Tijuana resucita la ¨¦poca del terror contra la prensa
La ciudad fronteriza se ha convertido de nuevo en el epicentro letal de la violencia hacia los periodistas. El asesinato de dos reporteros en menos de una semana ha reabierto heridas profundas en un gremio aturdido entre la rabia y el miedo
La furgoneta destartalada del canal de noticias trepa los cerros de Tijuana: calles sin asfaltar y sin salida, casas en obra gris amontonadas, llamadas por algo invasiones. El motor advierte fatiga, no ser¨ªa el primero en desistir en mitad de una de esas cuestas a las que no sube ning¨²n forastero, solo ellos. El fot¨®grafo de nota roja cambia de marcha y pisa con fuerza el acelerador. En su celular hab¨ªa recibido el aviso: ¡°12-17 por 10-50 [muerto por arma corta]¡±. El mismo maldito mensaje cifrado que recibi¨® hace poco m¨¢s de una semana y que todav¨ªa le revuelve el est¨®mago. Jes¨²s Aguilar observa a lo lejos el cad¨¢ver de un hombre con el torso descubierto, retorcido, con un balazo en la cabeza y se acuerda de su compa?ero: ¡°Margarito ya estar¨ªa aqu¨ª, hubiera llegado mucho antes que yo. Que todos¡±.
Mira a un lado y a otro cuando habla. El cubrebocas se ha convertido en su particular chaleco antibalas. Trabaja para un pu?ado de medios a los que les vende las fotos de lo que pasa en la calle, no llega a 300 d¨®lares al mes. Y no se f¨ªa ni de los soldados que custodian la escena del crimen en una de las colonias m¨¢s inseguras de una de las ciudades m¨¢s peligrosas del mundo.
Hace solo una semana, su compa?ero y amigo el fotoperiodista Margarito Mart¨ªnez fue asesinado de un tiro a las puertas de su casa. Se hab¨ªa dedicado desde hac¨ªa m¨¢s de 20 a?os a lo mismo que ¨¦l. Hab¨ªan corrido por las mismas avenidas tras el aviso de la Cruz Roja y de alg¨²n confidente de la polic¨ªa. Surcaban los barrancos a cualquier hora para retratar el terror que exporta al mundo esta ciudad fronteriza. Unos minutos antes de morir, Margarito lo llam¨® para avisarle de un suceso. Cuando Aguilar le volvi¨® a marcar, respondi¨® su esposa destrozada.
La muerte de Margarito la lleva clavada en la sien. No ha descansado en ocho d¨ªas y al cerrar los ojos se imagina que vienen por ¨¦l. Que es el siguiente.
¡ªS¨ª lo pienso, f¨ªjate¡ A veces sue?o cosas que no tienen ning¨²n sentido. Sue?o que vienen los del cartel con sus armas largas y se meten en mi casa. Yo me escondo debajo de la cama, ?qu¨¦ pendejada, no?
Ning¨²n terapeuta recomendar¨ªa seguir haci¨¦ndole fotos a un muerto despu¨¦s de que hace solo una semana el cad¨¢ver en el asfalto fuera el de un compa?ero. Pero esto es Tijuana, donde la poblaci¨®n soporta desde hace m¨¢s de una d¨¦cada altas dosis de estr¨¦s postraum¨¢tico. Y hay que comer. Con una media de cinco ejecuciones diarias, de haber sido el epicentro de la guerra de c¨¢rteles, a solo unos pasos del oasis del progreso en el mundo, California (Estados Unidos), y tan lejos geogr¨¢ficamente y culturalmente del centro del pa¨ªs. Las postales que enviaba al mundo Tijuana durante mucho tiempo inclu¨ªan cad¨¢veres colgados de puentes y cabezas en la calle. Y Margarito, as¨ª como Aguilar y otro centenar de periodistas, se han encargado todo ese tiempo de mostrar la cara dura, pero real, que incomodaba por igual a pol¨ªticos y a criminales.
El golpe definitivo les lleg¨® a todos el pasado domingo. Otra compa?era asesinada de la misma forma cuando estaban asimilando lo de Margarito: un balazo que atraves¨® la ventanilla del coche y alcanz¨® el cr¨¢neo. La periodista Lourdes Maldonado fue acribillada tambi¨¦n a las puertas de su casa. Dos periodistas asesinados en menos de una semana en una misma ciudad de casi dos millones de habitantes. El pa¨ªs volte¨® hacia el norte y Tijuana resucit¨® estos d¨ªas los fantasmas de la guerra en los noventa, convertida de nuevo en un s¨ªmbolo del terror contra la prensa en M¨¦xico.
Pese a haber sido durante muchos a?os la ciudad m¨¢s violenta del pa¨ªs y haber sufrido atentados contra la prensa durante la guerra del narco (2006-2012), los periodistas de Tijuana reconocen que pod¨ªan trabajar con una ¡°mediana tranquilidad¡±. Para un reportero en esta ciudad eso significa soportar amenazas de muerte del narco, balazos en las redacciones, presi¨®n de las autoridades y una pelea constante por sacar adelante el trabajo que hace a?os los reconoce como un ejemplo period¨ªstico para el mundo. Nadie, desde hac¨ªa 18 a?os, se hab¨ªa atrevido a apretar el gatillo.
