La campa?a de acoso y desprestigio pone en riesgo el trabajo de la agencia de la ONU para los palestinos
La sanidad, educaci¨®n o recogida de basuras en los campos de desplazados dependen directamente de la UNRWA, en el punto de mira de Israel
Un grupo de operarios recoge la basura mientras el bullicio de un patio de colegio se eleva por encima de la verja junto a un centro de salud del que entran y salen sobre todo mujeres con ni?os. Nada de lo que ocurre en esa escena de la vida cotidiana del campamento de Aida (Cisjordania) ser¨ªa posible sin la presencia de la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA). ¡°Todo en este centro de salud, desde la limpiadora hasta el m¨¦dico jefe, son empleados [de la agencia]. Lo mismo con el sistema educativo. El guardia, la limpiadora, la maestra de segundo grado, la maestra de octavo grado¡ todos son personal nuestro¡±, explica Adam Bouloukos, jefe de la agencia en Cisjordania, durante una visita a Aida a finales de febrero. Bouloukos hace hincapi¨¦ en la necesidad de una instituci¨®n nacida hace casi 75 a?os, que atiende a casi seis millones de refugiados y que se enfrenta a una campa?a de desprestigio de Israel a la sombra de la guerra en Gaza.
Esta agencia, que opera en Palestina ¡ªJerusal¨¦n Este, Cisjordania, Gaza¡ª y en L¨ªbano, Siria y Jordania, lleva semanas en el ojo del hurac¨¢n acusada por Israel de formar parte del entramado terrorista de Ham¨¢s. Como consecuencia de esa campa?a, en un momento cr¨ªtico de la contienda desatada tras los ataques del pasado 7 de octubre, 16 pa¨ªses donantes han dado un paso atr¨¢s. Se han congelado m¨¢s de 400 millones de euros, lo que pone en peligro el funcionamiento de una instituci¨®n que supone el principal sustento de los 2,3 millones de habitantes de Gaza. Espa?a anunci¨® el jueves una donaci¨®n extraordinaria de 20 millones, y Canad¨¢ y Suecia informaron el s¨¢bado de que volver¨ªan a financiar las operaciones de la agencia.
Naciones Unidas ha abierto una investigaci¨®n mientras que la UNRWA se defiende de las acusaciones y denuncia que Israel tortur¨® a algunos de sus empleados para forzar falsos testimonios. Israel se?al¨® primero a 12 de sus 33.000 trabajadores, que fueron expulsados. Posteriormente, ampli¨® el n¨²mero a 450, que supuestamente formar¨ªan parte de grupos islamistas palestinos. El jefe de la agencia, Philippe Lazzarini, asegura que no ha recibido evidencias de ello. ¡°No es solo Gaza la que se ve afectada por las acusaciones de los 12, es toda la organizaci¨®n¡±, reconoce Bouloukos, que describe c¨®mo el ataque de Israel y la reducci¨®n de donaciones se extiende como una mancha de aceite imparable m¨¢s all¨¢ de la Franja.
¡°El conflicto y la ocupaci¨®n son parte de la vida de todos, sin importar qu¨¦ hagas o d¨®nde te encuentres en Cisjordania. No hay palestino que no est¨¦ afectado de alguna manera por la ocupaci¨®n¡±, describe. Israel no puede pretender que UNRWA controle a cada uno de sus 33.0000 trabajadores, de los que 3.700 est¨¢n en Cisjordania y 13.000 en Gaza, a?ade. Todos ellos, asegura Bouloukos, siguen recibiendo puntualmente su salario pese al colapso econ¨®mico, algo que no pueden decir muchos funcionarios de la Administraci¨®n palestina. Mientras, solo en la Franja, han muerto 150 empleados en la presente guerra y 3.000 se han quedado sin casa. ¡°Tenemos una pol¨ªtica de tolerancia cero con las violaciones de la neutralidad, pero no tenemos un entorno de riesgo cero¡±, concluye el jefe de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos en Cisjordania.
Objetivo de los militares
El ¡°acoso¡± contra los empleados de la agencia es casi sistem¨¢tico como consecuencia de la guerra en Gaza, denuncia mientras describe casos como el de dos empleados a los que recientemente militares israel¨ªes pararon en una carretera de Cisjordania mientras gritaban ¡°?UNRWA, Ham¨¢s! ?UNRWA, Ham¨¢s!¡±. ¡°Los detuvieron, los sacaron del coche, los esposaron, los tiraron al suelo con los ojos vendados y los golpearon¡±, detalla Bouloukos, que lamenta que la agencia es ¡°objetivo¡± directo de los militares.
