Molenbeek intenta pasar la p¨¢gina yihadista
El juicio por los atentados de Bruselas en 2016 vuelve a poner el foco en el barrio donde crecieron algunos de los terroristas
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
El antiguo caf¨¦ de recuerdos siniestros se ha transformado en una alegre sala de trabajo de paredes azul intenso y amarillo, una gran pizarra donde a¨²n se atisba la ¨²ltima lecci¨®n de gram¨¢tica y carteles en las ventanas ovaladas ¡ªesas s¨ª que no han cambiado¡ª invitando a diversas actividades para ni?os y padres. Resulta dif¨ªcil vincular este local asociativo en la calle B¨¦guines, en el barrio bruselense de Molenbeek, con el bar que regentaron ah¨ª mismo los hermanos Brahim y Salah Abdeslam. Aquello fue antes de lanzarse a una mort¨ªfera carrera yihadista que llevar¨ªa al primero a inmolarse en los atentados de Par¨ªs en noviembre de 2015, que causaron 130 muertos. El segundo, tras arrepentirse en el ¨²ltimo momento y emprender la huida, fue detenido justo antes de un nuevo ataque suicida de la c¨¦lula extremista a la que pertenec¨ªa, en Bruselas, el 22 de marzo de 2016, que dej¨® 32 v¨ªctimas mortales.
El Collectif des B¨¦guines, que abri¨® sus puertas dos a?os despu¨¦s y acaba de darse una nueva mano de pintura, naci¨® con el objetivo de recuperar para el barrio ese lugar de pesadilla. Entre estas paredes donde ahora ni?os de primaria repasan la lecci¨®n con sus padres, los hermanos Abdeslam y muchos otros de los que se han sentado en el banquillo de acusados de Par¨ªs y desde este mes lo hacen en el megaproceso de Bruselas, pasaron horas viendo v¨ªdeos del Estado Isl¨¢mico (ISIS, por sus siglas en ingl¨¦s).
Entre caf¨¦s y alg¨²n que otro porro ¡ªvarios ten¨ªan antecedentes por menudeo de drogas¡ª, los hermanos Abdeslam y otros como su vecino Mohamed Abrini ¡ªel ¡°hombre del sombrero¡±, el tercer terrorista del atentado del aeropuerto de Bruselas, que tambi¨¦n est¨¢ siendo juzgado, como Salah Abdeslam¡ª ve¨ªan en bucle desde la brutal decapitaci¨®n del periodista estadounidense James Foley, a c¨®mo se quemaba vivo a un piloto jordano. Pero como recuerda Emmanuel Carr¨¨re en el libro en el que ha comprimido sus cr¨®nicas del proceso de Par¨ªs, V-13, ¡°su v¨ªdeo preferido, porque conocen al protagonista¡±, era otro: aquel en el que se ve a Abdelhamid Abaaoud, otro amigo de la infancia de Molenbeek, arrastrando con su todoterreno varios cad¨¢veres por el desierto sirio. Considerado el cerebro de los atentados del 13-N en Par¨ªs, Abaaoud fue abatido unos d¨ªas despu¨¦s por la polic¨ªa francesa a las afueras de Par¨ªs.
No ha sido f¨¢cil borrar la imagen yihadista del local, reconoce Meriem Bouhajra, una marroqu¨ª que se mud¨® con dos de sus tres hijos desde la Costa Brava a Molenbeek justo cuando se produjeron los atentados y ahora da cursos en la asociaci¨®n. ¡°Es como si estuviera maldito, para la gente del barrio fue un shock saber que los terroristas estuvieron aqu¨ª, ten¨ªan miedo de entrar¡±, explica esta coordinadora de Acci¨®n y Di¨¢logo, una agrupaci¨®n que busca favorecer el di¨¢logo intergeneracional y cultural.
Al igual que el resto de esta zona de Bruselas (se las conoce como comunas), que vive a menudo de espaldas a la capital europea, los vecinos de la calle B¨¦guines llevan a?os intentando superar y pasar p¨¢gina del estigma de vivero de yihadistas que pesa sobre ellos. Porque, proporcionalmente a su poblaci¨®n, B¨¦lgica es uno de los pa¨ªses europeos desde donde m¨¢s j¨®venes partieron para unirse al Estado Isl¨¢mico o, al menos, lo intentaron: m¨¢s de 600. De ellos, casi un centenar proced¨ªa de Molenbeek.
El comienzo del juicio por los atentados de Bruselas ha vuelto a poner el foco sobre esta comunidad de casi 98.000 habitantes, algo que exaspera a muchos vecinos, que se sienten responsabilizados por un acto terrorista del que, subrayan, tambi¨¦n ellos fueron v¨ªctimas. ¡°Buscaban un culpable y lo encontraron en Molenbeek, no nos merecemos esto¡±, lamenta Lola, una albanesa tambi¨¦n muy activa en asociaciones que lleva 21 a?os viviendo en el barrio.