En uno de los templos del periodismo en Tijuana, que ha inspirado series de Netflix y ha alentado a cientos de periodistas a ejercer el oficio en el pa¨ªs m¨¢s letal del mundo para hacerlo, una m¨¢quina de escribir con un papel mecanografiado a medias, recuerda la historia. Doble plana: El mapa del narco, por Jes¨²s Blancornelas. El veterano periodista con nombre de novelas de caballer¨ªas ¡ªjunt¨® sus dos apellidos: Blanco Ornelas¡ª fue el fundador del semanario Zeta, que decidi¨® imprimir la publicaci¨®n en San Diego (California) para evitar la imposici¨®n del Gobierno, amo y se?or del papel en los ochenta y, por tanto, de los medios. Blancornelas vivi¨® en sus carnes la violencia contra la libertad de expresi¨®n. En 1988 asesinan a su colega y mano derecha en el medio, H¨¦ctor El Gato F¨¦lix Miranda, y despu¨¦s lo intentan asesinar a ¨¦l en 1997. Sobrevivi¨® a cuatro balazos, pero falleci¨® su escolta, Luis Valero.
El Zeta, que desde los noventa hasta 2004 ¡ªcuando asesinaron a otro de sus editores, Francisco Ortiz Franco¡ª ha soportado ataques continuos, resiste llamando a las cosas por su nombre. Un acto temerario en muchas otras partes del pa¨ªs, donde se evita la firma o directamente cubrir la violencia del narco. El ¨²ltimo ejemplar se atreve a rezar en su portada unas siglas innombrables: ¡°Arma [que mat¨® a Margarito] es del Cartel Jalisco Nueva Generaci¨®n¡±.
¡°Hac¨ªa mucho tiempo que no ve¨ªamos algo as¨ª en Tijuana. Y aunque me gustar¨ªa decir que las cosas han cambiado, el asesinato de dos compa?eros nos refleja que no han cambiado nada. La corrupci¨®n y la impunidad siguen siendo lo mismo casi 20 a?os despu¨¦s¡±, declara preocupada la directora de Zeta, Adela Navarro. ¡°Ya no sabes de qui¨¦n te tienes que cuidar. Antes recib¨ªamos amenazas del narcotr¨¢fico o presiones del Gobierno y ahora no sabes ni de qui¨¦n. Por el hecho de ser un periodista, somos vulnerables. Cualquier persona cree que puede salirse con la suya matando a alguien. Porque realmente es as¨ª: no hay castigo, no se procesa a los asesinos, ni de los mexicanos en general, ni de los periodistas. El clima se ha enrarecido¡±, apunta desde las oficinas del semanario donde forj¨® su carrera en un ambiente hostil hace m¨¢s de 30 a?os.
Los periodistas de Tijuana, unidos estos d¨ªas a fuerza de p¨®lvora, trabajan m¨¢s horas de las que tiene el d¨ªa para seguir informando sobre su ciudad y, a la vez, hacer el trabajo que deber¨ªa acelerar la Fiscal¨ªa. Conscientes de que los cr¨ªmenes contra los compa?eros del Zeta siguen impunes ¡ªas¨ª como m¨¢s del 90% de los 51 periodistas asesinados en M¨¦xico desde que tom¨® posesi¨®n Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador¡ª y de que los casos de Margarito y Lourdes corren el mismo riesgo, entre todos buscan pruebas, indicios, confidentes dentro del hampa, que les ayuden a resolver los dos asesinatos con el objetivo principal de hacerles justicia. Pero tambi¨¦n, de comprender en qu¨¦ fallaron, si es que lo hicieron, qu¨¦ se?ales ignoraron todos, c¨®mo impedir que acaben ellos tambi¨¦n con una bala en la cabeza. ?Acaso es posible prevenirlo?
¡°Despu¨¦s de lo de Margarito y lo de Lourdes, nos cuestionamos qu¨¦ tan seguro es hacer lo que siempre hemos venido haciendo y que hasta ahora no nos detuvimos a pensarlo¡±, explica una de las fundadoras del medio local Punto Norte, In¨¦s Garc¨ªa. Ella ya hab¨ªa decidido tomar medidas que algunos consideraban excesivas antes del asesinato de sus compa?eros: sentarse siempre de frente a la puerta de un restaurante, nunca estacionar su coche frente a su casa si sospechaba que la segu¨ªan, cambiar de rutas al volver del trabajo y jam¨¢s decirle a nadie, excepto a los cercanos, que era periodista. ¡°Siempre hemos sabido que en M¨¦xico es muy peligroso dedicarte a esto, y siempre hemos sabido que Tijuana es una ciudad sumamente violenta ¡ªno hay persona en Tijuana a la que no le hayan matado a alguien¡ª, pero a pesar de eso, nunca nos hemos sentido tan en riesgo como ahorita¡±, cuenta.
