Estados Unidos contra Genaro Garc¨ªa Luna: el hundimiento del zar antidrogas de M¨¦xico
En un juicio hist¨®rico, despu¨¦s de un mes de audiencias y el testimonio de 27 testigos, el secretario de Seguridad del expresidente Felipe Calder¨®n ha sido declarado culpable de todos los cargos en su contra
Las maletas de dinero se pon¨ªan sobre una mesa. Los narcos las llamaban chorizos porque eran bolsas deportivas negras y largas. Se compactaba con cinta un centenar de billetes de 100 d¨®lares, para hacer bonches de 10.000 d¨®lares, y despu¨¦s se retacaban en las mochilas. Los sobornos eran de m¨¢s de un mill¨®n de d¨®lares mensuales. Los lugartenientes del cartel de Sinaloa recog¨ªan a Genaro Garc¨ªa Luna y a su mano derecha, Luis C¨¢rdenas Palomino, en el estacionamiento de Perisur, un conocido centro comercial al sur de Ciudad de M¨¦xico.
Entonces, Garc¨ªa Luna y C¨¢rdenas Palomino eran dos treinta?eros que se hab¨ªan conocido mientras trabajaban de esp¨ªas en el Centro de Investigaci¨®n y Seguridad Nacional (Cisen), la principal agencia de inteligencia civil del Gobierno de M¨¦xico. Nunca llegaron a la parte m¨¢s alta del escalaf¨®n, pero al final su paciencia rindi¨® frutos. En 2001, Garc¨ªa Luna fue nombrado director de la Agencia Federal de Investigaci¨®n (AFI), una nueva corporaci¨®n creada durante la presidencia de Vicente Fox (2000-2006). Pero no se olvid¨® de su compadre. C¨¢rdenas Palomino se convirti¨® en director general de Investigaci¨®n Policial de la AFI ese mismo a?o.
Garc¨ªa Luna ten¨ªa apenas 33 a?os, pero ya se sentaba en la mesa con los mayores, a veces con los miembros del Gabinete. Era muy t¨ªmido. Casi nunca dec¨ªa nada ni daba su opini¨®n. En cambio, una o dos veces al mes estacionaba su coche en Perisur. Los miembros del cartel pasaban por ¨¦l en otro carro y lo llevaban a una casa de seguridad a la vuelta del centro comercial. ?l y Arturo Beltr¨¢n Leyva, uno de los capos m¨¢s temidos de M¨¦xico, se sentaban en el comedor o en la sala y hablaban por horas.
Cuando estaban con ¨¦l, era el Compa Genaro, pero a sus espaldas los narcos se burlaban de sus problemas de habla y lo llamaban El Tartamudo. Lo conoc¨ªan bien. Sab¨ªan que le encantaban las motos. Le dieron una Harley Davidson edici¨®n limitada para ver si pod¨ªan contactarlo. Qui¨¦n dir¨ªa. Beltr¨¢n Leyva y Garc¨ªa Luna ser¨ªan socios durante casi ocho a?os, hasta que al narco lo mataron a balazos. Las maletas se levantaban y se pon¨ªan sobre la mesa. Los capos abr¨ªan la cremallera. Los funcionarios revisaban el contenido. Cerraban el negocio y despu¨¦s, hablaban como viejos amigos.
Nunca antes fue tan evidente el v¨ªnculo entre las autoridades mexicanas y el narcotr¨¢fico. El juicio contra Garc¨ªa Luna destap¨® los sobornos millonarios que aceitaron durante a?os la maquinaria del cartel de Sinaloa y que permitieron la aniquilaci¨®n de sus rivales y su expansi¨®n hasta convertirse en una de las mayores fuerzas criminales del mundo. Los capos mataron, secuestraron, torturaron, se disfrazaron de polic¨ªas y sembraron el terror en el pa¨ªs. Todo, con la colaboraci¨®n de funcionarios en las esferas m¨¢s altas del poder en M¨¦xico. Todo, mientras el Gobierno presum¨ªa de los resultados de la guerra para combatirlos.