¡°Los habitantes de Molenbeek han sufrido mucho por la mala imagen que se ha transmitido de ellos. Es triste y agotador ser siempre estigmatizados¡±, coincide Noura Amer, coordinadora de la Casa de las Mujeres de Molenbeek, otra asociaci¨®n que busca la emancipaci¨®n e integraci¨®n de las mujeres de esta comuna de mayor¨ªa de origen migrante, sobre todo marroqu¨ª. ¡°A fuerza de poner el foco en eventos como los atentados, se acaba asociando a toda una comunidad con ese terror, es lamentable¡±, insiste Amer, para quien Molenbeek ¡°es una comuna como las otras¡±, pero con ¡°problemas socioecon¨®micos, que es lo que hay que tratar: ver c¨®mo se puede ayudar a la gente a mejorar su situaci¨®n econ¨®mica, el nivel de sus escuelas¡±.
Jos¨¦ Luis Pe?afuerte llevaba varios meses rodando un documental sobre la radicalizaci¨®n de Molenbeek justo cuando se produjeron los atentados de Bruselas. Vio el antes, el durante y el despu¨¦s de esta casi ciudad que es el segundo municipio m¨¢s pobre de B¨¦lgica, uno de los m¨¢s densamente poblados y tiene tasas de fracaso escolar y desempleo mayores que la media, sobre todo entre los j¨®venes, condenando a muchos a la marginalidad y al tr¨¢fico de droga. Problemas que no son los ¨²nicos responsables pero que constituyen, coinciden los expertos, un caldo de cultivo para una radicalizaci¨®n de los j¨®venes que, en casos extremos, acaba en yihadismo. O, en otros casos menos extremos, pero tambi¨¦n preocupantes, conduce a una rabia que estalla en ocasiones como el Mundial de Qatar, cuando Marruecos gan¨® a B¨¦lgica y se produjeron fuertes disturbios.
Integraci¨®n fallida
¡°Aunque el yihadismo est¨¦ m¨¢s controlado, hay un problema que a¨²n no se ha resuelto, el de la radicalidad en el esp¨ªritu de muchos j¨®venes por cuestiones identitarias, una integraci¨®n fallida, crisis econ¨®mica, drogas¡¡±, analiza el documentalista hispanobelga. ¡°El problema es sobre todo la falta de perspectivas unido a una identidad no definida en una comunidad donde la presi¨®n social, religiosa, es muy fuerte¡±.
En esto, B¨¦lgica no est¨¢ aislado. ¡°El fen¨®meno yihadista en Europa se inscribe en un contexto de precariedad, de separaci¨®n territorial, de discriminaciones y de angustia existencial de una generaci¨®n en busca de referentes¡±, advert¨ªan en 2021 en este diario los expertos franceses Hakim el Karoui y Benjamin Hoday¨¦, que investigaron los casos de 1.460 yihadistas de Francia, Reino Unido, Alemania y B¨¦lgica en su libro Los militantes de la yihad. Retrato de una generaci¨®n atra¨ªda por el extremismo islamista. A ello se une que B¨¦lgica tiene, apunta Pe?afuerte, ¡°un gran problema de ascensor social¡±.
?C¨®mo salir del c¨ªrculo vicioso de marginalidad, fracaso escolar, precariedad social y radicalizaci¨®n? ¡°Educaci¨®n, educaci¨®n, educaci¨®n¡±, replica Pe?afuerte. Un mantra que tambi¨¦n esgrimen en las asociaciones que tratan de suplir las carencias en Molenbeek.
Lo intentan, cada d¨ªa, las trabajadoras de la Casa de Mujeres que lleva Amer, y a cuyos cursos de franc¨¦s, de costura o de violencia machista acuden tambi¨¦n madres de yihadistas; tambi¨¦n lo hacen las asociaciones que trabajan en el antiguo caf¨¦ de los Abdeslam, donde se centra el foco no solo en el apoyo escolar, sino a que este sea propiciado por los padres, ya que los problemas de desarraigo, fracaso escolar y violencia tienen, demasiado a menudo, su origen en casa. Conf¨ªan en que, con un trabajo en los barrios, mano a mano con las familias de donde surgen los radicalizados, pueden al menos dar ¡°algunas herramientas¡± a estas familias para identificar las ¡°se?ales de violencia, rabia y hasta radicalizaci¨®n¡± en los j¨®venes, se?ala Bouhajra. Aunque, como se ha visto tanto en B¨¦lgica como en Francia y otros pa¨ªses con problemas de radicalizaci¨®n, a¨²n no se ha encontrado una receta de ¨¦xito.
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