La gran obsesi¨®n de Siqueiros: de la prisi¨®n de Lecumberri al Instituto de Arte de Chicago
La colecci¨®n de Arquitectura del museo norteamericano, una de las m¨¢s importantes del planeta, adquiere para su colecci¨®n los planos de ¡®La Tallera¡¯, el ¡°primer estudio de muralismo del mundo¡± ideado por el pintor, que la arquitecta Frida Escobedo convirti¨® en una galer¨ªa p¨²blica a cielo abierto
Una pesadilla atacaba por las noches a David Alfaro Siqueiros durante su ¨²ltima temporada en prisi¨®n. El muralista que marc¨® una ¨¦poca en M¨¦xico so?aba con una pintura gigantesca, su obra cumbre, que provocaba la envidia de colegas vivos y muertos. Pero al alejarse para contemplarla lo ¨²nico que lograba ver era un min¨²sculo lienzo en blanco. Siempre despertaba temblando. ¡°No faltan quienes piensan que en la c¨¢rcel disfrutamos los artistas de una especie de penoso, pero fecundo retiro¡±, le confes¨® al periodista Julio Scherer, que lo visit¨® varias veces durante su reclusi¨®n de cuatro a?os en el Palacio Negro de Lecumberri. ¡°Ojal¨¢ fuera cierto. Mi alma est¨¢ entregada a la obra monumental y maldigo a esta celda cuyas paredes opuestas casi podr¨ªa tocar con solo alargar los brazos¡±.
Fervoroso militante comunista, Siqueiros fue apresado en 1960, acusado del delito de ¡°disoluci¨®n social¡±. El Gobierno de Adolfo L¨®pez Mateos usaba ese causal a discreci¨®n contra quien considerara enemigo de la patria, y el pintor cay¨® tras utilizar un mural para denunciar la violenta represi¨®n al sindicato de ferrocarrileros que termin¨® con la prisi¨®n de m¨¢s de 10.000 trabajadores en todo el pa¨ªs. Pas¨® cuatro a?os en la c¨¢rcel de Ciudad de M¨¦xico pintando biombos y lienzos peque?os. Un a?o despu¨¦s de su indulto, en 1965, empez¨® la construcci¨®n del ¡°primer estudio de muralismo del mundo¡±, donde enterrar¨ªa para siempre la pesadilla que le hac¨ªa sudar fr¨ªo en prisi¨®n.
La Tallera, el estudio que Siqueiros bautiz¨® en femenino como ¡°homenaje a la mujer creadora de vida¡±, fue construido en Cuernavaca. En el ombligo de una peque?a colina, el pintor levant¨® su ¨²ltima morada frente a una fosa que le permiti¨® pasear su cuerpo de 69 a?os entre los ¨²ltimos murales que cerraban el patio sin necesidad de andamios. All¨ª se refugi¨® durante la ¨²ltima d¨¦cada de su vida y cre¨® su obra cumbre, La marcha de la humanidad, un mastod¨®ntico tributo de ocho piezas para reflejar el paso del hombre que sostiene la historia. En Cuernavaca dej¨® sus ¨²ltimos murales, dos estudios de l¨ªneas y pir¨¢mides extendidos en el espacio, que el tiempo corroy¨® tras su muerte y los convirti¨® en los muros silenciosos de la m¨¢s exc¨¦ntrica residencia de un barrio acomodado al oriente de la ciudad.
Al fallecer en 1974, Siqueiros leg¨® el taller ¡°al pueblo de M¨¦xico¡± con el anhelo de que se convirtiera en un punto neur¨¢lgico para su obsesi¨®n: el arte con compromiso pol¨ªtico y funci¨®n social. La Tallera fue el centro de una lucha de casi cuatro d¨¦cadas que fue conquistada por dos mujeres. Su viuda, Ang¨¦lica Arenal, muri¨® 15 a?os despu¨¦s del muralista habiendo logrado que el Estado de Morelos cediera el terreno frente a la casa para convertirlo en un parque. Y en 2010, tras un concurso p¨²blico que convoc¨® a arquitectos de todo el pa¨ªs, la mexicana Frida Escobedo lo convirti¨® al fin en una sala p¨²blica. En una era de museos colosales, su proyecto rompi¨® los esquemas. Escobedo concibi¨® el renacer de La Tallera con un solo movimiento: girar hacia el parque los dos murales abandonados para abrir una galer¨ªa a cielo abierto que hoy recibe con un golpe de fuerza a sus visitantes. Estos d¨ªas, el taller de Siqueiros en Cuernavaca se ha convertido en la incorporaci¨®n mexicana m¨¢s importante de la colecci¨®n de Arquitectura del Instituto de Arte de Chicago, una de las m¨¢s importantes del mundo.