Despu¨¦s de un mes de audiencias y el testimonio de 27 testigos, las dudas y las sospechas se convirtieron en verdades incontrovertibles a los ojos del sistema legal estadounidense. El veredicto fue un¨¢nime. Garc¨ªa Luna fue declarado culpable el 21 de febrero en una corte de Nueva York de los cinco cargos en su contra: tres por tr¨¢fico de coca¨ªna, uno por delincuencia organizada y otro por dar declaraciones falsas a las autoridades estadounidenses. Esta es la historia del juicio m¨¢s importante que ha habido contra un alto cargo mexicano, del hundimiento del secretario de Seguridad P¨²blica de Felipe Calder¨®n (2006-2012), el antiguo zar antidrogas de M¨¦xico.
Confidente del expresidente Calder¨®n, jefe policial todopoderoso, pol¨ªtico ambicioso y temido. El ascenso mete¨®rico de Garc¨ªa Luna no se puede entender sin la guerra contra el narcotr¨¢fico. Tampoco su ca¨ªda. El 23 de enero de 2023, tres a?os despu¨¦s de su arresto en Texas, el exsecretario se sent¨® finalmente en el banquillo de los acusados. Se visti¨® con un traje oscuro, una camisa blanca y una corbata gris. La decisi¨®n de ir a juicio le daba un pron¨®stico muy poco favorable: ten¨ªa menos del 20% de probabilidades de ser absuelto, seg¨²n las estad¨ªsticas del Pew Research Center. Casi tan importante como sostener su inocencia en la Corte, era que el p¨²blico no lo viera con el uniforme de preso. ?l estaba convencido de que pod¨ªa defender su legado.
Garc¨ªa Luna se ve¨ªa m¨¢s viejo que en las fotograf¨ªas de archivo que retratan su paso por el Gobierno mexicano hace m¨¢s de una d¨¦cada. Ten¨ªa otra vez el rostro endurecido, el ce?o fruncido que lo ha caracterizado y el pelo m¨¢s blanco de como se le recordaba. Pero tambi¨¦n parec¨ªa meditabundo y solo. El mito sobre la importancia del acusado, alimentado por las altas expectativas en el arranque del juicio, chocaba con las im¨¢genes del tribunal. El gran arquitecto de la guerra contra las drogas tomaba notas nervioso con un bol¨ªgrafo, se acomodaba los anteojos y se resignaba a mandar besos a su esposa, Cristina Pereyra, sentada a lo lejos. Era un polic¨ªa desarmado.
¡°Garc¨ªa Luna fue parte del cartel de Sinaloa, lo pusieron en su n¨®mina y pese a eso se presentaba como un h¨¦roe¡±, asegur¨® el fiscal adjunto Philip Pilmar, tras apuntar al acusado con el dedo. Desde el primer d¨ªa, el juicio se llenar¨ªa de escenas como estas. ¡°Es como una pel¨ªcula¡±, dec¨ªan asombrados, una y otra vez, las decenas de reporteros mexicanos que se dieron cita en la corte. Hasta ese punto, el guion era impredecible y se anticip¨® que el proceso pod¨ªa extenderse entre seis y ocho semanas. ¡°Esto no es como una obra de Broadway, en la que se sabe de antemano qu¨¦ va a pasar¡±, advirti¨® el juez Brian Cogan, el mismo que sentenci¨® a Joaqu¨ªn El Chapo Guzm¨¢n a cadena perpetua a mediados de 2019.
¡°Ver¨¢n c¨®mo su Gobierno abandona a uno de sus socios estrat¨¦gicos y c¨®mo el caso de la Fiscal¨ªa se basa en el testimonio de asesinos, secuestradores y narcotraficantes¡±, respondi¨® C¨¦sar de Castro, el abogado principal de Garc¨ªa Luna, en su primera oportunidad de dirigirse al jurado. La defensa se empe?¨® en mostrar fotograf¨ªas del antiguo jefe de la Polic¨ªa Federal con figuras como el expresidente Barack Obama y los excandidatos presidenciales Hillary Clinton y John McCain. No hubo una Administraci¨®n que colaborara m¨¢s de cerca con la Casa Blanca en temas de seguridad que la de Calder¨®n. Hab¨ªa sido condecorado y elogiado por sus contrapartes estadounidenses, incluso apel¨® a ellos cuando quiso obtener la ciudadan¨ªa de ese pa¨ªs en 2019, pero nadie intercedi¨® por ¨¦l desde que salieron a la luz las acusaciones.
