Las extraordinarias aventuras de Teo para recordar la infancia olvidada
La popular serie de libros infantiles nos hace ver lo maravilloso que se esconde en la vida ordinaria, y me hace recorrer librer¨ªas de segunda mano en pos de los ejemplares que me faltan
La primera vez que me puse a leer Teo va la escuela con mi hija sufr¨ª una epifan¨ªa: me acordaba de todo aquello. Me acordaba del elefante de barro que moldea Teo sobre la mesa de su clase, me acordaba del director del centro rega?ando a Teo por portarse mal (y la incertidumbre por no saber qu¨¦ era eso tan malo que hab¨ªa hecho Teo y la indignaci¨®n porque nadie nos lo contaba), me acordaba de las bandejas del comedor y hasta de la hierba que afloraba entre las juntas de las baldosas del patio del colegio, donde unos jugaban a baloncesto y otros hac¨ªan gimnasia.
Recordaba cosas que cre¨ªa nunca haber conocido y record¨¦ c¨®mo odiaba, precisamente, ir a la escuela (como luego ir al trabajo) y c¨®mo buscaba consuelo en la peripecia del chaval pelirrojo del jersey de rayas. Aquella lectura con Candela me revelaba algunos aspectos sorprendentes sobre el funcionamiento de la memoria: que tiene s¨®tanos escondidos y desvanes polvorientos donde, adem¨¢s de fantasmas, guardamos esos trastos que ni siquiera sabemos que tenemos.
La vida con la peque?a Candela me ha tra¨ªdo a la mente otras im¨¢genes que cre¨ªa inexistentes, porque tener una hija es volver a visitar la propia infancia: la b¨¢scula met¨¢lica de la Farmacia Estrada, en Oviedo, a principios de los ochenta o la consulta del pediatra Zapico, que tan temible me parec¨ªa en cada visita. Echar de menos a mam¨¢, sufrir los problemas de pap¨¢. Hasta creo tener recuerdos muy primitivos de cabezas borrosas asomando a mi cuna, como si el beb¨¦ que fui hubiera sido abducido por extraterrestres (?acaso no es eso ser nacido?); aunque esto ya no s¨¦ si son recuerdos o construcciones mentales, porque con frecuencia la memoria se mezcla con la fantas¨ªa y levanta mundos que nunca sucedieron.
Me gusta mucho leer los libros de Teo, publicados en Timun Mas. Me gusta porque los encuentro mucho en librer¨ªas de segunda mano, de modo que son como un objeto de coleccionista y eso nos da un motivo para vivir. Cuando entro en una librer¨ªa de viejo busco dos cosas: libros de Teo y recopilaciones de art¨ªculos de Paco Umbral. Son mis dos referentes, y suele haber material de ambos. De hecho, en Wallapop se ofrece la colecci¨®n entera de Teo por 50 pavos y nos negamos a pedirla, porque lo bonito es investigar por ah¨ª donde hay Teos, en sus diferentes ediciones, la de formato grande, como un LP, o la peque?a, como un single, que sali¨® m¨¢s recientemente con este mismo peri¨®dico.
Un d¨ªa flipamos porque en un par de libros de Teo aparece un tel¨¦fono m¨®vil, y no solo eso, sino un smartphone con la capacidad de sacar v¨ªdeos. El hallazgo nos parec¨ªa un oopart, esos objetos que aparecen fuera de su contexto hist¨®rico, como la figura del astronauta en la catedral de Salamanca, y que generan tanta sorpresa entre el p¨²blico de Iker Jim¨¦nez. Hay otras curiosidades, como la autorreferencia de Teo en su cumplea?os, donde uno de los ni?os invitados aparece leyendo un cuento de Teo. O que Teo aparece en todas y cada una de las ilustraciones de la serie, excepto en una p¨¢gina de Teo va en tren. ¡°No aparece en la l¨¢mina en la que el tren va a entrar en un t¨²nel, ya que para ello tendr¨ªa que sacar la cabeza por la ventanilla, cre¨¢ndose una situaci¨®n peligrosa que los ni?os no deben aprender¡±, explica Wikipedia. Luego descubrimos que hay ediciones bastante recientes, donde ya viv¨ªamos en el horrendo mundo de los m¨®viles, aunque yo pensaba que Teo retrataba la Francia de los a?os ochenta.
Yo le¨ªa Teo va en avi¨®n o Teo va al parque natural o Teo va de vacaciones y pensaba que ah¨ª se reflejaba el Burdeos o el Toulouse de la ¨¦poca de mi ni?ez. Todo me parec¨ªa muy franc¨¦s porque la autora se llama Violeta Denou, que me sonaba al pa¨ªs de al lado. Pero resulta que Violeta Denou era el pseud¨®nimo de tres mujeres: Carlota Goyta Vendrell, Asunci¨®n Esteban Noguera y Ana Vidal, que comenzaron a ilustrar en Barcelona en 1977. Ahora Teo tiene publicados m¨¢s de 150 t¨ªtulos en 15 idiomas (comenzaron con el del tren, el barco y el avi¨®n), y ha ganado numerosos premios internacionales de literatura infantil. Pero era curioso c¨®mo el, digamos, prejuicio formaba el juicio: ve¨ªa Francia porque quer¨ªa ver Francia en lo que dibujaban aquellas autoras barcelonesas. La prueba de la espa?olidad del protagonista es que en una entrega muy rara, que encontr¨¦ en la biblioteca p¨²blica central de Asturias, Teo recorre Espa?a provincia a provincia. Y la prueba de su catalanidad es que en otras entregas recorre Catalu?a, conoce les tradicions catalanes y hasta celebra Sant Jordi. A Teo no se le ha ocultado la geograf¨ªa, pero tampoco lo m¨¢s duro de la vida: en otro volumen, descubre el c¨¢ncer.
A Candela, por supuesto, todo esto le da absolutamente igual. Le gusta Teo, le gusta su hermana Cleta y su perro Puck, le gusta el t¨ªo Pedro y el t¨ªo Luis, y le gusta todo lo que ve reflejado en las historias, que est¨¢n ilustradas con la c¨¢ndida inocencia con la que dibujar¨ªa un ni?o. Creo que lo que le gusta Candela, y que a m¨ª tambi¨¦n me gusta, es algo que Teo comparte con alguna de las m¨¢s grandes obras de la literatura: que encuentra lo extraordinario de la vida en las cosas m¨¢s ordinarias. En Teo, como en el Ulises de Joyce, no ocurre nada, no hay argumento arrebatador que te coja de la solapa y te lleve a trav¨¦s de la historia. Hay, simplemente, la vida misma, esa de la que yo he vivido ya mucho y de la que a Candela le queda tanta por vivir.
Puedes seguir Mamas & Papas en Facebook, X o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter quincenal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.