La selecci¨®n de los 12 miembros del jurado: el gran ¡®casting¡¯ del caso ¡®El pueblo contra Trump¡¯
La primera semana del juicio penal contra el expresidente de EE UU concluye sin acumular demoras. El lunes empezar¨¢ la presentaci¨®n de alegatos iniciales por las partes
El jueves, tercer d¨ªa de la selecci¨®n del jurado del primer juicio penal al expresidente Donald Trump por el pago de un soborno a una actriz porno, comenz¨® con siete jurados, que hab¨ªan sido elegidos el martes (los mi¨¦rcoles no hay sesi¨®n) tras una jornada previa marcada por la renuncia de decenas de ellos por dudar de su imparcialidad. Los siete se convirtieron de repente en cinco despu¨¦s de que dos de ellos fueran apartados bruscamente, pero en cuesti¨®n de minutos el n¨²mero se dispar¨® a 13, los 12 titulares y el primero de los seis suplentes. El viernes concluy¨® la selecci¨®n de los 18 en tiempo y forma, en el plazo previsto. El ritmo del juicio al arrancar se parece al de la serie de pel¨ªculas Fast & Furious: velocidad, frenazos, rechinar de neum¨¢ticos y hasta trompos. Una vor¨¢gine en la que no faltaron atisbos de desacato por parte del acusado. Trump tambi¨¦n dio cabezadas, el lunes, y el jueves se quej¨® de un fr¨ªo polar en la sala.
Una joven, elegida como miembro titular del jurado el martes, se lo pens¨® mejor tras recibir un aluvi¨®n de llamadas de amigos y familiares que leyeron en los medios descripciones de los electos y la reconocieron al instante (todos los miembros est¨¢n amparados por el anonimato, pero se retratan al contestar las preguntas del cuestionario de idoneidad). Al verse convertida en centro de atenci¨®n, la joven entr¨® en p¨¢nico y consider¨® que ya no pod¨ªa ser imparcial. A otro jurado lo destituy¨® el juez Juan Merchan porque no hab¨ªa respondido con precisi¨®n acerca de sus antecedentes, y eso era una v¨ªa de agua en el proceso: un caramelo para la defensa.
La selecci¨®n del jurado es parte del casting de una superproducci¨®n titulada El Pueblo contra Trump. Aunque el sistema garantiza su anonimato, los candidatos se sientan a cara descubierta en el estrado, a dos palmos de Trump y sus abogados, y los periodistas, adem¨¢s de su edad aproximada y los principales rasgos de su fisonom¨ªa, informan con detalle hasta del n¨²mero de mascotas o hijos que tienen. O sobre su lugar de trabajo, lo que, junto con otros datos como el barrio donde viven, da bastantes pistas para identificarlos.
No se trata, sin embargo, de informaci¨®n gratuita, sino de las propias respuestas de los aspirantes ¡ªcasi medio millar, examinados en tandas de 96¡ª a las 42 preguntas del cuestionario de idoneidad. Un interrogatorio tan exhaustivo que pretende averiguar si pertenecen a asociaciones (incluida su junta de vecinos); han sido jurados con anterioridad, tienen conocidos en las fuerzas de seguridad, incluidos los funcionarios de prisiones, o si en su entorno alguna persona cercana, o ellos mismos, han sido condenados por la justicia. ¡°S¨ª, tengo varios amigos cercanos que son delincuentes¡±, declar¨® el viernes una candidata.
El sistema judicial estadounidense, que tantas buenas pel¨ªculas de juicios depara, pone a prueba su rigor y su elasticidad en este caso, un proceso extraordinario ¡ªpor m¨¢s que los procedimientos sean los habituales¡ª debido a la trayectoria del acusado: un expresidente, el primero en la historia de EE UU que se somete a un juicio penal, que tambi¨¦n es el candidato republicano a la reelecci¨®n en noviembre. Es raro que se elimine a un jurado despu¨¦s de prestar juramento, por mucha informaci¨®n adicional que se recabe sobre ¨¦l a posteriori. El escrutinio de sus redes sociales ha sido determinante. La exposici¨®n, y la presi¨®n, medi¨¢tica, como demuestra la espantada de la joven identificada por sus amigos, tambi¨¦n.
En todos los casos, Merchan, de origen colombiano, se muestra tan firme como amable, a menudo incluso emp¨¢tico. Especialmente con la mujer que el viernes se ech¨® a llorar en la sala al reconocer sus antecedentes por consumo de drogas. Merchan y su equipo la envolvieron, literalmente, para protegerla de miradas ¡ªespecialmente penetrante la de Trump¡ª, mientras la mujer explicaba la verg¨¹enza de contar esa parte oscura de su vida delante de 150 personas. La fiscal Susan Hoffinger record¨® el viernes a los aspirantes en qu¨¦ consiste la tarea de un jurado: ¡°No se trata de a qui¨¦n van a votar ustedes en oto?o¡±, advirti¨®. Una mujer que dijo haber asistido a la Marcha de las Mujeres contra la presidencia del republicano, asegur¨® que sus cr¨ªticas a Trump por sus comentarios racistas u hom¨®fobos no comprometer¨ªan su imparcialidad: ¡°Esa es una cuesti¨®n que tendr¨¦ que resolver en las urnas, no en los tribunales¡±.