Esa es solo una de las pruebas de la ¡°escalada¡± de la violencia en Cisjordania que ha tra¨ªdo la contienda, lo que llev¨® a que en 2023 se batiera el r¨¦cord de muertes, por encima de 500, m¨¢s del triple que en 2022, denuncia Bouloukos. Muchas de las 12.000 incursiones llevadas a cabo el a?o pasado por el ej¨¦rcito israel¨ª en Cisjordania, donde ¡°tiene acceso hasta a la ¨²ltima esquina¡±, tuvieron como escenario los campos de refugiados. Boulokos describe lo que la UNRWA considera una ¡°nueva estrategia¡± de las Fuerzas Armadas de Israel para arrasar las infraestructuras de los campos de refugiados, viviendas, carreteras, calles o saneamiento, bajo la coyuntura b¨¦lica. La detenci¨®n de una persona que vive en una casa de varias plantas supone la destrucci¨®n con frecuencia de la residencia para 50 o 60 personas, ¡°como un terremoto¡±, detalla el m¨¢ximo responsable de la UNRWA en Cisjordania.
Esta es la estrategia imperante desde el 7 de octubre y de ella forman tambi¨¦n parte los colonos, denuncia Bouloukos refiri¨¦ndose a los jud¨ªos m¨¢s violentos del medio mill¨®n que vive instalado en territorio palestino. Calcula que unas 4.000 personas pertenecientes a un millar de familias han sido desplazadas de su lugar de residencia y unos 10.000 olivos destruidos, lo que eso significa una ¡°tragedia¡± no solo para la econom¨ªa, sino tambi¨¦n para el modo de vida palestino, muy apegado a este cultivo. A ello hay que unir la denegaci¨®n del permiso de trabajo por parte de las autoridades de Israel a m¨¢s de 200.000 personas de Cisjordania en represalia por la guerra. ¡°As¨ª que tienes una poblaci¨®n masculina joven desempleada, sin dinero en los bolsillos y sin nada que hacer. Esta es una mala receta, ?no?¡±, se pregunta Adam Bouloukos. Y como consecuencia, a?ade, algo para ¨¦l ¡°nuevo¡±, como son los asaltos y robos en tiendas por la ausencia de dinero.
Los m¨¢s de 8.000 habitantes del campamento de Aida son descendientes de los 2.500 que fueron expulsados de sus localidades en la Palestina hist¨®rica y reinstalados en tiendas de campa?a en esta peque?a parcela a las afueras de Bel¨¦n, coincidiendo con la fundaci¨®n del Estado de Israel en 1948. Con los a?os, la densidad de poblaci¨®n se ha disparado por encima de los 100.000 habitantes por kil¨®metro cuadrado. A la salida de las instalaciones sanitarias, Duaa, de 30 a?os, y su hijo, Mohamed, de tres, representan esas nuevas generaciones de refugiados que se van sedimentando en el mismo territorio ancladas al deseo de volver al sitio de donde fueron arrancados sus ancestros.
De hecho, el arco de entrada al campo de refugiados es una gran cerradura coronada por una llave de varios metros que recuerda a todos en cada instante el sue?o del retorno. Mientras tanto, en estos campos de desplazados, que crecen en el espacio asignado sin plan alguno de urbanizaci¨®n, tratan de lidiar con problemas corrientes como disponer de agua potable y saneamiento en medio de un ¨ªndice de pobreza superior a otros lugares de Palestina. Unos 300.000 refugiados, alrededor de un tercio de todos los que habitan en Cisjordania, viven en un total de 19 campamentos. La UNRWA mantiene escolarizados a 46.000 ni?os solo en Cisjordania.
¡°Nosotros no somos responsables de administrar el campamento, UNRWA ¨²nicamente presta servicios¡±, aclara Amjad Abu Laban, uno de los empleados de la agencia en Aida. Pero, pasados los a?os, estos lugares siguen siendo foco de continuos problemas no solo por la baja calidad de vida, sino, b¨¢sicamente, por la violencia que genera la ocupaci¨®n. Aida, con militares apostados a escasos metros, es uno de los lugares que con m¨¢s frecuencia es asaltado por las tropas israel¨ªes.
Se trata de uno de los 19 campos de refugiados de Cisjordania, ocupa 70.000 metros cuadrados, el equivalente a unos siete campos de f¨²tbol. Con los a?os, la lona de las tiendas se fue tornando en ladrillo y, una vez que el crecimiento horizontal fue imposible, las viviendas empezaron a ganar pisos de manera desordenada y sin control. ¡°Nadie¡± supervisa las obras, reconoce Amjad Abu Laban, al pie de una casa a la que le est¨¢n a?adiendo una planta. Por muchos de los estrechos callejones no caben los veh¨ªculos, con lo que evacuar a personas es complicado. Laban no quiere ni pensar en un incendio o un terremoto. Un muro de hormig¨®n de una decena de metros levantado por Israel a¨ªsla a los vecinos y separa Aida de los dominios de la ciudad de Jerusal¨¦n. Desde la azotea del centro de salud, levantado en 2020 por la UNRWA, asoman por detr¨¢s de la fortaleza las casas de distintos asentamientos jud¨ªos, ilegales para la comunidad internacional.
A pie de calle, decenas de ni?os salen a la carrera del colegio con la mochila dando saltos en su espalda. Pasan por delante del mural pintado en una pared con el rostro del adolescente Mohamed Azeha, muerto por disparos de militares israel¨ªes el pasado noviembre.
Sigue toda la informaci¨®n internacional en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.