En la superficie, la pel¨ªcula se apegaba a la narrativa de las ¨²ltimas d¨¦cadas. ¡°Funcionarios corruptos se alinean con narcotraficantes¡±, se lee en un titular de un peri¨®dico texano de 1932, recuperado por el historiador brit¨¢nico Benjamin Smith, que ha estudiado m¨¢s de un siglo de historia sobre el tr¨¢fico de drogas entre ambos pa¨ªses. Palabras como ¡°corrupci¨®n¡± y ¡°narcotr¨¢fico¡±, sostiene Smith en su libro The Dope [La Droga], se han convertido en atajos para descifrar la realidad y el impacto del crimen organizado en la frontera m¨¢s din¨¢mica del mundo. Pero se han usado tanto para alimentar titulares explosivos como para justificar pol¨ªticas fallidas que han perdido significado.
En palabras de De Castro, estos ¡°asesinos, secuestradores y narcotraficantes¡± ser¨ªan los encargados de volver a poner frente al espejo de la violencia y el crimen a M¨¦xico, un pa¨ªs que cre¨ªa haberlo visto y vivido todo. Violencia criminal es cuando acribillas a tu antiguo socio, cuando te torturan para poner a prueba tu lealtad, cuando disuelves el cuerpo de tus rivales en ¨¢cido para eliminar el rastro. Ya no era una serie de Netflix. Los protagonistas de la guerra contra el narco estaban listos para contarlo todo.
¡°En M¨¦xico todo es posible, hay mucha corrupci¨®n¡±, afirm¨® Sergio Villarreal El Grande, el primer testigo que subi¨® al estrado. El Grande, un expolic¨ªa corrupto de dos metros que acab¨® como lugartentiente de Beltr¨¢n Leyva, detall¨® paso por paso c¨®mo se pagaron los sobornos a Garc¨ªa Luna. Habl¨® de chorizos de millones de d¨®lares. Cont¨® que el exfuncionario era un aliado fiel, que les daba uniformes, veh¨ªculos y credenciales oficiales para que portaran armas de uso exclusivo de las autoridades. Explic¨® c¨®mo el narco colocaba y se deshac¨ªa a placer de comandantes de la polic¨ªa para asegurar sus intereses. Dijo que la l¨ªnea entre el crimen y las autoridades era tan estrecha que, incluso, hab¨ªa acuerdos para repartirse las ganancias, simular la destrucci¨®n de droga incautada y echar a perder operativos de captura en su contra. ¡°Todos estaban felices¡±, dijo sobre los jefes del cartel de Sinaloa. ¡°Era la mejor inversi¨®n que hab¨ªan hecho¡±.
En la primera d¨¦cada de los 2000, el cartel de Sinaloa era, en realidad, una federaci¨®n de capos. Estaba la facci¨®n de El Chapo e Ismael El Mayo Zambada, la gente de los Beltr¨¢n Leyva, los hombres de Nacho Coronel o de Juan Jos¨¦ Esparragoza El Azul, entre otros. ¡°Era maravillosa¡±, dijo en el juicio Harold Poveda, El Conejo, cuando le pidieron que hablara de la vieja alianza criminal que domin¨® el tr¨¢fico de drogas en esa ¨¦poca. Ese frente com¨²n se mantuvo cuando Garc¨ªa Luna se convirti¨® en secretario de Seguridad con Calder¨®n, sobre todo para combatir a Los Zetas, los rivales y el grupo criminal m¨¢s violento.
Pero, poco a poco, empezaron a crecer las desconfianzas entre los socios. El grupo de los Beltr¨¢n Leyva segu¨ªa inyectando dinero a autoridades de todos los niveles, pero ya no recib¨ªan el servicio de siempre. ¡°Nos empez¨® a caer gente del Gobierno¡±, dijo El Grande. Arturo Beltr¨¢n Leyva se dio cuenta de que los operativos de captura y los decomisos se produc¨ªan casi siempre despu¨¦s de que hablara con El Mayo o con El Chapo, al menos eso infiri¨®. ¡°Se dio cuenta de la traici¨®n¡±, afirm¨® Villarreal.
