La fiebre de las cartas Pok¨¦mon entre los ni?os, la nueva obsesi¨®n en Primaria
La vor¨¢gine seguramente pasar¨¢ pronto y los contenedores se llenar¨¢n de estampas abandonadas de estos dibujos. Para entonces, ya intentaremos que los peques se aficionen a coleccionar cosas m¨¢s pr¨¢cticas
Hace unas semanas lleg¨® a nuestros colegios otra epidemia que ha afectado fuerte a los de Primaria¡ aunque por suerte esta no tiene secuelas sanitarias. Se trata del auge de las cartas Pok¨¦mon (y hay que decir cartas y no cromos, o se te enfadan los puristas), que llevan a?os en el mercado con distintas evoluciones, y que ahora han llenado los patios como si todos los cr¨ªos se sincronizaran a trav¨¦s de una deep web.
En muchas clases de Primaria los ni?os llevan fajos de cartas cu¨¢les narcotraficantes que fardan de su fortuna contando los billetes. Y mientras atienden a las profesoras siguen pensando en hacer crecer y multiplicar esas cartas hasta conseguir unos resultados que ni las criptomonedas cuando parec¨ªan menos una estafa.
En el colegio a los cr¨ªos les ense?an materias m¨¢s o menos ¨²tiles, pero el recreo los prepara para la vida. Concretamente a trav¨¦s de las cartas y de los cromos aprenden a interactuar con los dem¨¢s, aprenden a negociar para darle m¨¢s valor a esa carta ¨²nica de la que hay demanda, aprenden que si no vigilas mucho te manosean el material y te hacen perder el tiempo o incluso te lo roban (con lo que aprendes a proteger lo tuyo y a descubrir con qui¨¦n no tienes que negociar).
Adem¨¢s, esto entrena la memoria, porque lleva a los alumnos a acordarse de los centenares de nombres y caracter¨ªsticas de cada bicho de cada carta y, sobre todo, de s¨ª la tienen o no o simplemente se la han visto a alguno de sus compa?eros. Nosotros, que a nuestra edad seguramente ya hemos visto pel¨ªculas hasta dudar si eran muy previsibles o es que ya las hab¨ªamos visto hace a?os, agradecer¨ªamos tener ahora una memoria as¨ª.
Y por si fuera poco es un capricho de precio asumible. Un paquete de 10 cartas normales en el quiosco cuesta 1,50 euros [parece que los aut¨¦nticos pueden costar cuatro euros]. Una cifra interesante para ceder sin luchar mucho al chantaje emocional o a los gritos insistentes de los adictos y, seg¨²n me cuentan por Twitter, para convertirse en regalo de muchas comuniones.
Pero esta moda tambi¨¦n tienen su parte negativa. En cada sobre, te salen cartas aleatorias, y los que quieren tener toda la colecci¨®n o unas cuantas cartas concretas de mucho valor entran en una espiral de compra muy pesada. Y si no se puede ir al quiosco, cambiarlas con compa?eros o encargarlas v¨ªa web, las intentan conseguir por otros medios menos dignos. As¨ª acaban llegando las peleas y los robos. De hecho, en varios coles ya han prohibido las cartas para evitar conflictos.
Seguramente dentro de unos meses pase la vor¨¢gine y los contenedores se llenen de Pok¨¦mon abandonados. Pero entonces ya intentaremos que nuestros peques se aficionen a coleccionar unas cartas muy pr¨¢cticas para la vida: los billetes de cinco euros.
(Y, por si acaso, no tir¨¦is nada, que igual dentro de 20 a?os estas cartas os sirven para comprar un apartamento en la playa.)
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