Irlanda contra el Reino Unido, un combate con los inmigrantes como saco de boxeo
Miles de personas llegan a la isla procedentes de territorio brit¨¢nico a trav¨¦s de Irlanda del Norte para escapar de las deportaciones a Ruanda
Olivia Headon llama discretamente a la puerta de cada una de las tiendas de campa?a instaladas a orillas del Gran Canal, el brazo de agua que recorre Dubl¨ªn y conecta la ciudad con el r¨ªo Shannon. Junto a un grupo de voluntarios, ha tra¨ªdo medio centenar de esterillas aislantes para evitar que la humedad cale en los huesos de los inmigrantes hacinados a lo largo de 100 metros. ¡°Algunos no ten¨ªan ni idea de que iban a acabar en Irlanda y otros han huido del Reino Unido por miedo a que los acaben deportando a Ruanda¡±, explica Headon, que ha trabajado durante una d¨¦cada para el departamento de comunicaci¨®n de la Organizaci¨®n Internacional para las Migraciones (IOM) de la ONU en zonas de conflicto como Ucrania o Somalia.
El pa¨ªs que m¨¢s inmigrantes envi¨® durante casi un siglo al resto del mundo se enfrenta ahora a una crisis migratoria que lo ha pillado con la guardia baja, incapaz de dar una respuesta eficaz y humanitaria al aluvi¨®n de reci¨¦n llegados, y enzarzado en un conflicto diplom¨¢tico con su vecino y rival, el Reino Unido.
¡°Irlanda no ser¨¢ el resquicio por el que se cuelen los problemas migratorios de otro pa¨ªs¡±, protestaba a principios de este mes Simon Harris, primer ministro de la rep¨²blica. Su Gobierno acusa a Londres de haber permitido que miles de solicitantes de asilo entraran al pa¨ªs vecino desde Irlanda del Norte, territorio brit¨¢nico. Ante la posibilidad de ser deportados a Ruanda a partir de julio, cuando el primer ministro brit¨¢nico, Rishi Sunak, se ha empe?ado en que comiencen los vuelos, muchos inmigrantes irregulares han decidido huir al territorio de la UE m¨¢s cercano y accesible.
El Brexit trajo consigo el protocolo por el que se preservaba una frontera abierta entre las dos Irlandas, y esos 500 kil¨®metros porosos se han convertido en una v¨ªa f¨¢cil de acceso por carretera o por ferrocarril.
Cerca de 7.000 personas han llegado este a?o a la isla. Al ritmo actual, el Gobierno cree que podr¨ªan llegar a las 20.000 a finales de a?o, y exige poder devolver a la mayor¨ªa de ellas ¡ªun 80%, ha calculado¡ª al territorio brit¨¢nico desde el que asegura que llegaron.
Irlanda, un pa¨ªs de cinco millones de habitantes, acoge desde el a?o pasado a 75.000 ucranios y cerca de 25.000 aspirantes a refugiados de otros muchos pa¨ªses: Siria, Afganist¨¢n, Camer¨²n, Jordania, Palestina y, principalmente (hasta un tercio de los reci¨¦n llegados), Nigeria.
¡°Nadie de los que conozco aqu¨ª quiso acabar en Irlanda¡±, explica el marroqu¨ª Abdel, de 33 a?os. Lleva m¨¢s de siete meses en Dubl¨ªn, junto a su esposa h¨²ngara, Evelyn, de 22 a?os. Los dos ocupan una de las tiendas del campamento improvisado. Antes recorrieron media Europa, despu¨¦s de un problema judicial en Espa?a que prefiere no detallar. La pareja acab¨® en el Reino Unido. Y fue all¨ª donde comenzaron a o¨ªr cada vez m¨¢s el rumor de que Ruanda pod¨ªa ser su destino final. ¡°Decid¨ª que nos ven¨ªamos para aqu¨ª, aunque ahora me encantar¨ªa advertir a muchos de mis compa?eros que Irlanda es el pa¨ªs equivocado¡±, a?ade. ¡°No est¨¢n preparados para esto¡±.
Durante casi un a?o, se acumularon las tiendas de campa?a ¡ªel modelo f¨¢cil de desplegar, instalado en apenas dos segundos, que es tan popular¡ª alrededor de las oficinas de Protecci¨®n Internacional, en Lower Mount Street, casi frente a frente con la Delegaci¨®n de la UE en Dubl¨ªn. Regalaba tiendas y sacos de dormir el propio Gobierno irland¨¦s, incapaz de dar alojamiento a los inmigrantes que iban llegando. Un espect¨¢culo dantesco de hacinamiento y falta de higiene en el centro de la ciudad.
Una madrugada, a finales de abril, decenas de polic¨ªas, junto a gr¨²as y autobuses, despejaron a la fuerza la calle. Se llevaron a centenares de inmigrantes irregulares a dos campamentos improvisados a las afueras de la ciudad, con tiendas m¨¢s grandes, duchas, cuartos de ba?o, comedores y mejores instalaciones.
La calle se llen¨® de bloques de hormig¨®n y vallas de metal, para impedir que surgiera un nuevo campamento. Pero los nuevos centros no ten¨ªan espacio suficiente para todos, y muchos de los reci¨¦n llegados no quer¨ªan estar aislados, lejos de la ciudad, incapaces de atisbar oportunidades de mejora.
