Candidato Ron DeSantis: anatom¨ªa de una ca¨ªda
La difunta campa?a del gobernador de Florida, que parec¨ªa el ¨²nico republicano capaz de derrotar a Trump, fracasa por su falta de carisma y por una estrategia llena de fallos de c¨¢lculo
En el cl¨¢sico del nuevo periodismo pol¨ªtico What It Takes (Lo que se necesita), Richard Ben Cramer segu¨ªa el desempe?o en las primarias de seis candidatos a las elecciones de Estados Unidos de 1988, a partir de una pregunta: ¡°?Qu¨¦ clase de fe podr¨ªa empujar a, digamos, una decena de ganadores habituales a sacrificar sus vidas y las de sus seres queridos para participar en una embarazosa partida de dados p¨²blica en la que todos menos uno est¨¢n condenados al fracaso?¡±.
Cabr¨ªa hacerle esa pregunta a Ron DeSantis, que el domingo admiti¨® su derrota y decidi¨® abandonar la campa?a para obtener la designaci¨®n republicana tras el fiasco de la semana pasada en los caucus de Iowa y de una estrategia plagada de fallos de c¨¢lculo. Y eso que le toc¨® una buena mano en la partida de dados: ven¨ªa de arrasar en su reelecci¨®n como gobernador de Florida, en la misma cita con las urnas en la que el rival al que batir, Donald Trump, se llev¨® un buen varapalo. Los republicanos parec¨ªan listos al fin para levantar el estado de excepci¨®n impuesto por Trump en el partido desde 2016, y DeSantis, ganador en serie, parec¨ªa el candidato ideal para dar el ¨²ltimo empuj¨®n al magnate.
Tanto lo repitieron los medios y tan fuerte lo deseaba el establishment republicano, que DeSantis crey¨® que aquello estaba hecho. Algo m¨¢s de un a?o despu¨¦s, ha pasado a engrosar la larga lista de quienes subestimaron a Trump, a cuya candidatura ofreci¨® su apoyo el domingo en un v¨ªdeo de renuncia, publicado dos d¨ªas antes de la segunda parada del proceso de primarias, en Nuevo Hampshire. Lo hace, dijo DeSantis, porque considera al expresidente ¡°superior a cualquiera de los contendientes, incluido [Joe] Biden¡±, y porque ve inaceptable ¡°volver a la vieja guardia republicana de anta?o¡±. Le falt¨® a?adir tambi¨¦n que ha tomado esa decisi¨®n pese a que Trump se ha dedicado a fondo en estos meses a insultarlo y ridiculizarlo.
¡°Success is not final, failure is not fatal: it is the courage to continue that counts.¡±
— Ron DeSantis (@RonDeSantis) January 21, 2024
- Winston Churchill pic.twitter.com/ECoR8YeiMm
El gobernador de Florida, que se presentaba ante los votantes como una versi¨®n de Trump sin el drama y los sobresaltos en los que el magnate parece vivir c¨®modamente, no contaba con que los l¨ªos de este con la justicia ¨Dcon la que tiene asuntos pendientes, entre otros, cuatro casos penales por un total de 91 delitos¨D fueran a catapultar de nuevo su fama entre el electorado conservador. No se lo puede culpar por ello: Trump es un caso excepcional en la historia de la pol¨ªtica estadounidense por muchos motivos, pero sobre todo porque en sus ocho a?os en la escena ha pasado por situaciones (el ataque al Capitolio, dos impeachments e incontables acusaciones en los tribunales) que habr¨ªan acabado con la carrera de cualquier otro, pero que a ¨¦l solo parecen hacerlo m¨¢s fuerte.
Otro diagn¨®stico extendido entre los forenses del cad¨¢ver de la candidatura de DeSantis es que este se demor¨® demasiado en lanzarse a la carrera por la designaci¨®n republicana. En lugar de hacerlo despu¨¦s de las elecciones de noviembre de 2022 (tras las que Trump, en una huida hacia delante, arte que domina como nadie, anunci¨® inmediatamente su intenci¨®n de regresar a la Casa Blanca), se tir¨® medio a?o deshojando la margarita, en lugar de saltar al cuadril¨¢tero cuando el principal contrincante estaba tirado en la lona.
Cuando finalmente lo hizo, una desastrosa presentaci¨®n en Twitter sirvi¨® de ominoso pre¨¢mbulo a una campa?a mal gestionada, cuyo protagonista evit¨® durante demasiado tiempo el cuerpo a cuerpo con el expresidente y que estuvo lastrada por su rob¨®tica falta de carisma y su alergia a lo que en Estados Unidos se conoce como el arte de la ¡°retail politics¡±, la pol¨ªtica al por menor: el contacto con el votante, besar a los ni?os, estrechar la mano de las fuerzas vivas, esas cosas que requieren de un talento del que DeSantis a todas luces carece.
