Ayman al Zawahiri, el cerebro en la sombra de Al Qaeda
El lugarteniente de Bin Laden, sin el carisma de su antecesor pero dotado de gran predicamento ideol¨®gico, fue nombrado l¨ªder de la organizaci¨®n en junio de 2011
El presidente Joe Biden est¨¢ en racha, tras meses de dificultades. A los recientes logros dom¨¦sticos (un gran plan ambiental o el desaf¨ªo estrat¨¦gico a China) suma ahora una haza?a con repercusi¨®n internacional: haber librado al mundo del terrorista m¨¢s buscado. Un logro parecido al que en su d¨ªa se apunt¨® otro dem¨®crata, Barack Obama, con la ejecuci¨®n de Osama Bin Laden en Abbottabad (Pakist¨¢n), el 1 de mayo de 2011. El correlato entre los dos correligionarios apunta, simb¨®licamente, al punto final de la organizaci¨®n que el 11 de septiembre de 2001 atent¨® contra el coraz¨®n de Am¨¦rica. La resonancia del final del egipcio Ayman al Zawahiri, de 71 a?os, proporciona a Biden la ¨¦pica que su mandato, hasta hace nada en horas bajas, necesitaba.
¡°Al Zawahiri no es carism¨¢tico. No se involucr¨® en la anterior guerra de Afganist¨¢n [contra los sovi¨¦ticos] y tiene muchos detractores dentro de la organizaci¨®n¡±. Son palabras del consejero de Seguridad estadounidense John Brennan un d¨ªa despu¨¦s de la ca¨ªda de Bin Laden, sobre el considerado n¨²mero dos de Al Qaeda. La sucesi¨®n estaba en el aire y Al Zawahiri, un opaco pero f¨¦rreo dirigente, no parec¨ªa contar con bazas para hacerse con el mando. Pero contra pron¨®stico, y tras un breve interregno del tambi¨¦n egipcio Saif al Adel, este s¨ª veterano combatiente en la guerra afgana contra los sovi¨¦ticos, la c¨²pula de Al Qaeda refut¨® las palabras de Brennan y eligi¨® como nuevo jefe de jefes a Abi Mohamed Ayman al Zawahiri.
Al Zawahiri naci¨® en 1951 en el barrio de Guiza de El Cairo, en el seno de una familia acomodada vinculada a la medicina. Como relata el escritor Lawrence Wright en el apasionante libro La torre elevada: Al Qaeda y los or¨ªgenes del 11-S, el joven sigui¨® la tradici¨®n familiar y ejerci¨® durante los a?os ochenta en una cl¨ªnica del acomodado barrio cairota de Maadi. Al Zawahiri compatibiliz¨® su profesi¨®n con el estudio del islam ¨Dsu abuelo hab¨ªa sido im¨¢n de la prestigiosa mezquita de Al Azhar, foco irradiador del islamismo pol¨ªtico¨D, gracias a la temprana relaci¨®n que estableci¨® con los Hermanos Musulmanes, organizaci¨®n islamista ilegal en Egipto desde 1954.
Porque si Al Qaeda ten¨ªa un marchamo saud¨ª, gracias a la fortuna familiar de Bin Laden y al tir¨®n populista de este, su ADN ideol¨®gico fue enteramente egipcio: la avanzadilla del islamismo radical que pronto se adue?ar¨ªa de parte del Magreb (Argelia, por ejemplo); la aristocracia doctrinal de la nueva yihad. Al Zawahiri pronto asumi¨® el mando de la Yihad Isl¨¢mica, fundada en 1973 y responsable del asesinato de Anuar el Sadat en 1981 por el acuerdo de paz que el mandatario egipcio hab¨ªa firmado con Israel.