Volvieron a la ciudad. Hasta 300 nuevas tiendas se montaron a lo largo del Gran Canal. Y la polic¨ªa volvi¨® a desalojarlos. En vano. Este mi¨¦rcoles, hab¨ªa otro asentamiento con 50 tiendas. El viernes sumaban ya 100. No dejan de llegar.
De los 12 inmigrantes consultados para este reportaje, solo dos han reconocido que huyeron del Reino Unido ante la amenaza de acabar en Ruanda. Pero todos tienen miedo de contar la verdad exacta de su peripecia. Cuatro hombres j¨®venes, de entre 21 y 25 a?os, intentaban explicar, en un ingl¨¦s atropellado e incompleto, la raz¨®n que les llev¨® hasta Irlanda. Dos son palestinos. Los otros dos, jordanos. ¡°Me fui de Gaza hace ya un mes, y viaj¨¦ por Egipto y Libia antes de cruzar el resto de Europa a bordo de camiones¡±, explica el m¨¢s joven. Asegura que la aventura le ha costado miles de d¨®lares.
¡°No tantos miles, pero s¨ª bastante dinero¡±, contesta Mohammed, afgano, de 32 a?os. Guarda su tienda de campa?a como una fortaleza. No se aleja de ella. Cuenta que pag¨® hasta 1.400 euros para poder entrar en una de las embarcaciones que las mafias utilizan para cruzar el canal de la Mancha, desde las costas francesas a las inglesas. ¡°M¨¢s de 60 personas ¨ªbamos a bordo. Fue terror¨ªfico. Hasta Irlanda llegu¨¦ dentro de uno de los camiones que cruza en los ferris que conectan las islas. Tuve que entregar a cambio mi iPhone¡±, se lamenta.
Racismo latente
El pasado noviembre, las calles de Dubl¨ªn estallaron con una violencia xen¨®foba desconocida. El acuchillamiento de una ni?a y una profesora por un enfermo mental de origen extranjero encoleriz¨® a grupos de ultraderecha que agitaron las redes, incendiaron autobuses y veh¨ªculos policiales e intentaron asaltar algunos de los centros y hoteles donde se alojaban los inmigrantes.
Los episodios de acoso nocturno a los campamentos improvisados han metido el miedo en el cuerpo de los inmigrantes. Miedo que se a?ade al que ya tra¨ªan de casa.
¡°Escap¨¦ de Camer¨²n porque soy gay, y mi vida corr¨ªa peligro all¨ª¡±, explica Challou Charriot, de 46 a?os. Atraves¨¦ Turqu¨ªa antes de llegar a Irlanda. Pagu¨¦ 4.500 d¨®lares¡±, cuenta mientras ordena el interior de su tienda. Su pareja acab¨® en uno de los nuevos centros de inmigrantes improvisados por el Gobierno. No se han vuelto a ver desde finales de abril.
A pocos metros de Charriot, un hombre revisa una y otra vez los documentos que ha rellenado para solicitar la Protecci¨®n Internacional del Gobierno de Irlanda. Olalekan Makinde, de 45 a?os, asoma la cabeza por la ventana de su cub¨ªculo y llora desconsolado como un ni?o al contar c¨®mo se enfrent¨® al jefe de una secta que viol¨® a su esposa. La mujer se qued¨® en Nigeria. Makinde ha acabado a orillas de un canal en Dubl¨ªn, sin saber qu¨¦ va a ser de su vida. Se tapa la cara y balbucea, intentando justificar su viaje.
El Gobierno irland¨¦s tambi¨¦n balbucea, ante una crisis que no ha sabido gestionar. ¡°As¨ª es como se alimenta a la extrema derecha y se crea una sensaci¨®n de p¨¢nico entre la ciudadan¨ªa¡±, ha denunciado el escritor Fintan O¡¯Toole en las p¨¢ginas del Irish Times. ¡°Se plantean expectativas imposibles de cumplir (como el control de la frontera) que extienden m¨¢s y m¨¢s la alarma entre la poblaci¨®n a medida que se constata el fracaso. Y surge una imagen vergonzosamente ca¨®tica: j¨®venes acampados en medio de la ciudad, sin saber d¨®nde ir¡±, se?ala.
Algunos ciudadanos pasean entre las tiendas con indiferencia, o salen a correr por la orilla de canal y sortean a los inmigrantes. Otros, como Maya o Hillary, traen bocadillos, bollos y jugos de fruta para los acampados. Algunos voluntarios recogen cada tarde la basura que se acumula alrededor.
En las pr¨®ximas semanas, el Gobierno conf¨ªa en poder habilitar como campamento provisional los terrenos de Thornton Hall, al norte de Dubl¨ªn, donde un d¨ªa plane¨® construir una prisi¨®n. Cerca de 2.000 personas vagan hoy por la ciudad, desayunan, comen y cenan en comedores socialescomo el del Capuchin Center o el Mendicity Institution. E intentan resistir en un limbo legal que les proteja de la amenaza de ser deportados a Ruanda.
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