Las mil vidas de Alcira Soust Scaffo, la poeta que sobrevivi¨® al 68 escondida en un lavabo
Fue poeta, musa de Roberto Bola?o y amiga de los grandes escritores exiliados espa?oles. A 25 a?os de su muerte, EL PA?S reconstruye la historia de una de las figuras m¨¢s importantes de la contracultura mexicana
Alcira Soust Scaffo era poeta y vagabunda, era bruja, jardinera, traductora. Era maestra. La reconoc¨ªan por haber sido ayudante de Rufino Tamayo, musa de Roberto Bola?o, amiga de Le¨®n Felipe. Fue todo eso pero era m¨¢s. Una errante sin dientes que defendi¨® la belleza de la escritura frente a los militares en el 68, que reparti¨® versos en el funeral de Rosario Castellanos y cultiv¨® flores y alumnos en un jard¨ªn cerrado entre los edificios de Ciudad Universitaria al que llam¨® Emiliano Zapata. Convertida en una de las figuras m¨¢s importantes de la contracultura mexicana, Alcira Soust Scaffo muri¨® un 30 de junio de hace 25 a?os en Uruguay. EL PA?S reconstruye parte de su historia con los libros, las ¨®peras y las exposiciones que le dedicaron, con su familia y los amigos desperdigados que dej¨® en el M¨¦xico del que nunca se termin¨® de marchar.
¡°Yo soy la amiga de todos los mexicanos. Podr¨ªa decir: soy la madre de la poes¨ªa mexicana, pero mejor no lo digo. Yo conozco a todos los poetas y todos los poetas me conocen a m¨ª. As¨ª que podr¨ªa decirlo. Podr¨ªa decir: soy la madre y corre un c¨¦firo de la chingada desde hace siglos, pero mejor no lo digo¡±. Roberto Bola?o presenta as¨ª a Auxilio Lacouture, el sobrenombre que le dedic¨® a Alcira en Los Detectives Salvajes y en la novela que la hizo protagonista, Amuleto. La uruguaya habla y piensa en la ficci¨®n como sus amigos dicen que sonaba en los 70, cuando Bola?o la conoci¨®. ¡°Es su timbre. Es su voz. Es como si la oyera, se me pone la piel chinita¡±, cuenta a EL PA?S el estudioso Antonio Santos, amigo de la poeta.
La obra de Bola?o encumbr¨® el mito de una escritora extraordinaria que vivi¨® durante d¨¦cadas entre los pasillos de la Facultad de Filosof¨ªa y Letras de la UNAM, que conoci¨® a los personajes clave del siglo XX ¡ªdesde Picasso y Remedios Varo hasta el subcomandante Marcos¡ª, y a la que rodean, todav¨ªa d¨¦cadas despu¨¦s de su muerte, los huecos y las preguntas.
¡°Para todos ten¨ªa cien palabras o mil¡±
Cuenta Antonio Santos que a Alcira Soust (Durazno, 1924) le pusieron el nombre por el pueblo valenciano y que de ah¨ª nace su obsesi¨®n por las naranjas, que agranda con la lectura y recupera en sus poemas. La tercera de cuatro hermanos, siempre fue distinta. ¡°Alcira era como un misterio familiar, como un fantasma que aparece y desaparece¡±, recuerda Agust¨ªn Fern¨¢ndez, su sobrino nieto, a EL PA?S por tel¨¦fono desde Montevideo. Se form¨® como maestra, quem¨® una escuela en un descuido mientras preparaba dulce de leche, asisti¨® a congresos de los grandes pedagogos uruguayos que afianzaron su ideolog¨ªa y aprendi¨® el juego como forma de vida.