Siqueiros (Chihuahua, 1896 - Morelos, 1974) vivi¨® m¨¢s vidas que las que podr¨ªan contar muchos otros hombres fallecidos a los 77 a?os. En 1914 se enlist¨® en el ej¨¦rcito del presidente Venustiano Carranza que persigui¨® a Emiliano Zapata en el ocaso de la Revoluci¨®n mexicana; en 1936 parti¨® rumbo a Espa?a para defender la rep¨²blica en la Guerra Civil; y en 1940 lider¨® el primer atentado contra Le¨®n Trotski, cuando el revolucionario bolchevique pens¨® haber encontrado refugio del estalinismo en los brazos del presidente L¨¢zaro C¨¢rdenas. Entre medio, junto a Diego Rivera y Jos¨¦ Clemente Orozco, puso en el mapa el muralismo mexicano con una obra monumental que nunca desatendi¨® su compromiso revolucionario. La marcha de la humanidad es, quiz¨¢s, su ejemplo m¨¢s latente: hoy en d¨ªa, millones de mexicanos pueden ver su obra cumbre al pasar por la avenida Insurgentes Sur, uno de los puntos neur¨¢lgicos del tr¨¢nsito de la capital mexicana.
El sue?o de un museo a cielo abierto
¡°La pr¨¢ctica del muralismo mexicano ha generado un v¨ªnculo indiscutible entre el arte pl¨¢stico y la arquitectura¡±, explica Maite Borjabad L¨®pez-Pastor, la curadora del Instituto de Arte de Chicago responsable de la incorporaci¨®n del proyecto de Escobedo en la colecci¨®n del museo. ¡°M¨¦xico es uno de los pa¨ªses que mejor comprendi¨® la capacidad pol¨ªtica y transformadora de la est¨¦tica como constructora de la identidad. Como uno de los ejes de la modernidad, en M¨¦xico no se entiende la arquitectura sin el arte mural¡±, relata Borjabad, que tras dos a?os de trabajo, comparte con EL PA?S la adquisici¨®n de 73 piezas ¨Centre maquetas, fragmentos del edificio, collages y fotograf¨ªas de Rafael Gamo¨C que la arquitecta Frida Escobedo reuni¨® durante el proceso de remodelaci¨®n de La Tallera.
Al norte de Jardines de Cuernavaca, una silenciosa colonia de casonas de muros altos y calles serpenteantes en la capital del Estado de Morelos, La Tallera recibe a sus visitantes con la vista de los ¨²ltimos murales de Siqueiros abiertos hacia una plaza. Un domingo de finales del verano, tres ni?os arrean sus papalotes ante la imponente vista de los ¨²ltimos trabajos del muralista. Dos mujeres lavan ropas en un arroyo a un costado de la plaza, levantando la vista hacia los muros que Escobedo movi¨® en su eje para crear una galer¨ªa que permanece abierta aun si el museo cierra sus puertas.
¡°El no hacer, en la arquitectura, es un acto radical¡±, sostiene Borjabad, que encuentra un fuerte contenido pol¨ªtico en la obra de Escobedo. ¡°Despu¨¦s del boom de la construcci¨®n y las barbaridades de la sobreurbanizaci¨®n en su af¨¢n de construir y construir, el proyecto entiende que hacer algo no siempre es tirarlo y empezar de cero. La proposici¨®n de Escobedo es una intervenci¨®n de acupuntura en el interior, donde las estancias dom¨¦sticas de la casa empiezan a borrarse para que aparezca el espacio cultural¡±, relata la curadora. ¡°El trabajo no es de tabula rasa, no es una imposici¨®n de la identidad de la arquitecta. Eso, en t¨¦rminos de la modernidad, puede parecer naif, pero es muy importante porque venimos de un sistema de arquitectos estrella, de cierto espect¨¢culo que quiere partir de cero hacia algo totalmente nuevo. Trabajar con la historia y dejar trazas de los elementos que se quiere conservar es algo muy paradigm¨¢tico en este siglo: tomar un espacio privado, el taller, y abrirlo al p¨²blico lejos de la idea del museo impoluto¡±.