La gota que colm¨® el vaso fue la detenci¨®n de Alfredo Beltr¨¢n Leyva, alias Mochomo y hermano de Arturo, en un operativo del Ej¨¦rcito en enero de 2008. As¨ª inici¨® una guerra total de carteles entre Beltr¨¢n Leyva y su primo El Chapo Guzm¨¢n. ¡°?De qu¨¦ lado est¨¢s?¡±, le pregunt¨® Arturo Beltr¨¢n a Garc¨ªa Luna, seg¨²n el relato de El Grande. ¡°El problema es de ustedes, yo soy neutral¡±. ¡°?l segu¨ªa trabajando para todos: El Mayo y El Chapo, pero tambi¨¦n para Arturo¡±, asegur¨® el testigo. ¡°Hubo integrantes de la Polic¨ªa Federal que se fueron de su lado y otros se fueron con Arturo¡±, agreg¨®. ¡°Fue una guerra muy violenta, todos nos empezamos a matar¡±.
Desesperado por la ambivalencia del secretario, Arturo Beltr¨¢n Leyva mand¨® secuestrar a Garc¨ªa Luna en una carretera del Estado de Morelos, a un par de horas en coche de la capital. Los escoltas del secretario de Seguridad P¨²blica no pudieron oponer resistencia. Casi todos acabaron maniatados y desarmados, tumbados en el piso, como bultos. Francisco Ca?edo, un polic¨ªa ministerial que pasaba por ah¨ª en su d¨ªa de descanso, afirm¨® que lo vio todo. Baj¨® la velocidad, volte¨® para ver de qu¨¦ se trataba y, de pronto, cruz¨® miradas con los criminales y con Garc¨ªa Luna, su antiguo jefe en la AFI. ¡°Me qued¨¦ temblando¡±, dijo Ca?edo en el estrado, sobre lo ocurrido el 19 de octubre de 2008.
¡°Arturo me llama y me dice que acaban de levantar al hijo de su puta madre de Garc¨ªa Luna, que lo iba a matar, que iba a mandar la cabeza para que todos vieran que con ¨¦l no se juega¡±, record¨® El Conejo, uno de los hombres m¨¢s cercanos a Arturo Beltr¨¢n Leyva. ¡°Por Dios, ?c¨®mo vas a hacer eso? El Gobierno se va a dejar venir con todo¡±, le contest¨® angustiado el capo colombiano.
¨D¡±?Y est¨¢ diciendo que esto pas¨® a plena luz del d¨ªa? ?A mediod¨ªa?¡±, cuestion¨® De Castro en su momento. ¨D¡°Para Arturo no hab¨ªa nada imposible¡±, zanj¨® El Grande.
El episodio del secuestro, siempre negado por Garc¨ªa Luna, tuvo un papel protag¨®nico en el juicio. Anclados en la memoria de quienes vieron o escucharon algo hace 15 a?os, los testimonios no estuvieron exentos de inconsistencias. Quedaba claro que el proceso iba a poner en liza versiones irreconciliables y que iba a crear un contexto en el que lo que parec¨ªa incre¨ªble pudo haber sucedido ¡°m¨¢s all¨¢ de una duda razonable¡±. ¡°En M¨¦xico todo es posible¡±, insisti¨® El Grande.
La apuesta de la Fiscal¨ªa por construir el caso a partir de los testimonios de narcotraficantes no estuvo exenta de pol¨¦mica en uno y otro lado de la frontera. La exclusi¨®n de pruebas clave y testimonios sobre la riqueza y los esc¨¢ndalos m¨¢s recientes del acusado, tampoco.
As¨ª empez¨® la clase magistral sobre el narco en M¨¦xico. Tirso Mart¨ªnez, El Futbolista, el segundo testigo del caso, explic¨® que se gan¨® ese sobrenombre porque era due?o de cuatro clubes profesionales de f¨²tbol y que, cuando transportaba toneladas de coca¨ªna escondidas entre botellas de aceite en un vag¨®n de tren, rociaba un poco de l¨ªquido para que ¡°los trabajadores de la aduana tuvieran miedo de resbalarse¡± al sospechar de un fondo falso. El rey de las excentricidades fue El Conejo, que llor¨® en el tribunal mientras recordaba su antigua colecci¨®n de animales ex¨®ticos.