En la versi¨®n de Bola?o, Auxilio Lacouture no recuerda cu¨¢ndo lleg¨® a M¨¦xico ni por qu¨¦ o para qu¨¦. Pero se equivoca. Alcira arrib¨® al pa¨ªs en 1952 con una beca de la UNESCO, para hacer una especializaci¨®n en el Centro de Cooperaci¨®n Regional para la Educaci¨®n de Adultos en Am¨¦rica Latina y el Caribe (CREFAL). Vivi¨® 18 meses en P¨¢tzcuaro, Michoac¨¢n. En diciembre de 1953, su boleto de avi¨®n de regreso a Montevideo estaba listo. No lleg¨® al aeropuerto. No lo hizo en 36 a?os.
En su primera ¨¦poca en M¨¦xico, Alcira tiene una vida tradicional: novio, casa y empleo. Trabaj¨® en un hospital infantil, en el Instituto Latinoamericano de Cinematograf¨ªa Educativa (ILCE) y en la Secretar¨ªa de Salubridad. Biling¨¹e en franc¨¦s, cult¨ªsima, cin¨¦fila y lectora voraz, empez¨® a asistir a las galer¨ªas de Ciudad de M¨¦xico, a pasar los d¨ªas en las colonias del centro.
En sus paseos y tertulias hizo amistad con Mar¨ªa Zambrano, el m¨²sico Igor Stravinski, Le¨®n Felipe, Emilio Prados y Pedro Garfias, Bu?uel, Carlos Landeros, Manuel Barbachano. La lista sigue y sigue. Tanto que la propia Alcira los tuvo que apuntar en un papelito. ¡°Para todos ten¨ªa cien palabras o mil¡±, escribi¨® Bola?o. ¡°Yo conoc¨ª a Alcira en el caf¨¦ Sonora. Yo la amaba ¡ªla amo¡ª fuera de todo sexo o deseo¡±, escribi¨® Jos¨¦ Revueltas.
¡°A?os despu¨¦s, una de las razones por las que la tomaban por loca es porque hablaba de personajes famosos como si los conociera. ?Pero es que los conoc¨ªa!¡±, dice Santos.
¡ª?Qu¨¦ ten¨ªa Alcira para conectar con tanta gente?
¡ªF¨¢cil: era encantadora.
La Alcira del ba?o
La leyenda de Alcira se agiganta en un solo d¨ªa: el 18 de septiembre de 1968. El Ej¨¦rcito mexicano toma de forma violenta Ciudad Universitaria. Alcira recibe a los militares con un poema de Le¨®n Felipe, que emite por el altavoz del campus. Su amigo hab¨ªa muerto esa misma ma?ana. Tambi¨¦n hace sonar otros versos de Nicol¨¢s Guill¨¦n: ¡°Soldado, aprende a tirar¡±. Aterrada con ser deportada a Uruguay ¡ªno ten¨ªa, nunca tuvo, papeles¡ª, decide esconderse en el ba?o de hombres del octavo piso de la Torre de Humanidades. ¡°No permitas, nena, que te lleven presa¡±, recoge Bola?o. Desde su refugio ve entrar a los tanques, a los granaderos, ve las detenciones de los estudiantes y tambi¨¦n los p¨¢jaros y la luna, redacta poemas que escribe en papel higi¨¦nico, pinta en la pared: ¡°Viva el amor, viva la vida¡±. Resiste bebiendo solo agua del grifo durante 12 d¨ªas.
Los historiadores Miguel Le¨®n Portilla y Alfredo L¨®pez Austin, uno de sus mejores amigos, son quienes la encuentran y la ayudan a salir al marcharse los militares. ¡°?No funcionaba el elevador! ?Bajamos bajando por las escaleras! Me acost¨¦... ?segu¨ª durmiendo! Me dol¨ªan las piernas y nada m¨¢s¡±, escribe Alcira a l¨¢piz sobre su rescate. La poeta nunca se recupera de ese episodio, que describ¨ªa como haber sido abducida. En una carta al artista Leopoldo M¨¦ndez, cuenta muchos a?os despu¨¦s: ¡°Nunca llegues a la locura¡ te quiero decir que despu¨¦s de andar en mi platillo volador no pude regresar a este mundo que vivimos¡±.
