Mar¨ªa Couso, pedagoga: ¡°En la relaci¨®n de ni?os y pantallas estamos normalizando cosas que deber¨ªan escandalizarnos¡±
La experta en neuroeducaci¨®n, que publica el libro ¡®Cerebro y pantallas¡¯, muestra su sorpresa porque existan capazos para beb¨¦s de 0 a 6 meses con adaptador para el m¨®vil y lamenta que se est¨¦n creando analfabetos emocionales desde la cuna. Aun as¨ª, se muestra optimista sobre el cambio de mirada hacia el empleo de la tecnolog¨ªa
La pedagoga experta en neuroeducaci¨®n Mar¨ªa Couso (Vigo, 38 a?os) es una de las mayores expertas espa?olas en el ¨¢mbito de los juegos de mesa y en la aplicaci¨®n del juego como herramienta de aprendizaje tanto en el hogar como en el aula. Tras el ¨¦xito de su primer libro, Cerebro, infancia y juego (Destino, 2023), del que se han vendido m¨¢s de 15.000 ejemplares, ahora llega a las librer¨ªas un nuevo volumen que surge de una de las formaciones de su proyecto PlayFunLearning ¡ªplataforma que nace de la necesidad de divulgar contenido pedag¨®gico de calidad y que cuenta con 119.000 seguidores en Instagram¡ª y de un exhaustivo repaso a la evidencia cient¨ªfica sobre el impacto de las pantallas en ni?os y adolescentes.
Cerebro y pantallas (Destino, 2024) est¨¢ repleto de datos para concienciar a madres, padres y docentes sobre la necesidad de repensar el uso que hacen de las pantallas sus hijos y alumnos; y de pautas y recursos para reconducir la relaci¨®n que mantenemos con las pantallas. ¡°Nos echamos las manos a la cabeza por el uso que los adolescentes hacen de las pantallas, pero todas las encuestas nos dicen que casi el 80% de los ni?os menores de dos a?os consumen pantallas de forma diaria. Es muy importante que entendamos que la adolescencia nace en la infancia¡±, sostiene Couso en una entrevista que tiene lugar en el vest¨ªbulo de un c¨¦ntrico hotel de Madrid.
PREGUNTA. ?Las pantallas est¨¢n robando tiempo y espacio a los juegos de mesa?
RESPUESTA. Lo que estamos observando es que cada vez se juega menos por la intromisi¨®n de las pantallas, a los juegos de mesa y a cualquier juego en general. Pero estamos obviando una cosa importante: que el juego nos posibilita el desarrollo. Hablamos entre nosotros, nos comunicamos, regulamos emociones¡ Y, adem¨¢s, nos ofrece todos estos beneficios y muchos m¨¢s sin ning¨²n perjuicio. Con la tecnolog¨ªa no podemos afirmar esto de forma tan categ¨®rica. En el libro, por ejemplo, cito un estudio [Tiempo frente a la pantalla al a?o de edad y retraso en el desarrollo de la comunicaci¨®n y la resoluci¨®n de problemas a los 2 y 4 a?os, 2023] con m¨¢s de 7.000 ni?os expuestos a pantallas durante el primer a?o de vida y se ve que hay un impacto notable en habilidades como el lenguaje, la motricidad fina, la habilidad de tolerancia a la frustraci¨®n y de gesti¨®n emocional¡
P. ?El problema son las pantallas en s¨ª o el uso que hacemos de ellas?
R. ?T¨² le dar¨ªas un martillo a un ni?o de dos a?os? No, ?verdad? Porque el ni?o te da un golpe en la cabeza y te deja inconsciente. Pero, sin embargo, un martillo sirve para clavar clavos. Es decir, la herramienta no tiene un valor en s¨ª, el valor es lo que haces con la herramienta. Por lo tanto, la tecnolog¨ªa no es mala. Est¨¢ bien utilizada cuando se hace con unos determinados criterios y con unos tiempos y a partir de determinadas edades.
P. A prop¨®sito de ese ¡°a partir de determinadas edades¡±. En la introducci¨®n del libro cuenta c¨®mo le sorprendi¨® ver en 2012 a una madre que, estando en una cafeter¨ªa, hab¨ªa puesto una pantalla delante de su hijo para tomarse un caf¨¦ tranquila. Hoy en d¨ªa es una imagen m¨¢s que habitual.
R. Es que en la relaci¨®n ni?os y pantallas hemos normalizado cosas que deber¨ªan escandalizarnos. Si t¨² ves a una madre que le ofrece a un beb¨¦ en un carrito un cigarrillo o cualquier otra sustancia, reaccionas. Sin embargo, cuando ves a un ni?o en un carrito con un m¨®vil, no nos parece tan peligroso porque lo hemos normalizado. ?Hay hasta capazos para beb¨¦s de 0 a 6 meses con adaptador para el m¨®vil! De todas formas, yo soy optimista. Creo que esto va a cambiar, que igual que hemos cambiado la perspectiva sobre el tabaco, y ahora no se nos ocurre ver a nadie fumando dentro de un restaurante, pronto empezar¨¢ el momento del cambio con los m¨®viles.
