¡®Qatargate¡¯, la punta del iceberg
Lo m¨¢s probable es que las investigaciones evidencien que otros pa¨ªses han recurrido a las mismas pr¨¢cticas para tratar de preservar sus intereses
El denominado Qatargate ha estallado en el momento m¨¢s inoportuno, precisamente cuando el Mundial de F¨²tbol estaba a punto de clausurarse con un evidente ¨¦xito a nivel organizativo. En las ¨²ltimas semanas parec¨ªa que las aguas del r¨ªo hab¨ªan vuelto a su cauce despu¨¦s de que el emirato fuera objeto de una feroz campa?a medi¨¢tica en la que se denunci¨® la sistem¨¢tica explotaci¨®n laboral de decenas de miles de trabajadores asi¨¢ticos bajo el r¨¦gimen de la kafala (marco de relaci¨®n entre los empleados inmigrantes y las empresas locales).
El descubrimiento de una supuesta trama de corrupci¨®n en el seno del Parlamento Europeo para interceder a favor del emirato viene a empa?ar, a¨²n m¨¢s, la imagen de Qatar, ya enormemente erosionada tras la controvertida concesi¨®n de la organizaci¨®n del Mundial en 2010. En aquel entonces, el que fuera presidente franc¨¦s, Nicolas Sarkozy, fue acusado de haber intercedido a favor de la candidatura catar¨ª a cambio no solo de sustanciosas inversiones del fondo soberano del pa¨ªs ¨¢rabe en empresas francesas y de un contrato multimillonario de venta de armamento al emirato, sino tambi¨¦n de la financiaci¨®n de su fallida campa?a ante Fran?ois Hollande en 2012.
En los ¨²ltimos 25 a?os, este peque?o pa¨ªs del Golfo ha adquirido un desproporcionado protagonismo internacional que no corresponde ni a su tama?o ni a su peso demogr¨¢fico. Dos factores explican esta aparente anomal¨ªa. De una parte, sus importantes recursos energ¨¦ticos, ya que posee el tercer mayor yacimiento de gas del mundo (tras los de Rusia e Ir¨¢n) y es, adem¨¢s, el primer exportador de gas natural licuado, lo que le ha permitido realizar importantes inversiones tanto en el mundo occidental como en el continente asi¨¢tico a trav¨¦s de su fondo soberano. De otra parte, una pol¨ªtica exterior hiperactiva que apuesta por el soft power o poder blando para tratar de ganar peso en el mundo ¨¢rabe y proyectarse como una potencia a escala internacional. La promoci¨®n de la diplomacia p¨²blica, la financiaci¨®n de Al Jazeera o la organizaci¨®n de grandes eventos deportivos y culturales son algunas de sus se?as de identidad.
La Primavera ?rabe supuso un punto de inflexi¨®n en las relaciones con sus vecinos. A partir de entonces, Qatar adopt¨® una pol¨ªtica mucho m¨¢s intervencionista y apost¨® sin ambages por la Hermandad Musulmana, la fuerza m¨¢s beneficiada por la ca¨ªda de los dirigentes autoritarios en T¨²nez, Libia y Egipto. Al servicio de las movilizaciones populares puso a la influyente cadena Al Jazeera, que difundi¨® hasta la saciedad los lemas coreados por la calle ¨¢rabe: ¡°Pan, libertad y justicia social¡±. Este creciente activismo no tard¨® en pasarle factura, ya que Arabia Saud¨ª, Emiratos ?rabes Unidos y Bahr¨¦in impusieron, en junio de 2017, un bloqueo por tierra, mar y aire con el prop¨®sito de doblegar a su d¨ªscolo vecino y hacerle renunciar a su ambiciosa pol¨ªtica exterior. Si bien es cierto que la derrota electoral de Donald Trump, un estrecho aliado del bloque contrarrevolucionario ¨¢rabe, aceler¨® la normalizaci¨®n de relaciones con Qatar, tambi¨¦n lo es que la mayor parte de las diferencias entre los miembros del Consejo de Cooperaci¨®n del Golfo no han llegado a resolverse.
Aunque todav¨ªa desconocemos m¨¢s de lo que sabemos sobre el Qatargate, parece claro que el emirato tendr¨¢ que asumir un elevado coste reputacional por sus intentos de influir en las decisiones del Parlamento Europeo sobre la vulneraci¨®n de los derechos humanos en el interior del pa¨ªs. Este nuevo esc¨¢ndalo vuelve a sembrar las dudas sobre los controvertidos m¨¦todos empleados por Qatar para ganar respaldos internacionales y silenciar a las voces cr¨ªticas. Lo m¨¢s probable es que las investigaciones evidencien que estamos solo ante la punta del iceberg y que otros pa¨ªses de la regi¨®n hayan recurrido a las mismas pr¨¢cticas para tratar de preservar sus intereses.
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