La orden del F¨¦nix
Que se sepa que yo no s¨¦ si fui cesado de un trabajo por haber alzado la tinta contra la militancia de un funcionario p¨²blico y no soy responsable del revuelo que provoc¨® tanta estulticia y confusi¨®n
Lo saben los ni?os que se hicieron lectores por el placer y lo saben los lectores de todas las edades que cultivan el sano placer de rechazar la estulticia y la confusi¨®n: por intentar decir la verdad y revelar falsas verdades, a Harry Potter le tat¨²an la piel con estilete y sangre hasta que queme en su alma la consigna de ¡°no debo decir mentiras¡±. Resulta que a Hogwarts llega una comisaria de la Orden del F¨¦nix, una bruja bur¨®crata llamada Dolores Umbridge, que declara a voz en cuello que todo el que ose contradiga, contradice no s¨®lo al Mero Mero, sino al Ministerio en s¨ª mismo y algo de ese nefando tufillo se percibe en el ambiente.
Efectivamente, el sr. Marx Arriaga no dijo textualmente lo que dicen que dijo, sino que la clase de magia es m¨¢s exigente de lo que parece: hab¨ªa que leer su ponencia de pesad¨ªsima prosa para confirmar que ¨Csi bien no dijo lo que dicen que dijo¡ªs¨ª lo sostiene como creencia epid¨¦rmica y no ha sido capaz de defender, s¨®lo negar, no s¨®lo su postura cr¨ªtica ante el consumismo capitalista, sino su defensa de cuadr¨ªculas trasnochadas de adoctrinamiento que pretenden ¨C ¨¤ la Dolores Umbridge¡ªuniformar criterios en floraci¨®n, rebobinar la tabla gimn¨¢stica de la memorizaci¨®n oligatoria y profesar un renacimiento de que ¡°la letra con sangre entra¡±, as¨ª en la mano de Harry Potter como en las inocentes mentes de los lectores de textos gratuitos que ya huelen a panfleto.
Alguien me acus¨® de clasista al calificar a Marx (Arriaga) de bibliotecario improvisado, sin saber que mis mejores amigos desde hace d¨¦cadas son bibliotecarios de carrera y oficio no s¨®lo por ser usuario y beneficiario constante, sino porque cualesquier individuo que llega de improviso a dirigir una biblioteca ¨Cya probada su fallida gesti¨®n¡ªconfirma que no s¨®lo es un improvisado y advenedizo, sino un pat¨¢n en las formas y groser¨ªas con las que tom¨® la direcci¨®n de la Biblioteca Vasconcelos de la Ciudad de M¨¦xico como si fuera el Palacio de Invierno en una viej¨ªsima pel¨ªcula sovi¨¦tica.
Efectivamente, lo he le¨ªdo a ¨¦l y al otro Marx (aunque soy m¨¢s de la prosa y pantalla de Groucho) y quise evocar a la hija de Karl como traductora de la primera edici¨®n en ingl¨¦s de Madame Bovary como ejemplo de que en la casa londinense del viejo barb¨®n se le¨ªa tambi¨¦n por placer y que en la mesa del comedor ¨Call¨ª donde escaseaba comida¡ªconvivieron las pruebas sin conflicto de Das Kapital con la andanzas medio libertinas que so?¨® Gustave Flaubert para puro placer de p¨¢rrafos.
En ese mismo ¨¢nimo, supongo que Marx (Arriaga) estar¨¢ dispuesto a informar y debatir las l¨ªneas y tonalidades con las que sazona su labor al frente de la edici¨®n de los libros de texto gratuitos y confirmar o desmenuzar el ¨¢nimo ideol¨®gico con el que aboga por la lectura como un artilugio o sortilegio forzosamente colectivo o coral donde leer s¨®lo se reduce a establecer un compromiso entre autor y lector, donde compromiso se define como la vieja f¨®rmula de buena onda o buen rollito de Silvio en Playa Gir¨®n o La Internacional entre el vapor de trenes rojos: es decir, que aclare si todo el rollo va de compromiso en la lucha, fervor de resistencia, b¨ªceps en propaganda agraria¡ y por ende, efectivamente en contra de la lectura en letrina, del placer de los p¨¢rrafos largos que ablandan hasta la poltrona.
Que se sepa que yo no s¨¦ si fui cesado de un trabajo por haber alzado la tinta contra la militancia de un funcionario p¨²blico y no soy responsable del revuelo que provoc¨® tanta estulticia y confusi¨®n en las formas con las que el Comisario crey¨® apuntalar a la ?rden del F¨¦nix y por supuesto, lo saben los gnomos y los gigantes, los unicornios y los dragones, yo no soy responsable de que una decisi¨®n laboral mal explicada o inexplicable haya lastimado o involucrado a los jefes, altos magos y o alquimistas de la jerarqu¨ªa. Mejor a¨²n, yo nunca he llevado la cicatriz de Potter en la frente y no deseo varita m¨¢gica; si acaso, soy el obeso ermita?o barb¨®n llamado Hagrid que sabe pisar callos de no pocos enanos, volar en escoba que limpia maleficios y lee al pie de una fogata la mirada vidriosa de un sabueso que en silencio ya se sabe de memoria el cuento donde, al final, todo esto pasar¨¢ como una pesadilla pasajera y todos (ni?os al fin) vagamos en los vagones de un tren que recorre las p¨¢ginas con los rieles de tipograf¨ªa y pura magia.
Jorge F. Hern¨¢ndez
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