El asalto de Ham¨¢s a Israel, desde dentro de un kibutz: ¡°Vamos a morir aqu¨ª¡±
Un relato de primera mano sobre la tragedia y el hero¨ªsmo durante la mayor matanza de las ¨²ltimas d¨¦cadas en el pa¨ªs
Cuando escuch¨¦ por primera vez que estaban masacrando a civiles israel¨ªes en la frontera del pa¨ªs con Gaza, pens¨¦ en mi amigo Amir Tibon. Amir es un periodista de talento excepcional que domina el hebreo, el ¨¢rabe y el ingl¨¦s, y que ha dedicado su vida y sus conocimientos a la cobertura humanista de lo que a menudo puede ser una regi¨®n deshumanizadora. Entre sus trabajos destacan un reportaje premiado sobre los esfuerzos para lograr una soluci¨®n de dos Estados y una biograf¨ªa del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas.
El domingo yo no sab¨ªa si estaba vivo o muerto.
Eso es porque Tibon vive en Nahal Oz, una peque?a comunidad fronteriza con Gaza que no est¨¢ protegida por la C¨²pula de Hierro, el escudo antimisiles. El s¨¢bado fue atacada con morteros desde el aire e invadida en tierra por terroristas de Ham¨¢s. Durante su incursi¨®n en Israel, estos asesinaron a m¨¢s de 900 israel¨ªes, y humillaron o secuestraron a m¨¢s, la mayor¨ªa civiles. El n¨²mero de muertos sigue aumentando.
Tibon y su familia sobrevivieron a la matanza indiscriminada, pero solo despu¨¦s de pasar por una experiencia terrible. Esta noche, justo antes de que acostara a sus dos hijas peque?as, hemos hablado de lo sucedido, de c¨®mo se salv¨®, de por qu¨¦ cree que Israel ha llegado hasta este punto y de lo que le gustar¨ªa ver por parte de la comunidad internacional en los pr¨®ximos d¨ªas. Nuestra conversaci¨®n ha sido editada y condensada para mayor claridad.
¡°Estoy preocupado por mi pa¨ªs¡±
Yair Rosenberg. ?C¨®mo es su vida en este momento?
Amir Tibon. Me alegro de estar vivo. Me alegro de que mi familia est¨¦ viva. Estoy en casa de mis parientes. Estoy muy preocupado por mis amigos y vecinos heridos o secuestrados en Gaza. Y estoy preocupado por mi pa¨ªs.
Y.R. Como jud¨ªo practicante, no utilizo aparatos electr¨®nicos ni accedo a internet en las festividades jud¨ªas ni durante el Sabbat, as¨ª que cuando me conect¨¦ despu¨¦s de dos d¨ªas, usted ya hab¨ªa publicado que estaba a salvo y compartido la desgarradora historia de la experiencia que tuvieron usted y su familia. ?Puede hablarnos de lo que han vivido?
A.T. Me alegro de que se perdiera los acontecimientos mientras suced¨ªan, porque fue un d¨ªa nefasto, realmente el peor d¨ªa en la historia del Estado de Israel. Era s¨¢bado, 7 de octubre. Est¨¢bamos en la cama, durmiendo. Vivo con mi mujer y mis dos hijas peque?as en el kibutz Nahal Oz. Es una comunidad peque?a, de 500 personas, situada directamente en la frontera de Israel con Gaza. Un lugar precioso, gente muy valiente y que resiste mucho, con un fuerte sentido de la comunidad y del compa?erismo. Pero era s¨¢bado, eran las seis de la ma?ana, y o¨ªmos un sonido al que estamos habituados: el sonido de un mortero a punto de explotar. Es como un silbido.
Mi mujer, Miri, me empuj¨® enseguida. Corrimos desde nuestro dormitorio a lo que llamamos la habitaci¨®n segura. En todas las casas de nuestra comunidad y de otras comunidades a lo largo de la frontera con Gaza, hay una habitaci¨®n construida con hormig¨®n muy resistente que puede soportar el impacto directo de un mortero o un cohete. Y ah¨ª es donde la mayor¨ªa de las familias ponen a dormir a los ni?os todas las noches. As¨ª que corrimos a la habitaci¨®n blindada donde estaban nuestras dos hijas: Galia tiene tres a?os y medio; Carmel, un a?o y medio.
