Letras en el exilio: una maleta siempre abierta y la escritura a cuestas
Los escritores Sergio Ram¨ªrez y Gioconda Belli narran el dolor que ha significado haber dejado Nicaragua y c¨®mo el destierro ha afectado su producci¨®n literaria
Para el escritor Sergio Ram¨ªrez es importante montar de nuevo un lugar para escribir. Con su computador, sus papeles, los l¨¢pices y bol¨ªgrafos, sus libros. Solo as¨ª, dice, puede sentir que tiene un hogar, un polo a tierra, ese espacio protector donde encerrarse a crear. Porque Ram¨ªrez se ha convertido en un escritor errante desde que tuvo que dejar Nicaragua, su pa¨ªs, por la persecuci¨®n del r¨¦gimen que lidera su antiguo compa?ero Daniel Ortega, devenido en un tirano que ha condenado al exilio a escritores, periodistas, voces cr¨ªticas, opositores. ¡°Un mill¨®n de nicarag¨¹enses¡±, dice Ram¨ªrez, se han exiliado en un drama sin fin, que no solo lo ha despojado de su hogar, su vida, sino hasta de su propio espa?ol, el nicarag¨¹ense, lleno de giros, tonos, onomatopeyas. ¡°Reci¨¦n iniciado el exilio andaba con una maleta abierta de un hotel a otro¡±, cuenta Ram¨ªrez. ¡°Llevo la escritura a cuestas¡±.
Contra Ram¨ªrez, Premio Cervantes, pesa una orden de detenci¨®n que es una amenaza de c¨¢rcel. Es por lo que decidi¨® no volver a su pa¨ªs. Sabe que las amenazas del r¨¦gimen se cumplen, como lo demuestran las decenas de cr¨ªticos encarcelados en las mazmorras de El Chipote, la c¨¢rcel de la dictadura nicarag¨¹ense, denunciada como centro de torturas. En esa prisi¨®n est¨¢ encerrada la guerrillera sandinista Dora Mar¨ªa T¨¦llez, h¨¦roe de la revoluci¨®n que tir¨® abajo en 1979 m¨¢s de 40 a?os de dictadura somocista. Si bien Ram¨ªrez pudo librarse de la c¨¢rcel, el exilio es un peso que ahoga. La met¨¢fora que ¨¦l usa es la de una puerta cerrada que no puede abrir por su propia voluntad. Como si se tratara de una recurrente y terrible pesadilla, en la que esperas ver una luz que d¨¦ esperanzas. Se refugia, sin embargo, en la escritura, salvadora siempre. ¡°Sin la escritura no ser¨ªa nada. Ser¨ªa una alma vagabunda, errante por el mundo¡±, afirma el autor de Adi¨®s, muchachos, sus bell¨ªsimas memorias sobre la revoluci¨®n nicarag¨¹ense.
Gioconda Belli tuvo que dejar a sus dos perros en la casa de jard¨ªn selv¨¢tico que abandon¨® en Managua. El recuerdo de los chuchos amados la persigue y teme que despu¨¦s de varios a?os de lejan¨ªa no la recuerden si alguna vez vuelve a encontrarse con ellos. ¡°Alguna vez¡±, una frase terrible y despiadada, sin tiempo definido, una botella lanzada a la inmensidad de un oc¨¦ano de esperanzas. Dejar la casa a fuerza del miedo causado por las amenazas, por la persecuci¨®n, por haber ejercido con valent¨ªa el derecho a disentir, criticar, a escribir. ?Qu¨¦ rid¨ªcula idea esa de dejar lo que es tuyo! Y, sin embargo, un d¨ªa te ves haciendo la maleta y despidi¨¦ndote de los salones donde fuiste feliz, los libros escritos y los le¨ªdos, la vista hermosa al lago de Managua, la frescura de su brisa que mueve las palmeras, las monsteras deliciosas, las crestas de gallo donde por las ma?anas los colibr¨ªes se daban un banquete en tu jard¨ªn. ¡°Me duele much¨ªsimo, cada d¨ªa me duele m¨¢s. Porque lo que est¨¢ pasando en Nicaragua jam¨¢s pens¨¦ que volver¨ªa a suceder¡±, dice Belli.