Una colecci¨®n para dialogar con el presente
Con su inclusi¨®n en la colecci¨®n del Instituto de Arte de Chicago, el archivo de La Tallera pasa a formar parte de una de las exposiciones p¨²blicas de arquitectura m¨¢s grande del mundo. La ciudad es ep¨ªtome de la modernidad de este arte. Tras un incendio que devor¨® su rivera y dej¨® sin hogar a m¨¢s de 100.000 personas en 1871, Chicago volvi¨® a levantarse en la ambici¨®n de hombres como Mies van der Rohe, Frank Lloyd Wright, o Daniel Burnham, cuyas edificaciones alrededor del r¨ªo de Chicago todav¨ªa son su principal polo econ¨®mico y atractivo tur¨ªstico. Casi 100 a?os despu¨¦s del fuego y la explosi¨®n arquitect¨®nica, el museo m¨¢s grande de la ciudad empez¨® a bucear en el archivo legado por sus arquitectos para formar la colecci¨®n de arquitectura que hoy es una de las ¨²nicas que se exponen al p¨²blico de manera permanente.
Maite Borjabad (Madrid, 1988) cuenta que se incorpor¨® a su equipo de curadoras en 2017, con la inquietud de buscar piezas que abrieran el di¨¢logo entre la riqueza de la colecci¨®n y ¡°otras perspectivas interculturales¡±, de raza, g¨¦nero e identidad, para replantear el lugar simb¨®lico de las construcciones y deconstruir las narrativas que acarrea el entorno construido. ¡°Usar la colecci¨®n y nuevas adquisiciones como una herramienta para representar y repensar el mundo en el que vivimos y retar las narrativas monol¨ªticas de la historia¡±, afirma la curadora, que recuerda que empezaba a estudiar Arquitectura durante la Gran Recesi¨®n econ¨®mica que empez¨® a azotar al mundo en 2008. ¡°Una crisis creada justamente por la burbuja inmobiliaria, en la que entend¨ª que el rol que pod¨ªamos tener las arquitectas pod¨ªa ir mucho m¨¢s all¨¢ de la construcci¨®n de equipamientos masivos innecesarios¡±, describe. Tras graduarse en Madrid, en 2015 empez¨® su trabajo como asistente de la curadur¨ªa de arquitectura del Museo de Arte Metropolitano de Nueva York mientras completaba su maestr¨ªa en la Universidad de Columbia, y dos a?os despu¨¦s dio el salto al Instituto de Arte de Chicago, donde ha trabajado como curadora enfocada en pr¨¢cticas espaciales cr¨ªticas, el dise?o y arquitectura, liderando una estrategia de adquisiciones innovadora e importantes exposiciones que unen arte y arquitectura.
Los dos a?os que dedic¨® a la adquisici¨®n de las piezas de La Tallera son solo una punta del trabajo que describe como una lucha contra el tiempo y las ausencias en la narrativa hist¨®rica de las colecciones, una b¨²squeda de obras simb¨®licas que se defiendan por su calidad ante un archivo dominado ¨Ccomo ha pasado en gran parte de las artes¨C ¡°por una perspectiva muy concreta: la del hombre blanco, occidental, heterosexual, normativo y de mediana edad¡±. Entre sus adquisiciones destacan otras obras como el Monumento a Sacol?ndia de la artista brasile?a Clarissa Tossin, que a trav¨¦s de una maqueta hecha con sacos de cemento y una video-performance pone en el centro el testimonio de los obreros que se jugaron la vida en la construcci¨®n en 1960 de Brasilia, la ciudad ic¨®nica de la modernidad planificada como capital de Brasil; o Landscapes of [Re]construction del chicag¨¹ense Emmanuel Pratt, una pieza que usa herramientas de mapeo propias del urbanismo para reconstruir las narrativas silenciadas de los ¡°espacios negros¡±. A trav¨¦s de archivos hist¨®ricos, Pratt atraviesa la narrativa de la migraci¨®n negra y la liberaci¨®n de la violencia de la esclavitud en el Sur hasta los posteriores enfrentamientos con el racismo estructural en forma de vivienda y desarrollo urbano en el Norte de Estados Unidos.
La incorporaci¨®n de La Tallera no es solo un elogio a una arquitecta fundamental de la contemporaneidad o al muralismo como representaci¨®n del arte mexicano, tambi¨¦n es un gui?o a un sector muy espec¨ªfico de Chicago, cuya poblaci¨®n migrante deriva en casi el 28% de este pa¨ªs. Entre los murales del maestro Siqueiros, los patios internos y los muros en celos¨ªa, la est¨¦tica ¨²nica de l¨ªmites difusos entre el interior y exterior de la vida mexicana ya forma parte de la memoria de una de sus capitales en el norte.
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