La visita de Pelosi a Taiw¨¢n desata el malestar en la Casa Blanca por menoscabar meses de esfuerzos diplom¨¢ticos para frenar a Pek¨ªn
La apuesta de Biden por la estabilidad de la regi¨®n del Indo-Pac¨ªfico sale malparada de la gira asi¨¢tica de la dirigente estadounidense
La visita de Nancy Pelosi a Taiw¨¢n ha puesto en una tesitura inc¨®moda a la Casa Blanca. Aunque en Estados Unidos el Ejecutivo y el legislativo comparten una postura de dureza ante Pek¨ªn, el hecho de que la presidenta de la C¨¢mara de Representantes pisara la isla en pleno conflicto de Ucrania, con China en la ¨®rbita de Rusia, ha a?adido una tensi¨®n innecesaria a las tradicionalmente dif¨ªciles relaciones entre Washington y Pek¨ªn. Tambi¨¦n ha obligado al Gobierno a un ejercicio de equidistancia que, sin desautorizar a la veterana dem¨®crata, permita a la Administraci¨®n de Joe Biden salir airosa del trance. Pura ret¨®rica discursiva, con el correspondiente lubricante de la diplomacia, frente a la amenaza militar palpable en el estrecho de Taiw¨¢n, donde el ej¨¦rcito chino celebrar¨¢ maniobras con fuego real a partir de este jueves. Frente a la tibieza de sus compa?eros de partido en la Casa Blanca, Pelosi ha contado con el apoyo entusiasta de muchos republicanos.
¡°Como hemos dicho, la presidenta tiene derecho a visitar Taiw¨¢n, como han hecho otros presidentes de la C¨¢mara antes, sin incidentes, y muchos congresistas durante a?os, este incluido¡±, dijo el mi¨¦rcoles John Kirby, coordinador de comunicaci¨®n estrat¨¦gica del Consejo de Seguridad Nacional. Pero¡ ¡°el viaje fue una decisi¨®n suya, y el Congreso es una rama independiente del Gobierno, como todos ustedes saben¡±, subray¨® el alto funcionario durante la rueda de prensa diaria en la Casa Blanca. Ni el lugar elegido para la declaraci¨®n ni el contenido de la misma eran accesorios.
Garantizar las medidas de seguridad en torno al viaje de Pelosi a la regi¨®n dej¨® enseguida de ser el principal objetivo de la Casa Blanca. La Administraci¨®n Biden se centr¨® enseguida en la reducci¨®n de riesgos. Un s¨ª pero no en cuanto a la oportunidad y la pertinencia del viaje que Kirby explic¨® con multitud de adversativas. ¡°El viaje es totalmente congruente con nuestra tradicional pol¨ªtica de una sola China¡±, como es conocida la doctrina de ambig¨¹edad estrat¨¦gica que excluye apoyar acciones unilaterales por la China nacionalista, pero que a la vez reafirma el apoyo de Washington a su seguridad y defensa. Dicho de otra forma, el reconocimiento diplom¨¢tico del principio rector fundamental de Pek¨ªn de que solo hay un Gobierno chino. Seg¨²n esta doctrina, Estados Unidos reconoce y tiene v¨ªnculos formales con Pek¨ªn, no con la isla de Taiw¨¢n, que China ve como una provincia irredenta a la que espera alg¨²n d¨ªa devolver al redil. Washington ni rechaza ni acepta la reivindicaci¨®n de Pek¨ªn sobre Taiw¨¢n, pero tampoco reconoce la independencia de la isla. Ese dif¨ªcil equilibrio se tambalea ahora por culpa de la acci¨®n de Pelosi, que desoy¨® la advertencia p¨²blica del presidente Biden acerca de que el ej¨¦rcito de Estados Unidos consideraba que la visita ¡°no era una buena idea en este momento¡±.
Inestabilidad en la regi¨®n
La visita tambi¨¦n ha levantado suspicacias en clave regional. Si desde el primer minuto de su mandato Biden apost¨® claramente por una estrategia econ¨®mica y diplom¨¢tica en Asia para contrarrestar a China, reforzando alianzas, la maniobra de Pelosi deja especialmente expuestos a los socios regionales: de Jap¨®n a Australia, pasando por Corea del Sur o las peque?as pero estrat¨¦gicas Islas Salom¨®n. El mensaje de Biden sigue siendo el mismo: pese a la contienda de Ucrania, Washington no se olvida de sus amigos asi¨¢ticos, en una regi¨®n sometida a l¨ªneas de fuerza may¨²sculas, las que marcan China y su tradicional rival, la India. Con un Estado fallido como Sri Lanka, pasto de los intereses de Pek¨ªn y Nueva Delhi, y con Afganist¨¢n reactivado como avispero yihadista, a?adir inestabilidad a la regi¨®n es como jugar con fuego.
