Con la llegada de los hijos la vida conyugal ya no es lo que era
Pap¨¢s que pasan, relaciones que se rompen... con el nacimiento de un beb¨¦, la responsabilidad aparece dando un bofet¨®n. Lo que ayuda cuando asoman los desencuentros es pensar que el problema no es la pareja: el problema es el desaf¨ªo que se presenta, y que hay que aprender a gestionar
Dice un chiste que la mayor dificultad de la crianza es la siguiente: no divorciarse.
Es verdad.
Cuando alguien nos gusta, y nos remueve el coraz¨®n, y nos cambia las v¨ªsceras de sitio, y no podemos pensar en otra cosa; no nos estamos fijando en su pericia para cambiar pa?ales. Lo que perseguimos, si somos lo suficientemente j¨®venes, es hacer un road trip por la costa de C¨¢diz y acabar en cualquier cala mirando c¨®mo el sol se hunde en el Atl¨¢ntico. Tener sexo salvaje con una frecuencia superior a la media. Ir al cine y despu¨¦s a cenar a un sitio canallita (y posteriormente regresar al sexo salvaje). Nadie se imagina firmando una hipoteca ante el director de la sucursal cuando admira el fulgor de los ojos de su enamorado.
¡ª ?No puedo vivir sin ti!
Luego, con la llegada de las criaturas, la vida cotidiana en el nidito de amor se convierte en otra cosa, tomada por la log¨ªstica de la reproducci¨®n de la especie. Uno no se acaba de creer en lo que se ha convertido la existencia y la responsabilidad aparece dando un bofet¨®n, aunque el beb¨¦ sea adorabil¨ªsimo (y menos mal que lo es). El cansancio y la desesperaci¨®n ante las interminables tareas tensionan la convivencia. Recuerdo el miedo y el agobio. No hab¨ªa espacio, ni tiempo, ni ganas para las bromas y las ternuras. Se iba disolviendo la magia. Nos convert¨ªamos en muggles.
¡ª Pon eso ah¨ª.
¡ª Hay que comprar tal.
¡ª ?Llamaste a aquel?
¡ª Falta esto.
Es algo por lo que hay que pasar. No es infrecuente que las parejas se distancien o se rompan al poco de nacer la prole. No est¨¢ mal separarse si la vida es insoportable. Yo, como crec¨ª en una familia desestructurada y desdichada (todas las son a su manera), he preferido intentar una apacible familia tradicional. Lo que me ayuda cuando asoman los desencuentros es pensar que el problema no es la pareja: el problema es el desaf¨ªo que se presenta, y que hay que aprender a gestionar. Creo que los conflictos derivados de la crianza se pueden solucionar con voluntad, negociaci¨®n, comunicaci¨®n y una organizaci¨®n racional que no deje demasiado al azar. Pragmatismo ante todo. Suena f¨¢cil, no lo es tanto. Pero es muy triste que la gente acabe fatal por cuestiones log¨ªsticas.
En su reciente libro Toda la rabia (Capit¨¢n Swing), la psic¨®loga Darcy Lockman (recientemente entrevistada en este peri¨®dico) incide en que las tareas de la crianza y el hogar siguen recayendo fundamentalmente en las mujeres, aunque ya todo el mundo sepa que es injusto, y, muy notoriamente, incluso en las m¨¢s concienciadas parejas progresistas. Los pap¨¢s pasamos m¨¢s del tema, aunque seamos feministas de boquita. Lo veo mucho a mi alrededor, y lo veo mucho en m¨ª mismo: trato de estar siempre alerta, no siempre lo consigo. Aun estando alerta, muchas veces me veo sobrepasado por inercias culturales muy arraigadas: son incontables las generaciones que funcionaron con ciertos roles de g¨¦nero y en eso nos hemos criado. Por otro lado, procesos biol¨®gicos como la gestaci¨®n y la lactancia siempre ser¨¢n m¨¢s pesados para la madre. Y en ciertas etapas los peque?os son m¨¢s demandantes con mam¨¢. Es como si todo conspirase en una direcci¨®n. Por eso hay que estar al loro.
