Israel aprende una tr¨¢gica lecci¨®n
Netanyahu pretende modificar por completo el ADN del pa¨ªs, pero este cataclismo empuja a cientos de miles de ciudadanos a descubrir que pueden confesar su amor por Israel basado en un civismo reflexivo y maduro
Israel se encuentra en una de las crisis m¨¢s graves de su historia. Incluso los peligros que afront¨® el pa¨ªs despu¨¦s del asesinato del primer ministro Isaac Rabin eran menos tangibles: en noviembre de 1995 estaba claro que se iba a nombrar un nuevo primer ministro en una transici¨®n legal y ordenada. La situaci¨®n es hoy muy distinta. Tres de los miembros m¨¢s extremistas y nacionalistas del Parlamento israel¨ª ¡ªel ministro de Justicia, Yariv Levin, el presidente de la Comisi¨®n de Constituci¨®n, Derecho y Justicia, Simcha Rothman, y Benjam¨ªn Netanyahu, el casi omnipotente primer ministro¡ª est¨¢n usando todo su poder y toda su falta de escr¨²pulos para crear un nuevo sistema legal que sustituya al actual, que, seg¨²n ellos es discriminatorio para ellos y no representa su concepci¨®n del mundo ni sus valores.
Legalmente, tienen derecho a hacerlo. En las ¨²ltimas elecciones celebradas en Israel, el pasado mes de noviembre, los partidos que ahora forman la coalici¨®n gobernante vencieron con cuatro diputados de ventaja, de los 120 que tiene la Knesset. Pero est¨¢n utilizando un procedimiento precipitado y beligerante que no tiene precedentes en Israel. Lo que pretenden no es solo aprobar una serie de cambios en el sistema vigente, sino modificar por completo el ADN del pa¨ªs.
A la hora de la verdad, si los promotores de esta supuesta reforma judicial consiguen completar su proceso legislativo, revocar¨ªan el Estado de derecho en Israel. El poder judicial estar¨ªa subordinado a la Knesset y al gobierno y ser¨ªan los pol¨ªticos quienes nombrasen a los nuevos jueces. Es decir, los ciudadanos de Israel dejar¨ªan de tener garantizada la protecci¨®n legal frente a las arbitrariedades del r¨¦gimen. Si se culmina el proceso, Israel dejar¨¢ de ser una democracia y quedar¨¢ sometido a un r¨¦gimen que, en determinadas circunstancias, podr¨ªa degenerar hasta convertirse en una dictadura.
Netanyahu est¨¢ envuelto en un proceso judicial, acusado de soborno, fraude y abuso de confianza. Ha demostrado tener la voluntad y la capacidad de hacer lo que sea para cambiar todo el sistema legal con el objetivo de no ir a la c¨¢rcel. Para ello se ha aliado con los elementos m¨¢s mesi¨¢nicos, matonescos y, en algunos casos, repugnantes de la sociedad israel¨ª y ha entregado a sus representantes carteras gubernamentales important¨ªsimas y muy delicadas. ?Tiene este hombre alg¨²n l¨ªmite?
Netanyahu afirma que su victoria en las ¨²ltimas elecciones ¡ªque gan¨® por un margen de 30.000 votos¡ª le autoriza a promulgar lo que ¨¦l llama ¡°la reforma¡±. Pero los ciudadanos israel¨ªes no votaron para dar v¨ªa libre a unas medidas tan dr¨¢sticas. En la pr¨¢ctica, los cambios sometidos en estos momentos a los tr¨¢mites del proceso legislativo significar¨ªan que el primer ministro ¡ªen este caso, Netanyahu¡ª tendr¨ªa potestad para tomar las decisiones que le parecieran oportunas, sin pensar en los deseos, los principios ni el bienestar de la mitad de la naci¨®n.
Todos los israel¨ªes pertenecemos a una u otra minor¨ªa. Todos podemos ser v¨ªctimas de abusos en virtud de una u otra ley, objeto de discriminaci¨®n institucionalizada por nuestro sexo, raza, religi¨®n, nacionalidad o preferencia sexual. Y ese es uno de los motivos por los que cientos de miles de israel¨ªes salen a la calle cada semana para protestar contra este golpe apresurado. Exigen que se interrumpa de inmediato la tramitaci¨®n de estas leyes antidemocr¨¢ticas y que haya unas negociaciones serias y justas sobre las atribuciones futuras del sistema judicial de Israel. Todo el Estado est¨¢ atrapado en este caos en el que reinan el miedo y la preocupaci¨®n.
