Una elecci¨®n inc¨®moda y preocupante
El debate entre Joe Biden y Donald Trump muestra a un presidente lastrado por la debilidad f¨ªsica y a un rival demag¨®gico que utiliza sin rubor la mentira
A cualquiera que viera anoche el debate entre Joe Biden y Donald Trump debi¨® de resultarle muy dif¨ªcil sentir optimismo ante el futuro que se avecina. Se preve¨ªa que el enfrentamiento se iba a centrar en ver qui¨¦n de los dos candidatos mostraba peores condiciones para liderar la primera potencia del mundo. La respuesta parece clara. Toca elegir entre un Biden con una evidente debilidad f¨ªsica y argumental y un Trump impert¨¦rrito que exhibe sin rubor alguno la mentira, el insulto y la demagogia.
La mentira como norma. Los trabajos de las empresas de comprobaci¨®n de datos detectaron m¨¢s de 30 mentiras, manipulaciones o tergiversaciones por parte de Donald Trump. Y eso que solo habl¨® durante 41 minutos. Ya hace tiempo, se puso de manifiesto que mentir abiertamente no conlleva en muchas ocasiones castigo alguno por parte de muchos ciudadanos. Incluso, periodistas y analistas suelen primar los aspectos formales y de tono por encima del contenido real de lo que se dice. Trump impuso en el debate su fuerza gestual y la contundencia de su discurso. Sin embargo, encaden¨® un completo ejercicio de impostura, descaro y falta de dignidad.
Una batalla desigual. Trump habl¨® sin pausas, sin contestar a las preguntas que le formularon, movi¨® las manos con firmeza, enfatiz¨® con intensidad sus afirmaciones y gesticul¨® notoriamente cuando tuvo el micr¨®fono apagado. Biden se mostr¨® mucho menos expresivo, con una capacidad comunicativa muy reducida apoyada en apenas un hilo de voz. Su gesto habitual de escucha se limit¨® a mostrar extra?eza o desagrado. Poco m¨¢s. En ning¨²n momento puede decirse que Trump pasara especiales apuros, ni siquiera cuando le toc¨® tratar temas tan delicados como su papel en los incidentes del Capitolio, sus problemas con la justicia o su muy endeble posici¨®n sobre el aborto.
La inmigraci¨®n, ante todo. Trump se centr¨®, durante toda la noche en proclamar que Estados Unidos se ha convertido en ¡°una naci¨®n del tercer mundo¡± cuyo principal problema deriva de la invasi¨®n descontrolada de m¨¢s de 18 millones de peligrosos inmigrantes procedentes de c¨¢rceles y manicomios que se dedican a robar su trabajo a negros e hispanos, a asesinar a inocentes, a violar mujeres, a provocar el aumento de la drogadicci¨®n y que viven en hoteles de lujo. Siempre se refiri¨® a Biden como el culpable de haber propiciado el declive del pa¨ªs: ¡°Lo que ha hecho este hombre es criminal¡±. La inmigraci¨®n, el deterioro econ¨®mico y la incapacidad de Biden para detener los conflictos b¨¦licos que dirigen al mundo a una III Guerra Mundial fueron los ejes de su discurso.
Biden a la defensiva. El l¨ªder dem¨®crata intent¨® defenderse, sin contundencia alguna, de la permanente ofensiva de su oponente. Trat¨® de alternar la enumeraci¨®n de los logros de su Gobierno con una descalificaci¨®n absoluta de su rival, del que lleg¨® a decir que ten¨ªa ¡°la moral de un gato callejero¡±. En m¨¢s de una decena de ocasiones acus¨® a Trump de mentir y de falta del m¨¢s m¨ªnimo rigor: ¡°Nunca he o¨ªdo tantas tonter¨ªas en mi vida¡±, le repiti¨® en varias oportunidades. El actual presidente intent¨® reivindicar con insistencia, aunque sin excesiva pasi¨®n, el contraste entre su etapa de gobierno y lo padecido con la anterior administraci¨®n.
Las reglas ayudaron a Trump. Respecto al peculiar formato introducido en el debate, cabe concluir que ayud¨® a Trump a amortiguar buena parte de sus habituales agresivos excesos verbales y gestuales. El hecho de no estar permitidas las interrupciones y al estar muy limitados los momentos de r¨¦plica le posibilit¨® no montar su tradicional espect¨¢culo de bravuconer¨ªa y matonismo. Seg¨²n hab¨ªan establecido d¨ªas atr¨¢s algunos miembros de su equipo de asesores, la clave era que Trump no apareciera como un ¡°imb¨¦cil enrabietado¡± (¡°raging asshole¡±).
Cuesti¨®n de edad. Durante todo el debate, result¨® imposible no centrar la atenci¨®n en el estado f¨ªsico de los dos candidatos. La diferencia es evidente, pese a que solo les separan en realidad tres a?os. Joe Biden nunca tuvo en su carrera una voz potente o un tono vigoroso en su forma de comunicar. Con 81 a?os a sus espaldas, la falta de fuerza se ha ido acentuando con el paso del tiempo. En diversos momentos del debate, los moderadores tuvieron incluso que animarle a completar el tiempo del que dispon¨ªa al quedarse sin discurso en mitad de algunas intervenciones. En un momento algo surrealista, lleg¨® a retar a Trump a ganarle jugando al golf.
Un criminal convicto. El asunto crucial m¨¢s delicado al que deb¨ªa enfrentarse Trump era el de su reciente condena en el caso que le relacionaba con una actriz porno. Cuando el asunto apareci¨®, Biden se refiri¨® al l¨ªder republicano como un ¡°criminal convicto¡± (¡°convicted felon¡±). El expresidente se lo quit¨® de encima con una simple respuesta: ¡°Yo no hice nada malo¡±. Y pas¨® al ataque al recordar la condici¨®n de ¡°criminal convicto¡± del hijo de Biden e incluso lleg¨® a amenazar con que, cuando gane las elecciones, ser¨¢ el propio Biden el que ser¨¢ juzgado y condenado por su gesti¨®n como gobernante.
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