Los relatos chuscos se interrump¨ªan de golpe ante la crudeza de otros episodios. Poveda dio detalles de c¨®mo fue torturado horas antes de ser presentado ante una cascada de flashes de la prensa en noviembre de 2010. Era la marca de la casa de la gesti¨®n de Garc¨ªa Luna: cada capo abatido o detenido era un trofeo de guerra. ¡°?Eres El Conejo, hijo de tu puta madre?¡±, cont¨®. ¡°Me vendaron los ojos¡±. ¡°Me pusieron una bolsa de pl¨¢stico para ahogarme¡±. ¡°Me desnudaron¡±. ¡°Me dieron toques el¨¦ctricos¡±. ¡°Hasta que ya no pude m¨¢s¡±.
Israel ?vila, un contador del narco, record¨® que fue reclutado como agente de bienes ra¨ªces del cartel de Sinaloa despu¨¦s de alquilar una casa para quien cre¨ªa que eran agentes de la AFI. ¡°Me preguntaron si sab¨ªa para qui¨¦n estaba trabajando¡±, relat¨® ?vila, un testigo protegido. ¡°No, est¨¢s equivocado. Ni t¨² ni nosotros trabajamos para Genaro Garc¨ªa Luna, Genaro Garc¨ªa Luna trabaja para nosotros¡±, le confesaron los narcos. ?vila dijo que registr¨® sobornos al exfuncionario y otros en una hoja de c¨¢lculo de Excel. Asegur¨® que descarg¨® paquetes de coca¨ªna de aviones con ayuda de polic¨ªas federales y que se ri¨® a carcajadas cuando escuch¨® por radio c¨®mo los agentes simulaban ir tras los delincuentes. Hab¨ªan sido los propios polic¨ªas quienes les hab¨ªan permitido escapar. ¡°Entramos y salimos con ayuda de ellos¡±.
?scar Nava Valencia, alias El Lobo, l¨ªder del extinto cartel del Milenio, afirm¨® que pag¨® m¨¢s de 10 millones de d¨®lares en sobornos a Garc¨ªa Luna. ¡°?Usted est¨¢ diciendo que se soborn¨® a personas que estaban justo por debajo del presidente Calder¨®n?¡±, cuestion¨® Florian Miedel, abogado de la defensa. ¡°S¨ª, se lleg¨® a ese punto¡±, zanj¨® el testigo. En medio de la guerra de narcos, El Lobo solicit¨® una reuni¨®n secreta con el acusado en un autolavado de Guadalajara. El entonces secretario le pidi¨® tres millones de d¨®lares por estar con ¨¦l 15 minutos. Esa era la tarifa.
Esa fue la cantidad, siempre seg¨²n los testimonios, que le pidieron a Jes¨²s El Rey Zambada, hermano de El Mayo, cuando el cartel quiso cortejar al reci¨¦n nombrado miembro del Gabinete a finales de 2006. ¡°El dinero se puso en un portafolio grande, como los que usan los abogados¡±, explic¨® El Rey. ¡°Y en una maleta de las que usan los deportistas, que son bastante amplias¡±, agreg¨®. Para una segunda reuni¨®n, unas tres semanas despu¨¦s, Garc¨ªa Luna ofreci¨® un descuento: solo dos millones de d¨®lares. ¡°Me sorprend¨ª mucho¡±, reconoci¨® el narco cuando coincidi¨® con ¨¦l en Campos El¨ªseos, un lujoso restaurante a unos metros de la Embajada estadounidense. El sitio no ten¨ªa c¨¢maras y era un espacio predilecto para los intercambios de dinero entre funcionarios y criminales. Lo dijo Miguel Madrigal, un agente especial de la DEA que estuvo ocho a?os de misi¨®n en M¨¦xico.