Bastar¨ªa una sola bala para que el drama se trasladase a un espacio completamente distinto, en el que los miembros de ambos bandos se tomasen la justicia ¡ªo, mejor dicho, la anarqu¨ªa¡ª por su mano y acab¨¢ramos en una realidad mucho m¨¢s aterradora que la que estamos viviendo. Pero, incluso aunque no se haga realidad esa pesadilla, Israel est¨¢ aprendiendo una tr¨¢gica lecci¨®n sobre s¨ª mismo.
?Por d¨®nde empezar? Quiz¨¢ por el asombro que produce ver con qu¨¦ rapidez ha perdido la mayor¨ªa de los israel¨ªes su sensaci¨®n de poder y seguridad existencial, un sentimiento que parec¨ªa tan s¨®lido que ca¨ªa en la arrogancia y que ahora se ha deshecho por el miedo a que su hogar nacional ¡ªy tal vez, cualquier d¨ªa de estos, su hogar familiar¡ª arda en llamas.
Los estudios de radio y televisi¨®n se llenan de expertos que profetizan una guerra civil. Los derechistas atacan a los manifestantes a pu?etazos, con gases lacrim¨®genos e incluso granadas cegadoras. Ha habido intentos de atropellar a los que protestan. Se oye hablar de ¡°la sangre en las calles¡± y ¡°la destrucci¨®n del Tercer Templo¡±, con ecos desgarradores de unos recuerdos hist¨®ricos traum¨¢ticos.
?Puede alguien de fuera comprender el vertiginoso cambio que supone pasar de sentir un poder inmenso a la fragilidad y la ansiedad que se han apoderado de repente de toda una naci¨®n? Sin entender este mecanismo de la psique nacional, no estoy seguro de que sea posible descifrar ¡°lo israel¨ª¡± Y quiz¨¢ el rasgo m¨¢s importante del car¨¢cter israel¨ª actual sea el desmoronamiento de una ilusi¨®n que todos los dirigentes anteriores cultivaron con todas sus fuerzas: la ilusi¨®n de nuestra milagrosa unidad nacional, esa idea por la que se supone que debemos luchar de todo coraz¨®n. Ahora que las grietas de nuestra sociedad han quedado al descubierto, tambi¨¦n se ven lo fr¨¢gil y falsa que fue siempre esa supuesta unidad y la hostilidad existente entre los distintos grupos y sus creencias.
Porque ?c¨®mo puede haber aut¨¦ntica unidad entre unas facciones cuando cada una considera a la otra una verdadera amenaza para su existencia? ?C¨®mo puede haber unidad si no hemos emprendido en serio la tarea nacional y c¨ªvica de lidiar con la furia, la hostilidad y los agravios, tan enraizados que la idea de dividir el pa¨ªs en el ¡°Israel¡± y la ¡°Judea¡± de los tiempos b¨ªblicos empieza a parecer digna de consideraci¨®n?
?C¨®mo puede haber unidad, por ejemplo, entre los cientos de miles de colonos que se han apoderado de grandes porciones de las tierras ocupadas en Cisjordania, unas tierras que consideran suyas porque se las otorg¨® la propia Biblia, y los dem¨¢s israel¨ªes que creen que los colonos son el principal obst¨¢culo para un acuerdo de paz entre Israel y los palestinos, es decir, que piensan que los colonos constituyen la mayor amenaza para el futuro de sus hijos?
?Y qu¨¦ decir del mill¨®n largo de jud¨ªos ultraortodoxos que se niegan a enviar a sus hijos al servicio militar porque, seg¨²n su fe, rezar y estudiar la Tor¨¢ es lo que garantiza la existencia eterna del pueblo jud¨ªo? ?C¨®mo puede haber unidad, o al menos una relaci¨®n razonable, entre ellos y los ciudadanos cuyos hijos e hijas est¨¢n obligados por ley a servir en el ej¨¦rcito periodos de hasta tres a?os y, en algunos casos, sacrifican su vida por el pa¨ªs?
Durante muchos a?os, desde que se cre¨® el Estado de Israel, la mayor¨ªa de los israel¨ªes ha aceptado este retorcido acuerdo por el que la religi¨®n envuelve la pol¨ªtica como la hiedra, se alimenta de ella y dicta a todos los dem¨¢s una forma de vida que les es ajena. ?Estamos dando ahora los primeros pasos perceptivos hacia una separaci¨®n de la religi¨®n y el Estado?
