Paul Dix, maestro y formador de padres: ¡°Si gritas a tu hijo todos los d¨ªas algo tiene que cambiar, y quiz¨¢s ese algo seas t¨²¡±
El asesor de docentes brit¨¢nico propone en su nuevo libro el control emocional de los progenitores como primer paso para mejorar el clima en el hogar y los comportamientos m¨¢s desafiantes de ni?os y adolescentes
El maestro y formador de docentes y padres ¡ªayuda en el desarrollo de habilidades a los progenitores para educar a sus hijos¡ª Paul Dix (Londres, 53 a?os), se convirti¨® en un fen¨®meno editorial con When the adults change, everything changes (¡±cuando los adultos cambian, todo cambia¡±), un libro no traducido a¨²n al espa?ol que desde 2017 ha vendido m¨¢s de 150.000 copias en todo el mundo. En ¨¦l, el profesor brit¨¢nico daba cuenta de su m¨¦todo para generar cambios radicales en el comportamiento de los ni?os y adolescentes en las escuelas e institutos.
De su experiencia trabajando con profesores da cuenta ahora en Cuando los padres cambian, todo cambia (Temas de hoy, 2024). En este nuevo volumen, propone de manera sencilla, emp¨¢tica y con mucho sentido del humor el control emocional de las madres y padres (cambiar, por ejemplo, gritos por conversaciones, castigos y sobornos por consecuencias proporcionadas) como primer y necesario paso para cambiar el clima en el hogar y los comportamientos m¨¢s desafiantes y disruptivos de los hijos. ¡°Hay cada vez m¨¢s pruebas de que una crianza emocional que se traduce en gritos sistem¨¢ticos a los ni?os es problem¨¢tica. Los ni?os desregulados necesitan adultos regulados¡±, afirma Dix por correo electr¨®nico.
Pregunta. Su nuevo libro, Cuando los padres cambian, todo cambia, se basa en un t¨ªtulo anterior surgido de su experiencia como docente. Ense?ar y criar, educar en el aula y en casa, ?tienen puntos en com¨²n?
Respuesta. S¨ª, tienen una cosa muy importante en com¨²n: en ambos entornos, el comportamiento del adulto es absolutamente fundamental. Adem¨¢s, las cosas que marcan una gran diferencia en el aula (reforzar lo positivo, poner l¨ªmites claros, tener unas rutinas acordadas o dar una respuesta coherente al mal comportamiento) tambi¨¦n son esenciales en casa.
P. Su investigaci¨®n en ambos libros parte de su experiencia personal como profesor y como padre. ?Es m¨¢s dif¨ªcil aplicar la teor¨ªa en casa, con los propios hijos, que en el aula, con los de otras personas?
R. Por supuesto. Es m¨¢s dif¨ªcil con nuestros propios hijos porque cada palabra y cada acci¨®n de ellos impacta directamente sobre nuestras emociones. Los grandes profesores manejan a sus alumnos sin los extremos de la emoci¨®n, han aprendido a responder de forma racional y desapasionada (incluso ante los peores comportamientos). Una vez que uno aprende a lograr esto y a aplicarlo como padre, puede afrontar entonces sus peores momentos manteniendo la calma y reconocer los mejores comportamientos de sus hijos con amor.
P. ¡°Todo empieza con tus emociones¡±, escribe. Uno tiene la sensaci¨®n de que la educaci¨®n emocional est¨¢ de moda.
R. Existe un gran movimiento a favor de esta crianza. Y no porque est¨¦ de moda, sino porque funciona. Hay cada vez m¨¢s pruebas de que una crianza emocional que se traduce en gritos sistem¨¢ticos a los ni?os es problem¨¢tica. En el Reino Unido, demasiados padres siguen confiando todav¨ªa en enfoques m¨¢s severos, pero todos los ni?os merecen estar rodeados de adultos que puedan educarlos sin permitir que sus propias emociones enturbien la lecci¨®n. Los ni?os desregulados necesitan adultos regulados. Adem¨¢s, no tienes que elegir entre tener una buena relaci¨®n con tu hijo o tener un hijo que se porte bien. Puedes tener las dos cosas.
P. El paso m¨¢s importante de todos, dice, es comprometerse a dejar de gritar. ?Por qu¨¦ las madres y los padres siguen gritando tanto si es algo que saben por experiencia propia que no funciona?