??? ???? ???? ????? ?? ????? ??? ???, ?????? ????? ????? ????? ???? ???? ????? ????????: ????? ??? ?????. pic.twitter.com/FSOafBPFly
— Amir Tibon ???? ????? (@amirtibon) September 15, 2023
No saben que est¨¢ pasando algo. Cerramos la puerta y esperamos. Es algo a lo que estamos acostumbrados. Cuando vives en la frontera con Gaza, ataques como este ocurren de vez en cuando. A veces esperas una hora, haces las maletas mientras tanto y, cuando hay una pausa de unos minutos, metes a tus hijos en el coche y te alejas de la frontera hacia un lugar m¨¢s seguro.
Pero esta vez, mientras hac¨ªamos las maletas, o¨ª el ruido m¨¢s escalofriante que he o¨ªdo en mi vida. Tiroteos con armas autom¨¢ticas a lo lejos. Primero o¨ª los disparos en los campos. Pero luego los o¨ªa en la carretera, luego en el barrio, y luego al otro lado de mi ventana. Estaba en la habitaci¨®n con mi mujer, y o¨ªa los disparos directamente fuera de mi ventana, y tambi¨¦n gritos. Entiendo el ¨¢rabe. Comprend¨ª exactamente lo que estaba pasando: que Ham¨¢s se hab¨ªa infiltrado en nuestro kibutz, que hab¨ªa terroristas junto a mi ventana, y que yo estaba encerrado en mi casa y dentro de mi habitaci¨®n blindada con dos ni?as peque?as, y no sab¨ªa si alguien iba a venir a salvarnos.
As¨ª es como empez¨®.
Y.R. Una cosa para que la gente lo entienda: Nahal Oz est¨¢ muy, muy cerca de la frontera de Gaza. Y por eso ustedes no tienen algo como la C¨²pula de Hierro y por eso se refugian en la habitaci¨®n blindada.
A.T. S¨ª, estamos tan cerca que la C¨²pula de Hierro, que es un invento incre¨ªble que protege grandes partes de Israel de los ataques con misiles, no tiene sentido en nuestra zona.
Pero le dir¨¦ una cosa. En cierto modo, el hecho de que dispararan los morteros contra nuestra comunidad antes de atravesar la frontera salv¨® la vida de muchas personas, porque hizo que la gente corriera a refugiarse en la habitaci¨®n blindada. Y esta habitaci¨®n, si la cierras bien, es muy dif¨ªcil de abrir desde fuera. Mucha gente permaneci¨® atrincherada en esas habitaciones seguras durante horas y, algunos, un d¨ªa entero. En muchos casos, los terroristas intentaron entrar, pero no pudieron.
Lo que nos ocurri¨® a nosotros es que est¨¢bamos sentados all¨ª en la oscuridad. Pocos minutos despu¨¦s de entrar y o¨ªr los disparos, se cort¨® la luz. No ten¨ªamos comida. Ten¨ªamos un poco de agua. Y les dijimos a nuestras hijas: ¡°Ten¨¦is que estar calladitas ahora. Ten¨¦is que estar completamente calladas. Ni una palabra. No pod¨¦is llorar. No pod¨¦is hablar. Es peligroso.¡± Y mis hijas se portaron como unas aut¨¦nticas hero¨ªnas. Esperaron en silencio en la oscuridad durante 10 horas, y no lloraron. Lo entendieron. Tal vez no sea la palabra correcta, pero percibieron que habl¨¢bamos en serio. As¨ª que estuvimos con ellas a oscuras, y estuvieron completamente calladas.
Al principio, segu¨ªamos teniendo cobertura. Al cabo de un rato, dej¨® de haber. Les envi¨¦ un mensaje de texto a mis padres: ¡°Hay terroristas afuera¡±. En realidad, pens¨¢bamos que estaban dentro de casa, porque estaban disparando munici¨®n real contra nuestra casa, y lo o¨ªamos como si estuvieran dentro. Y miramos el grupo de mensajes que tenemos los vecinos, y todo el mundo dec¨ªa que hab¨ªa terroristas fuera o dentro de su casa.
Llam¨¦ a un compa?ero y amigo, Amos Harel, un corresponsal de Haaretz experto en asuntos militares. Le dije: ¡°Amos, hay terroristas fuera de mi casa, puede que incluso dentro¡±. Y lo que Amos me respondi¨® fue lo m¨¢s aterrador que he o¨ªdo jam¨¢s. Me dijo: ¡°S¨ª, lo s¨¦, pero no es solo en tu kibutz; no es solo en Nahal Oz. Est¨¢n en todo el sur de Israel. Est¨¢n por todas partes. En ciudades, pueblos, kibutz y aldeas. Miles de combatientes armados de Ham¨¢s se han infiltrado en el pa¨ªs. Han tomado bases militares¡±. Eso me asust¨®, porque ca¨ª en la cuenta de que si esa era la situaci¨®n, los militares tardar¨ªan mucho tiempo en venir a plantar cara a esos terroristas y salvarnos.