El Rey, ¨²ltimo testigo de la Fiscal¨ªa, fue detenido en Ciudad de M¨¦xico en octubre de 2008, y la captura fue supuestamente coordinada por El Grande, el primero en hablar. Sergio Villarreal se volvi¨® a poner el uniforme de un agente oficial del Estado y dijo que otros pistoleros se disfrazaron de elementos de una agencia ajena a Garc¨ªa Luna, para que pudiera consumarse la operaci¨®n. ¡°Yo form¨¦ parte del operativo¡±, afirm¨® El Grande.
Los capos rivales pagaron dinero a periodistas para que se corriera la voz y El Rey no pudiera sobornar a los polic¨ªas a cambio de que lo dejaran ir. El dinero iba y ve¨ªa en todas las direcciones. Garc¨ªa Luna, por ejemplo, pag¨® 25 millones de pesos, poco m¨¢s de un mill¨®n de d¨®lares, para silenciar los rumores del secuestro ese mismo a?o, seg¨²n H¨¦ctor Villarreal, un exfuncionario corrupto del Estado de Coahuila que lleva casi una d¨¦cada como cooperante de Estados Unidos.
¡°Te da la sensaci¨®n de un narcoestado en M¨¦xico¡±, afirm¨® en una entrevista con este diario el periodista Ioan Grillo, que ha escrito durante m¨¢s de 20 a?os sobre violencia y crimen organizado. Quiz¨¢ quien resumi¨® mejor la penetraci¨®n del narco en las instituciones fue ?dgar Veytia, El Diablo, exfiscal del Estado de Nayarit y condenado a 20 a?os por colaborar con los carteles. ¡°Hac¨ªamos todo lo que nos ped¨ªan¡±, se?al¨®. La frase m¨¢s recordada del exfuncionario apel¨® a la instrucci¨®n que, seg¨²n ¨¦l, se dio durante el Gobierno de Calder¨®n y la gesti¨®n de Garc¨ªa Luna: ¡°La l¨ªnea era [proteger a] El Chapo¡±.
El expresidente Calder¨®n neg¨® que existieran tales ¨®rdenes y mantuvo durante todo el proceso que nunca supo de ning¨²n crimen cometido por Garc¨ªa Luna. ¡°Nunca negoci¨¦ ni pact¨¦ con criminales¡±, respondi¨®. Ocho de cada diez mexicanos considera que deber¨ªa ser investigado por v¨ªnculos con el narcotr¨¢fico, seg¨²n una encuesta de Enkoll para EL PA?S y W Radio. El expresidente afirm¨® que su estrategia contra el crimen fue la correcta: ¡°La lucha valiente de miles de polic¨ªas, soldados, marinos, fiscales, jueces y servidores p¨²blicos de bien¡±.
Aunque se habl¨® de que la Fiscal¨ªa ten¨ªa una lista de m¨¢s de 70 testigos listos para declarar contra Garc¨ªa Luna, las autoridades estadounidenses decidieron concluir los interrogatorios tras citar a 26 testigos, lo que acort¨® la duraci¨®n prevista para el juicio al menos dos semanas. Pese a la confusi¨®n en M¨¦xico, el exfiscal Daniel Richman dec¨ªa a EL PA?S que el ministerio p¨²blico intentaba mostrar fortaleza. ¡°Si realmente quieres convencer a un jurado, tienes que presentar un caso corto y poderoso¡±, afirm¨® el profesor de Leyes de la Universidad de Columbia.
Durante d¨ªas se alimentaron las especulaciones de que Garc¨ªa Luna fuera llamado a declarar por sus abogados. Finalmente, no fue el ex secretario de Seguridad P¨²blica quien respondi¨® a todo lo que se dijo en su contra. Lo hizo su esposa, Cristina Pereyra, la ¨²nica persona que llam¨® la defensa. Su testimonio, en pleno D¨ªa de San Valent¨ªn, se centr¨® en generar empat¨ªa en el jurado, 12 ciudadanos que hasta hac¨ªa unas semanas no sab¨ªan nada sobre el acusado.