Algo que observ¨¦ cuando naci¨® la ni?a, aunque solo me di cuenta m¨¢s tarde, es que Liliana adquiri¨® un sentido ar¨¢cnido que le hac¨ªa ver en 360 grados y alta definici¨®n en lo que a cuidados se refiere. La famosa carga mental. Yo andaba m¨¢s despistado, como que no acaba de entender lo que era aquello.
¡ª ?Tienes que pensar de forma transversal!, me dec¨ªa.
Ni siquiera me daba cuenta de que no me daba cuenta de muchas cosas. Las madres se sienten muy solas por ese motivo. Supongo que Liliana, que hab¨ªa gestado durante nueve meses y hab¨ªa parido, estaba mucho m¨¢s en la realidad de las cosas que yo, que hab¨ªa echado una manita desde fuera, sorprendido por esa reluciente barriga que no paraba de crecer. Los padres aprendemos mucho m¨¢s lentamente, y tiene que haber esa voluntad de aprender y entender la carga de la madre, lo que no siempre se da.
Los padres, adem¨¢s, tenemos la sensaci¨®n de que si nosotros no nos preocupamos por alguna cosa, la madre siempre ser¨¢ la ¨²ltima red de seguridad. Siempre estar¨¢ ah¨ª. As¨ª, las mam¨¢s viven con la enorme presi¨®n de saber que son la ¨²ltima salvaguarda para la supervivencia de los hijos. Despu¨¦s de m¨ª, el caos. Curiosamente, la buena maternidad se da por hecho y pasa desapercibida. Si un padre mueve m¨ªnimamente un dedo por los hijos, es posible que sea considerado un h¨¦roe, como el troyano H¨¦ctor levantando a su ni?o hacia el cielo.
Un reparto lo m¨¢s equitativo posible de las tareas es fundamental para el bienestar de la pareja. Creo que una corresponsabilidad perfecta al 50% es pr¨¢cticamente imposible (la implicaci¨®n f¨ªsica y emocional de las madres nunca podr¨¢ ser igualada), pero es una utop¨ªa que nos ayuda a caminar. Una buena idea es negociar ese reparto de tareas y dejarlo por escrito, hasta los ¨²ltimos detalles (si se deja algo al azar es muy probable que lo acabe haciendo quien usted ya sabe): se genera una sensaci¨®n de justicia, un documento al que apelar en caso de conflicto, y ayuda a organizar la cabeza de cada uno. Nosotros tenemos esas Tablas de la Ley colgadas en la nevera y, aunque los trasiegos de la vida hacen que no se cumplan a rajatabla, otorgan cierta estabilidad, como la Constituci¨®n Espa?ola.
(Es curioso: Darcy Lockman encontr¨® que incluso en las parejas en las que se percibe el trabajo repartido con equidad, las mujeres suelen hacer dos tercios).
Para el bienestar familiar tambi¨¦n es fundamental vaciar de vez en cuando la cabeza de las responsabilidades de la crianza, dejar huecos por los que respire la relaci¨®n de pareja: somos padres, pero tambi¨¦n somos otras cosas. Hubo un tiempo en el que nuestro af¨¢n era un road trip por la costa de C¨¢diz, el crep¨²sculo, la cena en un sitio canallita, el sexo asilvestrado. Ahora somos un equipo que tiene que engrasarse para sacar adelante a la guajina, en un blandito clima de amor. Para desatascar la cabeza, nosotros nos pusimos la regla de no hablar de esos asuntos (lo llamamos ¡°despachar¡±) despu¨¦s de las doce de la ma?ana. Por supuesto, es imposible, y la conversaci¨®n de marras, con sus pa?ales, sus horarios, sus pl¨¢tanos, sus planificaciones alimenticias, siempre emerge como las burbujas en el agua:
¡ª ?Deja de despachar que son las tres y estamos comiendo!
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