¡®Dragones y mazmorras¡¯ para proteger la salud mental
Los juegos virtuales ofrecen una v¨ªa de escape para lidiar con la soledad y la depresi¨®n
Alicia Berg¨¦s recuerda el mando de una consola en sus manos desde que tiene uso de raz¨®n. Durante muchos a?os, los videojuegos fueron un nexo con sus padres, un pasatiempo en familia. Cuando empez¨® a sufrir acoso escolar, se convirtieron en un refugio y en una herramienta para ¡°mantener a raya la ansiedad y los pensamientos suicidas¡±. Sus padres, debido al desconocimiento, la hicieron responsable de lo que ocurr¨ªa, por lo que la relaci¨®n con ellos se enfri¨®. Todav¨ªa lidia en terapia con las secuelas del acoso que vivi¨® en su Tarragona natal. Ahora tiene 32 a?os, reside en Barcelona y es maestra.
Las vejaciones, los insultos y el poco apoyo de su entorno hicieron que Berg¨¦s se sintiese m¨¢s segura entre pantallas: ¡°Jugar era una v¨ªa de escape que no ten¨ªa en la vida real¡±. Poder llegar al siguiente nivel de un juego o conseguir las recompensas que le ped¨ªan le hac¨ªan sentirse ¡°capaz¡±. En Espa?a, 11.229 ni?os han sufrido acoso escolar o ciberacoso en 2021, frente a los casi 10.000 del a?o anterior, seg¨²n la ONG Bullying Sin Fronteras.
La psic¨®loga cl¨ªnica y dise?adora de videojuegos Kelli Dunlap, que ejerce en Estados Unidos, aclara que uno de los m¨²ltiples beneficios para los jugadores es que obtienen una sensaci¨®n de alcanzar logros y superar situaciones dif¨ªciles. ¡°La vida no suele darnos esas oportunidades en la seguridad de un espacio de juego¡±, dice. Subraya que los videojuegos ofrecen una v¨ªa de escape para lidiar con la soledad y la depresi¨®n.
La OMS estima que el 3,8% de la poblaci¨®n mundial sufre depresi¨®n, un porcentaje que aumenta hasta el 5% cuando se habla de adultos. Dunlap explica que cuando una persona lidia con la depresi¨®n o la ansiedad, las cosas m¨¢s nimias se convierten en un mundo, por lo que encender la consola y jugar aunque sea una hora ya es mejor que estar en la cama sin hacer nada. Como le pasaba a Berg¨¦s, cuando la ansiedad era tal que no le permit¨ªa leer ni escribir.
Enrique Alonso es de Santander (Cantabria) y tiene una historia parecida. Uno de sus recuerdos m¨¢s duros es aprenderse de memoria, al caminar sin compa?¨ªa durante los recreos, la medida en pasos del campo de f¨²tbol de su colegio. No ten¨ªa amigos y le costaba socializar, pero no se reconoce como v¨ªctima de acoso escolar.
Ahora, con 42 a?os, Alonso se esfuerza por asumir lo que vivi¨® porque sabe que ¡°nadie tendr¨ªa que pasar por algo as¨ª¡±. Cuando era ni?o, los videojuegos no estaban bien vistos y era considerado un ¡°friki¡± entre sus compa?eros, cuenta. Eso cambi¨® el d¨ªa que sac¨® durante el recreo una de las primeras consolas port¨¢tiles: una Game Boy. Por primera vez se vio rodeado de miradas curiosas pendientes de aquel inusual artefacto. ¡°Fue una sensaci¨®n m¨¢gica, de protagonismo. Ten¨ªa a toda esa gente mir¨¢ndome a m¨ª¡±, recuerda con cari?o. La soledad que sufri¨® acab¨® casi sin que se diera cuenta.
Dunlap entiende la importancia de ese momento. En sus terapias grupales, utiliza de forma guiada el popular juego de rol Dragones y Mazmorras, que ahora se puede jugar en l¨ªnea. Lo que m¨¢s trabajan en las sesiones son ¡°la colaboraci¨®n, la comunicaci¨®n y la creatividad¡±. La psic¨®loga aclara que durante la terapia introduce los problemas de los pacientes en el juego. ¡°El personaje que interpreta puede encontrarse con alguien que hace diez a?os que no ve y, dentro del propio juego, trabajar en resolver el conflicto¡±.
Tener un lenguaje compartido con los pacientes es importante para avanzar en la terapia, explica la psic¨®loga. En el videojuego Aventuras con la ansiedad, que ella utiliza, el trastorno se representa a trav¨¦s de un lobo y la meta es mantener a los humanos a salvo del animal. ¡°Cuando la persona llega a la sesi¨®n podemos hablar de c¨®mo est¨¢ su lobo esa semana y ver c¨®mo ha avanzado en el juego y en la vida real¡±, aclara Dunlap.
A finales de los noventa, Alonso ten¨ªa amigos, posici¨®n social y una guitarra, por lo que ya no necesitaba los videojuegos. Decidi¨® regalarlos todos y estuvo ocho a?os sin apenas jugar. Por circunstancias de la vida y un trabajo que le sumi¨® en una depresi¨®n, se reconcili¨® con aquello que le hab¨ªa hecho tan feliz de ni?o. En 2014, consigui¨® empleo en el medio digital y especializado en videojuegos Eurogamer. ¡°Entonces pocos en Espa?a se dedicaban exclusivamente a ello, pero sab¨ªa que era eso o ser sumamente infeliz el resto de mi vida¡±.
Berg¨¦s tambi¨¦n se dedica a ello pero de forma parcial. Compagina su profesi¨®n con colaboraciones en Todasgamers, otro medio especializado en la materia. ¡°Aquello que me salv¨® la vida es hoy diversi¨®n y momentos compartidos¡±. Dunlap incide en la importancia que tiene jugar para el bienestar de las personas. En este sentido, el ex primer ministro del Reino Unido, David Cameron, admiti¨® en 2010 que liberaba la tensi¨®n del d¨ªa con el juego para m¨®viles Angry Birds.
La psic¨®loga Kelli Dunlap sabe que los videojuegos no son la soluci¨®n con may¨²sculas a los problemas de salud mental, pero s¨ª una herramienta para lidiar con ellos.
El estudio de la Universidad Victoria de Wellington en Nueva Zelanda, Los efectos de los videojuegos casuales en la ansiedad, la depresi¨®n, el estr¨¦s y el mal humor, concluye que es ¡°imperante¡± considerarlos como una opci¨®n terap¨¦utica, sobre todo porque ¡°los trastornos de salud mental son cada vez m¨¢s frecuentes¡±. Dunlap argumenta que lo importante es que exista ¡°una conversaci¨®n fluida¡± entre el terapeuta y el paciente y, a veces, es m¨¢s f¨¢cil a trav¨¦s de los videojuegos. As¨ª fue para Alicia Berg¨¦s: ¡°Sobreviv¨ª a los a?os de acoso y depresi¨®n porque encontr¨¦ un modo de salir de mi cabeza y viajar a lugares en los que no me sent¨ªa peque?a¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.