?Todos los ni?os tienen que ser futbolistas de Primera Divisi¨®n?
Quiz¨¢ mi hijo se frustre porque no llega a profesional. O puede que se mantenga entusiasmado durante a?os porque se lo pasa bien con sus amigos hasta los cuarenta y pico y luego van a cenar todos, m¨¢s calvos y gordos pero a¨²n amigos
S¨¦ que el f¨²tbol le da la vida a millones de personas en todo el planeta, s¨¦ que es una cultura y un idioma global y un tema de conversaci¨®n eterno que te hermana con gente de todos los rincones, pero a m¨ª no me ha interesado nunca. Quiz¨¢s porque de peque?o en el cole implicaba pelotazos que me romp¨ªan las gafas (sin que nadie pidiera nunca perd¨®n ni pagara las monturas, que m¨¢s de una vez acababan con un celo cutre porque no se pod¨ªan comprar gafas sin parar) o gritos y estr¨¦s exagerados para ganar a toda costa unos partidos en la hora del recreo que se supon¨ªan l¨²dicos y que en el fondo no te contaban para el expediente acad¨¦mico ni nada.
En cambio, me fascina la serie Ted Lasso y las pel¨ªculas sobre gesti¨®n de equipos con jugadores mal¨ªsimos y un entrenador borracho que al final acaban triunfando y redimi¨¦ndose.
Todo esto viene porque a mi hijo peque?o le encanta jugar a la pelota. Y ya se sabe que uno por los hijos hace lo que sea necesario. Hasta jugar al f¨²tbol. Me pongo a jugar con ¨¦l por el pasillo y nos vamos chutando la pelota infinidad de veces. ?l disfruta con una alegr¨ªa ingenua y radiante, y a m¨ª me asaltan varias im¨¢genes a la vez.
Primero pienso en mi padre, al que le encantaba el Bar?a, y con el que vi en toda mi vida un solo partido en el campo y algunos fragmentos de otros en el sof¨¢. Muri¨® hace un a?o y medio y me da una pena enorme pensar todos los chutes y regates que habr¨ªa tenido con mi peque?o, teniendo por fin un ni?o al que entrenar l¨²dicamente y que le acompa?ara en su afici¨®n.
Despu¨¦s, mi cerebro de previsor opina que ese bal¨®n puede darle alg¨²n golpe a alg¨²n cristal o a mi hija o a nuestra perra o manchar la pared o molestar a la vecina de abajo. Y en tercer lugar, examino la manera en que mi hijo juega a f¨²tbol para ver su potencial. Objetivamente, ¨¦l atrapa la pelota y la devuelve, que ya es mucho m¨¢s de lo que hago yo. Y entonces mi imaginaci¨®n se pone estupenda, como le debe pasar a la mayor¨ªa de padres.
Por un momento, creo que igual tiene un don natural, que igual le va a gustar mucho este deporte, que igual tendremos que apuntarlo a f¨²tbol extraescolar y que nos tocar¨¢ ir a apoyarle a muchos partidos. As¨ª, lo veremos superarse poco a poco, quiz¨¢ lesionarse, quiz¨¢ toparse con un entrenador que le motive y le haga disfrutar, o quiz¨¢ con alguien frustrado que le exigir¨¢ demasiado para su edad.
Ya puestos, me imagino discutiendo con esta persona porque le grita a mi hijo o quiz¨¢ porque no lo saca nunca del banquillo. Tambi¨¦n me veo yendo muchos s¨¢bados a muchos partidos lejos de casa y muy temprano, d¨¢ndoles conversaci¨®n a otros padres sin saber bien qu¨¦ decir, o quiz¨¢ peor, me veo pele¨¢ndome con padres machistas y maleducados que insultan a los ni?os o al ¨¢rbitro.
Por supuesto, en esta fabulaci¨®n futura tambi¨¦n me imagino dici¨¦ndole a mi hijo que no deje los estudios pese a que tenga como modelo a chavales millonarios que han dedicado todos sus esfuerzos a la pelota. Despu¨¦s calcularemos juntos a ojo los millones de chavales que juegan al futbol en todo el planeta y el n¨²mero de jugadores que tienen todos los equipos de cada divisi¨®n de nuestro pa¨ªs y veremos que las cifras no cuadran.
Las probabilidades de conseguir que lo fichen y, sobre todo, de mantenerse como profesional solo dan una conclusi¨®n obvia, pero que poca gente quiere aceptar: no todos los ni?os pueden ser futbolistas de Primera Divisi¨®n ni todos los padres m¨¢nagers de millonarios con mansiones y cochazos. Y forzarles a intentar conseguirlo a toda costa es forzarlos a ser infelices.
Quiz¨¢ mi hijo se frustre porque no llega a profesional. O puede que se mantenga entusiasmado durante a?os porque simplemente se lo pasa bien jugando con sus amigos hasta los cuarenta y pico y luego van a cenar todos, m¨¢s calvos y gordos pero a¨²n amigos. Y en un tercer futuro muy improbable (pero que el Doctor Strange tambi¨¦n ver¨ªa), imagino a mi hijo fichando por un equipo de Primera y jugando en un estadio lleno de gente que le ve disfrutar. Y entonces, antes de chutar ese penalti que les da la liga o la copa o lo que sea que ganan en las finales decisivas, ¨¦l se acuerda de esos momentos en el pasillo de casa en los que jug¨¢bamos los dos y sonr¨ªe¡
S¨ª, tengo mucha imaginaci¨®n. Pero est¨¢is leyendo a uno que con cinco a?os quer¨ªa ser escritor y lo acab¨® siendo. As¨ª que a veces la gente puede vivir de su sue?o de infancia. Yo no s¨¦ de f¨²tbol, pero tengo una cosa clara: si mi hijo es feliz chutando una pelota, all¨ª me tendr¨¢ para chut¨¢rsela.
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