Otros compa?eros defienden su trabajo ante su familia o amigos que no entienden por qu¨¦ no cambian de empleo: ¡°Es un asunto de convicci¨®n: como pedirle a un bombero que no vaya a apagar un fuego; a un panadero que no haga pan. Y en esta ciudad violenta, alguien tendr¨¢ que contar lo que est¨¢ pasando¡±, agrega el director de Glocal Media, Kristian Camarena. El periodista resalta el punto que m¨¢s miedo le provoca estos d¨ªas: ni Lourdes ni Margarito estaban investigando un tema que pudiera comprometer al narco ¡ªMargarito hac¨ªa fotos de cr¨ªmenes sin interpretar ni mencionar a los verdugos; y Lourdes manten¨ªa un pleito legal por un asunto laboral contra un exgobernador y empresario, Jaime Bonilla¡ª. ¡°Esto manda un mensaje terrible: te pueden matar por cualquier cosa¡±, apunta.
Trabajar en una profesi¨®n que le puede costar la vida a uno, plantea algunas dudas de c¨®mo se ha mitificado la imagen del periodista temerario. ¡°?Qui¨¦n no quiere ser el h¨¦roe? Es un arquetipo muy seductor. Pero aunque nos encanta lo que hacemos y muchas veces no medimos bien el riesgo, ahora siento que tiene que haber m¨¢s responsabilidad. Estamos en un momento muy cr¨ªtico¡±, se?ala Garc¨ªa. ¡°En estos tiempos, se entiende que una nota que afecte a alguien viene de un grupo opositor, es la misma ret¨®rica de los c¨¢rteles. Y eso obliga a cambiar el arquetipo. Acabamos de vivir dos asesinatos y nadie se ha echado para atr¨¢s, pero tampoco buscamos ser el h¨¦roe que piensa que las balas no lo matan¡±, sentencia.
Solo unas horas despu¨¦s, y a dos d¨ªas de las protestas en una decena de ciudades por los ataques contra periodistas, el presidente L¨®pez Obrador abonaba de una manera insensible la misma ret¨®rica del crimen organizado que denuncia Garc¨ªa: ¡°Son muy pocos los periodistas que est¨¢n cumpliendo con el noble oficio de informar. La mayor¨ªa est¨¢ buscando la manera de ver c¨®mo caemos¡±.
A las puertas de la casa de Margarito, en la delegaci¨®n S¨¢nchez Taboada, el barrio donde matan a m¨¢s gente en la ciudad, una furgoneta de la Fiscal¨ªa custodia la calle cerrada. Al fondo, dos adolescentes charlan dentro de un coche que cubre el charco de sangre reseca y vidrios rotos. Una de ellas es la hija de Margarito, de 15 a?os. La primera en o¨ªr el balazo que mat¨® a su padre, que se acababa de marchar de casa en busca de una noticia, quien lo vio todav¨ªa con los ojos abiertos, segundos antes de ¡°quedarse como dormido¡±.
Despu¨¦s vinieron los gritos, los llantos y la angustia. Este mi¨¦rcoles la familia reza un novenario. El patio de la casa de su t¨ªa, pegada a la suya, se ha convertido en un altar con flores y recuerdos del fot¨®grafo: su chaleco con el logotipo de Zeta, unos pantalones, una gorra y su c¨¢mara. La fot¨®grafa Aimee Melo saluda con cari?o a su hija, a su suegra y a su cu?ada antes de marcharse a trabajar. El asesinato de su compa?ero la ha obligado a tomar el relevo.
Otro aviso al celular: un homicidio en ese mismo barrio perpetrado contra un menor de edad. Melo se sube al carro y trepa, como Aguilar, por los cerros. Volantazo a izquierda y derecha buscando una calle transitable, la mayor¨ªa est¨¢n sembradas de socavones, otras sencillamente han desaparecido por un deslave. Marcha atr¨¢s. Frena en seco: un cami¨®n de bomberos ha cerrado la en¨¦sima ruta posible hasta su destino. Tiene que llegar antes que los peritos o no hay foto posible. Sube apretando el acelerador hasta la colonia Latinos, en la S¨¢nchez Taboada. El menor asesinado de un balazo en el pecho es el primer muerto del d¨ªa y solo acaba de anochecer, son las 18.30 horas.
Los forenses cargan una bolsa peque?a con el cuerpo del joven, asesinado en una cancha de f¨²tbol. Un grupo de vecinos sentados en los escalones de sus casas observa impasible la escena, la cotidianidad de las muertes en su calle es tal que ni siquiera preguntan, no quieren saber. Pero ah¨ª est¨¢ Melo, de 27 a?os, la ¨²nica mujer de cinco fotoperiodistas en la ciudad, convencida de que su trabajo es importante. ¡°Se podr¨¢n negar muchas cosas, pero contra la foto no se puede hacer nada¡±. Igual que con los cr¨ªmenes de sus compa?eros: ¡°No se mata a la verdad matando periodistas¡±. La realidad sigue ah¨ª, entrando a la morgue, aunque algunos prefieran que se mire hacia otro lado.
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