Brasil comienza la transici¨®n y apaga el temor a una deriva violenta
El equipo de Lula y el Gobierno inician el traspaso de poder como estipula la ley de espaldas a las menguantes protestas que reclaman una intervenci¨®n militar


La primera derrota electoral de su vida ¡ªen tres d¨¦cadas largas de carrera pol¨ªtica¡ª dej¨® a Jair Messias Bolsonaro realmente noqueado. Y a sus seguidores m¨¢s ultras, desconcertados. Perder las elecciones ante Luiz In¨¢cio Lula da Silva, a sus ojos, la encarnaci¨®n del comunismo, la corrupci¨®n y otros males, fue un golpe colosal aunque fuera por s¨®lo 1,8 puntos, dos millones de votos. El prolongado silencio del presidente de Brasil, que tard¨® casi 48 horas en romper y lo hizo con un mensaje brev¨ªsimo muy medido y cr¨ªptico los dej¨® desorientados. Bolsonaro, del que sus fieles adoran que hable claro y directo, sin eufemismos, no gritaba ?fraude! Ni felicitaba al ganador. En un sal¨®n acristalado del Palacio de Alvorada, en Brasilia, habl¨® con orgullo de la fortaleza de la extrema derecha, los valores ultraconservadores y la libertad; dijo que cumplir¨ªa lo establecido en la Constituci¨®n. Y, sin alharacas, autoriz¨® el inicio del traspaso de poderes al equipo de su n¨¦mesis.
Algunos de sus fieles buscaban pistas en los grupos bolsonaristas de Telegram y otras redes sociales. Convencidos de que les hab¨ªan robado la elecci¨®n, quer¨ªan reaccionar, responder a la afrenta, pero ?c¨®mo? Y ah¨ª aparecieron las convocatorias an¨®nimas de protestas ante los cuarteles. El mi¨¦rcoles, aprovechando que era festivo, D¨ªa de Finados, miles y miles de brasile?os se plantaron ante las principales sedes del Ej¨¦rcito, en pareja, en familia o con amigos, en todas las capitales estatales para exigir una intervenci¨®n militar. En S?o Paulo, R¨ªo de Janeiro y Brasilia, estos festivales de selfies y retransmisiones en directo por redes reunieron a decenas de miles de personas. Hab¨ªa algarab¨ªa, como siempre en Brasil, pero cierta tensi¨®n.
Preguntados por el d¨ªa despu¨¦s, las respuestas variaban: organizar nuevas elecciones, unos comicios justos, y de vuelta al cuartel; alguno apostaba por gobiernos militares, como durante la dictadura (1964-1985). En el fragor de la protesta, otros ni hab¨ªan pesando en el d¨ªa despu¨¦s. Mientras, en una peque?a ciudad del sur de Brasil, los manifestantes bolsonaristas cantaban el himno brasile?o brazo en alto, al estilo nazi.
Temerosos de dar alas a los m¨¢s radicales, los medios brasile?os hicieron una cobertura de muy bajo perfil de las multitudes golpistas. Prefirieron centrarse en la otra expresi¨®n de la rabia bolsonarista: las carreteras cortadas por camioneros para entorpecer el suministro de productos esenciales.
Cundi¨® el temor de que la indignaci¨®n con la derrota electoral tomaran un rumbo tan grave y peligroso como el emprendido por el gran ¨ªdolo de Bolsonaro, Donald Trump, cuando hace dos a?os perdi¨® los comicios y alent¨® el asalto violento al Capitolio.
Pero en Brasil el resultado era oficial desde que el domingo por la noche lo proclam¨® el Tribunal Superior Electoral al final de un recuento a prueba de card¨ªacos que solo qued¨® resuelto con el 98% escrutado. Los presidentes de las dos C¨¢maras reconocieron el resultado la misma noche, el principal bar¨®n bolsonarista, el futuro gobernador de S?o Paulo, y el Gobierno de Estados Unidos, entre otros, tambi¨¦n.
Reflejo de que el ambiente es muy distinto del que reinaba en 1964, cuando los uniformados tomaron el poder ante lo que percib¨ªan como la amenaza del comunismo. Entonces, los empresarios, los banqueros, los medios, la calle¡ reclamaban una intervenci¨®n militar. Ahora, como suelen recalcar los representantes del poder econ¨®mico y los analistas, nadie desea ningun tipo de aventura golpista. Quieren encarrilar el pa¨ªs, que tiene problemas acuciantes como el hambre, que afecta al 15% de la poblaci¨®n.
