El poder de las expectativas
En 1963, el psic¨®logo Robert Rosenthal public¨® un art¨ªculo en American Scientist en el que mostraba c¨®mo las expectativas de los investigadores pod¨ªan afectar a los resultados de sus experimentos. En este art¨ªculo ya apuntaba que ese tipo de profec¨ªas autocumplidas podr¨ªan tambi¨¦n estar influyendo en las escuelas, donde las expectativas que los profesores tienen sobre sus alumnos podr¨ªan influir en su rendimiento acad¨¦mico. Al leer esto, Lenore Jacobson, directora de una escuela p¨²blica de California, se puso en contacto con ¨¦l y pocos a?os despu¨¦s ambos firmar¨ªan uno de los estudios psicol¨®gicos m¨¢s importantes de la d¨¦cada, que titularon Pigmali¨®n en las aulas y que ha sido replicado en numerosas ocasiones con similares resultados. /
Con el mito de Pigmali¨®n en mente, Rosenthal y Jacobson se dispusieron a tratar de analizar c¨®mo las expectativas de los docentes podr¨ªan influir en sus alumnos. Para ello tomaron 320 alumnos de seis cursos diferentes de una escuela de California, a los que pasaron una prueba de inteligencia. Una vez vieron que no hab¨ªa grandes diferencias entre ellos, seleccionaron al azar a 65 de estos alumnos, de los que dieron unos informes falsos a sus profesores: les indicaron que esos alumnos hab¨ªan obtenido en la prueba de inteligencia unos resultados extraordinarios, claramente por encima de la media, y que eran alumnos de los que pod¨ªan esperar mucho. Del resto de alumnos, simplemente no dijeron nada. Acabado el curso, repitieron la misma prueba de inteligencia a todos los alumnos, y observaron c¨®mo aquellos a los que falsamente hab¨ªan etiquetado como m¨¢s inteligentes, finalmente hab¨ªan mostrado unos incrementos en su cociente intelectual marcadamente superiores al resto, lo cual era incluso m¨¢s llamativo en los ni?os m¨¢s peque?os./
?Qu¨¦ es lo que sucedi¨® a lo largo de ese a?o para que esos alumnos, inicialmente iguales al resto, acabaran por despuntar en las pruebas de inteligencia? Las expectativas que sus maestros ten¨ªan sobre ellos acabaron convirti¨¦ndose en realidad. Pero no hay nada m¨¢gico ni m¨ªstico en ello. Como observaron en el estudio, contar con esa informaci¨®n hac¨ªa que los profesores dieran inconscientemente un trato diferente a esos alumnos con respecto a sus compa?eros: les sonre¨ªan con m¨¢s frecuencia, manten¨ªan el contacto ocular durante m¨¢s tiempo y sus reacciones de elogio eran m¨¢s claras. /
Con el paso de los a?os, este mensaje ha ido calando en la cultura popular. El movimiento new age se ha apropiado de estas ideas y se ha creado un mito seg¨²n el cual el poder de la mente es pr¨¢cticamente infinito: bastar¨ªa con desear algo con la suficiente fuerza para que se convierta en realidad. Paulo Coelho, lo plasma as¨ª: ¡°Cuando quieres realmente una cosa, todo el Universo conspira para ayudarte a conseguirla¡±. En esta l¨ªnea, m¨¢s cercana al esoterismo que a la psicolog¨ªa cient¨ªfica, se sit¨²a la denominada ¡°Ley de la atracci¨®n¡± de la que hablan famosas obras como El Secreto. No obstante, estas interpretaciones tan exageradas del Efecto Pigmali¨®n pueden tener incluso el resultado contrario por llevar a la inacci¨®n, y con ella al fracaso. El poder de las expectativas es limitado, no basta con desear en¨¦rgicamente algo para que el universo conspire a nuestro favor. El universo no va a hacer nada por nosotros si no nos movemos del sof¨¢ y generamos las condiciones necesarias para que se d¨¦ el cambio. Este mensaje fomenta lo que los psic¨®logos denominamos un ¡°locus de control externo¡±. Quienes tienen este locus de control externo perciben que los eventos les ocurren como resultado del azar, el destino, la suerte, o bien el poder o decisiones de otros. No sienten que tengan el control de su vida. Est¨¢n a merced de la suerte, el destino, o en palabras de Coelho, el universo. De este modo, es m¨¢s probable que adopten una actitud pasiva ante la adversidad. /