Y.R. ?Podr¨ªa hablarnos de c¨®mo hemos llegado hasta este punto?
A.T. S¨ª, me gustar¨ªa decir algo sobre este fracaso del ej¨¦rcito y del Gobierno. Miri y yo nos mudamos a esta comunidad en 2014, inmediatamente despu¨¦s de la guerra que tuvo lugar ese verano entre Israel y Ham¨¢s, la guerra entre Israel y Gaza de 2014. Entonces viv¨ªamos en Tel Aviv, ¨¦ramos una pareja joven sin hijos. Y durante aquella guerra, las comunidades de la frontera de Gaza padecieron el uso por parte de Ham¨¢s de t¨²neles subterr¨¢neos para atacar Israel. B¨¢sicamente cavaron t¨²neles bajo la frontera. Los combatientes sal¨ªan de debajo de la tierra al otro lado y mataban y secuestraban a soldados. Lo que m¨¢s miedo daba entonces eran los t¨²neles. En un principio, vinimos para apoyar a la comunidad, pero nos enamoramos del lugar y decidimos quedarnos.
Los sucesivos gobiernos israel¨ªes, todos ellos dirigidos por [el primer ministro] Benjam¨ªn Netanyahu, invirtieron miles de millones de d¨®lares ¡ªcreo que algunos de ellos proced¨ªan en realidad de la ayuda de Estados Unidos¡ª en la construcci¨®n de un muro subterr¨¢neo para impedir que Ham¨¢s volviera a utilizar esos t¨²neles. Fue un proyecto de infraestructuras trascendental para el Estado de Israel. Y ese proyecto nos permit¨ªa dormir por la noche, porque puedes resistir frente a los misiles que caen sobre tu cabeza si tienes un cuarto blindado en la casa, pero si los terroristas se infiltran bajo tierra y pueden entrar en tu comunidad, eso lo cambia todo. Y la raz¨®n por la que pudimos vivir all¨ª, y eso es v¨¢lido para todos, es por este muro subterr¨¢neo que Israel construy¨®. Y en las horas de la ma?ana del s¨¢bado 7 de octubre, cuando o¨ªmos los disparos frente a nuestra ventana, nos dimos cuenta de que este proyecto era un fracaso total y absoluto.
Israel invirti¨® mucho en ¨¦l, ?y qu¨¦ hizo la gente de Ham¨¢s? Cogieron algunos tractores y todoterrenos y pasaron por encima del muro fronterizo. Lo preparamos todo para que les resultara imposible entrar desde el subsuelo, y simplemente atravesaron la frontera. Es un gran fracaso. Y as¨ª, volviendo a la conversaci¨®n con Amos Harel, cuando ca¨ª en la cuenta de que la situaci¨®n era la misma en todas partes, fue cuando pens¨¦: Vale, vamos a morir aqu¨ª. Nadie va a poder llegar a tiempo. Y si consiguen entrar en la casa, luego intentar¨¢n entrar en la habitaci¨®n blindada. Y si lo consiguen, estaremos muertos o nos secuestrar¨¢n.
Y.R. ?C¨®mo salisteis finalmente?
A.T. Llam¨¦ a Amos, pero tambi¨¦n llam¨¦ a mi padre. Mi padre es un general retirado. Tiene 62 a?os. Vive en Tel Aviv. Y mis padres me dijeron: ¡°Vamos para all¨¢. Es una hora y 20 minutos en coche. " Ahora bien, esto va en contra de toda l¨®gica. Pero me dije: ¡°Vale, ahora mismo estoy pidiendo a mis dos hijas peque?as que conf¨ªen plenamente en m¨ª y en mi mujer, en sus padres, que hagan lo que les decimos para salvar sus vidas, que es que est¨¦n muy, muy calladas y que entiendan que no podemos salir de la habitaci¨®n, que no podemos ir a por comida, que no podemos ir al ba?o, que no podemos salir a jugar, y les estoy pidiendo que conf¨ªen plenamente en m¨ª¡±.