R. Porque nos parece lo correcto. La crianza puede ser agotadora, as¨ª que levantar la voz es algo intuitivo y parece el atajo m¨¢s r¨¢pido hacia la paz. Pero una buena gesti¨®n del comportamiento es contraria a la intuici¨®n. No se ense?a a un ni?o a no gritar grit¨¢ndole. M¨¢s bien al contrario. Puede que detengas el comportamiento en el momento, pero est¨¢s acumulando problemas. ?Qu¨¦ hacer cuando los gritos dejan de funcionar? ?A qu¨¦ recurrimos entonces? Si gritas a tu hijo todos los d¨ªas, algo tiene que cambiar, y quiz¨¢s ese algo seas t¨².
P. ?C¨®mo evitar los gritos?
R. En el momento en que un ni?o te grita, te contesta mal o es grosero, puede ser mejor que te centres en la instrucci¨®n que quer¨ªas darle en lugar de en su protesta. Podemos optar por respirar y retrasar nuestra reacci¨®n, pero hay que tener claro que una crianza coherente significa que tendremos esa conversaci¨®n cuando las cosas se calmen.
P. ¡°Gran parte de la crianza de los hijos es improvisaci¨®n¡±, afirma. Y la improvisaci¨®n conduce al caos, justo lo contrario de la coherencia que usted reivindica. ?Qu¨¦ consecuencias tiene esta improvisaci¨®n?
R. Los castigos improvisados suelen ser incoherentes y siempre desproporcionados. Es la raz¨®n por la que los padres se encuentran diciendo cosas que nunca podr¨¢n cumplir: ¡°?No vas a volver a salir de casa!¡±, ¡°?si vuelves a hacer eso, te voy a prohibir el ordenador para siempre!¡±. Cuando est¨¢s bajo presi¨®n como padre necesitas un plan, no un margen de tres segundos para inventarte algo que suene amenazador. Improvisar tu forma de ser padre puede parecerte una aventura salvaje, pero para tu hijo puede ser incoherente, injusto e impredecible. Esa no es la base de una buena relaci¨®n.
P. ?Qu¨¦ es la crianza coherente?
R. Una crianza en la que existe un plan, unas rutinas, una forma de responder al mal comportamiento y al comportamiento fant¨¢stico, un guion para los momentos dif¨ªciles y otro para reflexionar despu¨¦s. Una crianza consecuente y coherente es racional, l¨®gica y tiene sentido para tu hijo. Estoy seguro de que tampoco tardar¨¢ mucho en tener sentido para ti.
P. Hemos hablado de calma y coherencia. El tercer pilar de su m¨¦todo es lo que usted llama ¡°crianza positiva y relacional¡±. ?Qu¨¦ implica?
R. Fijarse en los comportamientos y las acciones positivas de nuestros hijos. Yo propongo hacerlo a menudo y de forma sutil, record¨¢ndoles gradualmente sus mejores comportamientos, su mejor yo. Obtendremos m¨¢s del comportamiento que m¨¢s percibamos. Por eso debemos buscar lo positivo en nuestros hijos. Todos los d¨ªas.
P. Usted no se muestra muy de acuerdo con los castigos cl¨¢sicos. ¡°La ferocidad del castigo no determina el comportamiento futuro, pero podr¨ªa determinar su relaci¨®n futura¡±, escribe. En su defecto, sugiere consecuencias proporcionadas. ?En qu¨¦ se diferencian de un castigo?
R. Las consecuencias proporcionadas pueden incluir una sanci¨®n, pero tambi¨¦n ir¨¢n acompa?adas de conversaciones que permitan al ni?o reflexionar y aprender sobre su comportamiento. Las conversaciones restaurativas ense?an a comportarse mejor. El 90% de cualquier castigo deber¨ªa ser la conversaci¨®n. Si te basas en el castigo para ense?ar, ense?ar¨¢s malas lecciones. Por ejemplo, c¨®mo ser m¨¢s escurridizo o c¨®mo evitar que te pillen. El castigo no es un buen profesor, las conversaciones estructuradas s¨ª lo son.
P. ?Este m¨¦todo es para padres y madres primerizos o nunca es tarde para cambiar?
R. Nunca es demasiado tarde, independientemente de las dificultades o de la edad de nuestros hijos. Hace poco, por ejemplo, un padre de dos adultos de 25 y 27 a?os me dijo que hab¨ªa utilizado la estrategia ¡°as¨ª es como lo hacemos aqu¨ª¡±, que consiste en apostar por la coherencia. Por ejemplo, si decidimos que en nuestra casa no se puede comer en el sof¨¢, no es bueno que al d¨ªa siguiente veamos a nuestros hijos en el sof¨¢ comiendo y no les digamos nada. Hay que ser consecuentes. Este padre aplic¨® esta estrategia cuando sus hijos fueron a pasar las Navidades en casa y me dijo que le hab¨ªa funcionado a las mil maravillas.
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