La muerte de Al Zawahiri consolida los logros antiterroristas de Biden mientras aspira a frenar a China y Rusia
EE UU ve una nueva amenaza a su seguridad en el Afganist¨¢n de los talibanes, que el a?o pasado se comprometieron a no cobijar a Al Qaeda en su territorio
Con la muerte de Ayman al Zawahiri, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se apunta un tanto en un mandato alica¨ªdo en popularidad, pese a algunos logros recientes. Esto ocurre ante la cuerda floja de noviembre: las elecciones de medio mandato, en las que los dem¨®cratas podr¨ªan perde...
Con la muerte de Ayman al Zawahiri, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se apunta un tanto en un mandato alica¨ªdo en popularidad, pese a algunos logros recientes. Esto ocurre ante la cuerda floja de noviembre: las elecciones de medio mandato, en las que los dem¨®cratas podr¨ªan perder el control del Congreso. Casi un a?o despu¨¦s de la atropellada retirada de Afganist¨¢n, y con el sonrojo a¨²n reciente que supuso su encuentro con Mohamed Bin Salm¨¢n, el heredero saud¨ª a quien la CIA atribuye la orden de matar al periodista cr¨ªtico Jamal Khashoggi, el presidente ha demostrado que Estados Unidos ya no necesita desplegar miles de soldados en pa¨ªses lejanos para proteger sus intereses de la amenaza terrorista global. Pero tambi¨¦n que sigue siendo el polic¨ªa del mundo libre, una ardua tarea en una coyuntura global al rojo vivo, con Rusia y China como principales antagonistas.
Ya pocos recuerdan el ca¨®tico repliegue de Afganist¨¢n, que resucit¨® el fantasma de Vietnam y se sald¨® con la p¨¦rdida de 13 militares en un atentado del Estado Isl¨¢mico. Tampoco las ¡°guerras eternas¡±, como el mandatario las calific¨® para justificar el retorno de las tropas en misi¨®n de combate. Pero la amenaza de la hidra terrorista, ll¨¢mese Al Qaeda o el Estado Isl¨¢mico (ISIS, en sus siglas en ingl¨¦s), es viscosa y persistente, y por muchas piezas que se cobre Washington, siempre habr¨¢ otras. La Administraci¨®n dem¨®crata planea desplegar 500 soldados en Somalia para luchar contra Al Shabab, la franquicia local de Al Qaeda, como refuerzo a largo plazo, y sin planes de salida claros, de su misi¨®n antiterrorista en la estrat¨¦gica regi¨®n del este de ?frica. Biden es el tercer presidente que sigue una estrategia antiterrorista en Somalia sin una idea clara del final del juego, salvo por la reducci¨®n de riesgos a corto plazo. Tras el avispero afgano, el Pent¨¢gono profundiza ahora en el pantano del Cuerno de ?frica.
A lo largo de su a?o y medio de mandato, Biden se ha apuntado discretos ¨¦xitos en la lucha antiterrorista. Si a su antecesor, Donald Trump, le cupo el honor, y la publicidad, de anunciar la muerte del l¨ªder del ISIS, Abubaker al Bagdadi, en 2019, al dem¨®crata le correspondi¨® comunicar la de Maher al Aqal, l¨ªder del ISIS en Siria y uno de los cinco jefes supremos del grupo yihadista. El anuncio de la eliminaci¨®n de Al Aqal coincidi¨®, no por casualidad, con el inicio de una gira por Oriente Pr¨®ximo en la que el mandatario rehabilit¨® al reino saud¨ª, al que hab¨ªa prometido convertir en un paria por instigar el descuartizamiento de Khashoggi, a cambio de que Riad abriera el grifo del petr¨®leo. Arabia Saud¨ª aplaudi¨® el martes la muerte de Al Zawahiri, por la amenaza ¡ªdoctrinal, no terrorista¡ª que Al Qaeda siempre ha supuesto para su interpretaci¨®n del islam. Mientras, el evidente acercamiento de los saud¨ªes a Israel y su preponderancia regional convierten al reino del desierto en la ant¨ªtesis del paria que Biden hab¨ªa prometido en su campa?a electoral.