Pereyra asegur¨® que el matrimonio trabaj¨® durante a?os para abrirse camino, que se apoyaron en peque?os negocios e hipotecas para salir adelante y que padecieron el acoso de los medios de comunicaci¨®n y los riesgos del cargo que tuvo su esposo. ¡°Pensamos en salir fuera de M¨¦xico porque quer¨ªamos que nuestros hijos tuvieran una vida normal¡±, zanj¨® sobre la decisi¨®n de la familia de mudarse a Miami tras dejar la vida p¨²blica. Fue elocuente, pero su versi¨®n no se hubiera sostenido en una Corte mexicana. Otro recordatorio de que se jugaba con las reglas del sistema legal de Estados Unidos.
El juicio se encendi¨® en la recta final, la parte m¨¢s intensa de todo el proceso.
Tras los testimonios de 27 testigos, la Fiscal¨ªa y la defensa chocaron por ¨²ltima vez para presentar sus conclusiones en los argumentos de clausura.
Fue tambi¨¦n la ¨²ltima oportunidad que tuvieron ambas partes de convencer al jurado antes de que empezaran las deliberaciones.
Los abogados presentaron su mejor rostro ante 12 desconocidos. Fueron simp¨¢ticos, explicaron todo con peras y manzanas, y trataron de ser lo m¨¢s encantadores que pudieron. Hicieron de todo para inclinarlos a su favor.
Primero fue el turno de la Fiscal¨ªa, encabezada por la fiscal adjunta Saritha Komatireddy. ¡°Damas y caballeros, lo tienen que creer, la corrupci¨®n lleg¨® hasta los niveles m¨¢s altos¡±, afirm¨®.
¡°Solo existe una posibilidad: Genaro Garc¨ªa Luna tom¨® los sobornos¡±. ¡°Este caso se arm¨® durante m¨¢s de una d¨¦cada, tom¨® tiempo unir las piezas, pero las piezas encajan, todo encaja¡±, agreg¨®.
¡°Es imposible que el cartel se hubiera expandido como lo hizo sin el apoyo del Gobierno mexicano¡±.
Komatireddy explic¨® el caso paso a paso y por qu¨¦ la Fiscal¨ªa decidi¨® construirlo a partir de los testimonios de convictos y narcotraficantes. La fiscal opt¨® por ser did¨¢ctica: puso un tablero titulado Estados Unidos contra Garc¨ªa Luna, coloc¨® las fotos de los narcos implicados, proyect¨® una presentaci¨®n de Power Point y pas¨® una por una las diapositivas.
¡°Se necesita un criminal para conocer a otro¡±, dijo la fiscal al recordar el testimonio de Sergio Villarreal El Grande.
¡°Era como tener a un profesor del Cartel de Sinaloa, podr¨ªa usar una chamarra con parches en los codos¡±. ¡°Les dijo c¨®mo pag¨® dinero a autoridades de todos los niveles¡±.
¡°El Rey les dijo lo mismo. ?Se acuerdan de su testimonio el pasado lunes?¡±. Esa semana, El Rey Zambada declar¨® c¨®mo pag¨® al menos cinco millones de d¨®lares en sobornos a Garc¨ªa Luna.
¡°Tuvimos aqu¨ª tambi¨¦n a ?dgar Veytia¡±.
¡°Les contaron todo sobre c¨®mo funciona la corrupci¨®n en M¨¦xico¡±. ¡°Estos tipos son como los FedEx de la coca¨ªna; usan trenes, barcos, submarinos¡±, dijo sobre otros testigos.
Despu¨¦s fue el turno de la defensa de Garc¨ªa Luna, liderada por C¨¦sar de Castro. ¡°?D¨®nde est¨¢n las evidencias?¡±, cuestion¨®.
¡°El gran problema que tiene la Fiscal¨ªa es que no puede demostrar estas acusaciones. Ellos tienen que probarlas, nosotros no¡±. ¡°No caigan, no caigan, no caigan en lo que les est¨¢n diciendo¡±.
¡°?Hay videos? No¡±. ¡°El Grande dijo que Beltr¨¢n Leyva grababa sus reuniones, ?d¨®nde est¨¢n las grabaciones?¡±.
¡°?Pagos? No les ense?aron nada de eso¡±. ¡°?Encontraron las evidencias? No, es la historia de este caso¡±.