Hay estudios recientes, como el que publicaron Piqueras, Rodriguez y Rueda en 2008 donde se observa que ¡°las personas que se sienten convencidas de que encontrar¨¢n trabajo pronto, reducen sensiblemente sus probabilidades de permanencia en el paro¡±, llegando a ser de hasta 14 meses la diferencia entre quienes tienen unas expectativas positivas o negativas. Entonces, ?si no es el universo quien ha conspirado para que estas personas optimistas encuentren empleo, qu¨¦ es lo que ha sucedido?/
Las expectativas no sirven de nada si no van acompa?adas de acciones. Son nuestras decisiones y acciones las que generan las condiciones necesarias para que se desarrollen unos u otros acontecimientos. Los alumnos de aquel instituto de California que fueron etiquetados como m¨¢s inteligentes recibieron una atenci¨®n privilegiada por parte de sus profesores, que les posibilit¨® un mejor desarrollo acad¨¦mico que al resto de sus compa?eros. Aquellas personas del estudio de Piqueras y colaboradores que encontraron empleo antes por sus expectativas positivas, lo hicieron porque esas expectativas les llevaron a adoptar una estrategia m¨¢s activa en la b¨²squeda de empleo que aquellos que pensaron ¡°no hay nada que hacer¡±. /
Detr¨¢s de cada persona que toma homeopat¨ªa y ¡°le funciona¡± tambi¨¦n est¨¢n las expectativas: se conoce como efecto placebo a la remisi¨®n de s¨ªntomas producida al consumir una sustancia inactiva, debido a la fe que tiene la persona en la eficacia del remedio. Y es un efecto tan potente que cualquier investigaci¨®n cient¨ªfica en la que se administra un tratamiento debe tenerlo en cuenta para que las expectativas, tanto de quienes realizan el experimento como de quienes prueban los nuevos f¨¢rmacos, no interfieran con el resultado final. Es lo que se conoce como ¡°estudios de doble ciego¡±, en los que la mitad de los participantes reciben un f¨¢rmaco ¡°real¡± y la otra mitad un placebo (sustancia inactiva con el mismo aspecto que el f¨¢rmaco aut¨¦ntico). Ni los investigadores ni los participantes en el estudio saben qui¨¦n est¨¢ tomando f¨¢rmaco o placebo, ambos son ¡°ciegos¡± a esta informaci¨®n. Al analizar los resultados, el f¨¢rmaco debe resultar superior al placebo para poder afirmar que es efectivo./
Como se desprende de estos ejemplos, la biolog¨ªa tambi¨¦n est¨¢ muy implicada en este fen¨®meno: las expectativas que tenemos a la hora de enfrentarnos a una determinada tarea influyen en nuestro nivel de actividad cerebral, y ello en nuestras posibilidades reales de ¨¦xito o fracaso. Esto lo observaron en 2010 un grupo de neur¨®logos del California Institute of Technology. Descubrieron que el nivel de esfuerzo cerebral de una persona ante una tarea determinada depende de su acercamiento personal a la misma, esto es, si cree que va a tener ¨¦xito o si cree que va a fracasar. Los optimistas (aquellos con expectativas positivas), muestran m¨¢s actividad una zona cerebral llamada c¨®rtex parietal posterior que los pesimistas. Y a m¨¢s actividad de esa ¨¢rea, m¨¢s probabilidad de resolver exitosamente la tarea a la que hab¨ªan sido encomendados. /
As¨ª, creer que tendremos un mal d¨ªa nos generar¨¢ el estado emocional necesario para que as¨ª sea. Creer que una relaci¨®n no va a funcionar nos impedir¨¢ invertir los esfuerzos necesarios para que funcione, y finalmente fracasar¨¢. Preste atenci¨®n a sus expectativas, ya que ¨¦stas poseen mucho poder. Y recuerde: este poder no es m¨¢gico ni m¨ªstico, sino que tiene mucho que ver con los recursos que movilizamos para lograr nuestras metas./
El mito de Pigmali¨®n
Seg¨²n la mitolog¨ªa griega Pigmali¨®n era un pr¨ªncipe que, buscando a la mujer perfecta con la que formar matrimonio, decidi¨® esculpirla en piedra. Noche y d¨ªa tallaba la piedra para adaptarla a la imagen que ¨¦l ten¨ªa en su mente de la mujer ideal, hasta el punto en el que acab¨® enamorado de su propia creaci¨®n, a la que puso por nombre Galatea. Y tal era su pasi¨®n por ella que la diosa Venus se apiad¨® de ¨¦l y dio vida a Galatea: los deseos de Pigmali¨®n acabaron convirti¨¦ndose en realidad.
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