Y me dije, en estos momentos tengo que hacer lo mismo. Tengo que confiar en mi padre, es un hombre digno de confianza, y si ha dicho que vendr¨¢ a salvarnos, lo har¨¢. Solo al cabo de muchas horas, cuando lleg¨® mi padre, supe lo que les hab¨ªa ocurrido ese d¨ªa a ¨¦l y a mi madre, que es una historia incre¨ªble en s¨ª misma.
Mis padres salieron en coche desde Tel Aviv. Llegaron a la ciudad de Sderot, que es la m¨¢s grande de la zona fronteriza. Cuando llegaron, vieron a gente caminando descalza por la carretera. Eran supervivientes de un festival de m¨²sica que se hab¨ªa celebrado cerca, al que la gente de Ham¨¢s lleg¨® de madrugada y donde masacr¨® a m¨¢s de 200 personas, j¨®venes que hab¨ªan acudido al festival. Mis padres metieron a los supervivientes en su coche y los alejaron de la frontera. Ya hab¨ªan llegado a la zona fronteriza, pero vieron a gente que necesitaba ayuda, as¨ª que los recogieron. Luego dieron la vuelta y siguieron conduciendo hacia nuestra zona.
Hicieron una parada en una comunidad pr¨®xima que est¨¢ cerca de la frontera, pero no tanto como la nuestra. Y mi padre convenci¨® a un soldado que estaba all¨ª y buscaba la forma de ayudar, de que fuera con ¨¦l a Nahal Oz, a mi kibutz, para matar a terroristas y salvar familias. Ponen rumbo al kibutz, pero por el camino ven que los combatientes de Ham¨¢s han tendido una emboscada a una unidad militar. Salen del coche. Mi padre est¨¢ jubilado; no tiene armas de uso militar. En Israel, a diferencia de Estados Unidos, los ciudadanos no pueden comprar un AR-15, y me alegro por ello. Pero mi padre lleva una pistola, y ¨¦l y este otro militar se unen a los soldados que luchan contra la c¨¦lula de Ham¨¢s y les ayudan a matarlos. Ahora est¨¢n muy cerca de mi kibutz. Est¨¢n a cinco minutos de la entrada de mi kibutz, pero dos de los soldados est¨¢n heridos. Y de nuevo, mi padre tiene que dar la vuelta. Mete a los soldados heridos en el coche con la ayuda de ese otro soldado que se le uni¨®, y vuelven adonde est¨¢ mi madre.
Mi madre coge el coche y se lleva a los soldados heridos a un hospital. Mi padre ve a otro exgeneral retirado, Israel Ziv, que est¨¢ m¨¢s cerca de los 70 a?os que de los 60. Pero Israel se puso el uniforme y vino al sur como un soldado m¨¢s para intentar ayudar. Mi padre le dice: ¡°Israel, no tengo coche. Mi mujer se ha llevado a los soldados heridos al hospital para salvarlos. Necesito llegar hasta Nahal Oz, donde mi familia est¨¢ atrincherada. Mis nietas est¨¢n all¨ª. Ll¨¦vame a Nahal Oz¡±.
Estos dos tipos de m¨¢s de 60 a?os conducen un coche normal. Ni siquiera es un todoterreno ni nada por el estilo. No es un veh¨ªculo blindado. Es solo un coche, como los que conduce la gente por la autopista de Nueva Jersey para ir al trabajo por la ma?ana. Ahora conducen por la carretera donde media hora antes hab¨ªan tendido una emboscada mortal a los soldados. Los dos llevan armas. Mi padre hab¨ªa cogido las armas de los soldados heridos, que se las dieron porque les dijo: ¡°Voy a volver a entrar¡±.
Llegaron a la entrada del kibutz. Y cuando llegan all¨ª, se encuentran con un grupo de soldados de las fuerzas especiales que est¨¢n a punto de comenzar el peligros¨ªsimo proceso de ir de casa en casa en nuestra comunidad para intentar plantar cara a los terroristas y liberar a la gente que est¨¢ atrincherada. A esas alturas, no tengo ni idea de que todo esto est¨¢ ocurriendo. Estamos en la habitaci¨®n blindada. Los terroristas siguen fuera. Y no tenemos cobertura. El tel¨¦fono no tiene bater¨ªa. Esperamos en la oscuridad.
Pero empezamos a o¨ªr disparos de nuevo, y esta vez, son de dos tipos de armas. Y nos dimos cuenta de que hab¨ªa una batalla. Nos dimos cuenta de que hab¨ªa intercambio de disparos. Y le dije a mi mujer: ¡°Ya viene. Viene mi padre. Est¨¢n luchando. Est¨¢ con esos soldados¡±. No vinieron inmediatamente a nuestra casa. Fueron de casa en casa, de barrio en barrio, dentro de nuestra comunidad. No recuerdo cu¨¢nto tardaron.