En apoyo de Pelosi ha salido la plana mayor del Partido Republicano, con una carta suscrita por el l¨ªder de la minor¨ªa republicana en el Senado, el influyente Mitch McConnell, y otros 25 senadores. Un art¨ªculo de la propia Pelosi, publicado en el diario The Washington Post nada m¨¢s aterrizar en Taip¨¦i, subraya ¡°el compromiso inquebrantable de Estados Unidos con la vibrante democracia de Taiw¨¢n¡±, pero sin ir m¨¢s all¨¢. Kirby remach¨®, por si quedaran dudas al respecto: ¡°Nos oponemos a cualquier cambio unilateral en el statu quo por cualquiera de las partes. No apoyamos la independencia de Taiw¨¢n y esperamos que las diferencias entre uno y otro lado del estrecho se resuelvan pac¨ªficamente¡±. Para que no pareciera una enmienda a la totalidad del viaje, Kirby afe¨® a Pek¨ªn haber hecho de la visita otra crisis o cuando menos ¡°un pretexto para aumentar su agresividad y su actividad militar en el estrecho¡±.
Para alimentar a¨²n m¨¢s el debate, el veterano senador dem¨®crata Bob Menendez, que preside el comit¨¦ de Exteriores de la C¨¢mara alta, ha pedido a la Casa Blanca menos ambig¨¹edad en su apoyo a la isla frente a las amenazas chinas, con el argumento de que Pek¨ªn puede repetir en Taiw¨¢n el escenario provocado por Mosc¨² en Ucrania. Menendez aire¨® su disconformidad ante lo que considera un exceso de tacto por parte de Washington el mi¨¦rcoles en una tribuna en The New York Times.
La pol¨¦mica ha rebasado los l¨ªmites de la Casa Blanca para alimentar un agrio debate. ¡°Completamente imprudente¡±. Estos fueron los t¨¦rminos utilizados por el veterano columnista Thomas Friedman para describir la iniciativa de Pelosi en el mismo diario horas antes de confirmarse la escala en Taip¨¦i. Si Pelosi sigue adelante, escrib¨ªa Friedman, ¡°en contra de los deseos del presidente Biden, har¨¢ algo completamente imprudente, peligroso e irresponsable¡±. La tribuna abundaba en la inoportunidad de la acci¨®n, por a?adir otro frente activo al ya existente de Rusia. ¡°Si creen que los aliados europeos, inmersos en una guerra existencial con Rusia, van a apoyarnos [en un conflicto abierto con Pek¨ªn] est¨¢n interpretando mal el mundo¡±. La ficha que ha movido Pelosi, recuerda Friedman, echa por tierra los meses de continuados esfuerzos diplom¨¢ticos para convencer a Pek¨ªn de que no se alinee con Rusia, con la intervenci¨®n directa incluso del presidente Biden y del consejero de Seguridad Nacional.
En junio, el presidente chino, Xi Jinping, manifest¨® el decidido apoyo de Pek¨ªn al Kremlin en sus reivindicaciones sobre Ucrania. El hecho de que China sea uno de los mayores fabricantes de drones del mundo no es balad¨ª: lo que m¨¢s necesita ahora el ej¨¦rcito ruso, con la guerra estancada en el frente, son precisamente drones. Seg¨²n fuentes de la Administraci¨®n de Biden, la respuesta de China fue garantizar que no prestar¨¢ ayuda militar a Mosc¨².
Ese precario equilibrio entre la contenci¨®n y la intervenci¨®n puede haber saltado por los aires con el viaje de Pelosi a Taiw¨¢n. La anterior visita de un alto cargo estadounidense, la del entonces presidente de la C¨¢mara de Representantes, Newt Gringich, en 1997, se produjo en un momento en que China era m¨¢s d¨¦bil econ¨®mica y militarmente. Pero con una recesi¨®n a las puertas, la econom¨ªa dando se?ales de ralentizaci¨®n y el suministro de energ¨ªa secuestrado en parte por Mosc¨² como respuesta a las sanciones por su invasi¨®n de Ucrania, la coyuntura no se presta a deslices como el de la maniobra de Pelosi. Se trata, adem¨¢s, de una acci¨®n unilateral que retrata a Biden como el jefe contrariado y desautorizado, cortocircuitado casi a la hora de frenar el impulso de su supuesta aliada pol¨ªtica.
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