de inflaci¨®n situada ya en los dos d¨ªgitos¡±, explica Jack Lesley, economista senior del centro de pensamiento brit¨¢nico Resolution Foundation.
En el Reino Unido, la cifra del IPC se sit¨²a ya en el 9.1%, y el Banco de Inglaterra pronostica que llegue al 11% a finales de a?o. En la zona euro, a mediados de mayo, la inflaci¨®n media estaba en el 8,1%.
A lo largo de la primavera, la escasez de mano de obra y las huelgas han provocado importantes atascos y graves disrupciones en aeropuertos de Londres, ?msterdam, Par¨ªs, Roma o Fr¨¢ncfort. Para la campa?a de verano, los setecientos trabajadores de British Airways en el aeropuerto londinense de Heathrow han convocado una serie de paros que alterar¨¢n considerablemente los planes de vacaciones de muchos brit¨¢nicos. El personal espa?ol de Ryanair ha anunciado tambi¨¦n varias jornadas de huelga para finales de junio. La compa?¨ªa de bajo coste EasyJet ha cancelado ya cientos de vuelos en lo que va de a?o, incapaz de dar respuesta a unas reservas que, sin embargo, no tuvo reparo en vender. Las autoridades de Heathrow tuvieron que pedir la semana pasada a algunas l¨ªneas a¨¦reas que suspendieran sus vuelos porque se amontonaban, sin distribuir, gran parte de las maletas facturadas. De nuevo, falta de personal.
Contra la inflaci¨®n
La huelga del pasado lunes en B¨¦lgica revel¨® el descontento que hay en un pa¨ªs donde la tasa de afiliaci¨®n sindical est¨¢ muy por encima de la de otros pa¨ªses europeos y la capacidad de movilizaci¨®n de las centrales est¨¢ contrastada. El paro iba acompa?ado de una manifestaci¨®n que reuni¨® a m¨¢s de 70.000 personas. Ped¨ªan que se eliminen los l¨ªmites legales que hay en el pa¨ªs para evitar aumentos de salarios por encima de los pa¨ªses vecinos y, as¨ª, no perder competitividad. Dicho de otra forma, lo que est¨¢ detr¨¢s de la protesta es la p¨¦rdida de poder adquisitivo en un pa¨ªs en el que la inflaci¨®n ha llegado al 13,4%.
En Holanda, la semana ha estado repleta de paros y protestas. A las movilizaciones de los granjeros por la exigencia de reducir los niveles de nitr¨®geno, se han a?adido las protestas por los sueldos de los trabajadores de la limpieza en aeropuertos, en el transporte p¨²blico y personal sanitario. Otra vez, los precios echan gasolina sobre estas contestaciones, un IPC en mayo en el 10,2%, ponen contra las cuerdas a los salarios y a sus negociaciones, informa Manuel V. G¨®mez desde Bruselas.
El fin de los aplausos
Miles de personas, en Londres, Madrid, Par¨ªs o Roma, salieron a sus balcones o a las puertas de sus casas para aplaudir a los trabajadores esenciales que segu¨ªan al pie del ca?¨®n durante la pandemia. La mayor¨ªa formaban parte del sector p¨²blico, y desean que el cari?o de aquellos d¨ªas se traduzca ahora en respaldo a sus peticiones de subida salarial. La inflaci¨®n galopante les ha acorralado.
A las puertas de la Estaci¨®n Victoria, en Londres, un piquete informativo del sindicato RMT (Ferrocarriles, Mar¨ªtimo y Transporte), que ha logrado que 40.000 trabajadores de la empresa p¨²blica Network Rail y de otras 13 operadoras privadas financiadas con los presupuestos respalden la huelga, habla y se deja fotografiar a cambio de no dar nombres. Hay cosas que no cambian, como la desconfianza en estas situaciones. ¡°Todos tenemos que alimentar a nuestras familias, y muchos de los compa?eros necesitan acogerse a las 700 u 800 libras del universal credit [entre 800 y mil euros de la prestaci¨®n social principal del Gobierno brit¨¢nico] para llegar a fin de mes¡±, explica uno de los trabajadores del piquete. ¡°Y te garantizo que el 99% de las personas que pasan por la calle nos ha mostrado su respaldo¡±, dice.
¡°Yo s¨ª creo que se acerca un verdadero verano del descontento, al menos en el Reino Unido. Este Gobierno es actualmente un grupo de hombres y mujeres zombis, incapaces de gobernar, en el que todo gira en torno a Boris Johnson y sus mentiras, y en su necesidad de supervivencia¡±, asegura con contundencia Guy Standing, economista de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, creador del t¨¦rmino ¡°precariado¡± y uno de los intelectuales que m¨¢s ha agitado en los ¨²ltimos a?os las ideas de la izquierda pol¨ªtica. ¡°Lo que ocurre es similar a la era pre-Thatcher en dos aspectos: es un periodo en el que el viejo modelo econ¨®mico se ha venido abajo, y en el que el Gobierno se muestra incapaz de gobernar. Se limita a reaccionar ante los acontecimientos, y a atacar a los sindicatos, para contentar a la extrema derecha. Los diputados conservadores m¨¢s centrados intuyen que se trata de una mera t¨¢ctica pol¨ªtica que oculta la verdad¡±, denuncia Standing.
Profesores, enfermeros, empleados del servicio postal, funcionarios municipales, y hasta los abogados del turno de oficio han comenzado a organizarse para votar si van o no a la huelga. ¡°Llevan una d¨¦cada de sueldos congelados, o recortados, y cada vez lo sienten m¨¢s en sus bolsillos¡±, ha advertido al Gobierno de Johnson Frances O?Grady, la secretaria general de TUC, la principal confederaci¨®n sindical del Reino Unido.
El primer ministro brit¨¢nico, acorralado por sus propios problemas internos, se resiste a ceder a las presiones del sector p¨²blico, por temor a agravar la tensi¨®n inflacionaria, pero tambi¨¦n porque le resulta tentador, como ocurri¨® con el Brexit, buscar un enemigo ¨Dlos sindicatos, en este caso¨D que le permita exprimir en su beneficio un clima de enfrentamiento. Como en otras ocasiones, el Reino Unido ser¨¢ el campo de experimento para responder a un problema mucho m¨¢s global. Y se podr¨¢ comprobar si el ¡°verano del descontento¡± acaba afectando a toda Europa, o la borrasca se agrava en la isla y no da el salto al continente.
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