?C¨®mo quieres recordar la adolescencia de tus hijos? Existe una buena raz¨®n por la que no discutir a todas horas
Sinceramente, creo que merece la pena hacer el esfuerzo por tener una convivencia feliz con nuestros hijos. Merece la pena que los apreciemos y valoremos como son, con todo su potencial
Hace unos a?os ocurri¨® algo inesperado. Algo terrible. Una tarde mientras estaba en la oficina, me lleg¨® un mensaje que nadie querr¨ªa recibir. La noticia de la muerte de una persona es siempre una mala noticia, pero cuando esa persona es un adolescente y eres madre te impacta en lo m¨¢s profundo de tu ser. Acababa de ocurrir, y ya lo sab¨ªamos decenas de familias allegadas a los desdichados padres. Fui al tanatorio al d¨ªa siguiente y a una de las misas que se oficiaron. Pero lo que me qued¨® grabado a fuego de aquel horrible acontecimiento fue el relato de la no-despedida, del ¨²ltimo momento compartido, de la ¨²ltima conversaci¨®n mantenida. Desde entonces, pienso que es necesario despedirse de la familia para ir a trabajar, para ir al colegio o para ir a dormir como si fuera la ¨²ltima vez que lo vas a hacer. Porque, realmente, puede serlo. Creo que es importante que los ¨²ltimos momentos antes de cualquier despedida dejen un buen recuerdo, aunque supuestamente nos vayamos a volver a ver unas pocas horas m¨¢s tarde. Desgraciadamente, esto tan sencillo, puede ser complicado si vivimos en un conflicto constante con nuestros hijos adolescentes.
La adolescencia es la edad temida, el momento que todos los padres esperamos con el hacha escondida detr¨¢s de la espalda, dispuestos a sacarla para defendernos con sudor de nuestros peque?os convertidos en tiranos. As¨ª es como se percibe generalmente la adolescencia, o al menos eso creo yo. Parece que es una etapa de lucha constante, de desaf¨ªos y conflictos con unos hijos en constante actitud retadora. Si no que me expliquen por qu¨¦ tratamos tan mal a los adolescentes, aun siendo padres. La semana pasada mi hija y su amiga, estudiantes de secundaria, fueron a dar una vuelta. Volvieron al poco bastante disgustadas. Un padre y su ni?a las hab¨ªan echado del parque, porque ellas supuestamente no deb¨ªan estar en ese parque de ni?os peque?os. Puedo entender que si est¨¢ el parque lleno de gente puedan molestar, pero no era el caso. Unos d¨ªas m¨¢s tarde mi hijo lleg¨® a casa enfadado porque le hab¨ªa ocurrido algo parecido. Una madre con un ni?o peque?o cogido de la mano se hab¨ªa encarado a ¨¦l mientras iba en la bici porque lo percibi¨® como un peligro para su hijo.
Yo querr¨ªa decirles algo a esos padres. Quer¨ªa decirles que sinti¨¦ndolo mucho sus reto?os de cuatro, cinco o seis a?os tambi¨¦n crecer¨¢n y se har¨¢n adolescentes. S¨¦ que cuesta creerlo cuando a¨²n llevan babi, todav¨ªa no usan m¨®vil, y no tienen acn¨¦, pero el tiempo pasa volando y cuando te vas a dar cuenta est¨¢n en la universidad. Y lo siento sobre todo porque algunos lo vais a pasar mal. Porque si sois de esos padres y madres que excluyen a los adolescentes, de esos que van soltando mensajes sobre lo mal educados que son los chavales, o rega?¨¢ndolos y echando a los quincea?eros de su alrededor delante de sus hijos peque?os, creo que no vais por buen camino. Os puede acabar ocurriendo como a Pigmali¨®n: que vuestras expectativas se hagan realidad.