¡°En la obra de Bola?o todo est¨¢ centrado en esa Alcira del ba?o, la Alcira del 68. Pero hab¨ªa muchas Alciras, ten¨ªa muchas vidas¡±, cuenta su sobrino nieto Agust¨ªn, que acaba de terminar, despu¨¦s de 14 a?os de trabajo, un documental sobre ella: Alcira y el campo de espigas. El nombre viene de un poema que la escritora le dedica a su hermana Sulma, la abuela de Agust¨ªn: ¡°Si quieres o¨ªr mi voz / Vamos al campo de espigas / all¨ª las flores son soles / Y son soles las espinas¡°. El cineasta reconoce: ¡°Yo s¨ª pens¨¦: ¡®?Qu¨¦ tanto m¨¢s puedo aportar yo estando la obra de Bola?o ah¨ª?¡¯. Pero creo que hab¨ªa una cosa de complejizar el personaje, humanizar el mito¡±.
¡°Escribir poemas. ?Y vivir? ?D¨®nde?¡±
Desde finales de 1965, Alcira Soust ya no ten¨ªa trabajo fijo ni casa propia. Pasaba las noches en los departamentos de sus amigos, sus pertenencias ¡ªpocas¡ª desperdigadas, sus d¨ªas como cigarra en la Facultad de Filosof¨ªa y Letras de la UNAM, sus noches a merced del viento y los caf¨¦s del entonces Distrito Federal. ¡°Si no me volv¨ª loca fue porque siempre conserv¨¦ el humor. Me re¨ªa de mis faldas, de mis pantalones cil¨ªndricos, de mis medias rayadas, de mis calcetines blancos, de mi corte de pelo de Pr¨ªncipe Valiente, cada d¨ªa menos rubio y m¨¢s blanco, de mis ojos que escrutaban la noche del DF, de mis orejas rosadas que escuchaban las historias de la Universidad¡±, recupera Bola?o.
Este deambular hac¨ªa sufrir a la poeta, que anot¨® una frase que la perseguir¨ªa como un destino hasta el final: ¡°Escribir poemas! Y vivir? D¨®nde?¡±. Su amigo, Antonio Santos, trata de explicarlo: ¡°Hay una raz¨®n pedag¨®gica, filos¨®fica, en la decisi¨®n de romper con todo. Primero quema sus naves con la familia, despu¨¦s con sus amores, y luego con el estatus social, incluso con el trabajo asalariado, que lo bota. Rompe con lo tradicional, con el papel que la hab¨ªan asignado en la vida¡±.
La escritora trataba de compensarlo todo con la escritura. La directora del MUAC, Amanda de la Garza, explica la decisi¨®n radical de Alcira de ¡°habitar en la poes¨ªa, ser-en-la-poes¨ªa¡±: ¡°En la constante aparicio?n de un ¡°a pesar de todo¡± en diferentes momentos anida la potencia de la poesi?a como forma de vida y la pregunta sobre el habitar, como libertad y como tragedia¡±.
En los 70 inici¨® su gran proyecto, llamado Poes¨ªa en Armas, que se extendi¨® durante dos d¨¦cadas en las que reparti¨® versos, suyos y de otros, en volantes creados con el mime¨®grafo, en todos los rincones de la UNAM. ¡°Para ella hab¨ªa dos formas de hacer llegar la luz a la gente: produci¨¦ndola ella en sus poemas o reflej¨¢ndola, en ser el espejo de lo que otros escrib¨ªan¡±, razona Santos.
¡°Por qu¨¦ / para qu¨¦ / de d¨®nde / aqu¨ª: / VINO / Solo a eso VINO / A saber qui¨¦n era / Si era sol o era luna¡±, dice uno de los que redact¨® Alcira.