Hay otros problemas, otras ¨¢reas infectadas ¡ªcomo el estatus de los ciudadanos ¨¢rabes de Israel¡ª que no se han resuelto en los 75 a?os de existencia del Estado y se mantienen en un equilibrio imposible y casi milagroso. Tras la onda expansiva de hostilidad y odio rec¨ªproco que ha provocado el Gobierno actual, es muy posible que estas cuestiones exijan respuestas reales y obliguen a crear un nuevo orden, la revisi¨®n del contrato entre las distintas tribus israel¨ªes y entre cada una de ellas y su Estado.
Y hemos tocado la ocupaci¨®n muy por encima. Los l¨ªderes del movimiento de protesta han sido prudentes y han decidido suspender, al menos por ahora, el debate m¨¢s crucial que divide a la sociedad israel¨ª desde hace 55 a?os, desde que Israel ocup¨® Cisjordania y la Franja de Gaza. Incluso yo, que llevo m¨¢s de cuatro d¨¦cadas luchando contra ella, reconozco ¡ªaunque con tristeza¡ª que un debate p¨²blico sobre la ocupaci¨®n en estos momentos desmantelar¨ªa y dividir¨ªa el movimiento de protesta y alejar¨ªa a amplios sectores de la poblaci¨®n. Los israel¨ªes, en su mayor¨ªa, no son hoy capaces de reflexionar con claridad sobre la ocupaci¨®n. Todav¨ªa no. Pero me consuela un poco pensar que es posible que unas cuestiones pol¨ªticas y sociales que llevan a?os estancadas, como aguas pantanosas, empiecen ahora a moverse. Y quiz¨¢ la perspectiva de reiniciar el debate sobre la ocupaci¨®n lo haga reaparecer de una forma nueva, creativa y m¨¢s audaz, que empiece a surtir efecto en la conciencia de la gente.
Las placas tect¨®nicas se est¨¢n desplazando bajo nuestros pies. Imagino que las personas que est¨¢n intentando secuestrar el pa¨ªs, que tienen la osad¨ªa de reescribir el sistema jur¨ªdico israel¨ª, no esperaban una resistencia tan generalizada y entusiasta. Los propios manifestantes, los que se oponen a la supuesta reforma, parecen estar sorprendidos de las espitas de fervor, pasi¨®n y coraje que han abierto. Cientos de empresas y organizaciones, personas entre las que hay funcionarios actuales y antiguos del Shin Bet y el Mossad, directivos de empresas tecnol¨®gicas, pilotos de El Al y muchas entidades p¨²blicas y privadas se incorporan cada d¨ªa a las filas de los manifestantes. Miles de reservistas, que constituyen la columna vertebral del ej¨¦rcito, han anunciado que no se van a presentar a filas cuando les toque. Incluso los ancianos que viven en residencias est¨¢n saliendo a la calle en silla de ruedas, para protestar contra lo que consideran la destrucci¨®n del Estado por el que lucharon.
Durante a?os, a muchos de estos activistas ¡ªsobre todo a los m¨¢s j¨®venes¡ª se los ha acusado de ser ego¨ªstas, c¨ªnicos, malcriados, de no tener ra¨ªces ni sentido de pertenencia a su pa¨ªs. Y del peor pecado posible en Israel: de ser antipatriotas. Pero entonces lleg¨® este cataclismo que, para asombro de todos, ha empujado a cientos de miles de israel¨ªes a descubrir nuevas y viejas reservas de identidad, valores y pertenencia e incluso a confesar su amor a Israel, un sentimiento que antes se consideraba de mal gusto en seg¨²n qu¨¦ c¨ªrculos.
Personas que han pasado d¨¦cadas sin ondear la estrella de David azul y blanca que forma la bandera de Israel ahora la enarbolan en las manifestaciones, con cierta torpeza, pero con el orgullo de reivindicar algo de lo que se ha apropiado la derecha. Muchos israel¨ªes han descubierto de repente que se puede amar a nuestro pa¨ªs, no con un amor sentimental y cursi ni con una idolatr¨ªa fascista, sino con una l¨²cida devoci¨®n nacida del deseo de convertirlo en nuestro hogar y de un genuino deseo de vivir en paz con nuestros vecinos. Esta nueva emoci¨®n se basa en un civismo reflexivo y maduro y una comprensi¨®n a¨²n mucho m¨¢s profunda del esp¨ªritu de la democracia, el liberalismo, la igualdad y la libertad.
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