Se acaba el Valle de Guadalupe
Este, nuestro para¨ªso nacional, ha sido colonizado con las mismas nulidades, nader¨ªas y falta de imaginaci¨®n que ejercen una presi¨®n sobre la belleza del lugar, su sustentabilidad y su futuro

Una de nosotros lleva la vida entera en el Valle de Guadalupe, el otro, casi. Si los sumamos, los a?os de una y del otro superan holgadamente el centenar. Por eso no creemos que vaya a contrariar a nadie, ni que admita mayor controversia decir que hablamos con alguna experiencia, o incluso cierta legitimidad, sobre este lugar tan querido nuestro.
A pesar de que durante largos, muy largos a?os peleamos por ¨¦l, el Valle con que so?amos hace m¨¢s de tres d¨¦cadas dej¨® ya de ser posible. Aquel era un valle netamente agr¨ªcola, con una oportunidad hist¨®rica para explorar el potencial de su terru?o, ¨²nico y privilegiado, mediante el cultivo de vides y la elaboraci¨®n de vinos de extraordinaria calidad. Era un Valle que formar¨ªa parte de la diversidad patrimonial de nuestro pa¨ªs: ah¨ª, junto a sus monumentos, sus alimentos; sus ciudades, playas y selvas; ah¨ª estar¨ªan tambi¨¦n nuestro Valle y sus vinos.
Lo de hoy es otra cosa. Es una forma bien particular de la desaz¨®n de ver los esfuerzos de una vida anulados, en un pisp¨¢s, por voluntad del mandam¨¢s en turno y de quienes tuvieron con qu¨¦ granje¨¢rselo; especialmente aciago es ver nuestros esfuerzos desembocar nuevamente en la consabida cosa: punchis punchis y luces de ne¨®n; eventos masivos y fraccionamientos residenciales que brotan aqu¨ª, ah¨ª y all¨¢ tambi¨¦n. Otro para¨ªso nacional colonizado con las mismas nulidades, las mismas nader¨ªas y falta de imaginaci¨®n que, juntas, ejercen una presi¨®n inaguantable sobre la belleza del lugar, su sustentabilidad, y su futuro.
?Toca hacernos con resignaci¨®n a la idea de que esto se acab¨®? A lo hecho pecho, escribi¨® Unamuno, ¡°que no hay peor que el remordimiento sin enmienda¡±. Tenemos la impresi¨®n, sin embargo, de que hay mexicanos y mexicanas que reconocer¨¢n, un poco o mucho, m¨¢s y menos, su propia circunstancia en este trance que acabamos de describir: el crecimiento desordenado de sus barrios y ciudades; el ruido abusivo de los vecinos; la p¨¦rdida y fractura del paisaje. Con ellas y ellos, desde nuestra peque?a trinchera, preferimos decir basta.
?Y qu¨¦ hacer? Casi tan numerosos como los a?os que hemos dejado en este Valle han sido nuestros errores, el primero de ellos acaso nuestra impaciencia con aquella y aquel que no pensara como nosotros. Llevamos a nuestra zaga toda suerte de movilizaciones, decretos, legislaci¨®n y conferencias en que quisimos expresar nuestra visi¨®n para Guadalupe. No hemos sido exitosos. Y hoy el Valle est¨¢ a punto de perderse. Por eso nos dirigimos a nuestros m¨¢s improbables interlocutores ¡ªdesarrolladores inmobiliarios, anteros, y dem¨¢s bisneros¡ª, con la esperanza de que quiz¨¢ podamos empezar a entendernos. Aqu¨ª va, pues, en corto y apuradito:
El valor de Guadalupe est¨¢ en su agricultura. Lo vieron antes que nosotros los misioneros, a quienes la vi?a ¡°les agarr¨®¡± con notable buena fortuna en esta peque?a franja ¡°mediterr¨¢nea¡±; lo identificaron tambi¨¦n, en 1980, la organizaci¨®n vitivin¨ªcola m¨¢s importante del mundo, la OIV, y su Congr¨¨s Mondial de la Vigne et du Vin, que se celebr¨® en Baja California (en unos meses vuelve el Congreso de la OIV a Ensenada; encontrar¨¢ mucha menos vi?a). Lo identificaron los rusos molokanes a principios de siglo XX; las casas de Cetto y Domecq; lo identificaron un peque?o grupo de vitivinicultores a finales de la d¨¦cada de los ochenta y el aluvi¨®n de productores que vino despu¨¦s. Lo han ratificado desde entonces inn¨²meros acad¨¦micos; un Programa Sectorial de Desarrollo Urbano; un Reglamento Oficial de Zonificaci¨®n y Usos de Suelo; un Programa Ambiental Estrat¨¦gico (PROFEPA)¡ En fin, lo ya dicho: el valor de este Valle est¨¢ en su evidente vocaci¨®n agr¨ªcola.
Hoy es un valle tambi¨¦n tur¨ªstico ¡ª?qu¨¦ remedio!, nuestra parte tuvimos en ello¡ª, y crece acelerad¨ªsimamente. Nuestro turismo y crecimiento tienen que respetar y promover los cultivos, los paisajes, la cultura y el quehacer vitivin¨ªcolas; acercarnos a la vocaci¨®n del Valle, no alejarnos. ?Qu¨¦ inter¨¦s, amigas y amigos, en alojarse, comer, o aun bailar en Guadalupe, si no hay vi?edos, si no hay vino?
Y las cosas, tal como est¨¢n ahora, no solo no nos acercan a la vitivinicultura, sino que activamente operan en su perjuicio. No lo decimos solamente nosotros: seg¨²n el Instituto Metropolitano de Investigaci¨®n y Planeaci¨®n, de continuar la urbanizaci¨®n y el crecimiento actuales, de 5.445 hect¨¢reas de superficie agr¨ªcola que hubo en 2017, quedar¨¢ menos de la mitad en el a?o 2027, y en 2037 no quedar¨¢ una sola de esas hect¨¢reas cultivables.
La discusi¨®n es compleja y enredada, pero hay un primer paso, bien evidente: reconocer el valor del Valle de Guadalupe, que es agr¨ªcola.
Ay¨²dense ayudando a la vitivinicultura.
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