P. Ya empieza a haber un debate en ese sentido. Padres que intentan retrasar lo m¨¢ximo la llegada del primer m¨®vil. Pero claro, hay que enfrentarse luego al ¡°todos mis amigos lo tienen menos yo¡±.
R. No podemos educar a nuestros hijos bas¨¢ndonos en criterios externos a nuestras propias creencias y valores. Tenemos que educar a base de lo que nosotros pensamos. Yo creo que hay que explicarles a los hijos que ser diferente no es algo negativo. Pero hacerlo con argumentos. Adem¨¢s, en la adolescencia, les puedes explicar qu¨¦ pasa cuando expones el cerebro a una pantalla y ellos son capaces de entenderlo. ?Por qu¨¦ privarles de esa informaci¨®n?
P. La pantalla es una soluci¨®n f¨¢cil para calmar a los ni?os en un restaurante, pero tambi¨¦n, por ejemplo, para cortar de ra¨ªz una rabieta. Un estudio publicado el pasado mes de junio [?Cura para las rabietas? Asociaciones longitudinales entre la regulaci¨®n de las emociones digitales de los padres y las habilidades de autorregulaci¨®n de los ni?os] se?alaba que esa acci¨®n impide que los menores aprendan a regular sus emociones. Usted escribe en su libro que ¡°estamos creando analfabetos emocionales desde la cuna¡±.
R. Siempre digo que para ser adultos funcionales tenemos que ser capaces de reconocer emociones y de regularlas. Estas capacidades se gestan en la infancia. Si lo que hacemos, en lugar de aprovechar las experiencias vitales del d¨ªa a d¨ªa para entrenar estas capacidades, es poner pantallas, estamos poniendo trabas para que estos ni?os sean adultos funcionales el d¨ªa de ma?ana.
P. Adem¨¢s de ese ¡°analfabetismo emocional¡±, bas¨¢ndonos en su investigaci¨®n, ?qu¨¦ otras consecuencias tienen esa normalizaci¨®n y mal uso de las pantallas desde la m¨¢s tierna infancia?
R. Lo malo es que el impacto de las pantallas es invisible. El impacto es a nivel cognitivo, y el efecto es a largo plazo. Dicho esto, para m¨ª hay dos efectos muy preocupantes y que, de hecho, se est¨¢n viendo en las escuelas. El primero es sobre la competencia ling¨¹¨ªstica, tanto a nivel escrito como a nivel oral. Se ha comprobado que, en ni?os expuestos a pantallas antes de los dos a?os, en el 80% de los casos hay una menor mielinizaci¨®n de las ¨¢reas del lenguaje a nivel cerebral. Es decir, no solo estamos cambiando funciones cognitivas, sino que tambi¨¦n estamos cambiando la morfolog¨ªa de nuestro cerebro. Y esto tiene una correlaci¨®n con un menor dominio del lenguaje oral o un menor vocabulario; y en ¨²ltima instancia con la comprensi¨®n lectora, el rendimiento acad¨¦mico y el fracaso escolar. Y el segundo efecto es sobre la atenci¨®n. Hace a?os en un grupo de 25 alumnos ten¨ªas a dos con dificultades a nivel de atenci¨®n que pod¨ªan estar derivadas de un TDAH. Hoy de 25 estudiantes tienes a dos con TDAH y a 23 con dificultades atencionales no vinculadas a ese trastorno.
P. Esto nos pasa tambi¨¦n a los adultos.
R. Por supuesto. Se han medido las tasas de mantenimiento de la lectura cuando uno tiene al lado el m¨®vil y los resultados son incre¨ªbles. Piensa que, de media, llegamos a tocar el m¨®vil m¨¢s de 1.500 veces al d¨ªa y hasta en 150 ocasiones llegamos a hacer algo con ¨¦l. Si ya como adultos estamos afectados, imag¨ªnate lo que supone en un ni?o que se est¨¢ desarrollando y en el que se est¨¢n dibujando esas redes atencionales.
P. Otro reciente estudio [Asociaciones entre las pr¨¢cticas parentales medi¨¢ticas y el uso de pantallas en los primeros adolescentes, tambi¨¦n de junio de 2024] concluy¨® que uno de los mayores predictores del empleo de pantallas por parte de los adolescentes es el uso que hacen de ellas sus padres.
R. Es que de nada sirve que nos pasemos el d¨ªa d¨¢ndoles la charla para que no abusen de las pantallas si nosotros nos pasamos el d¨ªa mir¨¢ndolas. Nuestros hijos atienden m¨¢s a nuestros actos que a nuestras palabras. Tenemos que ser ejemplo, aplicarnos este cuento de la regulaci¨®n de las pantallas a nosotros mismos. Se trata de ser coherentes y congruentes.
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