Si vives la infancia de tus hijos cogiendo fuerzas y afilando el hacha en previsi¨®n de una adolescencia tremenda ?qu¨¦ crees que va a ocurrir? Puede costar mucho entender a los j¨®venes, pero para eso estamos los padres, para aceptarlos como son en todo momento de su vida. Hay libros maravillosos, como el del cient¨ªfico David Bueno ¡°Neurociencia para educadores¡± que nos explican el proceso por el que est¨¢ pasando el cerebro de nuestros hijos adolescentes. A m¨ª me ayud¨® a entenderlos mejor. Pero, sobre todo, lo que ayuda de verdad es tener una paciencia infinita y un cupo muy reducido de temas bloqueantes. Una selecci¨®n de temas importantes por los que merece la pena discutir.
Aunque realmente creo que las cosas hay que encauzarlas mucho antes de que se descontrolen. En vez de pasar la infancia de nuestros hijos concienci¨¢ndonos de lo mala que va a ser la adolescencia, podemos ir trabajando para que sea una ¨¦poca lo m¨¢s libre de discusiones posible. Y sobre todo siendo nosotros mismos un modelo. Un modelo de control del uso del m¨®vil, de las redes sociales, del consumo de alcohol o tabaco, de h¨¢bitos saludables (sue?o, deporte, alimentaci¨®n, higiene¡), de educaci¨®n y respeto hacia todos, y en especial hacia aquellos que queremos. No podemos estar todo el d¨ªa discutiendo con ellos por todo: por el desorden, por la m¨²sica, por el m¨®vil, por la consola, por la puntualidad, por los amigos, por los estudios, por el aspecto. Si queremos podemos estar constantemente rega?¨¢ndolos. Motivos no nos faltar¨¢n. Pero ?cu¨¢les son los motivos realmente bloqueantes para ti? Pi¨¦nsalo bien y prioriza. S¨¦ que, a pesar del esfuerzo, siempre puede haber algo que no podamos ser capaces de cambiar y que nos lleve inevitablemente a conflictos de mayor o menor grado. Personalmente, no soporto tener el mismo problema una y otra vez, buscarle soluci¨®n y que no haya manera de dar por zanjado el asunto.
Para mi uno esos temas bloqueantes es la puntualidad y el control del tiempo. El no hacer esperar a los dem¨¢s. Algo por lo que nos hemos ganado muy mala fama los espa?oles en general, y que los m¨®viles no han hecho m¨¢s que empeorar. Qu¨¦ ¨²tiles son ?verdad? Ya no sabr¨ªamos vivir sin ellos. Pero que f¨¢cil es cambiar planes sobre la marcha, o no sentirse mal por llegar tarde mandando un mensaje de aviso de nuestro retraso. La puntualidad es el tema que me obliga a ser la madre pesada que no quiero ser. Odio meter prisas a mis hijos. Detesto las ma?anas a contrarreloj. Y lo peor es cuando llega la no-despedida con un portazo, sin un abrazo ni un beso. Sin un te quiero, mam¨¢. Nada. ?Y si fuera esa la ¨²ltima vez que nos vi¨¦ramos? No puedo evitar recordar lo que sucedi¨® aquella tarde y el relato del ¨²ltimo momento compartido de aquellos padres despu¨¦s una perdida tan terrible.
Sinceramente, creo que merece la pena hacer el esfuerzo por tener una convivencia feliz con nuestros hijos adolescentes. Merece la pena que los apreciemos y valoremos como son, con todo su potencial. Que los queramos tal cual y vivamos cada d¨ªa como si fuera el ¨²ltimo que vamos a compartir con ellos. Pensando en que si falt¨¢ramos ma?ana o fueran ellos los que no siguieran a nuestro lado, al menos nuestros ¨²ltimos momentos juntos fueron de plenitud. De este modo, creo que lo m¨¢s probable es que disfrutemos de una larga vida en familia, pero, adem¨¢s, siendo felices y conservando tambi¨¦n un gran recuerdo de esta etapa.
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