Escuch¨¢bamos los disparos cada vez m¨¢s cerca. Las ni?as se hab¨ªan dormido, pero entonces se despertaron. Creo que eran las dos de la tarde. No hab¨ªan comido nada desde la noche anterior. No hab¨ªa luz, y los m¨®viles se hab¨ªan apagado, as¨ª que ni siquiera pudimos dejar que nos vieran la cara. Pero hubo una frase que impidi¨® que se derrumbaran y se pusieran a llorar. Les dije: ¡°Viene el abuelo¡±.
¡°Vendr¨¢ vuestro abuelo y nos sacar¨¢ de aqu¨ª¡±
Les dije: ¡°Si nos quedamos callados, vendr¨¢ vuestro abuelo y nos sacar¨¢ de aqu¨ª¡±. Y a las cuatro de la tarde, despu¨¦s de 10 horas as¨ª, o¨ªmos un fuerte golpe en la ventana y escuchamos la voz de mi padre. Galia, mi hija mayor, dijo: ¡°Saba higea¡±, ¡°El abuelo est¨¢ aqu¨ª¡±. Y fue entonces cuando todos rompimos a llorar. Fue entonces cuando supimos que est¨¢bamos a salvo.
Y.R. Quiero pasar un poco de lo personal a lo pol¨ªtico. Usted trabaja para un peri¨®dico liberal de Tel Aviv. La mayor¨ªa de la gente da por sentado que vive en Tel Aviv, pero no es as¨ª. Se mud¨® a Nahal Oz, y me ha dicho que se le ocurri¨® irse all¨ª despu¨¦s de visitar la ciudad por primera vez como periodista, tras otro enfrentamiento con Gaza, durante el cual la comunidad fue atacada con misiles una y otra vez. Y, sin embargo, all¨ª conoci¨® a personas que eran patriotas israel¨ªes comprometidos con el lugar y con la paz y que quer¨ªan encontrar algo mejor, aunque quiz¨¢s tuvieran m¨¢s razones que nadie para desconfiar del futuro. S¨¦ que usted comparte esa fe, pero me pregunto c¨®mo se siente ahora. ?Se tambalea alguna vez esa fe?
A.T. La pol¨ªtica en nuestra zona, en la zona fronteriza de Gaza, es muy interesante, y es un microcosmos de la pol¨ªtica en Israel. Las comunidades de los kibutz, como la m¨ªa, son muy de izquierdas. Y la gran ciudad de la zona, Sderot, que tambi¨¦n fue v¨ªctima de una cat¨¢strofe terrible, terrible, es en realidad mucho m¨¢s de derechas y religiosa y apoya a Netanyahu. As¨ª que hay una divisi¨®n. Pero estamos juntos en esto. Es cierto que existe esta divisi¨®n, pero ambos estamos sufriendo la misma situaci¨®n en estos momentos. Y creo que, una vez que esto termine, mucha gente va a replantearse todo.
Amo a mi comunidad. Amo a mis vecinos. Estoy orgulloso de ellos por su resistencia en ese d¨ªa horrible. Lo que vivimos no es una historia ¨²nica. Es la historia de toda una regi¨®n de Israel.
Me averg¨¹enzo de mi Gobierno. Ten¨ªamos un trato con el Estado para que comunidades como la nuestra protegieran la frontera. Por eso la gente vive all¨ª. Protegemos la frontera con nuestra presencia all¨ª. Es una estrategia fundamental del Estado de Israel desde los primeros d¨ªas del pa¨ªs: una frontera que no tenga comunidades civiles y vida civil a lo largo de ella no est¨¢ debidamente protegida.
Cumplimos nuestra parte del trato. Vivimos en la frontera. A veces pasamos por situaciones dif¨ªciles, por los morteros y por el uso de artefactos incendiarios para provocar fuegos en los campos. Si vives en un lugar como Nahal Oz, te levantas cada ma?ana y sabes que hay gente al otro lado de la frontera que quiere matarte a ti y a tus hijos. Y este era el trato: nosotros protegemos la frontera, y el Estado nos protege a nosotros.
