Un sof¨¢, el secreto para que tus hijos sean felices
Muchos padres y madres sue?an con montar para sus ni?os el mejor cuarto del mundo, rollo parque tem¨¢tico, pero si te falta el dinero tienes que ser mucho m¨¢s creativo e ir a lo sencillo
A la hora de decorar la habitaci¨®n infantil de tus reto?os, todo padre con espacio y un poco de presupuesto sue?a en alg¨²n momento con construirle al cr¨ªo un peque?o parque tem¨¢tico.
He visto con mis propios ojos camas con forma de coche de carreras, literas que son una caba?a, muebles tuneados para que recuerden a una nave espacial¡ En resumen, prodigios que yo no sabr¨ªa ni c¨®mo hacer entrar por la puerta de la habitaci¨®n.
Y ya si entras en Instagram y buscas un poquito, puedes encontrar aut¨¦nticos decorados que ni en el plat¨® del Mandalorian.
Pero si no te llega la pasta o no eres manitas, que en estas dos opciones entramos la mayor¨ªa, no te preocupes. Porque todo lo que necesitas para desarrollar la fantas¨ªa de tu hijo es¡ un sof¨¢.
S¨ª, de verdad. Si Loquillo para ser feliz quer¨ªa un cami¨®n, t¨² puedes poner infinitas sonrisas en la cara de tus hijos con un simple sof¨¢.
Porque cualquier sof¨¢, sobre todo si tiene cojines que puedan moverse o sacarse, se puede convertir en un transformer de mil usos.
As¨ª haciendo memoria, el nuestro ha sido: barco pirata para navegar por los mares salvajes llenos de criaturas peligrosas, caba?a en el ¨¢rbol en la que resistir contra fuertes tempestades, banco que puede ser atracado, escuela de peluches a los que impartir clase de cualquier asignatura, refugio f¨¢cil para el escondite, trinchera ninja desde la que observar el mundo, tienda adaptable a cualquier g¨¦nero, cama el¨¢stica sobre la que saltar y rebotar hasta el infinito y m¨¢s all¨¢, toboganes acu¨¢ticos secos, ring de lucha libre, sacos de boxeo con los que entrenar o hacer apasionadas guerras de cojines¡
Las posibilidades son infinitas. Y si algo tienen los ni?os es imaginaci¨®n y tiempo libre para ser creativos.
Hace casi cuatro d¨¦cadas, mi hermana y yo jug¨¢bamos cada tarde en el sof¨¢ de casa, hasta que acabamos reventando todos los muelles. Hoy, mis hijos hacen lo mismo con la misma alegr¨ªa¡ y con otro sof¨¢, claro.
La ¨²nica diferencia es que ya hemos aprendido de la propia experiencia y ahora nosotros tenemos dos sof¨¢s. Y no, no tenemos una de esas mansiones de programa de entrevistas de Bert¨ªn Osborne. ¡°Nuestras tierras¡± son dos sof¨¢s. Uno para sentarse c¨®modamente y hacer actividades de tranquilidad intelectual, tambi¨¦n llamado ¡°el nuevo¡±, y otro, que autom¨¢ticamente pas¨® a ser ¡°el viejo¡± para no llamarle ¡°el sucio¡±, es el primero que compramos hace 12 a?os, para desgastarlo sin preocupaciones:
- Sobre ¨¦l han hecho la siesta familiares y amigos (a veces sin siquiera sacarse los zapatos).
- Sobre ¨¦l han saltado a lo loco decenas de ni?os (muchas veces tambi¨¦n sin sacarse los zapatos).
- Sobre ¨¦l lleva a?os descansando nuestra perra cuando cree que no la vemos, porque en teor¨ªa era territorio prohibido para ella, pero el rastro de pelillos abandonados la delata.
- Sobre ¨¦l han ca¨ªdo todas las manchas de pintura, purpurinas, pur¨¦s, slimes y dem¨¢s (y por muchas toallitas que le pases, ah¨ª siguen).
- Sobre ¨¦l viven millones de ¨¢caros en ciudades microsc¨®picas llenas de polvo y mierda que seguramente nos asustar¨ªan si tuvi¨¦ramos un microscopio¡
En definitiva, que es un sof¨¢ vivido y ensuciado a lo bestia. Que si vinieran los del CSI, les explota la l¨¢mpara de luz ultravioleta de la mierda que tiene. Pero de los dos, dir¨ªa sin dudar que el viejo y barato es el m¨¢s c¨®modo y preferido por todo el mundo.
Porque al final, los ni?os lo que quieren es disfrutar sin agobios. Y, sobre todo, jugar sin un adulto que le haya puesto la cl¨¢sica s¨¢bana y est¨¦ todo el rato advirtiendo a lo guardia urbano: ¡°cuidado, no saltes, no lo manches¡¡±
As¨ª que cuando quieras (o necesites, porque querer abre la puerta a perder tiempo mirando tiendas y agobiarte mucho) cambiar de sof¨¢, si tienes algo de sitio y paciencia, que no se lleven el antiguo. D¨¦jalo en un rinc¨®n donde tus hijos pueden destrozarlo salvajemente y les har¨¢s muy felices a ellos y a sus amigos.
Y cuando ya est¨¦is hartos del maldito trasto, siempre en medio y totalmente en ruinas, tus hijos ya tendr¨¢n edad para ayudarte a bajarlo a la calle.
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