El gobernador pens¨® que a ¨¦l no le har¨ªa falta, y que ser¨ªa suficiente con presentarse avalado por su impresionante curr¨ªculo (veterano de la Armada y licenciado por las universidades de Harvard y Yale); por su reputaci¨®n de hombre de familia intachable, sin asomo de la clase de esc¨¢ndalos que acosan a Trump desde antes de que decidiera presentarse en 2015, y por la lista de sus logros en Florida, que no se cans¨® de presentar como ¡°la tierra de la libertad¡± en la que ¡°lo woke¡± (la progres¨ªa) va a morir.
Pero en esto ¨²ltimo, en lugar de quedarse corto, se pas¨® de frenada: sac¨® adelante todas las duras medidas que hab¨ªa prometido en su campa?a para la reelecci¨®n, pero lo hizo cuando ya el pa¨ªs entero estaba mirando a Tallahassee, capital del Estado, tratando de interpretar c¨®mo ser¨ªa tener a DeSantis en la Casa Blanca. Lo que vieron fue a un pol¨ªtico severo con el aborto, que quer¨ªa fijar un l¨ªmite de seis semanas para la interrupci¨®n del embarazo, cuando la mayor parte de las mujeres no pueden saber que est¨¢n encinta. Tambi¨¦n, a un ultra con la educaci¨®n y a alguien obsesionado con recortar los derechos de las personas LGTBI y con atacar a los inmigrantes. Todas esas medidas no viajan tan bien a otras partes del pa¨ªs, m¨¢s moderadas, como demuestran las derrotas republicanas all¨ª donde la libertad reproductiva de las mujeres se ha sometido a refer¨¦ndum.
Ahuyentada la simpat¨ªa de los votantes moderados, DeSantis plante¨® una campa?a megal¨®mana, dise?ada en virtud de la enorme recaudaci¨®n que consigui¨® al principio y que luego se fue frenando; tanto, que en verano se vio obligado a despedir a la mitad de sus colaboradores. Tampoco supo ganarse al establishment de su partido, y eso seguramente honre su coherencia: mientras fue congresista en Washington, entre 2013 y 2018, no dej¨® demasiada huella, pero al menos qued¨® claro que ¨¦l no quer¨ªa tener nada que ver con la vieja guardia, y as¨ª particip¨® en la fundaci¨®n del llamado Caucus de la Libertad, que agrupa a los parlamentarios, extremistas y un punto exc¨¦ntricos, del ala m¨¢s dura del partido.
Esa renuncia a ofrecer una alternativa que aglutinara a quienes ans¨ªan un futuro para el conservadurismo estadounidense sin el magnate fue clave para el ascenso de la rival que ha acabado d¨¢ndole la puntilla, Nikki Haley, exgobernadora de Carolina del Sur y embajadora ante la ONU en los tiempos de Trump en la Casa Blanca.
En un Estado conservador como Iowa, donde gast¨® decenas de millones de d¨®lares, Haley estuvo a punto de ganarle; y lo que es peor, el gobernador de Florida no se llev¨® ninguno de los 99 condados que se hab¨ªa dedicado a visitar a fondo para buscar hasta el ¨²ltimo voto. En Nuevo Hampshire, un lugar mucho m¨¢s hostil para un conservador como DeSantis, el sorpasso de Haley se daba por hecho. ¡°Su estrategia, a veces definida como ¡®trumpismo sin Trump¡¯, supon¨ªa que los votantes republicanos estaban dispuestos a dejar atr¨¢s a Trump personalmente, aunque apoyaban sus puntos de vista sobre los temas¡±, escribe el gur¨² de las encuestas Nate Cohn en su newsletter para The New York Times. ¡°No hace falta decir que no fue as¨ª. Al mismo tiempo, sus opiniones consistentemente conservadoras sobre los temas alienaron a los moderados y culminaron con el ascenso de Haley¡±.
Una de las dudas que tuvo DeSantis a la hora de presentarse era si no ser¨ªa mejor esperar a las siguientes elecciones, las de 2028. El manejo de los tiempos es clave en pol¨ªtica. Y despu¨¦s de todo, las de este a?o son una aut¨¦ntica anomal¨ªa, en la que por primera vez en la historia todo indica que se enfrentar¨¢n dos inquilinos de la Casa Blanca: el actual y el anterior, en una reedici¨®n del duelo de hace cuatro a?os. Los simpatizantes de DeSantis conf¨ªan que la siguiente oportunidad tendr¨¢ m¨¢s suerte.
Y el libro de Ben Cramer demuestra que todo es posible. Entre los seis candidatos a los que sigui¨® en aquellas elecciones, que gan¨® George Bush padre, estaban Bob Dole, que fue el aspirante republicano que perdi¨® en 1996 ante Bill Clinton, as¨ª como un senador de Delaware llamado Joe Biden, que a¨²n tardar¨ªa 32 a?os en tener ¡°lo que se necesita¡± para ser presidente de Estados Unidos.
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