Y este Gobierno, que es el peor Gobierno de la historia del Estado de Israel, dirigido por un hombre corrupto, impotente y ego¨ªsta que solo tiene ojos para s¨ª mismo ¡ªBenjam¨ªn Netanyahu¡ª nos ha fallado. Hubo se?ales de advertencia de que esto iba a ocurrir. El ej¨¦rcito y los servicios secretos se?alaron que los vecinos de Israel estaban viendo la divisi¨®n interna del pa¨ªs por el desastroso plan del Gobierno de suprimir las competencias del poder judicial. En estos momentos se est¨¢ informando de que los servicios secretos egipcios advirtieron a Netanyahu hace unos d¨ªas de que Ham¨¢s estaba planeando algo masivo en la frontera.
¡°El ej¨¦rcito se est¨¢ desmoronando¡±
La forma en que se desarrollaron los acontecimientos del d¨ªa es el peor fracaso en la historia del Estado de Israel. Es decir, gente como mi padre, como Israel Ziv y otros oficiales del ej¨¦rcito retirados, tuvieron que venir aqu¨ª para salvar a los ciudadanos, para intentar salvar a sus familias y a otros. Por otro lado, el ej¨¦rcito se est¨¢ desmoronando, y toda la infraestructura civil que se supone que debe apoyar al ej¨¦rcito y a la sociedad durante acontecimientos como este tampoco funciona.
Escuchen, ahora mismo tenemos que ganar esta guerra. Tenemos que destruir a Ham¨¢s. Tenemos que hacer que les resulte imposible volver a llevar a cabo algo ni remotamente parecido a lo que ocurri¨® el s¨¢bado. Ning¨²n pa¨ªs del mundo puede permitir que algo as¨ª les ocurra a sus ciudadanos y simplemente volver a la normalidad. Me siento fatal por la gente de Gaza. Tengo el coraz¨®n roto. Pero este fue nuestro 11-S.
Despu¨¦s de que ganemos la guerra y erradiquemos a Ham¨¢s, habr¨¢ tiempo tambi¨¦n para arrojar al basurero de la historia a cualquier pol¨ªtico, empezando por el primer ministro, que haya tenido algo que ver con este fracaso. Pero esa es una conversaci¨®n para ma?ana. Hoy se trata de salvar a nuestros ciudadanos y destruir la capacidad del enemigo para volver a hacer algo semejante.
Y.R. Y ma?ana, ?qu¨¦ pasar¨¢ con Netanyahu?
A.T. Lo primero de todo, tenemos que ganar la guerra. Eso es lo m¨¢s importante. Despu¨¦s de la guerra, creo que las personas que fueron a luchar y a rescatar a sus familias, y las personas que tienen seres queridos secuestrados dentro de Gaza, y las que perdieron sus hogares, esas personas no permitir¨¢n que este Gobierno permanezca ni un d¨ªa m¨¢s. Las protestas que Israel vio el a?o pasado van a ser un juego de ni?os comparadas con la ira del p¨²blico despu¨¦s de esto. Pero ahora se trata de ganar la guerra.
Y.R. Esto no ha terminado. Esto contin¨²a. Hay personas retenidas como rehenes. ?Qu¨¦ espera ahora de Estados Unidos y del mundo?
A.T. En primer lugar, me alivi¨® ver el compromiso muy, muy firme del presidente Biden, de palabra pero tambi¨¦n con actos, al enviar fuerzas militares estadounidenses a la regi¨®n y dejar claro que si alg¨²n otro actor de la regi¨®n se confunde, si intenta utilizar de forma equivocada este momento de crisis, Estados Unidos apoyar¨¢ a Israel.
Est¨¢ la cuesti¨®n de los israel¨ªes secuestrados, algunos de los cuales tienen doble nacionalidad de otros pa¨ªses. Y en esto, como alguien que se dedica a informar sobre temas diplom¨¢ticos, creo que el lenguaje es realmente importante. Uno puede decir: ¡°Ham¨¢s es responsable de su destino¡±. Ese es, ya sabe, el lenguaje diplom¨¢tico habitual. Pero la frase que espero o¨ªr de los pa¨ªses, de Estados Unidos pero tambi¨¦n de otros, es: ¡°Esperamos su liberaci¨®n inmediata¡±.
Son ciudadanos, ?vale? La mayor¨ªa de ellos no son militares. Hay muchas mujeres all¨ª. Hay ni?os. Hay ancianos. Y creo que la posici¨®n internacional deber¨ªa ser que deben ser liberados inmediatamente. Esto es lo que espero o¨ªr.
Sigue toda la informaci¨®n internacional en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.