Belli y Ram¨ªrez repiten el drama del abandono de su tierra. Gioconda dej¨® Nicaragua cuando ten¨ªa 25 a?os y era una joven poeta llena de ilusiones, una mujer idealista, que so?aba con tirar la dictadura que machaba a su pa¨ªs. Esa dictadura la oblig¨® al exilio, largarse a M¨¦xico. Lleg¨® el 20 de diciembre a una Ciudad de M¨¦xico ya acostumbrada a recibir a huidos de medio mundo. En la capital mexicana la recibi¨® el pintor nicarag¨¹ense R¨®ger P¨¦rez de la Rocha, quien trabajaba en un taller gr¨¢fico. Una ciudad fr¨ªa, extra?a e inh¨®spita la golpe¨® con el hacha de la nostalgia. P¨¦rez de la Rocha la llev¨® al taller, les cont¨® a los trabajadores la desgracia de esa guapa joven centroamericana, y ellos compraron tequila y pasaron la noche cantando rancheras.
Sergio Ram¨ªrez, por su parte, busc¨® refugio en Costa Rica, ese pa¨ªs que siempre ha abierto sus puertas a los nicarag¨¹enses y que hoy vuelve a ver como decenas de miles de ellos vuelven a buscar refugio en sus ciudades. A finales de los a?os setenta era San Jos¨¦ la capital donde la di¨¢spora ¡®nica¡¯ deb¨ªa estar para planificar la salida del r¨¦gimen somocista, que cay¨® en 1979 con un j¨²bilo de esperanzas.
Estas son ya historias pasadas, tal vez, pero que vuelven al recuerdo con el nuevo exilio. ¡°La ausencia provoca que las neuronas que controlan la nostalgia se activen¡±, dice Ram¨ªrez. Y vienen los recuerdos de ese peque?o pa¨ªs tropical dejado atr¨¢s, con sus volcanes portentosos, selvas hirsutas, follaje verde que es pulm¨®n y vida, y lagos tan grandes como enormes espejos que se unen en el horizonte con un cielo muy azul, tanto que los poetas de esta tierra siempre le compusieron los versos m¨¢s preciosos. Y tambi¨¦n est¨¢ la nostalgia por la comida, que activa las gl¨¢ndulas salivales al rememorar su sabor, como la carne en vaho, cecina preparada en un envoltorio de hojas de pl¨¢tano, cocinada por horas sobre el fuego, entre yuca y pl¨¢tanos verdes y maduros y servida luego junto a una ensalada de col o repollo, como lo llaman los nicarag¨¹enses. O ese espa?ol tan particular de Nicaragua, tan necesario para la escritura. ¡°El drama verdadero es cuando a un escritor le cortan la lengua. El verdadero exilio es el exilio de la lengua¡±, dice Ram¨ªrez. Belli tambi¨¦n extra?a el sonido de ese espa?ol tan lleno de expresiones particulares, alegre, de los ¡®nicas¡¯ que cuando hablan deben emitir o imitar un sonido para sentir que se hacen entender. Palabras ex¨®ticas que suenan a m¨²sica. ¡®Diacachimba¡¯, dice esa gente del tr¨®pico para describir algo que est¨¢ muy bueno. Un espa?ol onomatop¨¦yico, lo define la autora.
A pesar de la nostalgia, del dolor que causa la lejan¨ªa, ambos escritores hablan tambi¨¦n de resistencia. Tanto Belli como Ram¨ªrez asistieron a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara para presentar nuevos libros, el de ella, Luci¨¦rnagas (Planeta) una colecci¨®n de ensayos que son una radiograf¨ªa de la Nicaragua que ha contado a lo largo de su vida. Ram¨ªrez presenta la colecci¨®n de cuentos Ese d¨ªa cay¨® en domingo (Alfaguara). Es un triunfo personal, pero tambi¨¦n de los lectores que siguen devotamente a ambos escritores. Y, claro, para su Nicaragua, que aman y extra?an. ¡°No ser¨ªa escritor sin las ra¨ªces de Nicaragua. Si Nicaragua no existiera, yo tendr¨ªa que inventarla¡±, dice Ram¨ªrez. ¡°Es un pa¨ªs tan chiquito¡±, dice por su parte la escritora Belli, ¡°que es un pa¨ªs port¨¢til. Nunca me despego de Nicaragua¡±.
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