En octubre de 1971, en conmemoraci¨®n de la muerte del Che Guevara, planta un cedro entre los edificios del campus. Sigue ensanchando el lugar con ¨¢rboles y plantas que dedica a amigos, personajes o acontecimientos hist¨®ricos. Lo llama Jard¨ªn Cerrado y lo convierte en un espacio de memoria y resistencia. ¡°Es el ¨²nico lugar de M¨¦xico que por muchos a?os fue suyo¡±, dice Antonio Santos. As¨ª los miles de poemas que disemin¨® llevaban la misma direcci¨®n: Jard¨ªn Emiliano Zapata, Secretaria de Defensa de la Luz, Poes¨ªa en Armas, Filosof¨ªa y Letras, UNAM.
La producci¨®n po¨¦tica de Alcira fue amplia, vasta, ca¨®tica, fechada. No fue publicada por ning¨²n sello, tampoco nombrada, ni siquiera en la novela de Bola?o donde es protagonista. ¡°La historia de ella est¨¢ recorrida por ese patriarcado que la hizo invisible en la parte editorial, comercial o de los c¨ªrculos acad¨¦micos. Obviamente no fue invisible porque ella fue su propia casa editorial¡±, responde Santos, que est¨¢ tratando que la UNAM le organice un homenaje en su centenario en 2024. ¡°M¨¦xico y la UNAM le deben mucho a Alcira¡±.
¡°Sufri¨®: porque perdi¨® M¨¦xico¡±
Los retratos de la artista recogen su manera de hablar y re¨ªr colocando una mano sobre su boca, o una flor, o un cuaderno, tras perder los dientes. Recuperan el esp¨ªritu de lucha que la llev¨® a enfrentarse a todo lo que consideraba injusto; en 1971 lleg¨® a mandar una carta a Francisco Franco para protestar por el fusilamiento de ocho presos vascos. Recuerdan c¨®mo se pon¨ªa la ropa mojada despu¨¦s de lavarla porque no contaba con m¨¢s. Nombran El Pr¨ªncipito y Las mil y una noches como sus libros de cabecera y su obsesi¨®n por las constelaciones y la naturaleza como parte de la corriente surrealista. Ve¨ªa las coincidencias y las casualidad en cada fecha: ¡°Che, ?te diste cuenta?¡±. Le ca¨ªan mal los fresas y los pretenciosos. Era explosiva y exagerada la mayor parte de las veces. Amaba la ¨®pera, la que consideraba la s¨ªntesis de todas los artes. Era alta como El Quijote, dice Bola?o, que asegura en nombre de ella: ¡°Viv¨ªa con mi tiempo, con el tiempo que yo hab¨ªa escogido y con el tiempo que me circundaba, tembloroso, cambiante, plet¨®rico y feliz¡±.
En 1988 tras a?os de hostigamiento de las autoridades, varios episodios donde la internaron contra su voluntad en instituciones psiqui¨¢tricas, a Alcira la env¨ªan sus amigos de vuelta a Uruguay. El regreso fue accidentado porque su madre no la reconoce en un primer momento por su deterioro f¨ªsico, malnutrici¨®n y dif¨ªcil cuadro emocional. De esos a?os, Agust¨ªn Fern¨¢ndez, que ten¨ªa solo seis, recuerda que su llegada a la casa era como la de Santa Claus: ¡°Pasaba seguido a dejar alg¨²n regalito de cumplea?os, alguna frase de alg¨²n poema. Nos persegu¨ªa correte¨¢ndonos, cantando las ma?anitas¡±.
Estuvo desaparecida durante los ¨²ltimos meses de su vida, cort¨® contacto con familia y amigos. Muere a las 9.20 de la ma?ana, a la edad de 73 a?os, en el Hospital Cl¨ªnica de Montevideo a causa de una bronconeumon¨ªa bilateral. No se logr¨® contactar con su familia. Su cuerpo fue confinado a una fosa com¨²n. Santos describe as¨ª el dif¨ªcil regreso: ¡°Sufri¨® porque perdi¨® M¨¦xico y en M¨¦xico ya lo hab¨ªa perdido todo¡±.
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