La campa?a menguante de los candidatos a la vicepresidencia J. D. Vance y Tim Walz
Pese a la expectaci¨®n generada, el republicano y el dem¨®crata llegan a las urnas con perfil bajo, m¨¢s all¨¢ de alguna que otra pol¨¦mica viral
Desde la casilla de salida de la expectaci¨®n, los candidatos a la vicepresidencia de Estados Unidos, el republicano J. D. Vance y el dem¨®crata Tim Walz, han recorrido en apenas tres meses el camino a la irrelevancia. Es dif¨ªcil recordar qu¨¦ hicieron sus predecesores en anteriores comicios por el car¨¢cter vicario del puesto, pero los logros de Vance y Walz han quedado a la zaga de la curiosidad que generaron al ser elegidos por sus jefes de filas: el primero, como la encarnaci¨®n del sue?o americano ¡ªcriado en la pobreza, pero universitario, inversor de capital riesgo y senador; el segundo, antiguo profesor de instituto y entrenador de f¨²tbol, como la viva imagen de la Am¨¦rica profunda, en las ant¨ªpodas del espejismo de las grandes ¨¢reas metropolitanas.
La designaci¨®n de Vance como n¨²mero dos de Donald Trump auguraba ¡ªy a¨²n lo hace¡ª un poderoso refuerzo ideol¨®gico del discurso del expresidente; la de Walz era vista como el preciso contrapunto popular a las ¨¦lites de California y Washington en que se ha desarrollado la carrera pol¨ªtica de Kamala Harris. El populismo frente a lo popular. Pero, como se vio en el ¨²nico debate en el que se enfrentaron, el 1 de octubre, las espadas solo estuvieron en alto poco tiempo, antes de que el inicial protagonismo se difuminara.
Los dos arrancaron en la cresta de la ola de las redes: Vance, con la viralizaci¨®n de un despectivo comentario suyo de 2021, oportunamente resucitado por los algoritmos, sobre mujeres sin hijos que seg¨²n ¨¦l remediaban su soledad con gatos; Walz, con el logro, tambi¨¦n viral, de acu?ar la muletilla weird (raro) para definir a los republicanos. Desde entonces, por la irrisoria esencia de las redes, la estrella de ambos se fue apagando, hasta llegar al anodino resultado del debate: para unos, venci¨® por pocos puntos el republicano; para la mayor¨ªa, ninguno de los dos.
Entre los dem¨®cratas abundan quienes creen que el revulsivo popular de Walz no ha tenido el efecto esperado en la campa?a expr¨¦s de Kamala Harris. Durante el citado debate, el aspirante dem¨®crata a la vicepresidencia desaprovech¨® ocasiones servidas en bandeja para desmontar el repetido blanqueo de Vance de muchos mensajes de Trump, en especial su denuncia de fraude electoral en 2020 (de hecho, fue algo m¨¢s que un lavado de imagen: Vance se neg¨® a admitir que Trump perdi¨® aquellas elecciones, ante la falta de reacci¨®n de Walz).
Aunque el dem¨®crata fue de menos a m¨¢s, al contrario que su campa?a, dej¨® que Vance, resbaladizo e impreciso, pero m¨¢s agradable de lo esperado dada su reputaci¨®n de antip¨¢tico, se le escapara vivo en otros asuntos pol¨¦micos, como su reiterado p¨¢bulo a las mentiras sobre los inmigrantes haitianos de Springfield (Ohio) que seg¨²n los republicanos se com¨ªan a las mascotas, y sus opiniones extremistas sobre el aborto, entre otros.
La elecci¨®n por Trump del senador de Ohio, de 40 a?os, no solo se vio como una apuesta por la clase trabajadora blanca del Medio Oeste industrial, un grupo demogr¨¢fico clave en uno de los principales campos de batalla, sino tambi¨¦n como una forma de establecer su legado pol¨ªtico, dada la posibilidad, si es reelegido, de que por su edad no terminara el mandato. De hecho, el expresidente suele tratar a Vance como lo har¨ªa un padre indulgente ante las baladronadas de su v¨¢stago, confiando en que sean algo pasajero. Porque el senador tiene un importante punto a su favor: a diferencia del primer vicepresidente de Trump, Mike Pence, es un esp¨ªritu ideol¨®gico af¨ªn, cuyo enfoque coincide con las prioridades pol¨ªticas de su mentor.
El camino de Walz a la candidatura fue m¨¢s improbable. Su nombre no figuraba en las quinielas, pero sus apariciones virales, con la muletilla del raros, y la moderaci¨®n de sus formas convencieron a Harris¡ hasta que en el debate de marras se le viera, precisamente, demasiado moderado. Uno y otro presentaban un perfil pol¨ªtico relativamente bajo a escala nacional y en las c¨²pulas de sus partidos, y en esencia, frente al desclasado Vance, Walz parec¨ªa de lo m¨¢s aut¨¦ntico.
Si hubiera que conceder la victoria a alguno de ellos, ser¨ªa a Vance, que en la recta final de la campa?a, y a diferencia de Walz, cada vez m¨¢s sombra de Harris, ha seguido profiriendo titulares. Por ejemplo, que los adolescentes se hacen trans para burlar las cuotas de los criterios DEI (siglas en ingl¨¦s de ¡°diversidad, equidad e inclusi¨®n¡±) en las grandes universidades de la Ivy League. Que las mujeres liberales celebran sus abortos con fiestas y tartas, y que Trump y ¨¦l lograr¨¢n el voto de los gais normales [sic]. Lo hizo en un largu¨ªsimo episodio de un conocido p¨®dcast muy popular entre los j¨®venes.
Frente al sostenido desbarre de Vance, la estrella de Walz pareci¨® apagarse a la vez que los focos del debate. En un invisible segundo plano, activo pero sin protagonismo, se le ha visto agradecer el apoyo a la campa?a dem¨®crata de l¨ªderes musulmanes, en simp¨¢ticos v¨ªdeos de TikTok con su hija, o de caza en el inicio de la temporada del fais¨¢n en Minnesota. Sagazmente, al menos ha logrado evitar que las dudas sobre su hoja de servicios en la Guardia Nacional y las cr¨ªticas por su lentitud en responder como gobernador de Minnesota a los disturbios tras la muerte a manos de la polic¨ªa del afroamericano George Floyd en Mine¨¢polis, ganaran terreno en la campa?a.
De las dos campa?as, ser¨ªa Vance, y no Walz, el ¨²nico que ha mantenido hasta el final el foco, aunque no siempre por las mejores razones. Como si el populismo de uno y la popularidad del otro se hubieran encontrado a medio camino, en terreno de nadie.
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