Entre los candidatos, un t¨¦cnico de sonido se ofreci¨® al tribunal por si no funcionaban los micr¨®fonos y una mujer en tratamiento por ansiedad dijo que el caso la superaba. Otros ejemplos son m¨¢s chocarreros: uno de los aspirantes declar¨® bajo juramento que Trump le parece ¡°fascinante y misterioso¡±. Los nombres de los miembros del jurado est¨¢n protegidos de los medios de comunicaci¨®n y del p¨²blico. En un principio, Merchan no impuso ninguna otra restricci¨®n sobre la difusi¨®n de informaci¨®n, porque es lo habitual. Pero despu¨¦s de que la joven elegida el martes se echara atr¨¢s al ser tan f¨¢cilmente identificada por los suyos, Merchan orden¨® a los periodistas presentes en la sala que no publicaran el dato de sus trabajos actuales y previos, aunque los convocados tuvieran que dar esa informaci¨®n al tribunal. Tambi¨¦n pidi¨® que no se informase del aspecto f¨ªsico o el acento (por ejemplo, el acento irland¨¦s originario del que ejercer¨¢ como presidente de facto del jurado). Entre los jurados suplentes hay una mujer nacida en Espa?a.
Normas para retransmitir las vistas
Las normas que limitan la cobertura de los medios de comunicaci¨®n en los tribunales se remontan a hace casi un siglo, cuando una nube de c¨¢maras y flases deslumbr¨® a los testigos durante el juicio al acusado de secuestrar y matar al hijo peque?o del aviador Charles Lindbergh, en 1935. Las leyes de Nueva York proh¨ªben que se televisen las vistas, aunque las permiti¨® a t¨ªtulo experimental entre 1987 y 1997, hasta que la presi¨®n del turno de oficio frustr¨® el intento. A falta de televisiones, Merchan permite a un pu?ado de fot¨®grafos hacer fotos a Trump sentado entre sus abogados antes de que comiencen los procedimientos del d¨ªa. Pero en el momento en que empieza la sesi¨®n, solo quedan en la sala los dibujantes, esos artistas an¨®nimos que captan hasta el ¨²ltimo moh¨ªn del acusado.
Las ¨²nicas im¨¢genes en directo las proporciona el circuito cerrado de televisi¨®n que emite desde la sala principal a la adyacente, llena en su mayor¨ªa de periodistas pero tambi¨¦n alg¨²n particular. Solo los que madrugan mucho logran entrar.
El simple hecho de que Trump est¨¦ presente durante la selecci¨®n del jurado tambi¨¦n ha tenido un impacto en algunos aspirantes. Una candidata se puso tan nerviosa el viernes despu¨¦s de cruzar su mirada con la del acusado que comenz¨® a mordisquear la esquina de la tarjeta que dan a los convocados (con una letra y un n¨²mero). Para otros, en cambio, Trump resulta una figura casi familiar por su condici¨®n de neoyorquino: juzgarle es como juzgar el skyline y los oropeles del lujo desatado de los a?os ochenta y noventa, cuando el magnate surfeaba la espuma de las noches en Manhattan y ahormaba como promotor inmobiliario la propia imagen de la ciudad a su persona, con la Torre Trump como icono.
Las constantes publicaciones de Trump sobre el caso, as¨ª como las campa?as dirigidas por sus colaboradores en internet y en medios conservadores como la Fox, han suscitado importantes preocupaciones sobre la seguridad: ya no se trata solo de mantener el anonimato de los jurados, sino tambi¨¦n su integridad. Si a eso se a?ade el sentimiento encontrado y dif¨ªcil de metabolizar entre las propias convicciones, la obligada imparcialidad y, en muchos casos, la reacci¨®n visceral que el republicano provoca, la selecci¨®n del jurado ha resultado casi un deporte de riesgo. La defensa agot¨® enseguida sus 10 comodines para descartar autom¨¢ticamente a un candidato; la acusaci¨®n fue m¨¢s morigerada en las expulsiones. Satisfechos los preliminares, el juicio pasa a la segunda fase.
Siete violaciones de la 'orden mordaza'
Además de quejarse a diario de ser víctima de una persecución política y de desperdiciar su tiempo en plena campaña electoral (“debería estar ahora mismo en Pensilvania, Georgia y Carolina del Norte”, dijo airadamente el jueves), Donald Trump ha violado en siete ocasiones según los fiscales la orden de silencio, u orden mordaza, que le impuso el juez Merchan para embridar su natural tendencia al desbordamiento verbal. Con vínculos en sus redes sociales a artículos que descalificaban al testigo de cargo Michael Cohen, llamándole “perjuro en serie”. O compartiendo el comentario de un periodista de la cadena conservadora Fox News en el que este afirmaba que su equipo estaba "pillando a activistas liberales encubiertos mintiendo al juez" durante la selección del jurado. El próximo martes está programado un juicio en el que se decidirá si se multa o se sanciona al acusado.
Los abogados de Trump han negado que sus comentarios online “violaran intencionadamente" la orden mordaza, que criticaron por contener, a su juicio, "ambigüedades". Trump tiene prohibido hablar públicamente sobre testigos, fiscales y posibles jurados y personal del tribunal implicados en el caso, así como sobre las familias de Merchan y del fiscal de distrito Alvin Bragg, que instruyó la causa. Sí puede hablar sin embargo del juez y del fiscal. Hacer cumplir una orden mordaza a un candidato presidencial es un ejercicio en la cuerda floja, porque cualquier limitación de su derecho constitucional a la libertad de expresión podría dar lugar a disquisiciones dilatorias, cuando no a recusaciones por parte de la defensa.
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