Komatireddy fue m¨¢s racional. De Castro apel¨® m¨¢s a las emociones del jurado. Despu¨¦s de los argumentos de la defensa, la Fiscal¨ªa tuvo el derecho de responder.
¡°Seamos muy claros, nos encantar¨ªa llamar a declarar en este juicio a maestros de escuela¡±, dijo la fiscal Erin Reid antes de hacer una pausa. ¡°Pero los maestros de escuela no encabezan organizaciones criminales¡±.
¡°As¨ª funciona la corrupci¨®n en los niveles m¨¢s altos, se hace en secreto y se paga en efectivo¡±.
Sobre la declaraci¨®n de Cristina Pereyra, esposa del exsecretario, dijo que fue ¡°una clase magistral¡± de c¨®mo los pol¨ªticos esconden su patrimonio. ¡°No import¨® para nada, fue solo un show¡±.
¡°Usen su sentido com¨²n¡±.
Los jurados escucharon los cierres con atenci¨®n. A partir de ese momento, todo depend¨ªa de ellos.
La decisi¨®n sobre el futuro de Garc¨ªa Luna estaba en sus manos.
Los 12 miembros del jurado se retiraron. Comenzaron las deliberaciones a puerta cerrada. Los integrantes quedaron aislados del mundo exterior.
No hab¨ªa un plazo para que llegaran a un veredicto, que ten¨ªa que ser un¨¢nime para los cinco cargos contra Garc¨ªa Luna.
Para el 16 de febrero, el tiempo se congel¨® en la Corte de Brooklyn. No habr¨ªa m¨¢s testimonios ni palabras de los abogados. Arrancaron las deliberaciones. Doce desconocidos se encerraron para hablar durante horas sobre lo que hab¨ªan visto y escuchado en las ¨²ltimas semanas. En la sala, todo era incertidumbre. Las deliberaciones eran privadas y el veredicto pod¨ªa llegar en cualquier momento, el tiempo que fuera necesario para que alcanzaran una decisi¨®n un¨¢nime sobre cada uno de los cinco delitos que pesaban sobre Garc¨ªa Luna.
Despu¨¦s de m¨¢s de 15 horas de deliberaciones en tres jornadas diferentes, el veredicto lleg¨® el 21 de febrero cerca de las dos y media de la tarde. Genaro Garc¨ªa Luna estaba desencajado. Nunca se le hab¨ªa visto tan nervioso en el juicio. A las puertas del momento que lo definir¨ªa todo, ya no hab¨ªa espacio para las apariencias. Genaro Garc¨ªa, el primog¨¦nito del exfuncionario, cerraba los ojos y mov¨ªa la cabeza de lado a lado. Su hermana, Luna, tambi¨¦n era un manojo de nervios. Cristina Pereyra, la ¨²nica persona presente en todo el proceso para apoyar al acusado, solo clavaba la mirada en el vac¨ªo. Todo el mundo se sent¨ªa nervioso, emocionado, impaciente. De pronto, el jurado pas¨® una hoja al juez Cogan y hubo un silencio total.
Conspiraci¨®n para la distribuci¨®n internacional de coca¨ªna. ¡°Culpable¡±, ley¨® Cogan. Conspiraci¨®n para la distribuci¨®n y posesi¨®n de coca¨ªna. ¡°Culpable¡±. Conspiraci¨®n para importar coca¨ªna. ¡°Culpable¡±. Pertenecer a una empresa criminal continua. ¡°Culpable¡±. Dar declaraciones falsas a las autoridades en su solicitud de naturalizaci¨®n. ¡°Culpable¡±. Garc¨ªa Luna se aferraba a una duda razonable y se encontr¨® con un veredicto aplastante: culpable de todos los cargos.
Antes de ser retirado de la sala, Garc¨ªa Luna volte¨® a ver a su familia. Asinti¨® con la cabeza, cerr¨® los ojos e intent¨® decirles que iba a estar bien. Se hab¨ªan acabado las opciones. Se enfrenta a pasar entre 20 a?os y el resto de su vida tras las rejas. Est¨¢ previsto que se dicte sentencia el pr¨®ximo 27 de junio. Digerir todo tomar¨¢ a?os.
Cr¨¦ditos
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