La autor¨ªa intelectual del atentado y una estancia en prisi¨®n de tres a?os fueron las mejores cartas de presentaci¨®n ante el iluminado saud¨ª, con quien trab¨® contacto a mediados de los a?os ochenta en Peshawar (Pakist¨¢n). Al Zawahiri se hab¨ªa enrolado en la Media Luna Roja, un repliegue t¨¢ctico, mitad extra?amiento mitad exilio, para huir del acoso de las fuerzas de seguridad en su pa¨ªs, que sojuzgaban al movimiento islamista. Peshawar era la retaguardia de la lucha contra el invasor sovi¨¦tico en Afganist¨¢n ¨Dalentada por EE UU y Arabia Saud¨ª¨D y donde el m¨¦dico se ocupaba de los combatientes heridos. El intercambio entre ambos fue un ejercicio de ¨®smosis: el egipcio se convirti¨® en referente intelectual e ideol¨®gico, insuflando doctrina al saud¨ª, a la saz¨®n l¨ªder de una organizaci¨®n reci¨¦n creada con el nombre de Al Qaeda. En 1988 ambos acuerdan la fusi¨®n de sus grupos y una d¨¦cada despu¨¦s, declaran ¡°la guerra santa contra jud¨ªos y cruzados¡±. Solo tres a?os m¨¢s tarde, sus hombres golpeaban el s¨ªmbolo del poder¨ªo de Occidente: las Torres Gemelas.
Antes, en 1993, un supuesto intento de asesinato de la entonces primera ministra paquistan¨ª, Benazir Bhutto, provoc¨® la expulsi¨®n del pa¨ªs de Al Zawahiri. De all¨ª viaj¨® a Sud¨¢n, donde se hab¨ªa refugiado Bin Laden tras ser privado de su nacionalidad por sus actividades desestabilizadoras, peligrosas incluso para la rigorista corte de Riad. Con la toma del poder por los talibanes afganos, y la retirada de los sovi¨¦ticos, los ¡°ateos comunistas¡± dejaron de ser los enemigos en favor del imp¨ªo Occidente. Desde ?frica, los dos aliados empezaron la cuenta atr¨¢s hacia la tragedia de Nueva York: los atentados contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania, que causaron 150 muertos, y que fueron el primer ejemplo de doble ataque suicida inspirado por Al Zawahiri como modus operandi de la organizaci¨®n. Tras el 11-S, Interpol orden¨® su busca y captura como cabeza de la hidra Al Qaeda. Washington ofreci¨® 25 millones de d¨®lares de recompensa.
Por eso, pese a las reticencias de Brennan, el hombre que fue la mano derecha de Bin Laden lo sustituy¨® al frente de Al Qaeda, esa internacional del terror que enseguida abri¨® franquicias regionales, como la del Magreb ¨¢rabe (AQMI) o los Shabab (muchachos) de Somalia: una manera de multiplicar el radio de acci¨®n con escasa inversi¨®n. Con el tiempo, algunas de estas filiales rebasaron el impacto letal de la matriz.
Entre los m¨¦ritos que le valieron el liderazgo de Al Qaeda, destacan su corresponsabilidad en los atentados del 11-S, la idea de los dobles ataques suicidas que se convirtieron en sello de la organizaci¨®n y un tratado en el que resume su estrategia en ¡°causar el mayor n¨²mero posible de bajas¡± a Estados Unidos. Su odio hacia los norteamericanos se vio incrementado por la muerte de su esposa, un hijo y dos hijas en los bombardeos de represalia sobre Afganist¨¢n a finales de 2001. Desde entonces, y a pesar de permanecer, como Bin Laden, en la clandestinidad, se convirti¨® en el portavoz de Al Qaeda, con una clara misi¨®n: ¡°Luchar contra los infieles que atacan las tierras del islam, con Estados Unidos y su lacayo Israel a la cabeza¡±. La CIA estuvo a punto de acabar con ¨¦l en 2003 y 2004 en las zonas tribales de Pakist¨¢n, antes de que la aparici¨®n del a¨²n m¨¢s sangriento Estado Isl¨¢mico mandara a Al Qaeda al limbo del mal, pero, por una de esas carambolas del destino, la puntilla no ha correspondido a quien declarara en su d¨ªa la ¡°guerra contra el terror¡± de Al Qaeda, el republicano y m¨¢s combativo George W. Bush, sino a un cuitado l¨ªder dem¨®crata necesitado de medallas. Como la que pone a su mandato la ca¨ªda de Al Zawahiri.
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