En febrero, Abu Ibrahim al Hachem¨ª al Quraishi, el m¨¢ximo l¨ªder del ISIS, se inmol¨® durante un ataque del Ej¨¦rcito estadounidense en Siria, donde permanece alrededor de un millar de soldados en misi¨®n de apoyo. La guerra de los drones se ha perfeccionado desde 2001, sin poder evitar la larga lista de v¨ªctimas colaterales que deja tras de s¨ª, como la decena de miembros de la misma familia muertos en agosto del a?o pasado en Kabul en un ataque por error, otro oprobio que sumar a la ca¨®tica desbandada.
Pero la victoria de Washington sobre Al Qaeda es, adem¨¢s, relativa. Los denodados esfuerzos de Al Zawahiri por mantener la relevancia de la organizaci¨®n han naufragado, pese a atentados espor¨¢dicos, en una regi¨®n en plena transformaci¨®n: de las primaveras ¨¢rabes que arrancaron en 2011 a la actual alianza de Israel con algunos pa¨ªses ¨¢rabes contra Ir¨¢n. Una regi¨®n que Biden intentaba orillar para centrarse en su estrategia de frenar a China, en medio de una creciente tensi¨®n en el estrecho de Taiw¨¢n, y a Rusia. Pese a todo, esta zona del mundo vuelve reiteradamente a su agenda. ¡°Continuaremos realizando operaciones antiterroristas en Afganist¨¢n y m¨¢s all¨¢¡±, record¨® el mandatario el lunes.
Lejos de considerar cerrado el cap¨ªtulo afgano ¡ªaunque el desarrollo de la situaci¨®n en el pa¨ªs centroasi¨¢tico hab¨ªa desaparecido pr¨¢cticamente de los titulares¡ª, la presencia de Al Zawahiri en Kabul embarra de nuevo a la Administraci¨®n de Biden. Una de las condiciones para la retirada militar fue que los talibanes en el poder no brindasen amparo al grupo yihadista, pero el hecho de que Al Zawahiri viviese en la capital, cobijado por miembros de la influyente red Haqqani y, por tanto, con conocimiento de parte de la c¨²pula talib¨¢n, introduce una nueva amenaza a la seguridad de Estados Unidos: Afganist¨¢n como nueva plataforma de lanzamiento de ataques, como ya advirti¨® en septiembre el Pent¨¢gono. Para Al Qaeda, demediada o no en su potencial terrorista, Estados Unidos sigue siendo el enemigo a batir, seg¨²n los ¨²ltimos documentos salidos de la organizaci¨®n.
El probable sucesor como m¨¢ximo responsable de Al Qaeda, el egipcio Saif al Adel, se ha refugiado, seg¨²n algunas informaciones, en Ir¨¢n, lo que a?adir¨ªa al puzle una pieza dif¨ªcil de encajar: la tensa relaci¨®n de Washington con Teher¨¢n, despu¨¦s de que la Casa Blanca haya tirado la toalla en los intentos de reactivar el pacto nuclear. En resumen, el final de Al Zawahiri recuerda, pese al ¨¦xito de la operaci¨®n, cu¨¢n poco ha cambiado la situaci¨®n en 20 a?os, entre el desalojo de los talibanes gracias a la guerra lanzada por George W. Bush y su vuelta al poder en agosto pasado, un c¨ªrculo infernal. Una tesitura que obliga a la Administraci¨®n de Biden a esfuerzos que preferir¨ªa destinar a China y la guerra de Ucrania, en la que pese a su decidido apoyo material, no desea eternizarse. El mundo es hoy m¨¢s seguro sin Al Zawahiri, subray¨® Biden el lunes, pero tambi¨¦n m¨¢s indefenso ante la espiral de consecuencias ¡ªenerg¨¦ticas, de seguridad alimentaria, defensivas¡ª desatada por la invasi¨®n rusa.
Biden hizo una especie de declaraci¨®n de principios en v¨ªsperas del viaje que lo llev¨® a Arabia Saud¨ª e Israel, en la que manifestaba su apuesta por una regi¨®n segura como factor de estabilidad mundial. Pero el nuevo eje China-Rusia-Ir¨¢n, que han reforzado notablemente su cooperaci¨®n gracias a intereses comunes ¡ªel principal, debilitar a Estados Unidos¡ª, no se lo va a poner en absoluto f¨¢cil a Biden. Con o sin el concurso de Al Qaeda.
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