Bolsonaro tiene un largo historial de alentar protestas golpistas. Como presiente ha impulsado la conmemoci¨®n en los cuarteles del golpe de Estado de 1964. Cuando era diputado los retratos de los presidentes-generales de la dictadura presid¨ªan su despacho, los hered¨® su m¨¢s fiel escudera. Y en los ¨²ltimos tiempos profiri¨® proclamas a la altura del drama que tanto gusta a los brasile?os y que impregna la pol¨ªtica local. ¡°Tengo tres alternativas para el futuro, ser preso, la muerte o la victoria, pueden estar seguros de que la primera alternativa, ir preso, ?no existe!¡±, advirti¨® en un acto electoral con l¨ªderes evang¨¦licos en agosto.
Pero, bravatas al margen, la transici¨®n avanza con paso firme, como establece la Constituci¨®n. El equipo liderado por el futuro vicepresidente, Geraldo Alckmin, se reuni¨® este jueves con el Gobierno Bolsonaro en el palacio de Planalto, en Brasilia. Debi¨® ser un instante de enorme satisfacci¨®n para la presidenta del Partido de los Trabajadores, Gleissi Hoffmann, que regresaba al coraz¨®n del poder pol¨ªtico por primera vez desde la traum¨¢tica salida de la presidenta Dilma Rousseff, en 2016.
Esa tarde, Bolsonaro tuvo incluso el gesto de abandonar su residencia, donde ha estado recluido toda la semana, para invitar a Akcmin a pasarse por si despacho. El futuro n¨²mero dos de Lula cont¨® luego que el presidente saliente se comprometi¨® a colaborar para que el traspaso sea fluido; no aclar¨® si lo felicit¨® por la victoria. Algunos medios especulan con que el ultraderechista se ir¨¢ de viaje en A?o Nuevo para evitar colocarle la banda presidencial a Lula (como hizo la argentina Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner para evitar ese instante con su sucesor, Mauricio Macri).

Las siete semanas que restan hasta que Lula selle su resurrecci¨®n pol¨ªtica el pr¨®ximo 1 de enero en la toma de posesi¨®n, en Brasilia, son a¨²n delicadas. Tras una petici¨®n expresa de Bolsonaro, los cortes de carretera casi han desaparecido. Alent¨® las manifestaciones pac¨ªficas, obviando su caracter golpista, pero el jueves ya era laborable y frente al cuartel de S?o Paulo solo quedaban unos cientos.
Pero los golpistas se han plantado este s¨¢bado de nuevo ante las sedes militares. Basta asomarse a los autoproclamados grupos de patriotas en Telegram para encontrar las convocatorias. Incluyen prohibiciones diversas como llevar alcohol, gritar cualquier lema que pueda vincular al presidente Bolsonaro con los presentes o pronunciar siquiera Jair. Los an¨®nimos organizadores tambi¨¦n dan instrucciones para evitar que aquello parezca una romer¨ªa: ¡°No festejes, pide socorro a las Fuerzas Armadas, nada de cornetas ni tambores¡¡±.
Lula confes¨® al final de la campa?a que jam¨¢s imagin¨® el poder de las mentiras que circulan en Internet. El Ej¨¦rcito brasile?o, probablemente tampoco. Debi¨® asistir at¨®nito a la velocidad a la que ganaba seguidores en Instagram desde que Lula gan¨® las elecciones. En un hecho tragic¨®mico que da la medida del impacto (y el peligro) que puede tene una mentira. El Ej¨¦rcito triplic¨® sus seguidores hasta los seis millones al calar la falsedad de que inicir¨ªa la la intervenci¨®n militar, para impedir el regreso de Lula al poder, cuando sumara 20 millones.
Bolsonaro sigue rumiando su enfado y sus hijos est¨¢n llamativamente silenciosos en redes mientras representantes de los rivales se sumergen en la transici¨®n y Lula descansa en la playa. En unos d¨ªas, el presidente electo har¨¢ las maletas. Se va a Egipto, a la cumbre del clima COP 27. Obviamente, no va a negociar nada. Eso compete, por ahora, al Gobierno Bolsonaro. Pero es la ocasi¨®n de decirle al mundo que Brasil y ¨¦l est¨¢n de vuelta. Y, de paso, anunciar¨¢ al pr¨®ximo titular del Ministerio de Medio Ambiente.
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